Chereads / Las Malvadas Intenciones de Samuel Altamirano / Chapter 14 - Capítulo 14 De Ensueño

Chapter 14 - Capítulo 14 De Ensueño

Micaela abrió la puerta y se quedó con la boca abierta por algunos segundos. La habitación tenía muebles finos y de bonito color, fue lo primero que vio, y la tela de las colchas y de las sábanas se veían suaves y blancas como la espuma de la nieve. 

-¿Aquí vamos a vivir siempre?- Preguntó su hijo al olvidarse de que no podía caminar y querer soltarse de los brazos de su madre para arrojarse en dirección de un stand de juguetes que se había montado en una esquina de la habitación. 

-Por un tiempo, hijo, solo será por un tiempo. 

-¿Puedo jugar ahí?

Micaela caminó con cuidado al interior de la habitación como cuando un feligrés pisa por primera vez una iglesia que no conoce. Dejó al niño sentado en una mesita de juegos y después se paró frente a una ventana que daba a un balcón. 

Acarició con especial delicadeza la cortina. Ella, que sabía de costuras, supo de inmediato que aquella tela era cara y muy fina. 

Miró al Jardín. La vista era hermosa. No podía creer que estuviera en el interior de una de esas mansiones que sólo podía ver por televisión. ¿Estaba soñando acaso con un cuento de princesas? 

No sabía si seguir sintiéndose apenada con ella misma por haber aceptado la invitación de los Altamirano o agradecer infinitamente al cielo por haberlos encontrado y poder estar allí, sorprendida, disfrutando y a salvo de no estar en la calle sufriendo con su hijo. 

Sin duda, era la pena la que le ganaba, y es que no había podido con la insistencia del joven Samuel, por lo que no tuvo otra opción más que aceptar la invitación.

Micaela deseaba que el tiempo pasara volando para que su hijo se recuperará por completo y pudieran ambos volver a su vida de siempre. 

Estaba decidida que al amanecer lo primero que haría después de que el sol se instalará frente a aquel balcón, era salir a la calle a buscar un trabajo aceptable que le permitiera  juntar el dinero lo más pronto que se pudiera para rentar una habitación. 

Por sus muebles ya no se preocupaba, pues durante la tarde había logrado recuperar las pocas pertenencias que le quedaban de su anterior casa; un par de muebles de madera, un refrigerador con la puerta floja, una silla sin la esponja del respaldo, una hornilla vieja y oxidada pero que todavía funcionaba y algunas pequeñas macetas con sus plantas preferidas.

Había pedido encarecidamente a los hombres que cargaron sus muebles en un camión que no olvidarán a Rogelio, su gato, ya que a pesar de estar viejo y descuidado, ella y su hijo le tenían un gran cariño. Al felino lo podían hallar fácilmente, pues se la pasaba dormido o relamiéndose el pelo, encima de una maceta con pura tierra. 

Todo eso eran las cosas que los amantes de lo ajeno no se habían llevado por viejas y desgastadas, incluyendo en esto al felino harapiento y desgarbado. En cambio, se dieron por perdidos algunos objetos importantes, entre ellos; un peinador de uso medio con todos los objetos de arreglo personal; los desodorantes y las cremas para la cara que había en la superficie y en el interior de los cajones, algunas prendas también fueron saqueadas tanto de ella como del niño. Sin embargo, pudo recuperar lo más importante que había en ese mueble; las credenciales de identificación, la tarjeta de salud del niño y las actas de nacimiento de los dos, así  como algunas monedas y fotografías que había  escondido en una caja de galletas, sin las galletas, que seguramente no atrajo el interés de los rapiñeros. 

Don Miguel había ordenado que un camión de carga de la editorial recogiera los muebles que le quedaban y los llevará hasta una de las bodegas de la empresa. 

Así habían estado las cosas para Micaela. 

Y en los dos días siguientes, después de que se instalará en aquella hermosa habitación de princesa de cuento, la falta de confianza que sentía por los habitantes de aquella mansión, incluyendo al mayordomo, fue disminuyendo poco a poco, gracias al ambiente cálido y generoso de don Miguel y de su hijo. 

Para el tercer día todo estaba listo para que Raúl, el hijo de Micaela, comenzara con  las terapias de rehabilitación para recuperarse del movimiento de sus piernas.

El terapeuta, quien respondía al nombre de Ramiro Guzmán, era un hombre joven, de semblante alegre y carismático, que de inmediato había congeniado con él niño, ganando su simpatía. 

Y para él cuarto día y segunda sesión de terapia, el niño había bromeado llamando a Ramiro, "papá" frente a la madre. 

Cuando ella lo quiso reprender, el chiquillo le respondió que Ramiro le gustaba para que fuera su papá y novio de su madre, más que Esteban, de quien por cierto, Micaela tenía días de no saber absolutamente nada de él. Pareciera que se lo había tragado la tierra, pues durante esa semana había tratado infructuosamente de comunicarse con él, pero por más que el celular sonara y sonara, terminaba mandándola a buzón. 

Ella, incrédula de lo que realmente estaba sucediendo, daba la misma explicación de siempre; que Esteban era tan despistado para responder las llamadas y que probablemente al visitarla en su antiguo domicilio se había encontrado con la casa deshabitada y no sabía dónde buscarla. A lo que Karina, de quien se estaba haciendo muy amiga, cuestionara severamente, diciéndole que, ¿qué clase de novio ignora las llamadas de su novia y la pierde de vista así como así? Que se planteará mejor la posibilidad de que, ¿si realmente esa relación estaba funcionando de ambas partes? Que el amor era amor y que cuando se quiere se quiere y  cuando se quiere se está y nunca se pierde, así de fácil pero complicado. 

Micaela, que nunca podía responder a los cuestionamientos enredados del corazón, se limitaba a sólo suspirar y esperar, exhalar y volver a suspirar pensando en que quizás Karina tenía toda la boca llena de tanta razón. 

Pero lo más extraño era que no se sentía tan vacía cuando Esteban desaparecía. Sí estaba enamorada de él, pero reconocía no estarlo tanto, al menos, en el fondo de su corazón, no sentía esas agujas que pican cuando la persona amada se ausenta. 

Y es que sabía que Esteban no era tan bueno para eso del compromiso y era tan torpe para hacer feliz a una mujer. Más bien, estaba con él por la esperanza de sentir que a alguien le importaba, que se sentía valorada y comprendida por ese alguien, pero al final del caso, ahí estaba sola, sin casa y sin empleo… y sin él, soñando y nada más, aunque ahora en el sueño se le había atravesado una mansión de encanto que podría habitarla por un par de días más. 

Y así se contaron los días de esa semana.

Todo parecía transcurrir excelentemente bien en la mansión Altamirano. Micaela había percibido un clima de mucha tranquilidad en la vida de esa pequeña pero millonaria familia; un padre muy amoroso que a leguas se veía que había educado muy bien a su hijo adolescente, pues ambos caballeros se habían portado como verdaderos ángeles, ¿y como no?, si solo había que verlos juntos para darse cuenta de cuánto se querían padre e hijo, y lo buenos que eran. Bien aplicaba el dicho, "de tal palo tal astilla". 

Y bastaba ver el rostro de facciones finas y agradables del jovencito para darse cuenta que era un verdadero ángel; muy guapo y de increíble bondad. Eso veía Micaela. 

Pero, llegó el viernes…