El aeropuerto estaba repleto, gente iba y venía pero ninguna de esas personas era quién estaba buscando.
-¿Cuánto más va a tardar -pensó mientras esperaba a su esposo llegar.
Hace casi 1 mes que no le veía por lo que optó irle a recoger son decirle, quería que fuera sorpresa.
Elizabeth Kim era demasiado tímida y un tanto reservada por lo que no muchos conocían realmente cómo era la esposa del famoso Clayton Clark pero ella estaba luchando con ello y por eso ella estaba ahí el día de hoy recibiendo a su esposo.
Su matrimonio no fue por amor, al menos no por parte de su esposo, pero ella estaba enamorada de él desde hace tiempo por lo que la hizo sumamente feliz cuando sus padres anunciaron que se comprometería con la persona que había admirado y amado desde hace tiempo. Sin embargo, no todo era de color rosa pues al parecer en los 5 años que llevaban de matrimonio jamás compartieron la cama a excepción de su noche de bodas, después de eso estuvieron viviendo en habitaciones separadas a petición de Clayton.
Siempre era cortante y siempre pasaba de ella a excepción cuando ambos debían ir a casa de sus padres de ambos a cenar o cuando sus padres les visitaban en la villa de la familia Clark.
-¿Esa es la señora Clark? Sin duda es hermosa, ¿será por eso que nunca sale hasta ahorita? -comentó una de las personas que estaban reunidas ahi esperando la llegada de su esposo, eran algunos socios y periodistas.
Elizabeth se sonrojó sin poder evitarlo pues había escogido sus mejores prendas pero al no saber combinar su ropa siempre era insegura acerca de su vestimenta por lo que ese día había optado por consejos en Internet. Pronto las personas se acercaron más al ver que los pasajeros iban saliendo y entre esos su esposo pero poco duró la sonrisa en su rostro pues al lado suyo estaba una mujer alta y esbelta, tenía un vestido negro corto y su larga melena ondulada le acompañaba. Todos se acercaron a preguntar si ella era su tan misteriosa esposa y otras preguntas más pero nada era respondido por Clark hasta que sus ojos se encontraron, él sonrió. Ella conocía esa sonrisa muy bien y sabía que algo malo iba a pasar, algo que iba a lastimarle como venía haciendo desde que se casaron.
-Ella es mi esposa, mi hermosa esposa. No hagan más preguntas, necesita descansar así como yo -.
Una última mirada le fue dedicada antes de alejarse junto con la multitud y con ello dejaban a una Elizabeth totalmente herida y en shock por lo sucedido.
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Elizabeth había llegado a la villa donde vivía junto con Clayton y fue directamente a su habitación donde se encerró el resto del día. Las lágrimas no salían, ya no tenía ganas de llorar, su corazón estaba dolido y era insoportable; tomó fuerzas y decidió tomar un baño caliente, pensó que tal vez eso le haría sentir bien.
-Señora, el Señor acaba de llegar y está pidiendo que vaya al estudio -anunció Martha detrás de la puerta.
Martha había sido su única amiga desde que se mudó ahí, ella sabía lo que estaba sucediendo por lo que siempre le cuidó como si de una madre se tratase. Agradeció a Martha por avisarle y le dijo que tomaría un baño antes de ir a verle.
-Supongo que lo inevitable llegó... -. se observó al espejo y maldijo el momento en que finalmente sus lágrimas salieron.
Después de haberse duchado se colocó su pijama que consistía en un blusón color vino que le llegaba a mitad de su pierna junto con un short del mismo color. Se dirigió directo al estudio y entró sin tocar, realmente ya estaba cansada de todo.
-Permíteme un segundo, te regresó la llamada en un momento -su voz sonaba tranquila, casi podía sentir el cariño en su voz, cosa que nunca le demostró a ella.
-Estaba por dormir, ¿sucede algo? -tomó asiento en el sofá que tenía el estudio y se acomodó en él.
-No dije que podía entrar ni que podías sentarte -argumentó volviendo a ese tomo frío y serio que usaba con ella.
-Sí, bueno, estoy cansada asi que dilo rápido -quería salir de ahí cuanto antes, ya no soportaba estar ahí.
-¿Estás así por lo del aeropuerto? No sé si recuerdes pero que estemos casados no significa que nos amemos, no tengo porqué limitarme por este estúpido matrimonio que nunca pedí. Tú forzaste esto así que acepta las consecuencias -sentenció mientras de su cajón sacaba una carpeta.
-Nunca te obligué, mis padres y los tuyos hicieron todo. ¡Ya te lo dije, el hecho de que te ame no significa que te quisiera obligar a estar conmigo! -dijo ya cansada de lo mismo.
Aquel hombre imponente se acercó con la carpeta y prácticamente se la aventó en la cara. Ella conmocionada y enojada tomó la carpeta abriéndola mostrando lo que más temía, era una solicitud de divorcio.
-Así que por esto me llamaste...eres un imbécil -.
El tono que usó fue burlón, le lanzó la carpeta tal y como él lo había hecho. Elizabeth se paró y antes de irse se devolvió para propinarle una cachetada.
-Te daré el divorcio pero mínimo te mereces eso por ser un idiota. No te daré las acciones de mis padres ni las mías, ya tienes el estatus que necesitabas así que no tendrás nada mío -.
Tomó los papeles y se fue a su habitación donde ya le esperaba Martha dentro con una taza de té. Sin esperar demasiado fue directo a los brazos protectores y cálidos de la mujer, lloró y lloró hasta que se quedó dormida. La mujer mayor le arropó y salió de la habitación con la taza de té, ya fría, encontrándose con Clayton que venía en su dirección con intenciones de hablar con Elizabeth.
- La señora acaba de dormir, sería bueno que no le despierte, no ha podido dormir últimamente -.
-¿Está haciendo un berrinche? Realmente esa mujer me cansa -.
-No hace mucho tuvo un incidente, es por eso que tiene pesadillas, mañana podrá hablar con ella. Pidió que no le molestaran, también dijo que los papeles están firmados y se los dará mañana -con eso último la mujer se retiró dejando al hombre solo.
Por su parte, Clayton hizo caso omiso a las instrucciones de Martha e ingresó a la habitación en busca de los papeles pero algo le hizo detenerse, Elizabeth mantenía rastros de lágrimas en su rostro y parecía tener un mal sueño pues no paraba de fruncir su frente.
-Aléjate, no quiero...por favor -salió de sus labios de la chica mientras en sus lágrimas volvían a salir.
-No es importante -se dijo así mismo mientras tomaba los papeles y salía de la habitación.
Cuando cerró la puerta un malestar se instaló en su pecho pero decidió ignorarlo, ya tenía lo que quería asi que nada más importaba.
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Ya era de día y