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Chapter 12 - CAPÍTULO DOCE ~Aedos~

En cuanto Tobías siente el tirón en el cuello de su camisa, aferra sus pies al piso, tan fuerte como su lastimado cuerpo se lo permite y trata de aflojar el agarre de su adversario para liberarse.

- ¡Detente! —Exige—

El salvador de Tobías ignora olímpicamente su reclamo y, mostrando que tan fuerte puede ser, afianza su agarre y arrastra muy fácilmente a Tobías hacia la imagen mostrada por su dispositivo. Siendo que se encontraba detrás, el chico observa incrédulo como el cuerpo del hombre frente a él va desapareciendo conforme se adentra en la imagen. Con un tirón de mayor fuerza, Tobías se ve engullido por la imagen y como en ocasiones anteriores, todo se siente como un simple parpadeo.

Al salir al otro lado, Tobías nota que el hombre lo ha soltado y que ahora se encontraba en lo alto de una colina con vista a un inmenso valle rocoso sumergido en un grueso manto de niebla. El cielo, si es que podía considerarse que existía, no era más que un oscuro manto negro, inmutable y sin vida, que se extendía hasta los confines donde la vista lograse llegar. En medio del valle, los ojos de Tobías dieron con algo escalofriantemente extraordinario: una enorme y deforme masa de tonos oscuros y destellos blancos y amarillos que se entretejían dentro del suelo y se expandían hasta rozar el extraño cielo. Para mayor desconcierto, aquel insólito panorama se hallaba distorsionado en múltiples zonas, dando la sensación de que lo que se observaba se hallaba detrás de una vitrina, vitrina que se había roto y por ende, mostraba un distorsionado horizonte.

- ¿En dónde demonios estamos? —Pregunta Tobías en un susurro aprensivo puesto que había aprendido que mientras más insólito el lugar, más peligroso podría resultar—

- Bienvenido a Aedos, o lo poco que dejó la Gran Guerra Divina de él. Vamos, date prisa. —Le apura el Desconocido—

<< ¿Aedos? ¿Gran Guerra Divina? ¿De qué habla? Simplemente… no puedo seguir el ritmo de esto. >> En ese momento, un terrible mareo toma el control de la ofuscada mente de Tobías. El chico, con pasos lentos y semblante enfermizo, sigue al Desconocido valle abajo y en el camino descubre que la razón por la que el valle parecía distorsionado en un principio, era a causa de unos extraños, enormes y deformes trozos de materia cristalina que invadían gran parte del valle.

- No te acerques mucho —Le advierte su rescatista— La Gran Guerra Divina fue tan brutal y devastadora que rompió el mismo espacio-tiempo y fraccionó todo Aedos en brechas dimensionales, esas cosas. —Explica señalando los grandes trozos cristalinos— Si las tocas, tu cuerpo se fraccionará igual que ellos y tú misma existencia se distorsionará.

En ese momento, la mente de Tobías deja de funcionar.

<< ¿Una guerra que destruye el espacio y el tiempo? Eso es lo más absurdo que he escuchado. Todo esto, no puede ser real… me niego… ¿Pero hace tan solo unos minutos atrás no iba a morir? De mi piel está brotando sangre, mi cuerpo entero siente dolor y es real… >>

Entre el vaivén de la danza de la discordia que se daba en su interior, el estrés que se había estado acumulando explota como dinamita. Tobías estaba a punto de entrar en una crisis nerviosa, negándose a aceptar que por muy inverosímil que parecía todo lo que había estado viendo y escuchando hasta ahora, era tan real como los desbocados latidos de su corazón. La sínica risa que brotó de su garganta antes de alegar a todo pulmón que había perdido la cabeza, hace saltar del susto al Desconocido quien, rompiendo toda distancia, toma a Tobías por los hombros y con una fuerte sacudida lo obliga a verlo directo a los ojos. La fría mirada de Tobías choca contra la cálida mirada del Desconocido y de alguna forma, es calidez logra tranquilizarlo y, al mismo tiempo, confirmar aquello que temía era verdad: Aquella persona era un ser humano totalmente real, con un alma real que se reflejaba en sus ojos y advertía que estaba vivo; lo que significaba que Aedos era real, la mencionada Gran Guerra Divina había sucedido y él… estaba muy lejos de casa.

- Yo… creo que me perdí y no sé cómo regresar a casa. Ni si quiera entiendo como llegué aquí en primer lugar. —Confiesa dejando que el miedo sea palpable en cada palabra— Es como una pesadilla de la cual no puedo despertar por más que lo intente.

El hombre deja libre a Tobías y suelta un suspiro, justo ahora estaba totalmente confundido y anonadado. << No tengo ninguna duda sobre este chico, él es un Receptor pero no parece estar al tanto de eso, ni siquiera parece capaz de comprender su poder ¿En qué clase de paraíso ha estado viviendo? >>

- Estás bastante herido chico y así no podrás ir a ninguna parte. Primero iremos a un lugar seguro, te curaremos todo eso y… luego te llevaré de regreso a tu casa.

La voz del Desconocido se había tornado suave y su mirada, amable. Tobías, con la adrenalina abandonando su cuerpo, el dolor de los golpes mostrando que tan duro podían morder y el incorregible hecho de que realmente no tenía a donde ir, no sabía dónde estaba y no tenía ni idea de cómo regresar, traga grueso y hace un movimiento afirmativo con su cabeza. Continuando la caminata valle adentro, pero todavía muy lejos de la gran masa oscura que gobernaba el lugar, Tobías es guiado hasta detrás de una pila de rocas. Allí escondido había otro trozo de materia cristalina, pero este se hallaba entero, sin rasguño alguno y con una medida aproximada de cuatro metros de largo por dos de ancho; bastante pequeño comparado a los demás.

- Este, si es seguro de tocar chico. Sígueme.

El Desconocido se acerca a la materia cristalina y Tobías, nervioso, trata de ver que hay más allá. El desconocido atraviesa el cristal y la superficie ondea como si fuera liquida antes de volver a su estado sólido. Entonces, Tobías queda solo en la penumbra y termina lanzando un rápido vistazo al lugar. Él creía que todo estaba en silencio, pero ahora sus oídos percibían un rumor apagado de algo muy grande que se desplazaba fuera de su vista acompañado de un repiqueteo metálico. Tobías se mantiene inmóvil, conteniendo la respiración, esperando descubrir que ocasionaba dicho sonido, más lo único que consigue descubrir es la poca paciencia de su salvador. Asomando la cabeza en Aedos, el Desconocido apremia a Tobías y este, sin dar más vueltas, se arma de valor y penetra despacio en el cristal; primero su brazo izquierdo, luego su pierna derecha, después el resto de su cuerpo y por último, su pierna izquierda. Apenas su pie izquierdo se separa del suelo, sobre el sitio aparece una colosal nave metálica de guerra hecha pedazos y pudriéndose en óxido, responsable directo del ruido que Tobías escuchó hace segundos. Era una fortuna que el destino evitara que el joven viera la nave, la tétrica realidad era que el estado en el que estaba sugería que había sido destruida brutalmente por una extraña fuerza que la retorció como un trozo de papel maché…

Muy, muy, muy, muy lejos de Aedos pero a tan solo un paso para ciertos hombres, una inmensa ciudadela blanquecina que se extendía tan alto en el cielo reposaba sobre las inmutables y oscuras aguas de un océano sin fin visible. Sobre la ciudadela, lastimándose su cuello para poder ver, Tobías nota un enorme cristal de variadas tonalidades azuladas, envuelto por un conjunto de anillos que giraban sobre su eje en diferentes direcciones; sea donde sea que estuvieran, lo que tenían enfrente era el único albergue de vida que se podía ver en ese paraje. Avanzando hasta el enorme umbral que daba acceso a la ciudadela, Tobías y el Desconocido son recibidos por cuatro guardias vestidos con pulcras armaduras negras de bordes rojizos.

- Sidón Olufsen. —Pronuncia uno de los guardias— Regresaste rápido.

- Nunca llegué a mi destino Orten —Aclara— Encontré a este chico en el sector diez-cuatro y lo rescaté del ataque de las fieras de cristal. Es de los nuestros y está herido, como puedes observar.

- Sidón… —Orten suspira— Sabes cómo es el procedimiento y…

- Orten, por favor. El chico tuvo un muy mal rato allá.

La mirada de Orten tiembla con duda y echándole un vistazo al estado físico de Tobías, decide ceder.

- Pasen pero, Sidón…

- Ya sé, ya sé. Soy responsable del chico y sus actos.

- Y que no se enteren los altos mandos de que está aquí. —Agrega Orten—

El Desconocido, al que ahora llamaremos por su nombre, da una palmada en el hombro del guardia como agradecimiento y cruza el umbral junto a Tobías, quien se sentía sumamente débil. Ambos entran entonces a una habitación circular cerrada con un tragaluz en el techo y antes de que Tobías haga algún cuestionamiento, con una suave vibración el piso bajo los pies de los dos se eleva y sube hasta el tragaluz.

- Bienvenido a La Última Fortaleza chico.

La gran Ciudadela, honrada con el nombre de La Última Fortaleza, estaba dividida en cuatro distritos conectados principalmente por el nivel en donde estaban ahora, cuatro enormes colinas de calles y construcciones que caminaban hasta el cielo: El Distrito Residencial, El Distrito Comercial, El Distrito de Ingeniería y, la barrera protectora de toda la Ciudadela, El Distrito de La Coalición. Sobre todos los distritos y justo debajo del Cristal de energía, podíamos encontrar el pilar central de La Última Fortaleza: La Sala del Consorcio.

Apartándose de la plataforma, Tobías se permite indagar con la vista en sus alrededores. Había muchas personas que iban y venían con tranquilidad, unos pocos de ellos llegaron a reparar en el aspecto lastimoso de Tobías.

- ¿Ahora a dónde?

- A mi casa. Te quedaras conmigo mientras te recuperas.

Sidón toma la delantera y marcha en dirección al Distrito Residencial, con pasos veloces según le parecía a Tobías; pero en realidad, Sidón mantenía un ritmo regular en sus pasos. Tobías no sentía nada más allá de la molestia de los golpes sufridos pero, intuía que algo no estaba bien con su cuerpo pues caminar le costaba cada vez más y sus piernas se estaban entumeciendo, su columna se sentía rígida y cada vertebra punzaba con dolor. Preocupado, el joven intenta llamar a Sidón pero de su garganta no sale más que un siseo apagado, ante esto, el joven trata desesperadamente de juntarse con su rescatista.

- Respóndeme algo chico —Pide Sidón, ignorante de lo que acontecía— ¿Cómo se llama el paraíso de dónde vienes?

Al no recibir respuesta, Sidón se voltea y se topa de frente con un pálido Tobías que no duda en desplomarse en sus brazos. En cuanto Sidón atrapa a Tobías nota un extraño bulto en su espalda. Alarmado, Sidón se apresura a levantar la desgarrada camisa de Tobías y encuentra en su espalda una lanza de cristal negro que cubría toda la espina dorsal y que empezaba a extenderse por la base de la cabeza.

Carajo. Creo que los altos mandos si se enteraran de que estas aquí chico.