Mi hechizo continúa haciendo grandes estragos entre las filas enemigas. Mis serpientes les continúan asesinando uno tras otro y las cadenas de cadáveres se continúan haciendo cada vez más extensas al eccijir cada vez más sangre.
Mi quimera sube hasta los muros y yo subo a su espalda como un jinete a su corcel. Hago que la bestia salte de allí encima para entonces yo encabezar la vanguardia de mis fuerzas que se dirigen a toda velocidad a la batalla.
Debido a mi habilidad la formación enemiga se encuentra muy desordenada y con la moral por el suelo. Haberme encargado de su general tan pronto y al igual que las cuantiosas bajas son aspectos que juegan a mi favor y bajan considerablemente la dificultad casi que equiparando la gran diferencia numérica que existe.
Segundos antes de mi ejercicio hacer colisión con el otro activo la habilidad de "berseker rojo" en mis hombres,la misma que había empleado anteriormente cuando me hice de Esbejön, pero con una nueva variante agregada, "aquí nadie sangra", que como indica su nombre les impide a mis soldados sangrar a menos que yo lo permita.
Yo reuno un poco de la sangre de mis enemigos para hacer que mi lanza aumente considerablemente en tamaño así como también de forma a la de una labarda que a parte de apuñalar también me permite cortar a los enemigos al mismo nivel que el una hacha,haciendome posible arrancar extremidades y cortas cabezas.
Mi quimera también me brinda un gran apoyo donde despedaza sin piedad a los soldados mediante el inmenso poder destructivo de sus fauces y garras.
Fiamont también se encuentra presente y con gigantesca hacha envío por los aires las partes de cuerpos de nuestros adversarios, así como a uno que otro que simplemente es golpeado en el proceso. Resaltando a tal nivel que muchos llegan a pesar que él es el líder de la rebelión y por consiguiente aún más intentan matarle, pero es inútil, el magnífico guerrero no permite que nadie se logre acercar demasiado sin terminar rebanado por el filo de su arma.
El encarnizado combate no se extiende demasiado y tras media hora de yo estar balanceando sin parar mi extraordinariamente extensa labarda y haber muerto más de la mitad de los invasores, estos se acovardan y comienzan a huir despavoridos.
Mis hombres comienzan realizar festejar la victoria diciendo, "¡Vencimos! ¡Gloria al imperio Feuerblut!"
Entonces yo les regaño muy irritado a la vez que persigo y asesino a los que se quieren escapar, "¡Quién les dijo que ya podían celebrar! ¡Yo recuerdo haber dejado bien en claro que no quiero supervivientes! ¡Así que muevan sus traseros y vengan a matar a estos cobardes!"
Mis seguidores se callan de inmediato y se tornan furiosos nuevamente para cumplir con mis órdenes sin refutar nada.
Les damos caza como lobos a ovejas hasta finalmente haber eliminado último de los enemigos, los que llegan a implorar misericordia, pero ni yo ni ninguno de mis hombres se inmuta con sus miserables súplicas.
Una vez la quimera haber hecho pedazos a el último superviviente nos damos vuelta y yo le comunico a mi fieles soldados en tono elocuente, "Con está aplastante y casi imposible victoria, le demostramos a este reino y a todo el mundo de cuán fuerte somos. Y más aún de lo que somos capaces de hacer a quien nos enfrente."
Ahora pronuncio elevando mi labarda y con voz muy fuerte y segura, "¡Somos el fuego que que destruye todo a su paso! ¡Somos la sangre hirviente que clama ir a la batalla! ¡Somos la espada que asesina que nuestros enemigos! ¡Y somos pasos que hacen temblar la tierra y llenan de miedo el corazón de quien se niegue a someterse! ¡Somos hijos de Feuerblut!, !¿quién se atreverá a desafiarnos!? ¡Porque bajo este Sol que nos observa les prometo que este mundo será nuestro!
Y finalmente grito aún más fuerte,¡Tierra, sangre y fuego!
Mis hombres igual de eufóricos que yo comienza a repetir una y otra vez la farse insignia de nuestro naciente imperio: "Tierra, sangre y fuego...."
Mis hombres continúan expresando su entusiasmo y yo enfoco mi atención en los miles de cadáveres que están en mi alrededor para de inmediato comenzar a darle vida a estos con idea en la mente de que, 'Ahora vamos a la capital.'