-Es mejor que reces para que Samara regrese sana y salva, de lo contrario. -no terminó la frase, pero ya era suficiente para espantar a Anabel.
- ¿Por qué? ¿Por qué te importa tanto? Además, no la amabas y la mujer a la que querías era otra, ¿no es cierto? Fue ella quien te sedujo. Ahora que le han hecho una cirugía plástica y se ve mejor que antes, ¿te gusta? ¡Eso no se trata de amor, es un sentimiento superficial! -Anabel grito de mala gana.
Álvaro se giró, le miro y dijo:
-No conocía que era el amor y pensé que no la amaba, pero ¿sabes lo feliz que me sentía cuando descubrí que estaba embarazada? Cuando me enteré de que había muerto en el incendio, casi quise suicidarme. Hay muchos tipos de amor. Algunos se enamoran a primera vista, mientras otros se enamoran pasando cada noche, ella me esperaba en casa. Cuando estaba borracho, ella me cuidaba sin descansar. No sé bien cuando empecé a disfrutar de su presencia y que me siguiera el paso. Cada vez que la veía, me sentía feliz y tranquilo. Me satisfacía tenerla en mi vida. Pero pensé que el incendio de hace 5 años la había matado. Sabía que había algo raro en ello, pero no podía averiguar. Siempre sentía que alguien me estaba estorbando, pero no podía tenerlo claro. Si no hubiera seguido investigando, me habría matado la desesperación. ¡Pero jamás pensé que la persona que había hecho todo eso eras tú! Tal vez el incendio también tuvo algo que ver contigo, ¿verdad? Antes, la tratabas bien. Siempre creía que ella te gustaba, pero ¿Por qué le has hecho daño?
Anabel no pudo soportar este interrogatorio.
-Todo lo que he hecho es por tu bien. Hace 5 años, no la amabas, pero ella seguía molestándote. Entonces solo quería ayudarte a deshacerte de ella. Sin embargo, tenía sentimientos profundos por ti y si no la matara, definitivamente volvería a molestarte. En ese momento, Rebeca estaba embarazada de un hijo de Rolando. Para proteger al hijo póstumo de Rolando no pude permitir que esa mujer, Samara, se hiciera dueña de la familia Ayala.
Estas palabras hicieron doler el corazón de Álvaro. Se echo a reír como si estuviera loco.
- ¡Así que este es tu amor por nosotros! ¿pero quién te dio el derecho? Eres nuestra nodriza, ¿por eso puedes decidir por nosotros? Ni siquiera nuestra madre inferiría en nuestros asuntos, pero tú lo hiciste. ¿Quién te crees que eres? -Álvaro no quería hacerle daño con esas palabras, pero no pudo controlarse.
Al oír el reproche de Álvaro, Anabel se puso pálida y estuvo a punto de caerse.
- ¿Qué soy para ti? Álvaro, escucha, si no fuera por mí, ¡vosotros no existiríais!
-Te tomas a ti misma demasiado en serio. No tengo tiempo para hablar contigo ahora. Josué, llévatela y vigílala bien. Si no puedes hacerlo, llévala a la familia Montenegro para que Javier la controle. Averigua si tiene cómplices en nuestra familia. Además, consígueme un billete de avión a Estados Unidos. ¡Me voy ahora mismo! -dijo fríamente, después se dio la vuelta y se fue.
Josué entro rápidamente y retuvo a Anabel. Pero ella seguía oponiéndose.
- ¡No puedes ir allí! ¿estás loco? No te encuentras bien. ¿Cómo puedes ir a Estados Unidos? Incluso si lo haces, ya habrán manchado su honra. ¿Para que necesitas una mujer así?
El puño de Álvaro paso por la oreja de la mujer y golpeo la pared. Su mano sangraba y dijo fríamente:
- ¡No me importa como la pisoteen, siempre será mejor que tú!
- ¡Te arrepentirás! ¡te arrepentirás de tratarme así! -la mujer se resistió, pero fue retenida por Josué.
Álvaro no se atrevió a tardar ni un segundo más. Rápidamente se cambió de ropa y se apresuró em volver a Estados Unidos. No podía adaptarse a la diferencia de horario, por lo que pidió a Josué que le contara todo a Javier, esperando que este le ayudara.
Al saber que Álvaro había vuelto a Estados Unidos, Víctor quiso seguirlo. Sin embargo, le llegó la noticia del sanatorio de que su madre había cometido suicidio, por lo que abandono el plan y fue al sanatorio a toda prisa.
Cuando Álvaro llego a su lugar de destino, estaba agotado. No obstante, no se atrevió a retrasarse, la situación no le permitió demorarse ni un segundo. Fue a la Discoteca Paraíso, pero no llego a tiempo.
-Lo siento señor, la subasta ha terminado.
Al enterarse de esto, Álvaro casi se volvió loco.
- ¿Quién compro a Samara? ¿Quién compro a esa mujer? Dímelo y te daré dinero. -saco su teléfono rápidamente y le enseño una foto.
Jorge vio la imagen y se sorprendió por un momento, pero rápidamente fingió que no había pasado nada. Él tuvo el valor de ofender a Carlos.
-Lo siento, señor. No tenemos a esa mujer aquí. Incluso si la tuviéramos, tampoco podemos revelar la privacidad de nuestros clientes. Por favor, no insista más.
-Por favor, dime. ¡Te daré todo lo que quieras! -Álvaro le dio todo el dinero que tenía a Jorge.
Naturalmente este estaba tentado al ver el dinero, pero después de todo no se atrevió a provocar a Carlos. Observo a su alrededor y dijo con precaución:
-El que compro a esta mujer es un magnate del petróleo en África. No conozco otros detalles.
- ¿África? -Álvaro sintió un fuerte mareo.
Después de un viaje de avión y tanta fatiga, finalmente no pudo aguantar más y se desmayó. Una enfermera encontró a Álvaro y lo llevo al hospital.
Por otro lado, Carlos fue a la Discoteca Paraíso en secreto, llevando una máscara. Compro a Samara por 15 millones de dólares en la subasta. Cuando Samara supo que Carlos la había comprado, se sintió aliviada. Al no poder soportar más el cansancio del viaje y el dolor en el cuerpo, perdió el conocimiento.
Carlos la llevo y la escondió en un lugar que nadie conocía. Cuando despertó, ella se encontró en un ambiente desconocido. Quería levantarse de la cama, pero descubrió que sus manos y pies estaban atados a la cama y que no podía moverse.
Estaba confundida. No podía recordar las cosas. Se esforzó mucho y experimento un fuerte dolor de cabeza. Recordó que alguien la había golpeado y fue Carlos quien la había salvado y la había comprado en la subasta al día siguiente.
Su garganta estaba ardiente y ronca. Quería gritar, pero no podía. Todo su cuerpo estaba mojado y se sentía extremadamente incomoda. Escucho el sonido de pasos fuera de la habitación.
Rápidamente cerro los ojos y fingió que aún estaba durmiendo. La puerta se abrió suavemente y el sonido familiar de pasos hizo que ella se confundiera aún más. Eran los pasos de Carlos. No podía estar más familiarizada con ellos. Pero se preguntaba el porqué de atarla.
Carlos llego frente a ella y se sentó suavemente junto a la cama. Mirando su apariencia dormida, suspiro y dijo:
- ¿No te has despertado todavía? Parece que has sufrido demasiado en el camino. Pero no te preocupes, de ahora en adelante, voy a protegerte y no sufrirás más. -acaricio suavemente la cara de Samara, dibujando su rostro lentamente.
Samara abrió los ojos de repente y la mirada cariñosa de Carlos entro en su campo de visión. Se quedo aturdida al instante. Realmente era él. Carlos no estaba asustado, en cambio, sonrió suavemente.
-Estas despierta. Tienes hambre, ¿verdad? El doctor ha dicho que aún no puedes beber agua. Solo puedes humedecer un poco los labios. He traído el agua más pura de aquí y unos palillos de algodón. Buena chica, aguanta un poco. Estarás bien pronto. -mientras hablaba, mojo un palito en agua y luego lo aplico suavemente en los labios de Samara.
Ella sintió que sus labios estaban un poco más húmedos y frescos. Pero estando atada, se sentía bastante incomoda.
-Carlos, ¿Por qué me has atado? -pregunto con voz ronca.
El hombre sonrió y contesto:
-No te preocupes, he usado la mejor seda del mundo. No te hará daño. Hay muchas lesiones en tu cuerpo. El doctor ha dicho que necesitas recuperarte viviendo con tranquilidad. Me temo que sentirás demasiado dolor cuando te aplique los medicamentos, así que tengo que atarte. Cuando te sientas mejor, te soltare. -su mirada era tan gentil que parecía que Samara era la persona a la que más amaba.
No obstante, ella empezó a resistir.
-Déjame ir. No puedo quedarme aquí. Carlos, sé que me has salvado y que una vez más te debo un favor. Te juro que te devolveré la ayuda que me brindaste. Pero realmente no puedo quedarme aquí. Álvaro todavía no sabe que me han vendido. Se volverá loco de preocupación. Además, aún no he encontrado a mi hijo, así que tengo que volver a Ciudad H. Carlos, déjame ir, ¿vale?
Al escuchar el nombre de Álvaro y Eduardo, la mirada de Carlos se volvió un poco fría.
-Se buena. Tienes que cuidar bien tu salud. Déjalo todo hasta que te recuperes.
-Carlos, Eduardo está en peligro. Aun no se sabe si está vivo o no. ¡Quiero volver a casa! ¡Suéltame! -ella simplemente no podía aguantar quedarse allí.
La reacción ansiosa de ella hirió profundamente a Carlos. Lanzo el tazón y los palillos al suelo y provoco un ruido agudo.
- ¡Álvaro! ¡Otra vez Álvaro! ¿es el único hombre por el que te preocupas? Escucha esto, soy yo quien te salvo la vida. También estas consciente de lo bien que trato a tus hijos, ¿verdad? Ahora que te he rescatado de nuevo, no me lo agradeces. ¿Solo tienes a Álvaro en tu corazón? ¿por quién me tomas?