El tiempo transcurre tan lento que parece una eternidad, al menos fue el caso de Nova. Se podían oír los ruidos de los niños afuera, los movimientos de las alas, los insectos...
Todos eran normales, no tuvieron que sufrir por perder algo muy preciado. Siempre sintió celos de los demás y parecería que nunca cambiaría. Se escuchaban unos pasos dirigiéndose a su cuarto, abrió la puerta y resultó ser su hermano.
-Buenos días cosita~.-siempre le encantaba llamarla en diminutivo.
-Uugh... -respondió Nova, no estaba de humor además, sus chistes la irritaban por la mañana.
-¿¿Quien te enseñó a responder así??
-El idiota que me está hablando~.
De pronto, su hermano se abalanzó hacia ella y empezó a despeinarle su cabello. Estaba jugando con ella. Su humor mejoró y siguió su juego.
-Bueno, ya está. Ahora ve a desayunar que todos te están esperando.-le dijo su hermano.
-Okeeey- dijo de buena manera.
Cruzaron el corredor para llegar al comedor, allí los esperaban. Hoy era un día especial, comenzaría la competición Escolar de vuelo. Los de sexto curso armarían también un festival para su despedida. Ella estaba en quinto, lamentablemente tenía que seguir soportando a sus compañeros de curso por un año más.
Nadie en la mesa lo comentó porque eso empeoraría el estado de ánimo de Nova. Ya conocían su condición mental y, no era el más estable digamos.
Anteriormente, ella era bastante burlona y con una personalidad no muy amigable. Sus compañeros, al ver su desgracia, atacaron sin dudarlo. Los chicos se burlaban de ella por su altanería y las chicas la aislaban por tener la atención de los chicos. Todos tenían sus razones por odiarla y no había nadie del vecindario que no conocía a la infame Nova.
No quería participar, estaba segura de que llamaría la atención. "¿Por que una lisiada participa en este evento?". Esas palabras tenían un cierta razón pero no del toda.
Ahí todos nacían con "alas", sus alas eran sus vidas, estaban orgullosos de ellas y no tenerlas sería una desgracia. Ella lamentablemente las perdió en un accidente.
Hay veces donde puede recordar su textura, suaves como el terciopelo y ligeras como el mismo aire. Tenía un tipo de alas como las palomas, blancas y bien cuidadas. Ahora sólo es una espalda con cicatrices de una pesadilla irremediable.
-Si no quieres ir, no vayas. No te van a obligar ha hacer algo que no quieres. -respondió su padre enojado con la escuela.
Su padre era el hermano del jefe, un arquitecto e ingeniero reconocido por 2 Estados. Por su querida hija construyó puentes en los interminablemente altos árboles donde vivían para que pudiese moverse sin sus alas.
Al final, no los utilizó pero había gente mayor o pequeños que si lo utilizaban y con los años se convirtió en un símbolo de la aldea.
-¡Eso, eso!- comentó su madre- ¿cómo se atreven a tratar así a mi hija?- su tono era de evidente disgusto. Su hermano asintió dándole la razón.
-Gracias, pero... estoy bien. Les daré la cara y ya no huiré... -dijo con gran determinación.
Todos estaban sorprendidos con su respuesta. Normalmente mostraría berrinches o llorando por lo injusta que es su situación. ¿El tiempo la volvió más madura?