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Chapter 64 - 32.2 La historia de Julia

Nota del autor:

He creado una página de patr eon. Si quieres apoyar mi trabajo, por favor visítala. Ahí se pueden encontrar 6 capítulos adelantados para los mecenas.

https://www.patr eon.com/finlegost

Pueden encontrar los conceptos artísticos de los personajes:

https://www.insta gram.com/finlegost

Muchas gracias a mis mecenas. Aquí están los nombres/nicknames de algunos de ellos:

Javauni Samuels

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"Mis padres eran mercaderes... Viajábamos de aldea en aldea y a través de todo el reino.

Telas, semillas, sal, herramientas. Mercadeábamos con todo lo que los aldeanos pudieran necesitar. No recuerdo mucho de esa época, yo era muy pequeña...

Un día como cualquier otro, fuimos asaltados por bandidos. Yo tenía 5 años cuando sucedió.

Cuando estas siempre en el camino, a veces pasan esas cosas.

No teníamos dinero para pagar guardias por lo que, generalmente, mis padres detenían el carruaje y, tras entregarle lo que los bandidos pedían, podíamos seguir nuestro camino en paz.

Esa vez, sin embargo, los bandidos nos querían a mi madre y a mí.

No recuerdo muy bien que pasó.

Solo recuerdo a mi padre discutiendo y su cabeza rodando por el suelo un momento después. Mi madre llorando.

Nos ataron, nos metieron en nuestro mismo carruaje y partieron en dirección al imperio demonio, llevándonos en con el carruaje y dejando al cadáver de mi padre atrás, para que se lo comieran las bestias.

Aparentemente, querían vendernos como esclavas.

La venta de esclavos, una práctica muy celebre durante la época de la guerra, estaba prohibida desde la firma de la alianza entre las cuatro razas. Pero, aun hoy, sigue habiendo gente a la que esas cosas no le importan.

Es irónico que, cuando no estaba la prohibición, por lo menos los miembros de las razas se protegían entre sí, o eso dice la historia. Pero, ahora que estaba prohibido, miembros de nuestra propia raza se dedicaban a raptar personas para venderlas.

El grupo que nos había raptado estaba compuesto por miembros de las cuatro razas, con integrantes de ambos géneros.

No recuerdo mucho de lo que pasó en los días en que estuve con los bandidos.

Recuerdo a mi madre volver llorando por las noches, después de que alguien la llamara para algo. Recuerdo los golpes, obligándonos a comer y beber. Y aunque no sé exactamente como sucedió, recuerdo el cadáver de mi madre en el suelo del carruaje, junto a mí; los gritos de los bandidos al descubrirla, y más golpes...

Pero todo tiene un final, y mi situación no era distinta, por más oscura que pareciera.

Un día, cuando nos faltaba poco para cruzar la frontera, me desperté al escuchar gritos fuera del carruaje.

Eran gritos de dolor y, sumado a ellos, se escuchaba el sonido del tintinear del metal.

Un momento después, los gritos cesaron y, abriendo la puertas de lona, apareció en la entrada del carruaje una cara barbuda, cubierta de sangre.

Una cara con una mirada de preocupación y compasión que, después de tantos días viviendo como vivía, me tocó el corazón. Era Ragnar y, como puedes ver, me adopto como su hija al ver que yo no tenía a nadie que cuidara de mí.

Él vivía en ese entonces en una casa grande con jardín, en el anillo exterior del distrito Estella. Me llevo a vivir con él y, con el tiempo, los recuerdos de mis días secuestrada fueron haciéndose cada vez más borrosos.

Tras la experiencia, estuve unos cuantos días sin hablar.

Ragnar me dio mi nombre, uno nuevo, porque no sabía cómo referirse a mí. Y yo lo acepte agradecida, queriendo olvidar todo lo relacionado con mi pasado.

Ragnar se convirtió en mi héroe, mi salvador, en un ejemplo a seguir.

Por eso, cuando cumplí 16, me inscribí en la academia militar.

Había practicado casi todos los días con la espada desde que tenía 10, edad a la que Ragnar a empezó a enseñarme. Por lo que, cuando ya llevaba dos años en la academia, era muy admirada por mis compañeros e instructores por lo aplicada y habilidosa que era.

Pero, encandilada por la imagen que tenía de mi padre, no supe ver que sus compañeros en la milicia no tenían por qué ser como él.

Sucedió en una de las incursiones al laberinto que hacíamos los que estábamos en el último año de formación de la academia.

Vector era el instructor a cargo de nuestra practica y siempre me había tratado con cariño y respeto.

Mas a mi que al resto de los estudiantes, pero en ese entonces me parecía normal. A fin de cuentas, yo era la hija de Ragnar y todos me conocían desde pequeña.

Éramos un grupo de 10 personas, contando a Vector.

Siempre nos recomendaban que nos mantuviéramos unidos en el laberinto, por eso, cuando Vector le sugirió a los otros 8 que se retiraran antes mientras descansábamos en una sala segura, me pareció extraño.

Sin embargo, no pensé mal de él, a fin de cuentas era mi instructor y nunca me había mostrado nada para desconfiar de él...

Cuando nos quedamos solos se abalanzó contra mí y, quitándome la ropa y armadura contra mi voluntad, comenzó a hacerme cosas... Cosas que no se le deben hacer a nadie a la fuerza...

Yo no podía quitármelo de encima, pues, aunque yo era la más fuerte de mi clase, él era un instructor y era mucho más fuerte que una simple estudiante.

Cuando termino de hacer lo que el pretendía, me dijo que era mejor que no dijera nada si no quería arruinar mi futuro y el de mi padre.

Cuando le dije que sí, me dejo sola en el laberinto, tirada en la 'sala segura' que no había cumplido con lo que su nombre prometía.

Yo estaba mentalmente traumatizada.

Mi fuerza y habilidad, las que había cultivado durante todos estos años, me habían fallado. La imagen de los soldados como figuras que encarnaban heroísmo había sido destruida.

Llore durante algún tiempo, sola en el laberinto.

Cuando salí era ya oscuro, un pensamiento vago me dijo que mi padre estaría preocupado, pero pronto se disolvió en la apatía que me envolvía.

Volví a casa sin prestarle mucha atención a nadie ni a nada, estaba como en un trance, tratando de volver a mi lugar seguro.

Entre a casa tratando de no hacer ruido, buscando la seguridad de mi habitación, pero Ragnar me estaba esperando.

Cuando me vio la cara, se dio cuenta de que había llorado y, acercándose a mí con la misma mirada de compasión que tenía cuando me rescato, me dio un abrazo.

Rompí a llorar nuevamente, desconsolada, aferrándome a la única persona en quien confiaba, la única que sabía que no me traicionaría. Mientras lloraba, Ragnar me mantenía en su abrazo, reconfortándome y devolviéndome, poco a poco, algo de la seguridad que había perdido.

Cuando por fin me calmé, quise subir a mi habitación, pero Ragnar me preguntó qué había pasado.

Yo...yo no me decidía a decirle al principio, porque no quería ponerlo a él en problemas. Pero, queriendo creer en la seguridad que me había transmitido con su abrazo, le conté lo sucedido.

Ragnar me escucho con paciencia, y me mandó a dormir cuando termine de contarle mi experiencia. Durante todo mi relato, tenía una falta de expresión en su rostro extraña en él, pero no me interrumpió ni una vez.

Al otro día desperté tarde y, cuando estaba desayunando, vino Julius a nuestra casa. Yo no sabía si dejarlo pasar, ya que la imagen que tenia de los soldados era solo un recuerdo, pero él era el padre de Ragnar y siempre me había tratado con cariño, así que, dudando, lo deje entrar.

Me contó que Ragnar había sido detenido por atacar a Vector.

Lo había acusado en el cuartel de haberme atacado y acosado durante nuestra estadía en el laberinto.

Vector se defendió diciendo que Ragnar no tenía pruebas y que nadie creería en mi palabra, con lo que Ragnar perdió los estribos e intento asesinarlo.

Me dijo que Ragnar sería liberado en unos días, dado su rango, pero que ya no formaría parte de la milicia. Me aconsejo que me quedara en casa y que no dejara entrar a nadie que no fuera Ragnar o el.

Así que, durante el tiempo que Ragnar estuvo detenido, yo esperaba en casa, asustada de salir y arrepentida de haberle contado todo a mi padre.

La poca seguridad que Ragnar me había devuelto esfumada nuevamente.

Cuando liberaron a Ragnar, nos mudamos a esta casa. Cambiamos a otro distrito, a una ubicación más cercana al laberinto y a la milicia.

Julius nos había recomendado salir de la ciudad, ya que pensaba que Vector podría intentar atacarnos utilizando asesinos. Pero Ragnar se negó a dejar que, usando sus palabras 'un noble de pacotilla condicionara su vida'.

Además, en su opinión, en el distrito Protego estaríamos a salvo, ya que, aunque Vector siendo parte de la familia Estella tenía muchas conexiones, no podría usar la influencia de su familia para alcanzarnos en el distrito de otra familia.

Con el tiempo, pudimos comprobar que mi padre tenía razón, nunca tuvimos ningún problema en este distrito, pero...

Teniendo en cuenta que, 9 meses después, di a luz a Mía; en retrospectiva, tal vez hubiera sido mejor que nos hubiéramos mudado a un sitio más tranquilo.

A fin de cuentas, Mia es la prueba viviente de la veracidad de las acusaciones de Ragnar de aquel día, y por esa razón ella tiene que vivir casi exclusivamente dentro de casa...

Podrías pensar que deberíamos intentar demostrar que las acusaciones de mi padre eran ciertas, pero nunca intentaríamos usar a mi hija como prueba, ya que la seguridad de Mia es mucho más importante para nosotros que el lograr que Vector reciba su castigo.

Bueno, esa es mi historia, y esa es la razón por la que nosotros podemos decir que sabemos mejor que nadie que tan podrido esta Vector.

Por eso, no te preocupes pensando en que puedas causarnos problemas con tu presencia aquí, querido.

Llevamos años viviendo aquí, y podemos asegurar que los tentáculos ponzoñosos de esa alimaña no llegan hasta esta casa y distrito."