Era casi la media noche cuando, en un acomodo, Aldo se despertó.
-¿Ricardo?
Alargó el brazo para abrazarlo pero…
-¡¡No está!!
Abrió bien los ojos para localizarlo. Se giró hasta el otro extremo de la cama y descartó la idea de que hubiera caído al piso. A su mente acudió la enfermedad del pequeño e inmediatamente arrojó las sábanas para abandonar la cama.
Lo buscó primero en el baño y nada. Abrió el armario, pensando que al momento de escuchar los ruidos, intentara despertarlo sin éxito y hubiese corrido a refugiarse, pero tampoco.
Salió de la habitación y caminó por el pasillo. Llegó hasta la puerta de su recamara y escuchó ruidos que venían de la parte de las escaleras. El temor se apoderó de Aldo. Caminó rápidamente pero de pronto se detuvo.
La cosa estaba ahí. Pero esta vez pudo verla materializada.
-¿Qué rayos es eso?
Era la silueta de una mujer vestida de blanco, escondida entre la noche. O al menos era una túnica blanca flotando entre la espesa oscuridad.
Asustado, corrió tan deprisa hasta la habitación de Ricardo. Abrió la puerta y lo vio de pie completamente paralizado, como si momentos antes se hubiese encontrado con aquel espectro.
Al verlo, el pequeño se enfureció y se arrojó a él, dándole manotazos.
-¡Se lo diré a mi papá! ¡Tú eres quien me asusta en las noches!
-¡No fui yo!
-¡Si eres tú!
Aldo puso la mano encima de la boca del pequeño para ocultar su grito.
-Silencio. Esa cosa camina por el pasillo. Algo muy raro está sucediendo.
Suavemente, retiró la mano de la boca del niño y se colocó en cuclillas frente a él.
-Dime Ricardo, ¿qué ocurrió antes de que yo entrara?
-¡La puerta! ¡Tocaron! ¡Dijeron mi nombre! ¡Iban a abrirla! ¡Tengo mucho miedo!
-Tranquilo. Yo no voy a dejar que algo te ocurra. Confía.
El chiquillo se le pegó en un abrazo con la inocencia de un gatito que se esconde de la lluvia. Aldo sintió cómo temblaba del pecho y de los brazos.
-Vine por el cómic. En eso me di cuenta que el fantasma me había seguido. Iba a esconderme debajo de la cama y en eso tú entraste. ¡Es un fantasma, Aldo y me quiere llevar!
Aldo se aturdió. Un escalofrío le recorrió la espalda.
-Mis papás dirán que estoy loco si les menciono que acabo de ver a un fantasma. ¡¿Y si se tratara de algún ladrón?! ¿Pero, una mujer vestida de esa manera, asemejada a las ancianas dementes que aparecen en las películas de terror, entraría a robar?
Todo le estaba resultando muy difícil de comprender. Lo único que le quedaba claro es que no se trataba de alguna alucinación de Ricky, mucho menos de una pesadilla suya. ¡Era real! Podría tratarse de Rita, la niñera, pero a ella la había visto retirarse después de cumplir con su jornada, a la hora acostumbrada, era su día libre, por lo que la idea de que fuera ella quedó deshecha. Además Rita era una buena persona, agradable, no podría asemejarse a aquel horrible ser que vio deambular entre la oscuridad.
Salió de su pensamiento y miró fijamente al chiquillo.
-No le menciones nada a papá ni a mamá...
-¡No me pidas eso! Quiero que ellos vengan ahora. ¡Tengo demasiado miedo!
-Están dormidos, pero yo te voy a cuidar. Te juro que voy a averiguar qué es lo que en realidad ocurre y te aseguro que estarás bien. ¡Lo que sucedió hoy será nuestro secreto!
-Pero, Aldo…
-Ricardo, debes ser valiente y confiar en mí.
-¡Está bien! No diré ni una sola palabra. Solo le contaré al Duende Escarlata. ¿De acuerdo? ¡Él nos puede ayudar!
-De acuerdo, enano-. Aldo estiró los labios con una sonrisa franca, lo abrazó y enseguida, su rostro se encogió, confiriéndole una expresión de temor a sus ojos.
CONTINUARÁ...