-Hoy por la mañana mis colegas me han avisado de la presencia de tres casos más que se suman al suyo, uno aquí en México, en el estado de Colima y los otros dos en Colombia, en Ulloa, una población del Valle del Cauca.
-¿Pero cómo puede ocurrir algo así, si se trata de niños que están a kilómetros de distancia uno del otro?- Don Octavio se dejó caer sobre la sillita de siempre que Ricardo utilizaba para hacer sus tareas.
-Los mecanismos de contagio pueden ser variados, no necesariamente la transmisión del virus es de humano a humano, esto puede suceder, en teoría, a través del excremento de las aves, y tal vez su hijo haya tenido contacto con ello mientras jugaba, y esa misma ave en su camino, al continuar defecando, haya llevado el contagio a otro lugar, o viceversa. Sin embargo, no es fácil averiguar cómo es que aparece un virus.
Los señores Rivas y el doctor Galván no habían notado que Aldo los espiaba tras la puerta, ligeramente abierta.
-Es algo que me trae de cabeza-. Prosiguió el doctor. –Se trata de una enfermedad poco conocida, que se supo de ella hace un par de décadas en una isla del mar Arábigo, en la República de Yemen, en Asia.
-¿Ya tienen identificado qué tipo de virus es?
-Sí, estamos ante un virus que surgió en la década de los setentas en el distrito de Hadiboh, en la isla de Socotra, en Yemen, durante una guerra civil. Se cree que fue un arma biológica utilizada para acabar con la población de la isla. De hecho lleva ese nombre "Virus de Hadiboh" y se hizo creer a la población que provenía de las aves comestibles, aunque de esto es verdad que son ellas las que lo propagan. En esa década hubo un brote significativo de la plaga, pero no fue tan grande, ya que el gobierno de Saná, la capital, pudo controlarlo. Se reportaron más de cien muertes. Hoy aparece distinto; ha mutado. Entra al organismo y vive más tiempo dentro de él. Pueden pasar varias semanas o incluso meses antes de la aparición de los primeros síntomas; que van desde la pérdida rápida de peso, fiebres constantes, fatiga, diarreas y catarros frecuentes hasta confusiones mentales, entre otros.
El galeno se acercó más al señor Octavio y lo tomó por el hombro.
-Tenga fe. Estoy dispuesto a no pegar las pestañas hasta hallar una solución. Además estoy ante una gran oportunidad en mi vida profesional.
-Confío en usted, doctor. Mis hijos son todo para mí, son mi tesoro mejor cuidado, y le reitero que estoy dispuesto a invertir el dinero que sea necesario para la cura de mi Ricardo.
-Le aseguro que estoy haciendo todo lo posible para que las investigaciones nos lleven a dar con el antídoto.
-¿Qué más debemos saber, doctor? Mi mujer y yo haremos todo lo que usted nos indique.
-Como ya les he dicho, no es un virus de propagación inmediata, es bastante silencioso, de modo que la sintomatología no ocurre de inmediato, pueden pasar semanas o meses después del contagio hasta la aparición del primer síntoma, y su evolución desde el inicio hasta llegar a la fase terminal pueden transcurrir también en meses. No sabría precisar cuánto tiempo le queda de vida.
Aldo alcanzó a escuchar un resoplo doloroso que salió de la garganta de su madre.
-Mis colegas en Alemania ya están trabajando en el laboratorio. Y ya hay dos colegas más viajando a Colombia. Afortunadamente, los familiares de los infectados de ese país poseen el recurso necesario para apoyar en las investigaciones que den con el descubrimiento del antídoto, y yo me ocuparé mañana mismo de ir personalmente a Colima para tratar el caso que ahí se ha presentado. Por lo pronto seguiremos con las dosis de prueba que hemos estado suministrando al pequeño Ricardo.
-De acuerdo, doctor-. Respondió el señor Rivas, con desánimo.
-Ah, una cosa más, por cuestiones que tienen que ver con la patente y demás situaciones burocráticas que se dan en este país, mi equipo de colegas de la farmacéutica alemana me ha pedido encarecidamente que por el momento se reserve información del caso. Piden absoluta discreción, es decir, aún no es pertinente que se dé aviso a las autoridades de salud de México sobre este virus. No creemos que esto se convierta en una epidemia, puesto que son casos aislados y estamos actuando de manera responsable. Sin embargo, llegado el momento, El Consejo Alemán de Científicos e Investigadores de la Salud se pondrá en contacto con las autoridades mexicanas y mostrará el curso de sus investigaciones.
-De acuerdo, doctor, será como usted diga.
-Y recuerden estar precavidos y tomar las medidas que ya les he mencionado para evitar un contagio. Es difícil en adultos, sin embargo sigan con los métodos exclusivos de alimentación, aseo personal y de la casa, así como esterilización de objetos y utensilios del niño. No se contagia por saliva ni sudor. El contagio es directamente a través de fluidos como la sangre. Además eviten por favor que se exponga a los rayos del sol y a una temperatura alta. Hay que tener mucha vigilancia ante la aparición de nuevos síntomas, porque de eso depende la vida del niño.
-¿A qué se refiere?-. Titubeó Doña Flor.
-A que la intensidad de un solo síntoma puede eliminarlo por completo. Hasta hoy han sido desvanecimientos breves, antecedidos por debilidad leve y fiebre común.
-¿Ocurrirán más síntomas?
-Si. Que van desde los mismos pero más intensos hasta nuevos como dolor muscular, crisis convulsivas, delirios y alucinaciones. Deben tener estricta vigilancia de la administración del medicamento y la toma de líquidos en mayor proporción, pues de un momento a otro su organismo puede sufrir una deshidratación súbita que puede complicar su condición.
El llanto estalló de nuevo en la garganta de la señora Flor. Aldo quedó helado. No podía creer en las palabras del médico.
Cinco minutos más tarde, Aldo vio salir al doctor de la habitación de su hermano. Al verlo, el doctor Galván estiró los labios con una sonrisa forzada, pero el chico no tenía ánimos para sonreír. La verdad era demasiado grande para su cerebro.
No dejó que la puerta se cerrara. Se plantó como una estatua con la vista clavada en sus padres. -Lo sé todo- les dijo con el pensamiento. Ellos lo entendieron de inmediato y se miraron el uno al otro como echando un volado mental para decidir quién de los dos lo iba a explicar.
Fue su papá quien se acercó a él y lo tomó por los hombros. En la mirada de don Octavio había dolor. Pocas eran las veces que Aldo había visto a ese gran hombre mostrarse vulnerable, tierno y sensible, sin un ceño fruncido y con las pestañas pegadas a las cejas.
Aldo sintió ganas de lanzarse al interior del pecho de su padre y llorar como cuando tenía la edad de su hermano y corría a él, lastimado de una rodilla por caer de la bicicleta o en busca de que él reparara su juguete favorito, pero se contuvo y se tragó un puñado grande de saliva. Quería corresponder a la fortaleza que su padre trataba en ese momento de conferir.
Su papá primero lo vio a los ojos sin parpadear. Se notaba que él se estaba aguantando las ganas de llorar, quería mostrarse fuerte, como el sansón que su hijo conocía, pero en su mirada no había otra cosa más que humedad y dolor. Pese a ello, Aldo pudo sentir que conservaba la fuerza bruta que le conocía de sus manos, la misma que siempre solía transmitir en un apretón de hombros.
El señor Octavio carraspeó la voz, como preparándose para decir algo delicado.
-Aldo, tu hermano está enfermo- lo dijo casi entre dientes. –Sus defensas no resisten ante cualquier enfermedad. Cada vez adelgaza más… y comienza a tener alucinaciones.
El llanto de mamá lo interrumpió. Rápidamente ella jaló aire a sus pulmones y suspiró hondo para apagar la tormenta que se veía venir sobre sus ojos y que provenía de lo más profundo de su corazón. Enseguida se giró y tomó el portarretrato que se hallaba sobre el escritorio y acarició con ternura el rostro de Ricardo.
Pero estalló en llanto con la fotografía apretada contra el pecho.
-Tu hermano no debe enterarse de lo que le está ocurriendo.
Aldo levantó la palma de su mano y juró:
-No te preocupes, papi... mantendré el secreto.
CONTINUARÁ...