Libera mis tobillos y muñecas del encarcelamiento opresivo. Pero no ha acabado con el infierno. Retoma lo dejado a medias, se viste con rapidez, pero yo sigo desnuda. Tira de mi brazo y me hace caminar hasta la pared. Estoy de espaldas y solo espero temblorosa los foetazos. Me va a fustigar. Ya mis piernas flaquean, dolerá.
Por consiguiente, me azota con ira, no se detiene. El escozor es insoportable, cada parte de mi espalda se abre con su furia. Ya no lo resisto, los sollozos surgen sin parar, me desgarra por fuera y por dentro.
Tan severo que me parece sobrenatural su fuerza.
-¡Por favor, para, te lo imploro! -exclamo exánime, el ruego es lo único que emana antes de ir perdiendo la noción.
-¡Vas a morir, maldita! -ruge sentenciando el final.
Sus palabras se cumplen, en un santiamén la luz se ha vuelto oscuridad.
...
Quema, es una hoguera viva en mi espalda, es un infierno carcomiendo las hendiduras que ha dejado su tortura. La abrasión no atenúa, el algiar es austero.
Me encuentro boca abajo, exenta de tela que evite verme expuesta. Al menos quien está presente es una mujer. Alena se encarga de limpiar las heridas.
-Eres fuerte -su voz denota lastima.
-Creí que moriría...
-Arderá, dolerá, pero vas a curarte.
-¿De qué sirve eso? Él seguirá siendo atroz conmigo -emito con pesar.
-No sé el porqué Aleksander se empeña contigo de esta manera, lo lamento mucho -expresa.
Suspiro soportando cada segundo, sostenerme en la consciencia se vuelve difícil cuando el dolor es insostenible.
-Duele mucho, Alena. No creo que sanen tan rápido -doy por hecho, el malestar se acentúa con ferocidad -. Y Aleksander solo se está desquitando por cuestiones del pasado, aún no puedo creerlo.
-¿Qué no puedes creer? -se interesa hablando bajito -. Puedes decirme, no diré nada.
-Con una condición.
-Adelante, ¿qué quieres?
-Necesito que me ayudes a salir de aquí, Alena. No merezco este sufrimiento, ni siquiera lo sucedido en el antaño justifica esto que pasa conmigo. -pido en un hilo quebradizo.
No obtengo respuesta, tampoco puedo ver su expresión, aunque su silencio me dice que está reflexionando en mis palabras.
-Es difícil, los hombres de Konstantinov están por todos lados, no hay un solo centímetro de la casa sin seguridad. Ni hablar de afuera, sujetos armados custodian la entrada. Esta propiedad está rodeada por altos muros y el portón tiene electricidad -explica entrecortada -. Luna, si lo intentas, vas a fallar y el señor se enfadará. Incluso saliendo de la casa, afuera podrían dispararte. Créeme, siendo dócil estarás bien.
-¿Cómo puedes decir que en su dominio tengo estabilidad? -me atrevo a formular con enojo.
-No es eso...
-Aleksander es cruel, pero me dijiste que no. ¿Por qué tienes esa imagen de él? No comprendo.
-Tengo veintiséis años, me quedé en la calle a los doce, pero se me permitió trabajar aquí gracias a un adolescente de dieciséis años. Sí, era Aleksander. No tenía un techo, aunque al señor Dimitri le pareció una locura que su hijo estuviera pidiéndole que viviera con ellos a cambio de laborar sin paga, terminó aceptando. Desde entonces fui sumisa, la obediencia ha evitado que me pase algo malo. Nunca he sido víctima de nadie, por eso he dicho eso.
-Que no sean unos cretinos contigo no significa que corra la misma suerte. Aleksander, ese adolescente que te tendió la mano, es un animal. -aprieto los labios.
Todo lo que me ha dicho roza un poco la mentira. No cuenta por completo su historia, omite puntos importantes, y me hago la desentendida.
-¿Me vas a decir por qué estás aquí, Luna?
-No ganaré nada con decírtelo.
-Te prometo que no caerás nunca en la inanición aquí, me mantendré al pendiente de tu situación. -trata de negociar, lo que me interesa porque si al lobo le da la gana podría quitarme el bocado.
-Dime otra cosa, ¿jamás has tenido una relación física? Digo, vives aquí, pero, ¿sales con alguien?
-¿Física? N-no...
-Tartamudeas, eres una mentirosa -recuerdo que he sido abusada y vuelvo a sentirme asquerosa -. Hoy fui violada por él, ni siquiera se detuvo a pensar si era mi primera vez, aunque soy ilusa al creerlo. Ha sido un experiencia horrible, no solo me usó, luego me hizo esto. En verdad está enfermo.
-Y-yo... lo siento de todo corazón, Luna -expresa en un llanto repentino -. Una vez, solo una vez me acosté con Aleksander. Era inexperta, me sedujo, imagínate solo tenía catorce años, no pensé que de un beso terminaríamos teniendo sexo. Después de eso me trató con indiferencia, continué viviendo como si nada, tampoco es como si tuviera adónde ir.
-Pero fue consensuado, ¿no?
-Sí -sorbe por la nariz -. ¿Por qué te tiene aquí?
-Porque Elena Konstantinov, su madre, lo abandonó cuando era pequeño. Ahora ella vive con mi padre y tienen a Grace, mi hermana -tomo aire.
-¿Qué? No esperaba eso -admite perpleja, de seguro -. Es decir, aunque no son hermanos, Grace sí lo es de ambos.
-Me cuesta admitirlo, pero sí. En mi lugar estaría Grace, y no sostengo la idea de pensarla en sus garras. Me detiene el corazón. Solo por eso agradezco estar aquí en vez de ella.
-Eres buena, te mereces una vida larga -inspira sonoramente -. Tal vez él termine concediéndote la libertad.
-No lo creo, está decidido a acabarme.
-Es lo que le ha pedido su padre, ¿sabías que está muriendo lentamente? -informa. Parpadeo extrañada -. Cáncer, tiene cáncer. Por eso ha apresurado darle el mando a su hijo. Veronika escuchó que todo fue planeado por él, incluso se encargaría de hacerte... No puedo ni pronunciarlo, al final dejó todo en manos de Aleksander. Por cierto, toma esta píldora.
Solo ahora noto la pastilla sobre una servilleta a la par de un vaso de agua.
-¿Por qué?
-No quieres un bebé del señor, entonces tómala.
Asiento. Aleksander ha pensado en todo. Ni yo soy capaz de imaginar un pequeño en mi vientre de ese monstruo. De inmediato me la trago y bebo un sorbo de agua.
-Alena -una fuerte y ronca voz nos toma desprevenidas. La gravedad y su molesto acento me estremecen -. Deja todo y sal de aquí, date prisa.
No quiero que se vaya.
Quedarme a solas con él me revuelve el estómago.
Antes de salir apresurada, Alena me cubre de la cintura para abajo con una de las sábanas. Y se va.
Él no dice nada, me lo imagino observándome. Es tan retorcido que no dudo que mire como una obra de arte los cardenales atravesando mi piel. Eso me enerva, más no poder enfrentarlo me plaga de impotencia. Al fin se pone frente a mí y sus ojos se encuentran con los míos.
Corto el contacto espetando odio.
-Mírate, resistes, debo admitir que me sorprendes, Lunita -afirma imperioso. Su mano se posa bajo mi mentón, lo alza brusco -. Habría sido tu hermanita la que estuviera deplorable como tú.
-Es tu hermana, Aleksander, también corre por sus venas tu sangre -le recuerdo haciéndolo entrar en razón.
Sin embargo niega, no dará su brazo a torcer.
Es despiadado.
-No creas que vas a ablandar mi corazón. Eso nunca funciona conmigo -expresa deslizando un gesto maligno.
-Lo sé, tú ni siquiera tienes corazón -lanzo soltando un bufido.
Sonríe con suficiencia, con ese aura peligroso se inclina posando sus labios sobre mi frente. La presión que ejerce, pretendiendo ser un beso, también es burla, es peor que el traidor de Judas.
-Dentro de mí -golpea su pecho -. Hay un corazón, te lo aseguro, gracias a ello sigues con vida. Voy a sacar unas fotos.
-¿Qué? -arrugo el ceño, consternada. Lo que faltaba, que me fotografíe en ese estado. ¿Es qué sus morbosos gustos no tienen límites? -. No, no lo hagas.
-Tú no me vengas a dar órdenes -despotrica, tira de la sábana y vuelvo a quedar desnuda.
Siento la tortura del flash cada cierto tiempo, no se detiene, no acaba. Aprieto los ojos, implorando que termine de una vez por todas.
-Son perfectas, se las enviaré a tu padre.
Boquiabierta, intento moverme, el dolor e incomodidad es tal que desisto. Los latidos de mi órgano vital son desafiados por ese terror. No quiero que papá o mamá vean esas fotos.