Dada el aura intimidatoria de Jordan y Pablo, junto con los feroces tatuajes de Pablo que quedaron al descubierto, todos pensaron que a continuación habría algún baño de sangre. Sin embargo, no esperaban que Jordan diera un manotazo en la mesa para apurar al personal a servir su pedido...
Como gran jefe, Pablo también se sintió bastante incómodo. Sin embargo, todavía dijo con una voz plácida: —¡Sí! —entonces se dirigió hacia el camarero y le preguntó—: ¿Por qué no nos han servido aún el pudín de cerezo?
El camarero se llevó un gran susto y se apresuró a servir la gelatina de flor de cerezo a Pablo: —Aquí tienes.
Pablo le acercó el plato a Jordan: —Sr. Jordan, ¡aquí tiene su gelatina de flor de cerezo!
—Gracias.
