Realmente yo odiaba la escuela, papá siempre me dejaba de pasada, siempre me contaba una historia, era muy bueno en eso lo admito. Siempre que me dirijo a la escuela lloro al ver que no esta conmigo, aún no asimilo su perdida, mamá supo lidiar con el dolor. Admiro la fuerza que tuvo al salir adelante sola con una hija, un poco rebelde.
En si era una niña aplicada, la materia que más me gustaba era español, pues la maestra siempre nos ponía a escribir pequeños relatos, era la mejor en la clase.
Recuerdo un día leí un pequeño relato que había dejado de tarea en pareja. Era tan buena que le dije a mi compañera que yo me encargaba de eso, a la siguiente clase nos felicito por el trabajo que habíamos hecho, claro el amar la lectura no significaba que tenía conocimiento sobre las palabras correctas que debía usar, en eso era muy buena mi compañera Sam, entre ambas hicimos un buen trabajo, tan buena como nuestra amistad.
Sam con el tiempo se fue acercando más a mi, para mi ella era como una hermana pues nos contábamos todo lo que pasaba en nuestras vidas y normalmente siempre nos dábamos mutuos consejos. Sam, una chica de tez blanca y estatura promedio, cabello color castaño y ojos color verdes, muy bonita. Por cierto era raro que un chico que pasara no la mirara, pues le atraía físicamente a muchos de ellos.