SAMANTHA
Me despierta la luz del sol en mi rostro. Veo la hora y son las 6 a.m. es temprano, decido levantarme, darme una ducha y arreglarme para el día laboral que me espera. Sé que será un día cansado, pero productivo. El calor extremo que hace acá me obliga a vestirme con ropa fresca, elijo un vestido sin mangas, un escote en forma de diamante, unas zapatillas de tacón medio, son cómodas. Opto por un delineado y mascara de ojos, un labial natural, recojo mi pelo en una coleta alta. Con este calor no puedo permitirme usar mucho maquillaje, o terminaré como mapache y chicle en el rostro.
Tomo mi agenda, celular y un bolso. Me dispongo a salir cuando tocan la puerta de la habitación, la única persona que puede pasar por mí en este lugar; es Erick.
ERICK:
Me dirijo a la habitación de Sam, tocó y espero a que salga. Al abrir la puerta la veo, es hermosa. No espero y le digo lo hermosa que se ve, se sonroja, me agradece y me dice lo bien que me veo. ¡Ella me gusta y mucho! La llevo a desayunar al restaurante del hotel, en todo el camino hablamos de todo y nada, pero no podía ocultar la molestia que sentía que otros la vieran, no los culpo, ella puede llamar la atención de cualquiera de una forma tan fácil, las mujeres la veían con cara de resentimiento, y es que, a decir verdad, está vestida de una forma sencilla, pero elegante.
Desayunamos y al terminar, me lee la agenda con lo programado para hoy, será un día largo, pero productivo.
Nos dirigimos a las oficinas, es un edificio pequeño, pero sofisticado. Nos recibe la recepcionista y nos lleva al área administrativa. Es la primera vez que vengo, nunca había hecho el viaje, aunque mi padre insistió no lo podía hacer. La aglomeración de gente o los lugares muy concurridos no son lo mío, incluso, aún me cuesta socializar con las personas, pero debo acostumbrarme.
El asistente de Pablo, Anibal, se come con la mirada a Sam, odio que la vean así, lo saludo y le indico que buscamos a Pablo, nos traslada inmediatamente a la oficina y nos presenta, e visto a Pablo por fotos, pero al conocerlo, me llevo una muy buena impresión de él. Es un hombre de unos 50 años aproximadamente, muy bien conservado y simpático. Noto la cara de sorpresa al ver a Samantha, pero mi cara de pocos amigos le advierte que debe tener cuidado pues inmediatamente saluda de forma muy cortes a Sam y luego centra la atención en mí.
Nos llevó casi todo el día, pero al final conocimos todas las franquicias y sus ubicaciones, que, a decir verdad, están muy bien administradas y cuidadas. Mi padre nombro a Pablo administrador de los negocios de puerto Rico, es un amigo y socio de su entera confianza y nunca tuvieron problemas con la administración de los mismos.
En el almuerzo nos comentó que muy pronto se jubilaría y que dejaría a su hijo a cargo de los negocios, nos lo presentaría muy pronto. Al finalizar el día nos llevo a un restaurante con música en vivo y karaoke, el lugar tiene una pista de baile a un lado del restaurante, donde no se molesta a los comensales.
Estamos esperando que nos atiendan, cuando se nos une un joven de 1.80 m. bronceado, de ojos grises, fornido que se come con la vista a Sam. ¡Demonios! ¿por qué todos los hombres se comen con la mirada a Samantha? Estoy a su lado y en segundos me vuelvo invisible para esos hombres, no respetan mi presencia, eso me molesta de sobre manera.
Pablo interrumpe mis pensamientos y presenta al joven, su nombre es Andrés, y es su hijo. Después de saludar y presentarse, se sienta al lado de su padre. Pablo nos recomienda probar un platillo llamado; Mofongo, consiste en unas tortas de plato, rellenas de pollo, mariscos o carne y pide unos tostones, (son plátanos verdes, en rodajas gruesas, fritos y aplastados usados como tortillas, o si no saben que son las tortillas, es un acompañamiento a las comidas) de bebida pide un Carato de Guanabana, consiste en Guanabana madura, licuada. Todo estaba delicioso. De ultimo pedimos unas piñas coladas, carajo, esto está buenísimo.
Estamos en ambiente y la música es tropical, de un rato a otro me volteo a Sam y le pregunto si quiere bailar, me dice que no es muy buena, pero acepta. Me disculpo con Pablo y Andrés y la llevo a la pista de baile.
Samantha:
Estoy tan nervioso, me ha pedido que baile con él, no soy muy buena, agradezco a esas clases de zumba que tomé cuando estaba en la universidad, él me tranquiliza diciendo que tampoco es muy bueno. Me siento flotando, un efecto que debo atribuirle a las cinco margaritas que me he tomado, lo sé, he exagerado, pero es que están buenísimas, y no paraban de llegar de forma automática a la mesa, Erick me dijo que ya no tomará, solo asentí, pero cuando me di cuenta ya había tomado de más. Toda gira y siento que vuelo, bailamos pegados y lento y solo me dejó llevar por la música y la compañía, bailamos mucho, no se cuanto tiempo ha pasado desde que empezamos, alguien nos interrumpe y es Pablo, nos indica que se retirará porque no debe llegar muy tarde o su esposa lo castigará. Me causa gracia sus comentarios, sonrío y él se despide de mí de una forma muy cariñosa, Andrés indica que también se retira y nos dejan solos, seguimos bailando, hasta que empiezan a poner música romántica. Por Dios, no sé en qué momento, pero estamos abrazados bailando, y nada me importa.
Estamos tan perdidos en nuestra burbuja que, no sé en qué momento, nos besamos. Al sentir sus labios sobre los míos, no sé porque, pero sus labios son mi casa, los sentí como si los conociera de toda la vida y no me detuve, seguí el beso hasta que nos quedamos sin respiración. Agitada lo veo a los ojos, y su mirada se convierte en mi casa. No sé como ni en que momento sucedió, pero me enamoré de él y hasta hoy me he dado cuenta. Esparce besos en mi rostro y vuelve a besarme. No sé en qué momento de la noche sucedió pero llegamos al hotel.
Llegamos al piso de nuestra habitación y empezamos a caminar uno al lado del otro, viéndonos a los ojos, me lleva a mi habitación y me desea buenas noches, se acerca y besa mi frente, se da la vuelta y está por dar un paso cuando lo detengo y de mis labios se escapan las palabras.
¡Quédate conmigo!