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Chapter 3 - 3

Luissiana, al los 2 días, ya se encontraba en optimas condiciones. Volvía a ser la misma niña burlona y provocativa de siempre.

Y justo ahora, había pillado a Alan espiándola, para saber si ya se encontraba bien, motivo que Luissiana desconocía.

-Conque espiándome, ¿eh?-dijo mientras sonreía.

Alan solo la miró mal y se dio la vuelta con aire altanero.

-Estoy aquí porque mi padre me lo pidió, dijo que viniera a ver como estabas.-mintió.

Luissiana entrecerró los ojos, dudando.

-Hmm… Bien, como sea, ya me encuentro mejor. Daré un paseo con Niria (La criada encargada de cuidarla) por la ciudad.-dijo y se alejó unos pasos.

Alan tuvo esa chispa, ese pequeño impulso, pero lo reprimió rápidamente, y analizó la situación.

-¿A donde irás?, apenas acabas de mejorar.

Luissiana se volteó a verlo, analizando su rostro. Luego suspiró.

-Si quieres venir, puedes hacerlo, después de todo eres el príncipe.

Alan la miró extrañado. Ella acababa de leer sus intenciones, y eso le molestaba un poco, aunque también le sorprendía.

-Yo… No quiero ir.

-Mientes, se te nota desde el mástil de un barco pesquero al otro lado del reino.

-¿Mástil?-preguntó extrañado.

-Si, mástil, si quieres ver uno, mas te vale que te tragues tu orgullo y vengas, de lo contrario no verás nada y te arrepentirás.-habló mientras se alejaba.

Alan, rojo de vergüenza por el hecho de que hayan leído sus intenciones, la siguió exasperado , caminando rápidamente con los puños cerrados.

Niria vio algo dudosa al príncipe.

-Joven amo, ¿está usted seguro que el Rey le permitirá salir?

Alan asintió frenéticamente. Seguía aún molesto por lo sucedido anteriormente.

-Está bien, luego le diré que quería enseñarle algo maravilloso de la ciudad.-respondió Luissiana.

En parte era verdad, hasta Alan quería ver ese artefacto llamado mástil, que por lo que había leído, se hallaba en los barcos, justo como Luissiana había mencionado.

"¿Será que ella vivió aventuras como los protagonistas de mis libros?"pensó, mirándola con algo de celos.

Un carruaje los llevó hasta la capital. Niria los ayudó a bajar a ambos.

Luissiana se veía llena de energía, miraba hacia todos lados con esos ojos codiciosos.

En cambio Alan… Pues, el estaba algo asustado, había demasiada gente, cosa la cual no estaba acostumbrado aunque en el palacio hubieran muchos sirvientes.

El ruido, las risas de la gente, los grandes carruajes y caballos pasando por la calle adoquinada, todo le parecía aterradoramente nuevo, pero bastante interesante.

-¡Bien, primero vayamos a la Feria!-gritó Luissiana, sobre el ruido de los cascos de un carruaje que pasaba cerca.

-Señorita, no es de buena educación gritar.-la corrigió su sirvienta.

Luissiana se volteó a verla con cara de suficiencia.

-Aún soy una niña para seguir tantas reglas.

Niria titubeó pero terminó suspirando. Luissiana era un caso especial, especialmente problemático, pero entrañable.

Alan no se despegaba de la falda de Niria, esta lo notó y le sonrió.

-Joven amo, está bien, no hay nada de lo que deba preocuparse.

Lentamente, soltó la falda de la sirvienta, y miró a Luissiana, que le tendía la mano.

-¡Rápido!, ¡o se llevaran toda la comida!-dijo tomando la mano de Alan al ver que no reaccionaba.

Ella lo arrastró por la calle principal, Niria los seguía con paso audaz.

Desviándose de la calle principal, entraron en una llena de puestos, los pañuelos de colores colgando entre puesto y puesto creando un zigzag, el olor a madera fresca que los artesanos trabajaban, el delicioso aroma a pan recién horneado, y un sin fin de aromas y colores inundaron los sentidos de Alan.

A Luissiana le brillaban los ojos, respiraba por la nariz de forma agitada. Se volteó hacia Alan con una radiante sonrisa.

-¡Bienvenido a la capital!

Alan se sonrojó y frunció sus cejas.

Recorrieron la feria y comieron a montones, Alan ya tenía algo de sueño por la digestión, pero bien conocía y no se sorprendía de que el estómago de Luissiana fuera un pozo ciego y siguiera con mucha energía.

-Niria, vayamos al puerto.- dijo la niña.

La sirvienta asintió , y tomaron un atajo hasta el puerto, allí los recibió la deslumbrante luz del sol. Los desacostumbrados ojos de Alan se cerraron automáticamente ante tal brillo.

Puso una de sus manos tratando de cubrir un poco el sol, y allí los vió, a unos metros.

Eran barcos del reino y barcos pesqueros, los dos tipos eran hermoso por igual. Alan quedó pasmado.

-Realmente hermosos.-murmuró la sirvienta,

-¿Verdad que si?-respondió Luissiana.

-¿Que le parece, Joven amo?

Alan miró a Niria y luego volvió la vista hacia los barcos.

-Son impresionantes y hermosos, como los describen en mis libros.

Niria sonrió. Luego llevó a los niños a que los vieran de cerca.

Más tarde, Los niños regresaban exhaustos. Hasta Luissiana estaba agotada.