La familia Loin era el ejemplo de la perfección que todos añoraban, desde los padres siendo grandes funcionarios hasta su única hija.
Al menos era así hasta que una nueva niña llegó a la vida de los Loin, pero sin duda no era a quien esperaban.
La recién nacida poseía blanca piel como si de nieve sobre hojas se tratara, sus ojos eran color carmesí que causaban terror a los que se atrevían a mirarla.
Al llegar a la familia no tuvo la vida que merecía, siempre negaban compartir sangre y cualquier lazo que la sociedad pudiera asumir.
Y todo empeoró cuando descubrieron la maldición con la que había llegado.
Era capaz de tener premoniciones de hechos que aún no eran pasado, es decir, podía ver el futuro.
Los Loin no se dignaron a darle un nombre por lo que la pequeña se nombró a si misma.
Desde entonces espera el momento en el que el futuro que vió se realice, haciendo pagar a su cruel familia.
AYLEE
Era otra mañana, dónde podía escuchar las campanas indicando que el desayuno estaba listo.
La mansión Loin era de un color marrón tan triste como su patética vida, mi habitación se encontraba en la planta baja que solo constaba de una cama y un diminuto cajón donde tenía que guardar la poca ropa que era de mi pertenencia.
Mi nombre es Aylee Loin, la hija maldita.
Nací en un momento complicado, mis padres esperaban tener una hija prodigio como mi hermana mayor, Thalia.
Sin embargo obtuvieron a su más grande pesadilla, yo.
Mis recuerdos sobre mi infancia son muy vagos, jamás me permitieron caminar a su lado ni llamarlos "padres" en público.
Me obligaban a cubrir mi largo y blanco cabello con un velo que también cubría mi rostro.
Pronto los rumores se extendieron, dándome la imágen de la hija de el infortunio.
Mis palabras me daban el poder de hacer que los nobles se fusionaran con sus pensamientos, podía decir el futuro que ví o darles un futuro poco probable.
Esa era la única forma de hacer que el apellido Loin fuera en decadencia, jamás se proclamaron como mi familia.
¿Entonces para que mostrar algo de piedad?
Así ha sido desde los últimos veintitrés años, pero solo espero paciente a que el futuro haga de las suyas.
Salí de mi habitación topandome con la servidumbre que me trataba como una persona común.
Me dieron los buenos días, respondí con una sonrisa y me dirigí hasta el extenso comedor.
Y como era costumbre ocupé mi lugar hasta el otro extremo de la mesa, preferían mantenerse lo más alejados posible hasta en la misma casa.
Margaret, la ama de llaves se encargaba especialmente de mí, solo por ella no causaba problemas.
Pues los Loin no tenían piedad al despedir a alguien, y debo admitir que me agradaba su compañía.
-Buenos días señorita, aquí tiene su té de la mañana - exclamó Margaret mientras colocaba delicadamente una taza de té a mi frente.
-Gracias, parece que de nuevo he sido la primera en despertar - contesté sonriendo.
-Usted es puntual, recuerde que esa es la diferencia señorita.
-Tienes toda la razón Margaret, por cierto no lleves las manzanas al cuarto de Thalia, se lastimara con el cuchillo y te culpará.
-Entiendo señorita, muchas gracias - respondió con una sincera sonrisa.
Levanté la taza con marmoleado para dar un sorbo de el líquido caliente hasta que la voz de mi madre interrumpió mi paz.
-Una vez más tendremos que compartir la mesa contigo, es desagradable - exclamó con un tono amargo, uno al que me había acostumbrado.
-Todas las mañanas dices lo mismo madre, debes de estar cansada - contesté sonriendo.
Escuché el crujir de sus dientes a mi respuesta, era mi deber hacer que todos sus días se arruinaran con mi sola presencia.
Detrás de ella, bajando de la escalera en forma de caracol venían mi padre y Thalia, que evitaba mi mirada.
-Deja de hablar con ella, no quiero seguir escuchando su voz - ordenó mi padre.
Después de unos momentos llegaron hasta el comedor, con sus típicos trajes confeccionados con la misma tela con bordados dorados.
Se sentaron al extremo, dónde la servidumbre empezó a servir la comida en la fina vajilla.
Tomé algunos sorbos de mi té conteniendo la sonrisa que sentía al verla con aquel vestir.
-Thalia, hemos recibido algunas propuestas de matrimonio. Quiero discutir eso está tarde.
-Quiero considerar a el jóven de los Porce, su familia tiene varios barcos pesqueros en el puerto - contestó Thalia acomodando su cabello rubio.
-Sirve de algo y dime cuál matrimonio es el mejor para mi hija - ordenó mi padre mirándome con desprecio.
Acomodé la taza para mirarlos fijamente, sería divertido torturarlos un poco durante la mañana.
Busqué entre los futuros posibles hasta que me encontré con la viva imágen del rey, pero algo pasó en ese instante.
No era capaz de avanzar en él, como si su vida me pusiera un alto.
Ignoré esto, le dí una respuesta a mi padre con el afortunado que quebraría su empresa en solo unos días.
Sin embargo, mi mente pensaba en el rey.
¿Qué hacía el rey en mi futuro cuando jamás lo he visto ni una sola vez?