El primer baile: la primera noche
Las fiestas rugientes y el tintineo de las copas, todo es inventado, pero no lo es, o eso creía yo. Cuando por la mañana vi los primeros bocetos del salón de baile, estuve a punto de saltar y abrazar al decorador, pero, en primer lugar, era una princesa y, en segundo lugar, no podía olvidar que mi padre sólo invierte para que yo encuentre un marido. El encuentro de anoche no se me va de la cabeza, no fue mágico, fue más... oscuro y..., no se me ocurre un término adecuado. Fue como un cuento de hadas", respiró Nyla a mi lado. Oh, sí... Me había olvidado de ella. Tenía muchas ganas de estar allí, no sé qué edad tiene, pero es más joven que yo, lo sé. Mi madre se rió, ella también había venido, de hecho casi todos los que pretendían estar interesados habían venido. Nyla, cuando tengas 16 años, te prometo que tú también tendrás una bola, al igual que Dinora -le prometió Amazonita, cogiendo con maestría un chocolate de la caja. En general, siempre la había visto comer más que mi madre, y tampoco era tan delgada, por lo que quería decir que era igual de menuda y delgada, pero no como mi madre. Yo era casi como ella, salvo que, a diferencia de la reina Layna, comía más y no probaba ninguna dieta abstrusa. Algo me tiró de la manga, volví de mis pensamientos, últimamente se había hecho más notorio que me alejaba, pero aun así las cosas me atormentaban. Nyla, déjala en paz, tiene muchas cosas que hacer -me amonestó suavemente su madre-. Pero sólo quería preguntarle si podía estar junto a ella en el baile, quiero mirar a los hombres, ya tengo 15 años y medio, casi tengo la edad adecuada -protestó-. No será el típico baile, los hombres, o más bien los caballeros, no saben quién es la princesa, estoy oculta bajo una máscara como todos los demás -le expliqué, esperando por favor que lo entendiera. Ahora estaba haciendo un mohín: "Puedo pasar mi tiempo contigo... por favor Di, tampoco seré una molestia". Era la primera vez que me llamaba Di, al parecer intentaba establecer una familiaridad y cercanía. Fruncí los labios, no quería que estuviera allí, quería desaparecer a los cinco minutos, meterme en mi habitación y leer, tal vez la criatura reapareciera. Ya le había preguntado a una amiga si podía hacerse pasar por mí, nos parecíamos, pero sólo con el pelo. Ahora intervino mi madre: "Niña, no seas así, a su edad también viste a tu hermana hacerlo, sólo di que sí". No era un consejo sino una súplica para que la alianza siguiera adelante. Suspiré profundamente y asentí: "Si realmente lo quieres, me parece bien". Sólo oí un chillido y luego un abrazo apilado que era más bien un apretón. Había observado a mi hermana en ese momento, pero sólo durante cinco minutos, luego me volví a mis libros, me escondí debajo de la mesa y cada vez que alguien se me acercaba y quería hablar conmigo, fingía escucharlos también, pero en realidad estaba leyendo mi libro. Eso fue en el tiempo posterior a que Livius me dejara, necesitaba distanciarme de la humanidad y de mi vida en el candelero. Ahora, gracias a Livius, todo empezó a descongelarse de nuevo y no pude evitarlo.
Cuando mi madre y yo nos quedamos solas, Amazonita y Nyla iban al centro a probarse los vestidos de baile, se produjo un silencio incómodo entre nosotras. El reloj de pie barroco marcaba exactamente el mediodía, era una reliquia de la abuela materna de mi padre, me encantaba. "Tengo una cosita para ti", empezó mamá a romper nuestro silencio, "es una reliquia, quiero que la lleves a los bailes". Se quitó el collar y me lo entregó, era una piedra arenisca blanca con partículas de diamante. Pero... este es tu collar, yo... no puedo llevarlo, madre", era demasiado valioso, esto no era posible. Tonterías, quiero que lo tengas, ahora tómalo", se puso severa. No pude contradecirla y lo cogí.