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Chapter 1 - Capítulo 1

Un montón de voces se entremezclan entre sí. Un coro extraño de risas, halagos, conversaciones banales y, como no, burlas. ¿Cuántas de esas se dirigirán al pobre idiota sentado en rincón del salón? Ese pobre idiota mirando la ventana, escuchando tan solo los sonidos que hacen sus dedos al chocar contra la carpeta debido al aburrimiento, soy yo.

Un efecto extraño me ocurre siempre, el cual estoy seguro que a la gente como yo (no siendo eso precisamente un halago) le pasa. Cuando uno no tiene ninguna forma de distraerse, el mundo parece ir más lento, las clases parecen ser interminables, los compañeros no solo te parecen ahora molestos, sino que desearías que estén muertos, enterrados a dos mil metros bajo tierra lejos de ti, y los horarios escolares no parecen tan diferentes a la rutina de un preso. Sin embargo, cuando agarras un libro, es como si estos desaparecieran, como si la realidad del libro reemplazará la realidad existente. Mi libro favorito "La oveja negra", un libro de misterios, es el que siempre me transporta a otra realidad y es mi mejor amigo desde que inicié la secundaria, o eso al menos desde... desde... Mejor no recordarlo, hacerlo solo me provoca una extraña sensación de tristeza. Cuánto desearía no haberlo olvidado hoy día... Sin embargo, lo he leído tantas veces que creo recordar el inicio, como un creyente recuerda el padre nuestro. Pero a diferencia que a un creyente, ningún Dios me va a venir a ayudar.

Quito mi atención de la ventana, donde unas hermosas chicas con pantaloneta corrían juntas mientras conversaban, y veo al profesor de historia, que al parecer llegó de improviso (pues veo bastantes cosas confiscadas en su escritorio) e inicia, como de costumbre, a soltar su arsenal de mierda aburrida sobre cultura griega. "...En la era griega, hubo grandes filósofos como Aristóteles, Platón, etc. Pero lo más importante de esa época eran los dioses, Zeus, Poseidón y Hades; hijos de Cronos..."

Empecé a recordar los pocos crímenes que el libro ofrecía, los cuales estaban muy bien planteados; tanto así, que el escritor de la historia se negó a poner la solución en los capítulos correspondientes. Eso me fascinaba, todas las tardes de verano me quedaba en mi habitación tratando de resolver los misterios que rodeaban la historia, algunos eran bastante sencillos, otros me eran imposibles. Pese al gran desarrollo y fundamento del libro, no fue tan vendido y no sacaron uno nuevo. Yo, poseía uno de los últimos libros en buen estado; sin embargo, no podía considerarse un "coleccionable" ya que nunca fue popular.

Seguí apreciando la vista que se veía desde la ventana, las chicas habían terminado las clases y algunas me miraban con mal ojo; los chicos habían salido de la cancha de fútbol, y yo seguía encerrado en esta habitación con 23 personas más. ¿Mi vida no podría ser peor? Suspiré muy fuerte. Mi vida pasaba lentamente en esa habitación rectangular, con 25 carpetas, una mesa grande que pertenecía al profesor, una pizarra verde y un conjunto multicolor de tizas. Empecé a ver a mi alrededor, tratando de distraer a mi imaginación un poco, varios grupos habían sido formados en el aula, pero ninguno le prestaba ni la más mínima atención a la explicación. Volví a suspirar. "Señor Satou, ¿Podría responder a la pregunta?" ¿A qué se referirá este hombre? ¿Acaso cree que he estado atendiendo su clase? "Sinceramente, profesor, no tengo ni idea." El profesor volvió a mirarme con su cara de desaprobación, aunque ya era común que me viese de esa forma. Volvió a dar paso a su aburrida explicación aleatoria; me dediqué a mirar mi cuaderno de apuntes. Estaba vacío, excepto por ciertos rayones que había hecho. "Alumnos, presten atención. Voy a presentar a la nueva alumna, su nombre es Alice. Viene de la parte sur de América y estará con nosotros por el resto del año escolar." Genial, otro individuo más en esta aula. Se hicieron los saludos respectivos por el aclamado comité de bienvenida y de la presidenta del grado, quién también estaba en mi aula. Todos estaban hipnotizados por la nueva alumna, ¿Yo? Simplemente pasé de ella.

La chica nueva empezó a caminar en mi dirección, saludando a todos a su paso. Hasta que llegó a mí, el ser despreciable que se ocultaba en la esquina más oscura del aula. "Hola, mi nombre e-" "¿En serio crees necesario una presentación cuándo acaban de hacerla?" Terminé de decir estas palabras y miré de reojo al resto, todos estaban pasmados con mis palabras, murmullos por aquí, murmullos por allá. La chica se sentó a mi lado, estaba sonriente. Suspiré fuertemente. "Este va a ser un año de mierda." Dije para mis adentros.

La clase avanzaba lentamente, el reloj parecía estar jugando con mi cordura. En ciertas ocasiones, podía ver que le salía una cara y se reía a carcajadas de mí. Cada vez sentía mucho más lenta y pesada las clases, de lo que fuesen, los recesos se me hacían cortos y las clases eternas. Faltaban 5 minutos para poder ir al segundo receso del día, dónde la mayoría iba a almorzar y yo me encerraba en mi infinita angustia y desesperación por terminar esta terrible pesadilla, conocida como "Escuela". Finalmente, luego de unos largos 5 minutos, la campana sonó; hubo una enorme estampida que se dirigía a la carpeta de la chica nueva. Miles de cosas se escuchaban a la vez, mi estrés aumentaba a cada segundo, así que me levanté y me retiré del aula.

Caminé lentamente entre los pasillos, mirando al suelo. Escuchaba voces a mi alrededor, chicos y chicas hablando de miles de cosas; cosas que no eran de mi interés. Seguí caminando sin rumbo alguno, tratando de hacer tiempo para volver a mi tranquila soledad en la esquina del aula. Hasta que escuché una voz a lo lejos gritando mi nombre, una voz que no me era muy difícil de reconocer. "Hola Satou, ¿a dónde vás?" "Directo al infierno, ¿vienes?" La chica que me hablaba tan alegremente, se llamaba Aoi Shinikawa, siempre logra la forma de molestarme pese a que no sea su intención. "Veo que lo encontraste." "Sip, no fue tan difícil." "Así que este fue tu plan, Akiro." Akiro Funikuro, un sabelotodo con lentes que también me busca para tirar mi cordura por el abismo infinito. Los tres caminamos, Akiro y Aoi se la pasaban conversando de temas que ni siquiera comprendía, pero que tampoco me interesaban.

Este, era mi día a día en este maldito infierno, que duraba por más tiempo del que debería.