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Chapter 3 - La utopía misma

Estaba cansada esa mañana y como siempre me había levantado tarde. Por unos segundos me había olvidado de que tenía que ir al colegio, pero tan pronto como lo recordé me apresuré a bañarme. Una ducha de cinco minutos fue el reto de aquel día, de hecho, era el reto de todos los días. Terminé, me cambié lo más rápido que pude, me hice una cola de caballo y ya estaba lista.

Salí inmediatamente a tomar desayuno con mi madre.

- ¡Mamá ya estoy lista! -grité- Te juro que no vuelvo a levantarme tarde -agarré un pan, le di un gran mordisco y luego abrí la refrigeradora para agarrar aquella botella de yogurt que había guardado la noche anterior.

Cuando me di la vuelta, me encontré a la familia de mi mejor amiga, a ella y a mi madre compartiendo la mesa.

Mi mamá había empezado a trabajar para los padres de Rafaela, mi mejor amiga, cuando yo tenía solo cinco años. Ellos nos brindaron un espacio detrás de su hogar y con el paso del tiempo Rafaela y yo nos fuimos haciendo amigas, pues habíamos crecido juntas y con eso vinieron muchas experiencias. Unas más agradables que otras.

Su familia junto a mi madre también formaron un fuerte lazo de amistad. Y apesar de saber que nos tenemos una confianza me sorprendió verlos ahí tan temprano, miento, no era temprano.

De la sorpresa se me calló el pedazo de pan de la boca e inteligentemente pensé en recogerlo para volverlo a comer. Al darme cuenta de lo que estaba haciendo simplemente me detuve, los saludé avergonzada a todos y me paré correctamente frente a ellos como si estuviera esperando explicaciones.

- ¿Qué haces vestida así? - preguntó Rafaela con sorpresa.

- ¿De qué hablas? Tenemos que ir al colegio. - me di cuenta de que ella aún no estaba cambiada.

Rafaela me miró de una forma extraña y empezó a reír a carcajadas.

-Mira, boba -sacó su celular y me mostró la pantalla- Es domingo.

-Rafaela, es tu amiga. No la insultes. -le dijo su padre.

Yo a pesar de haber mirado la fecha que se mostraba en la pantalla de su celular con detenimiento, no lo creía. Por ello, saqué mi celular para cerciorarme por mi cuenta y cuando leí "Domingo" me sentí como una completa boba. Lo peor fue saber que Rafaela tenía razón.

-No se preocupe, señor. Soy una boba. -tomé asiento en la mesa.

-Eres distraída, hija. Mañana empiezan las clases no hoy.

- ¡Verdad! Y yo pensando que aun no terminaba el año escolar. Sin duda me quedé traumada con mis notas del año pasado.

Rafaela me aplaudió fuerte en el oído.

- ¡¿Por qué hiciste eso ?! -dije enojada.

-Para que despiertes. Ya es un nuevo año, nuevas cosas, nuevo…

- "¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy ahora? No entiendo por qué me hago estas preguntas" -pensé por un momento, miré mis manos, luego subí mi mirada y…

-Para que despiertes. Ya es un nuevo año, nuevas cosas, nuevo todo. Concentrada.

-Ojalá este año tenga nuevas y mejores notas- dije cabizbaja.

-Solo si estudias duro. -dijo mi mamá.

-Apóyense entre las dos y verán como sus notas mejoran. Les tengo fe chicas. -dijo la mamá de Rafaela.

-Siempre nos apoyamos. Solo que a mí aunque me expliquen mil veces igual se me complica y no entiendo. Algunos son bendecidos con el don de la inteligencia. -dije mirando directamente a Rafaela.

Ella se dio cuenta e inmediatamente reaccionó.

- ¿Qué te digo amiga mía? Es mi don y mi maldición. ¡Qué lamentable! -dijo sarcástica mientras me abrazaba.

-Deja tu sarcasmo para otro momento. -dije algo fastidiada a la vez que me alejaba de su abrazo.

Ella se dio cuenta de mi pequeño fastidio.

-El próximo año verás que te irá mejor. Has estudiado mucho estos meses. ¡Tu desempeño será mejor! -me volvió abrazar.

La abrace de vuelta.

-Espera, ¿Cómo que el próximo año?

- ¿Dije eso? -preguntó confundida.

-Sí, aunque ya me hiciste dudar.

-Entonces ya no importa. Este año, este año será tu año. -puso su mejor sonrisa.

- ¡Ojalá! -sonreí también.

Después de eso su familia y ella se retiraron, ya que habían terminado de tomar su desayuno hace un buen rato. Inclusive tuvieron tiempo de conversar por otro buen tiempo según mi mamá. Cuando dijo eso me sentí algo avergonzada por ser muy dormilona. Luego, terminé de tomar mi desayuno y me fui a mi cuarto a cambiarme.

Aquel día, como siempre, ambas familias se unieron y prepararon el almuerzo familiar. Fue un momento agradable. Después de ello nuestros padres nos dijeron que disfrutáramos de nuestro último día de vacaciones, por lo que Rafaela y yo decidimos gastar lo que quedaba del día en ir a un centro comercial que quedaba un poco lejos. Su papá se ofreció a llevarnos para evitar inconvenientes.

Al llegar bajamos del carro y emocionadas corrimos, pero la voz de su padre nos detuvo.

- ¡Chicas!

- ¿Sí…? -ambas respondimos y volteamos a la vez.

- Recuerden que pasaré por ustedes a las 7:00 pm. Ni un minuto más, ni un minuto menos. De todas maneras, estaré dando un par de vueltas para vigilarlas.

-Está bien, lo entendimos. -dijimos nuevamente ambas a la par y con rapidez, pues teníamos muchas ganas de ir de compras lo más pronto posible.

-Bueno las veo en 3 horas chicas. Cuídense.

Nos despedimos y empezamos nuestra travesía en el centro comercial. De vacaciones habíamos venido muy seguido, por lo que conocíamos el lugar muy bien y aun así no era aburrido en lo absoluto. De hecho, desde siempre habíamos venido con nuestras familias, pero fue en este verano que nos permitieron tener salidas solas. Al principio sentíamos una mezcla de miedo y emoción, pero con el tiempo nos gustó y nos acostumbramos.

Después de 1 hora de deambular por cada tienda decidimos tomarnos un tiempo para descansar y luego ver si de verdad queríamos comprar algo. Hasta el momento nada había llamado nuestro interés o nos había hecho pensar que valdría la pena gastar nuestro dinero.

-Voy a comprar un par de bebidas. ¿Te parece?

-Claro -respondí.

- ¿Qué quieres entonces?

-Agua. Solo eso.

-Esta bien. Vengo rápido. -Rafaela se fue alejando.

Me encontraba cómodamente sentada en una pequeña y circular mesa de uno de los patios de comida. Estaba cansada de solo caminar y caminar así que esperaba mi bebida con ansias. Realmente estaba sedienta. Era de las personas que se cansaba rápidamente.

Entre que pensaba y miraba a la nada un chico se iba acercando hacía mí dirección, pero no le tomé importancia hasta que tomó la silla que era para Rafaela. Lo peor del asunto es que ni siquiera me había pedido permiso y así de descarado se fue alejando. Inmediatamente reaccioné.

-Disculpa -alcé un poco mi voz dirigiéndome a él.

El chico no me hizo caso, por lo que tuve que acercarme a él.

- ¿Disculpa? -lo sujeté del brazo.

Esta vez él volteó, apartó su brazo de mi agarre y se detuvo frente mío. Me sorprendió su altura, su porte, su cabello marrón oscuro, y aunque su rostro estuvo cubierto por una mascarilla negra, fueron sus ojos color miel los que me cautivaron como si de un hechizo se tratara . Su mirada era intensa y profunda. Todo en lo que había pensado desapareció cuando él hablo.

- ¿Qué quieres? -preguntó fastidiado y con una sutil arrogancia.

Yo aun impresionada por su físico, me había olvidado de qué quería hablarle. Sin embargo, tan pronto lo recordé se lo dije.

-Mira -aclaré mi garganta- esta silla que tienes en la mano es de mi mesa y es para una amiga. Deberías buscar y coger otra. -le dije tomando la silla con la intención de quitársela.

Él se dio cuenta de lo que iba hacer, por lo que la agarró con más fuerza.

-Coge otra tú.

Su comentario me indignó.

-Por favor, solo dámela. Entiende que mi amiga la consiguió primero. -traté de mantener la calma.

-Yo la necesito y no veo a tu amiga. Aparte aquí se viene a consumir y en tu caso no veo que lo hagas. Si quieres sentarte y descansar existen muchos otros lugares para hacerlo. Con tu permiso. -jaló con fuerza de la silla y me dio la espalda.

-Aun así no deberías coger cosas de otros sin permiso. -lo volví a detener.

-No veo que tenga tu nombre o en todo caso el de tu amiga. Igual deberías saber que no me importa.

- ¿No te importa? Ya veo. Entonces si alguien tomará algo que es tuyo podría basarse en tu misma lógica para robártelo y no tener que pedirte perdón, ¿verdad?

No me respondió y se fue llevando la silla con él. Terminó por colocarla en su mesa y se sentó en ella. Tenía otra al lado, por lo que supuse que era para alguien que él esperaba. Me quedé parada y vi a Rafaela venir.

- ¿Qué haces ahí? Vamos a sentarnos.

-Siéntate tú. Falta una silla y voy a conseguir una.

- ¿Falta una? -volteó a ver nuestra mesa y se dio cuenta- Ah, verdad. Bueno anda a conseguirla. Te espero -Rafaela tomo asiento y comenzó a revisar su celular.

-Eso haré -no dejaba de mirar fijamente a aquel chico.

Me acerqué hasta su mesa y la silla que estaba desocupada la tomé. Él se sorprendió, por lo que al ver su cara solo le dije:

-No te preocupes. Solo estoy aplicando tu misma lógica. Con tu permiso. -tomé la silla y salí de ahí con ella.

No creía que hubiera dicho y hecho eso, pero aún nerviosa caminé recto con la silla en mis manos. Estaba a punto de llegar a mi mesa, pero me tropecé con mi propio pie. Mi momento de diosa imponente se arruinó y volteé disimuladamente a ver si aquel chico me estaba viendo, pues sí lo estaba haciendo. Se había parado con la intención de seguirme, supuse que para volver a quitarme la silla, pero se detuvo al ver mi caída. Y aun sin haber mostrado su risa, por la forma que tomaron sus ojos y como estos se habían iluminado, puedo decir que se río de mí. Y yo en vez de pararme seguí tirada en el piso.

Rafaela se acercó con prisa y me dio su mano para levantarme. Yo la tomé, me levanté, volví a coger la silla algo adolorida y la coloqué en nuestra mesa. Finalmente tomé asiento.

El chico seguía parado. Parecía pensar en algo, pero simplemente se sentó en su silla al instante y no volvió a molestar.

- ¿Estas bien?

-Sí. Solo me duele un poco.

-Entonces me puedo reír -comenzó a hacerlo.

-No es gracioso. -dije tomando mi botella de agua.

-Es que ¿Cómo es posible caerse de esa forma? -continúo riéndose.

-Me tropecé y a cualquier le pasa.

-Claro que cualquiera se puede tropezar, pero existe algo que cuando tú lo haces es súper gracioso. SÚPER gracioso.

-Ya quiero ver que te pase.

-Mala -dijo tomando un sorbo más de su bebida.

Después de eso nos quedamos unos minutos conversando a la vez que descansábamos un poco más para volver a nuestra travesía. El chico siguió ahí, pero para entonces ya no estaba solo. Se encontraba acompañó de una señora que había llegado unos minutos después de mi pequeño incidente. A simple vista se notaba que aquella mujer era muy elegante, guapa y centrada.

Cuando Rafaela y yo estábamos yéndonos a otra parte pude sentir una vibra de amargura por parte del chico. Entonces me concentré en él, pues ciertamente causó una gran curiosidad en mí. Luego, nuestras miradas chocaron y tan rápido como me di cuenta desvié la mía. Sentía una presión sobre mí, por lo que pensé que él me seguía viendo. Volteé para comprobar si era cierto lo que pensaba y sí, lo era. Al darme cuenta por un instante quise volver a desviar mi mirada, pero decidí mantener mi mirada en él a modo de desafiarlo. Terminé por irme y dejar de verlo.

Después de eso Rafaela y yo fuimos a los juegos mecánicos y ganamos tantos premios que la emoción se apoderó de nosotras. Juego tras juego ganábamos y eso hizo que nos sintiéramos las reinas del mundo. Luego, un grupo de chicos desconocidos y de nuestra edad se acercaron a nosotras. Ellos también habían estado divirtiéndose y viendo nuestra racha ganadora, así que nos retaron a un juego de fuerza. Apostaron cosas que no querían al igual que nosotras, por lo que todo se basó en diversión para el resto. En mi caso, yo quería ganar así que empezamos.

El primer chico vino confiado, pero cuando lo derroté con facilidad se fue avergonzado. Me sentí mal por él, pero no debió confiarse. "El que ríe al último ríe mejor" esa fue la frase que debí aplicar, pero no lo hice.

El segundo se veía más fuerte, por lo que supe que la fuerza bruta no serviría de nada. Tuve que usar una estrategia. Primero debía cansarlo y cuando estaba distraído atacarlo. Un plan no seguro al 100%, pero con suerte funcionaría.

Después de un rato de forcejear con nuestras manos ambos estábamos cansados, pero él se distrajo al intentar acomodar su codo y yo aproveché ese descuido. Finalmente le gané.

Ya cansada supe que no le ganaría al tercero, por lo que les pedí un tiempo para descansar. Ellos aceptaron.

Estaba lista. Hacer ejercicio diario me había servido de mucho en ese momento. Es irónico, pero a pesar de tanto entrenamiento me cansaba al caminar y al hacer cualquier otro esfuerzo físico mi cansancio no era mucho. En fin, tenía buenos músculos y me sentía orgullosa de ello, tanto así que empecé a ponerme arrogante durante el juego. Por ello, me repetí varias veces de manera mental "No olvides tu humildad" "Esta es la última ronda".

El último chico se acercó y entrelazamos nuestras manos. Todo el resto comenzó con la cuenta regresiva y cuando dijeron 1 yo solo salí a atacar con la mayor de mis fuerzas. Le gané y aquel chico no pudo ocultar su sorpresa.

- ¡GANÉ!

- ¡GANASTE!

Rafaela y yo celebramos. Obtuvimos nuestros premios y nos despedimos de los chicos. Uno de ellos quiso obtener el número de Rafaela, pero ella rechazó su pedido. Finalmente nos fuimos llenas de bolsas con peluches y todo el resto de los premios. Paseamos por las tiendas buscando algo lindo para comprar como recuerdo. Yo luego pensé que teníamos suficiente con los premios.

Pronto Rafaela vio algo que sí llamó su atención. Eran unos aretes de osos de gomitas y al parecer le habían encantado. Me dio sus bolsas y pasé de ser su amiga con la que hacía compras a la chica que parecía perchero. Entró a la tienda y dentro de 5 minutos se encontró fuera de ella con su pequeño par de aretes puestos.

-Me quedan lindos, ¿no?

-Sí, se te ven muy bien.

-Toma -extendió su mano hacia mi- estos son para ti.

Mi cara se iluminó cuando vi su regalo.

- ¿En serio?

-Obvio. Tenemos que hacer juego. -se acercó a mí y me sostuvo del hombro- Póntelos.

Me los puse. Me gustaron más cuando vi el color púrpura que estos tenían.

-Me quedan lindos.

-Sí. Estos aretes representan nuestra amistad, así que no los pierdas -sonrió mientras me abrazaba.

-No los perderé -le devolví la sonrisa.

Después de ello paseamos 5 minutos más y decidimos llamar a su papá para que nos recogiera. Él llegó rápido, nos recogió y nos fuimos a nuestros hogares.

Al llegar cada una se despidió de la otra. También me despedí de sus padres y finalmente me dirigí a mi casa, la cual quedaba detrás de la de ella. Pequeña a comparación de la suya, pero aun así ambas eran acogedoras.

Mi mamá me esperaba en la puerta y cuando me vio me preguntó varias cosas sobre la salida de ese día. Yo le conté de todo, luego cenamos, me bañé y para concluir me fui a descansar. Empezaría un nuevo año escolar y tenía que estar lista.

La noche llegó y como siempre yo enamorada de la luna, que esa noche se posó justo al frente de mi ventana cuyas cortinas bailaban al ritmo del viento. Después de apreciar su belleza, por un largo tiempo, me quedé dormida.

Al amanecer el sol también se posó frente a mi ventana, así que su luz fue mi alarma. Su resplandor me contagió energía y sin dudarlo me metí a bañarme. Luego, salí y me coloqué mi uniforme.

-Buenos días, mamá. -le di un beso en la mejilla.

Mi mamá ya estaba lista para empezar su trabajo en la casa de los padres de Rafaela.

- ¿Temprano? Eso es bueno. Estas comenzando bien el año.

-Claro que sí ¡Voy a brillar como el sol! -dije entusiasmada.

-Me gustan tus ánimos, pero toma tu desayuno.

-Esta bien -le di un sorbo a mi juego de naranja- Tengo el presentimiento de que sucederán cosas buenas.

Mi mamá se acercó y me acarició la mejilla. Yo le sonreí.

-Hija, ¿por qué no te arreglas un poco?

No había entendido su pregunta y ella lo supo.

-Tú sabes. Un poco de maquillaje. Y también si soltarás tu cabello en vez de usar esa cola se te vería menos apretada.

- ¿Apretada?

-Tu cabecita se ve apretada.

-Es verdad, pero el colegio no nos deja ir con el cabello suelto y además si me lo suelto terminaré como la niña del aro.

- ¿Y cómo Rafaela si se maquilla y va con su cabello suelto al colegio?

-Ah -empecé a reír- digamos que tiene sus métodos para engañar a los profesores.

-Bueno, hija. Vuélvete hacer esa cola porque está bien apretada y siento que te disgusta. Arréglate un poquito más.

-Le pediré a Rafaela que me haga una cola más cómoda en el camino y sobre el maquillaje no creo porque no sé maquillarme.

- ¿No sabes o no te gusta?

-No sé. Tal vez si supiera me agradaría maquillarme. Sin embargo, tampoco está en mis prioridades. Primero debo sacar buenas notas para no sufrir.

- ¿Por qué sufrirías? Tus notas no son excelentes, pero tampoco están mal. No te sobre exijas. Recuerda que no todo es estudiar.

Mi mamá siempre me reconfortaba con sus palabras. Al final del día era ella quien siempre iluminaba mi camino.

-Me voy a hacer mi trabajo. Apúrate para que vallas junto a Rafaela.

-Igual siempre vamos juntas, pero por la hora creo que esta vez yo seré la primera en estar lista. -dije orgullosa.

El orgullo se me fue cuando fui a recogerla pensando que aún seguiría en su cuarto durmiendo, pero ya estaba más que lista esperándome en la entrada de su casa.

- ¡GUAU! ¡Te levantaste temprano! Estaba por ir a levantarte. -dijo Rafaela mientras le daba los últimos toques a su maquillaje.

"Yo estaba por ir a levantarte, pero la que me sorprendió fuiste tú." - pensé.

- ¿Tan temprano te levantaste? -pregunté sorprendida.

-Siempre me levanto temprano. No sé de qué te sorprendes -dijo mirándose en su espejo de mano mientras se arreglaba su cabello.

-Pero yo me levanté hoy a las 6 am, ¿Cómo es posible que te levantes a las…? -me interrumpió.

-A las 4:30 am -sonrió.

- ¡¿Qué?! ¿Y tus ojeras?

-Me dormí temprano también y de paso las cubro con un poco de maquillaje. No es la gran cosa.

-Ya veo. -dije aún sorprendida por su capacidad de despertar a tan tempranas horas.

-Bueno vámonos.

Yo asentí.

-Espera -Rafaela me detuvo- ¿Se ven naturales mis labios?

Yo los vi y le dije que sí, pero ella se quedó viéndome incluso después de responderle.

- ¿Cómo es posible tener los labios tan resecos? Debes tomar más agua. -luego buscó en su mochila y sacó un hidratante de labios- Pon labios de pato.

- ¿Piensas ponerme eso?

No me respondió y solo me aplicó el hidratante. No era la primera vez que usaba uno, pero este me gustó más que los que había probado antes.

-Me gusta. Tiene sabor a fresa.

-Sí. Toma lo vas a necesitar más que yo.

-Pero es tuyo…

-Ya te dije que lo vas a necesitar más que yo. Y no te olvides de tomar agua aún así no estés cansada o sudando.

-OK. Agua anotada a la lista de compras una vez que lleguemos al colegio.

-Entonces, ahora sí vamos. -me tomó del brazo.

Y así caminamos por aquel camino que ya conocíamos de memoria con nuestros brazos entrelazados uno con el otro. Mientras avanzábamos vimos como una familia llegaba a la casa que había estado en venta por 2 años. Al parecer se estaban mudando. Aquella casa quedaba a un par de cuadras de la de Rafaela. Cerca, pero no al lado.

Al seguir caminando nos dimos cuenta de que un chico con audífonos puestos estaba frente a nosotras y llevaba puesto el uniforme de nuestro colegio. Comenzamos a hablar de él al instante.

-Tiene puesto nuestro uniforme, ¿cierto? -preguntó Rafaela.

-Claro, ¿no ves que son los mismos colores y el mismo diseño?

-Tienes razón. Es raro, porque que yo sepa nunca he visto a alguien más de este vecindario ir a nuestro mismo colegio.

-Pues sí, pero supongo será hijo de las personas que se acaban de mudar. ¿Tú que piensas?

-Pienso que tienes razón. Supongo lo descubriremos en el futuro. O sea, cuando regresemos del colegio.

-No pienso perder mi tiempo siguiéndolo.

-No no. Vamos a seguirlo si es que coincide con nuestro camino. Si coincide quiere decir que vive por aquí y como es nuevo no queda de otra que aquella -Rafaela apuntó hacia la gran vivienda- sea su casa.

-Bueno.

Luego de eso conversamos un poco más sobre otras cosas. Durante todo el camino fuimos siempre detrás del chico.

Llegamos a la parada de autobuses y tomamos el bus que nos correspondía para llegar a nuestro colegio. Aquel chico había tomado el mismo autobús y bajó en el mismo lugar que nosotras, nuestro colegio, como lo teníamos previsto.

-Nunca te has preguntado, ¿por qué somos las únicas del vecindario que venimos a este colegio?

-No, la verdad no. Pero ahora si me da curiosidad. -me quedé pensando.

-Es decir, tú sabes que los que viven allí son de tener dinero y este colegio es el mejor. ¿Por qué no matricularían a sus hijos aquí?

-Sabes… creo que la respuesta es simple.

-Dímela entonces.

-La mayoría de los que viven ahí sus hijos ya son adultos y ni siquiera viven con sus padres, creo.

La cara de Rafaela se tornó de una expresión de confusión a una expresión de sorpresa.

- ¡Tienes toda la razón!

-Obvio -me sentí diva.

-Ahora la verdadera pregunta es, ¿por qué puras parejas casadas con hijos adultos viven ahí?

Su pregunta era más difícil de responder.

-Te lo dejo como tarea.

-Graciosa -botó una sonrisa.

Estábamos por entrar a nuestro colegio, pero no pude evitar ver como los guardias de este estaban botando a la fuerza a una señora viejita. Aquella señora que desde siempre se había sentado afueras del colegio, pues para ella era como un refugio. Todo esto lo sabía porque desde que la había conocido me dedicaba a conversar con ella para hacerle compañía. Su nombre era Moira y era una mujer interesante como sabia.

Como el ataque contra ella continuaba me acerqué rápidamente a ellos, apartándome bruscamente del brazo de Rafaela.

- ¿Qué les sucede? No debería ser necesario tratarla así -traté de alejar a los guardias de Moira.

-Señorita, no se meta -dijo uno de los guardias para después empujarme.

Caí en los brazos de Rafaela. Ella me dijo que no me entrometiera y me recomendó que me fuera para evitar problemas mayores.

- ¿Cómo quieres que me valla? -le pregunte indignada.

No esperé su respuesta y solo volví a donde esa mujer. Los estudiantes empezaron a juntarse al rededor de tan desagradable escenario.

- ¡Déjenla! -empecé a gritar al ver como la sujetaban fuertemente de sus frágiles brazos.

Cuando vi que lágrimas empezaron a salir de sus ojos mi ira aumentó a un nivel desconocido.

- ¡Dije que la dejaran! -y le metí un puñete en la cara a uno de los guardias.

Todo el mundo se quedó en silencio cuando vieron a aquel hombre tumbado en el piso y adolorido por el golpe.

Yo que al principio estaba enojada, luego tomé conciencia de lo que había hecho y empecé a ver a quienes se encontraban a mi alrededor con cierta vergüenza. Luego me di cuenta de que aquel chico del centro comercial estaba ahí y me pregunté el porqué de su presencia. A comparación del resto que estaban asombrados y eran muy notorios, él lucía tranquilo y solo poseía cierta sorpresa que noté por las expresiones de sus ojos. Y como la primera vez que lo había visto, llevaba puesta una mascarilla negra.

Luego, vi de reojo como una mano se aproximaba a mi rostro. Volteé y me di cuenta de que aquella mano era del otro guardia. Tenía la intención de pegarme y yo solo me quedé paralizada esperando el golpe, por ello cerré mis ojos muy asustada. Al no haber sentido nada pasado unos segundos, los suficientes para que aquel puño llegará a mi mejilla y me proporcionará un gran golpe, abrí los ojos.

Aquel chico estaba parado cerca mío. Había cogido la mano del guardia con intención de detener su ataque. Aquella mano se encontraba muy cerca de mi rostro. Literalmente unos centímetros más y hubiera sentido el golpe. Me quedé sorprendida por su reacción heroica.

Se mantuvo un silencio entre todos. Él miró de una forma despreciable al guardia y este lo miró con miedo. Se notaba que apretaba muy fuerte de la muñeca del guardia y además el hecho de que era más alto lo hizo ver más intimidante. Yo, por mi parte, por un instinto de seguridad me puse detrás de él, pues fue él quien había impedido que recibiera tremendo golpe.

- ¿Cómo te atreves a querer golpearla? -preguntó el chico sin intenciones de soltar su mano.

El guardia confundido respondió tartamudeando.

-Joven yo la iba a… empujar… nada más.

-Encima lo dices como si fuera poca cosa. -apretó aún más su muñeca.

El guardia se quejó de dolor, mientras el otro había comenzado a reponerse y los directivos llegaron de pocos a la escena central.

- ¿Qué sucede aquí? -preguntó el director.

Yo hablé inmediatamente.

-Los guardias estaban maltratando a esta mujer y tuve que defenderla.

-Este de acá quería supuestamente empujarla a ella, pero era claro que iba a golpearla.

El director sorprendido no supo que decir. Luego, el guardia que estaba siendo sostenido por el chico se apartó y empezó a quejarse.

-Escuche, señor director. Esta señorita malcriada le dio un puñete a mi compañero… -lo interrumpí.

-Porque me ganó la cólera de ver como maltrataban a esta mujer. Le pegué por eso.

-La violencia solo genera más violencia, señorita. -me dijo el director enojado.

Yo baje la mirada. El guardia continúo hablando.

-Y el otro me apretó con una fuerza bestial la muñeca- se subió las mangas para mostrar lar marcas que le había dejado el agarre- Mire lo roja que esta mi muñeca, señor director ¡¿Estos son los tipos de alumnos que tiene en su gran colegio ?!

- ¿Este es el tipo de porquería que tiene a su servicio? -el chico se dirigió al director.

Todo aquel que aún se había encontrado pendiente y atento a la escena se había sorprendido de aquel comentario. Vi a Rafaela haciéndome señas para que saliera de ahí y yo le respondí con otras señas que no me iría.

-Joven, no tiene porque insultar. -el director se dirigió al chico.

-Solo dije la verdad.

Al ver que la tensión aumentaba el director mandó a todos a sus clases. A todos a excepción del chico y yo.

Tuvimos que ir a su oficina, ya que al parecer recibiríamos un castigo.

"Excelente forma de empezar el año" -pensé- "Por lo menos había evitado que siguieran con los golpes hacia esa mujer."

El director nos llamó a los cuatro involucrados para atestiguar y frente a nosotros revisó las cámaras de seguridad. Si bien yo le pegué primero al guardia, el director entendió la causa. Aun así, tuve un castigo porque seguía siendo violencia. Luego, vieron el caso del chico y él en ningún momento le pegó al otro guardia. Solo había evitado que me golpearán y en el video se podía apreciar la intención del guardia, por lo que no recibió ningún castigo solo unas cuantas palabras por parte del director.

Después pedí que le permitieran a la señora quedarse.

-Alumna, esa señora le da un mal aspecto al colegio. Sé que como actuaron estos guardias no fue lo correcto, pero aún así debo retirarla. Lo siento.

-Director. Con todo respeto, pero desde que tengo memoria esa mujer ha estado sentada ahí y no ha causado ningún problema. ¿No cree usted que peor aspecto le da al colegio tener a este tipo de gente como trabajadores?

El director no supo que responder.

-Conozco la rutina de esa mujer y ella está ahí solo por la sombra. Cuando ya no la tenga se moverá a otra parte y tal vez vuelva, pero le repito que no veo el gran problema. Si en verdad esa mujer fuera uno, los padres no matricularían a sus hijos aquí. La razón por la que los padres matriculan a sus hijos aquí, en el mejor colegio del país, es por la educación de calidad y no por algo secundario como el "aspecto". Felizmente no todos piensan como usted y ustedes caballeros.

Luego de eso, a pedido del director, el chico y yo nos retiramos de la oficina para que este pudiera conversar a solas con los guardias.

Ya afuera solo me quedó la opción de tomar asiento y esperar.

-No pensé que fueras tan inteligente.

- ¿Perdón? -no lo había escuchado bien porque estaba más preocupada pensando en cómo terminarían las cosas para la señora.

-No pensé que fueras tan inteligente -repitió.

-No te entiendo.

-Cuando te tropezaste con tu propio pie fue tan gracioso y torpe de tu parte que verte ahora hablar de una forma tan… correcta y diciendo lo justo. No sé, pero me sorprende un poco.

-Solo dije lo que pensaba.

-Por eso, como piensas me sorprende.

-Bueno… -no estaba segura de que decir.

-Aunque más me sorprendió el puñetazo que le diste a ese tipo. Se ve que tienes una alma justiciera y mucha fuerza.

-Entreno cuando puedo. Me gusta hacer ejercicio.

-Ahora entiendo. Bueno, espero tu fuerza sea la suficiente para que así resistas y no te canses al limpiar todo tu salón tú sola.

-No es la gran cosa, así que sí resistiré.

Luego de esto nos quedamos en silencio y salieron enseguida los dos guardias de la oficina. Sus rostros mostraron arrepentimiento y enojo. Más adelante el director nos informó que habían sido despedidos, a pesar de ser recientemente contratados. Después, se disculpó con nosotros. Yo le respondí que debería disculparse con la mujer, porque fueron sus órdenes las que causaron el daño. El directo lo afirmó y prometió que iría a disculparse con la mujer personalmente más tarde. Luego, nos dio un par de indicaciones y eso parecía ser todo.

-Disculpe, señor director. Podría decirme mi número de aula, por favor.

-Claro. Eres nuevo, ¿verdad?

El chico asintió.

-Bueno déjame revisar las listas. ¿Ambos pertenecen al 5to año de secundaria?

-Sí -dijimos a la vez.

-Bueno, ¿Usted es…?

-Nicolás Romero

-Nicolás Romero perteneces al 5to año "A". Aula 502.

-Gracias.

- ¿Y usted?

-Ah, soy Dayana Reyes.

-Bueno, usted comparte la misma aula con el joven.

-Entendido, gracias.

-Vallan a sus clases. Cualquier cosa muestren el papel que les entregué para que justifiquen su tardanza y en su caso señorita para que de paso le den el castigo correspondiente. Éxitos en su primer día de clases y para el resto del año.

-Gracias -dijimos a la vez.

-Me olvidaba. Joven, esa mascarilla no esta permitida según el reglamento de vestimenta. Por favor, retíresela antes de entrar a clases. Eso es todo.

-Entiendo, director.

Nos retiramos de su oficina.

-Llévame, por favor. - me pidió Nicolás.

-Claro. El aula esta cerca.

Empezamos a bajar las escaleras y noté que él aún tenía la mascarilla puesta.

-Estamos por llegar, así que deberías quitarte ya la mascarilla.

-Me la quitaré cuando lleguemos.

- ¿Qué parte de que estamos cer…? -no terminé de decir lo que quería porque me tropecé al no ver bien por donde iba.

"Necesito mis lentes otra vez" -pensé

Me sentí aliviada cuando él me sostuvo de la cintura para evitar la caída. Fue tan imprevisto que también recurrí a sostenerme, pero de su camisa haciendo que casi caigamos los dos. Después de asegurarme de mí seguridad lo miré a los ojos y como las primeras veces que lo había visto su mirada fue penetrante, fría, profunda e irrazonablemente atractiva.

- ¿Estas bien? -me preguntó.

Asentí sonrojada.