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Mariposas tristes [BL]

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Synopsis
Henry Fernsby, uno de los mejores científicos especializado en mariposas y polillas, viaja hasta un pueblo alejado de la gran cuidad, donde ha surgido una nueva especie de mariposa tras una reciente evolución. Pero... Ahí no sólo se maravillará con la belleza de las mariposas que encuentre, sino también con la vida. Conocerá a alguien que lo hará ver la vida como jamás la había visto, le mostrará lo hermosa que es, y lo sacará de lo que creía era su mundo ideal. ~ Un lepidopterólogo, amante de las mariposas y obsesionado con su estudio, y un joven maestro apasionado por su profesión. Una historia llena de sentimentalismo y realismo, en la que se representan los verdaderos sueños y anhelos de ambos protagonista. Y que sólo pueden estar completos estando el uno con el otro....
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Chapter 1 - Capítulo 1: Joven durmiente

«28 de marzo, Primavera»

El ruido de las ruedas metálicas sobre los rieles y el sonido de los vagones en movimiento era lo único que se escuchaba en la pequeña cabina del tren.

Henry miraba hacia la ventana, inmerso en sus más profundo pensamientos, hipnotizado con la ilusión de poder ver a las mariposas que tanto deseaba estudiar.

Una especie que sólo habitaba en el remoto pueblo de Akywind, y que repentinamente se encontró un cambio genético en su ADN volviéndola una nueva clase.

La SCL¹ lo había enviado a él para investigar el nuevo surgimiento, debía ir y quedarse ahí por dos años, en los cuales se supone que lograría culminar su investigación.

Tuvo la suerte y el privilegio de ser escogido, ya que su abuelo, Robert Fernsby, luego de estudiar esa rama de la ciencia y regresar junto con su familia a su pueblo natal, Akywind, descubrió por casualidad esa rara especie de mariposa.

Y ahora Henry, su nieto, investigaría su reciente evolución.

Se sentía tan afortunado de ser el nieto e hijo de un científico. Porqué su padre, y el padre de su padre también eran estudiados de esa rama, y heredar la profesión, y seguir los pasos de su familia como lepidopterólogo era algo que lo llenaba de orgullo.

El tren acababa de llegar a su destino, Henry se levantó con pereza de su asiento y se estiró un poco, tomó sus pesadas maletas y salió del tren.

La estación se miraba muy antigua, cómo si el tiempo se hubiera congelado ahí mismo. Atravesó el arco de la entrada y salido, habían algunas personas caminando en la acera y pocos autos transitaban la calle. A lo lejos vio un taxi, se cercioró que fuera el suyo y subió en él.

Henry ya había hecho arreglos antes de llegar a pueblo.

Planeaba quedarse en la casa que su abuelo había dejado a la familia. Nunca tuvo la oportunidad de conocer el pueblo, ni la tan afamada mariposa, de la que su familia estaba tan orgullosa.

Su padre siempre estaba ocupado y no tenía tiempo para llevarlo, pero un día, cuando era pequeño, su padre iba a llevarlo a ver las mariposas que tanto apreciaba, pero justo antes de eso murió en un accidente, cuando él tenía doce años.

Cuando vio el pueblo le pareció extraño, era totalmente ajena a él, a pesar de que se supone que era parte de él, su abuelo y su padre crecieron aquí, pero lastimosamente él no tuvo esa dicha.

"Cómo hubiera querido venir aquí de pequeño..."

Las calles eran algo solitarias pero limpias, las casas y tiendas viejas, pero de muy buen aspecto, las personas se miraban amables y el ambiente era tranquilo.

El taxi se detuvo frente a una casa, un poco apartada del pueblo central, a unos quince minutos caminando. Se bajó y pagó al conductor, observó la casa y pensó:

"Al fin estoy aquí"

Henry se sentía tan feliz, no pudo contener más la emoción y entró a la casa a toda prisa, dejó las maletas tiradas, sacó su cámara, una pequeña maleta, y se fue.

—Sólo será una pequeña inspección—se dijo a sí mismo con una sonrisa.

Miró su reloj y vio que eran las nueve de la mañana.

"Aún puedo verlas"

Pensó eufórico, ya que a esas horas las mariposas eran más activas.

El área donde se encontraban normalmente las mariposas no estaba muy lejos de la casa, sólo caminaba por un pequeño sendero hasta llegar a un extenso prado.

No tardó nada en encontrarlo, pero cuando llegó y se paró frente al prado se quedó un tanto desconcertado.

Un joven de unos veinticinco años yacía en el césped sobre una sábana blanca, un lienzo a medio pintar estaba a su lado, pinturas y pinceles esparcidos por todas partes y una manzana a medio comer en su mano.

Henry pudo observar que, a través de los torcidos lentos del joven, sus ojos estaban cerrados.

"Ese joven...se quedó dormido"

Pensó sin más, y observó que una mariposa se acercó al joven durmiente.

Se sintió eufórico al verla, tanto que no pudo evitarlo y se acercó en silencio, muy despacio para no asustarla.

Los dedos que sostenían la manzana estaban manchados de celeste, y la mariposa se posó sobre la fruta mordida.

La mariposa era transparente, con algunas manchas pardas de color celeste y verde claro con algunos toques rosas. Se estaba alimentando del néctar de la fruta extendiendo su lengua que siempre permanecía enrollada.

Henry dejó el maletín a un lado, se agachó un poco y levantó la cámara, nunca las había visto tan de cerca en persona. Pasaba tan ocupado que no tuvo tiempo de venir aquí ni una sola vez.

Pero aquí estaba, tomando una fotografía, cuándo apenas había llegado.

Miró por el lente y tomó la foto, levantó la vista y siguió apreciando la mariposa.

—¿Quedó bien la foto?

—Si, por suerte no se...

Henry observó rápidamente al joven y se dio cuenta que había despertado.

Él lo miraba con una expresión dormilona, su piel clara relucía con el tenue sol matutino, sus ojos café claro apenas se distinguían a través de sus lentes. Se veía muy cómodo ahí acostado, con su camisa blanca y sus jeans celestes rotos, manchados de pintura.

—¿Le molesta si me muevo? Espantaría a la mariposa...—dijo en voz baja con un poco de timidez y una suave sonrisa.

—A-Adelante, no me molesta—respondió rápidamente y se alejó de él.

El joven se levantó y la mariposa se fue volando pasando frente a él. Se estiró con los brazos alzados y bostezó, acomodó sus lentes que descansaban sobre su respingada nariz, miró con pereza la manzana y le dio un mordisco.

—No lo había visto por aquí—exclamó el joven con suavidad mientras tragaba el mordisco y guardaba sus pinceles y pinturas en una caja de madera.

—Yo...acabo de venir de visita al pueblo—dijo aclarándose la garganta y estiró su saco café oscuro.

—Oh...—el joven vio al hombre que tenía delante suyo.

Cuando despertó y abrió los ojos se asustó un poco al ver a alguien a su lado, pero casi al instante se tranquilizó al verlo fotografiar a la mariposa en su manzana.

La expresión de aquel hombre era firme pero amable, de unos treinta y cinco años. Su cabello de un negro muy intenso, y sus ojos, de un verde tan oscuro, con tonalidades de color musgo.

Alto, de piel levemente más oscura que la suya, sus rasgos eran afilados y fuertes, en especial su nariz, recta, como si estuviera esculpida en mármol.

—Pues, bienvenido, espero que su visita sea de su agrado. Y si necesita algo con gusto puedo ayudarlo—dijo el joven extendiendo su mano desde dónde estaba sentado—Me llamo Jayden.

—Henry—contestó tomando su mano.

Jayden terminó de recoger sus cosas, y mientras doblada la sábana se dirigió a él diciendo:

—Vivo a unos minutos, si sigue el sendero hacia abajo encontrará mi casa—exclamó señalando el camino—Bien, nos vemos señor Henry, que tenga un buen día—se despidió con una leve sonrisa y se integró en el camino.

—Nos vemos—respondió un poco ido.

Jayden se fue caminando por el sendero, adentrándose más en la vegetación, y Henry sólo miró su espada hasta que lo perdió de vista.

Extrañamente ese joven llamado Jayden le dejó una impresión indescriptible, su actitud tan serena y su amabilidad le transmitieron un aire cálido.

Tratando de olvidar al joven se dispuso a avanzar hacia el bosque y buscar a las mariposas para fotografiarlas y redactar sus primeras observaciones...

Mientras tanto, Jayden caminó por el sendero cinco minutos hasta llegar a su casa, subió las escaleras y entró.

En el camino de regreso no podía dejar de pensar en aquel hombre llamado Henry.

También le había dejado una fuerte impresión, más porque no esperaba verlo cuando despertara. Dejó sus cosas sobre una mesa y yendo hasta la cocina pensó:

"Me pregunto porque decidió visitar este pueblo, tal vez tiene algún familiar aquí..."

Llenó un vaso con agua y lo bebió, sin dejar de recordar el momento en que vio a aquel hombre inclinado sobre él tomado una fotografía, de traje café oscuro. Se miraba alguien muy elegante y estudiado.

"¿Quién será...?"

Jayden tenía la intuición de que no era alguien tan simple.

Y raramente esperaba el día en que volvería a verlo...

[...]

Henry sintió que acomodarse en aquella casa era toda una odisea, aunque le había pagado a alguien para que la limpiara antes de su llegada aún seguía estando muy desordenada. La casa era extensa y las estanterías llenas de libros estaban por doquier. El estudio era algo que no quería que nadie tocara, por lo que tuvo que limpiar toda esa parte él solo.

Los cuadros repletos de mariposas disecadas, lupas de diferentes tamaños, pinzas, libretas, un viejo microscopio, una mesa de trabajo, frascos...

Un sin fin de cosas muy delicadas, por eso se tardó mucho en arreglar todo.

Luego de eso decidió revelar las fotografías, se encerró en una habitación y comenzó a trabajar. Numerosas fotos colgaban de un hilo por toda la habitación bajo la luz roja. Con la camisa arremangada y el cabello peinado hacia atrás, y con una barba que no había afeitado en días seguía trabajando.

Cuando finalmente terminó se dio cuenta que tenía hambre y que necesitaba un buen sueño y una ducha.

En esos días había ido sólo una vez a una tienda del pueblo, y había sobrevivido con sopas instantáneas, panecillos y jugo.

Comió lo último que le quedaba, se duchó y se fue a dormir...

Jayden pasaba por la casa antigua cada vez que quería ir al pueblo. Siempre la observaba con curiosidad y seguía su curso.

Todas las mañanas, de lunes a viernes él iba a trabajar cómo maestro de lenguaje y literatura para niños de primaria. La escuela era pequeña y sólo enseñaba a unos veinte niños, era un poco difícil tratar con niños tan pequeños, pero aun así le gustaba su trabajo.

Desde siempre le había gustado la enseñanza, y su materia favorita había sido lenguaje de toda la vida.

Se había graduado de profesorado a los veintidós y desde entonces ejercía su carrera.

Aunque a veces se sentía cansado le gustaba lo que hacía, y eso le ayudaba a no sentir tanta fatiga.

Y un día, cuando regresaba de la escuela, a las doce pasadas del mediodía vio a alguien sentado en las escaleras de la vieja casa.

Un hombre de barba desaliñada, con una expresión adormilada y con ropas holgadas. Jayden se impresionó al ver a Henry en esa casa, en la que nunca había visto que entrara alguien.

—Buenas tardes señor Henry, ¿cómo está? —saludó Jayden mientras se acercaba lentamente, cargando un bolso de correa larga.

—Oh, buenas tardes señor Jayden—respondió un poco apenado por la imagen que tenía en ese momento.

La expresión de Jayden era suave y relajada, y desprendía mucha calidez y amabilidad. Henry pensaba que esa expresión se debía porqué, cuando lo vio por primera vez, acababa de despertar, pero su mirada era así todo el tiempo, tranquila y dulce.

—No hay necesidad de que me llame señor—dijo riendo un poco apenado—sólo llámeme Jayden.

—De acuerdo—dijo con una leve sonrisa—también puedes llamarme sólo Henry, me siento más viejo si me dicen señor.

—Está bien—dijo deteniéndose justo en frente de la casa—Pensé que la casa estaba abandonada o algo por el estilo—añadió con un tono curioso.

—En realidad si estaba abandonada—dijo mirando la fachada un tanto deplorable—esta casa perteneció a mi abuelo y luego a mi padre, pero él se mudó a la cuidad cuando era muy joven.

—Oh, ya veo—dijo mirando la inmensa casa—me imagino lo terrible que fue haberla limpiado y ordenado.

—Horroroso—exclamó con un tono de molestia.

Jayden río suavemente y preguntó:

—Y dígame, ¿ya ha almorzado? —interrogó de manera amable.

—No, acabo de despertar—contestó un poco avergonzado y peinó su cabello con los dedos.

—Seguramente no tuvo tiempo de pensar en la comida con el ajetreo de la mudanza—dijo con una sonrisa—¿por qué no va a comer a mi casa? Me gustaría darle la bienvenida como visitante y vecino, y así no tiene que preocuparse por la comida—añadió un poco tímido y con un tono suave.

—No quiero causar molestias—respondió rápidamente agitando su mano.

—No es ninguna molestia, justo iba a terminar de cocinar, ya tengo casi todo preparado. Por favor, sería un gusto tener visitas.

"Me ha salvado de morir de hambre..."

Pensó dando un suspiro interno, no era muy organizado con su comida, y cuando se ponía a trabajar siempre olvidaba comer, e incluso dormir.

—El placer es mío—dijo Henry—Gracias por su invitación.

—Lo espero entonces—exclamó avanzado por el camino—Nos vemos.

—Nos vemos...

Henry vio cómo se alejaba con lentitud, y cuando ya estaba lo bastante lejos se levantó de golpe y entró a la casa.

Tenía que hacer algo con su apariencia tan lamentable, tomó una ducha rápida y se afeitó a toda prisa. Peinó su cabello hacia atrás y se vistió con un pantalón color caqui, una camisa blanca arremangada y unos zapatos de vestir de color café.

Salió de la casa tranquilamente y caminó por el sendero.

Los árboles refrescaban el lugar y daban una sensación de calma. Sin tomarle mucho tiempo logró ver la casa de Jayden, una hermosa casa con un patio delantero lleno de plantas y flores, y en medio de todo eso había una mesa con dos sillas cerca de un árbol, en el que había un columpio de madera.

Avanzó por el camino de piedras que atravesaba el jardín y llegó hasta la puerta, tocó el timbre y esperó.

Jayden abrió la puerta y lo recibió con una leve sonrisa, pero era cómo una ilusión, porque la forma de la comisura de sus labios hacía que se viera sonriente todo el tiempo.

No traía los lentes puestos, y con la luz del mediodía Henry pudo ver lo claro que eran sus ojos, de color caramelo.

—Pase adelante—dijo haciéndose a un lado y lo dejó pasar.

El aspecto de Henry se veía mejor que cuando lo vio hace rato, aun con el cabello mojado lo peinó hacia atrás, con el rostro completamente afeitado. Y cuando caminó a su lado, Jayden sintió el aroma del shampoo de su cabello y del perfume.

Lo guio por la casa hasta llegar a la cocina, y luego al comedor, una mesa de madera con dos sillas, con una hermosa vista al patio interior, que se dejaba ver a través de las puertas corredizas de cristal.

—Espero que le guste lo que he preparado—dijo Jayden mostrando los platos servidos en la mesa—Hice pollo guisado con arroz, y ensalada si gusta,

—Se ve muy bueno, y de nuevo gracias por la invitación—respondió Henry con una sonrisa y se sentó—Es muy amable, en realidad no tenía nada preparado en casa.

—Descuide, es bueno comer con compañía de vez en cuando—comentó tomando asiento—y también quería hablar con usted.

—¿Conmigo? —preguntó un tanto confundido.

—Usted se apellida Fernsby, ¿no es así? —interrogó luego de servirse un poco de ensalada—Siempre quise conocer a los dueños de esa vieja casa.

—Oh, es eso. Entonces es un placer—dijo llevándose un pedazo de pollo a la boca.

Jayden también se llevó un trozo a la boca, y luego de masticar tragó rápidamente. Estaba tan ansioso por conversar con Henry, y conocer a alguien con quién siempre había imaginado...

Nota:

1. La SCL: Sociedad científica de lepidopterólogos.

Esto me lo he inventado yo, (mas o menos) ya que en realidad si hay sociedades de estas personas, pero mezclo lo real con mi imaginación, así que lo que escribiré será mitad y mitad, (es muy complicado encontrar como funcionan estas sociedades y cómo trabajan esta clase de científicos).