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Chapter 118 - Capítulo 10: La Máxima Carta del Triunfó (Parte 1)

Mes de Fuego Bajo (Mes 9), Día 4, 22:31

Arriba en lo alto de la capital real, un grupo de personas volaban como estrellas fugases cruzando el cielo nocturno. Dos de ellos eran lanzadores de magia sustentando un hechizo de vuelo, y los otros dos eran sus pasajeros.

Uno de estos últimos, era un hombre en una armadura completa de negro azabache que llevaba dos espadas enormes en la espalda, mientras que la otra era una belleza con cola de caballo. De más estaba decir que se trataba de Ainz y Narberal.

Esa mañana, ambos habían aceptado una misión del Gremio de Aventureros por una cantidad sin precedentes de dinero. El cliente era el Marqués Raeven. A simple vista, parecía que el Marqués deseaba contratar aventureros para incrementar la seguridad en sus dominios a raíz de los recientes disturbios, cuyas causas eran desconocidas.

Ainz sabía que ésa no era toda la historia, y que averiguaría más conforme progresara la misión.

Eso se debía a que querían erradicar al grupo conocido como los Ocho Dedos, y a que esperaban que Momon luchara a su lado, contra los miembros más poderosos del enemigo, los Seis Brazos.

Ainz no pudo encontrar ninguna razón para negarse a esta misión.

Normalmente, los aventureros tenían una estricta política de mantenerse al margen de las cuestiones nacionales. Para no ahuyentar a Ainz —o mejor dicho, al Guerrero Oscuro Momon— se habían tomado la molestia de preparar una misión adecuada que les sirviera de fachada, y pretendían atraerlo con una recompensa realmente suntuosa.

Luego de pensarlo un poco, Ainz aceptó la misión pretendiendo estar reacio, para no quedar como un burdo negociante. El detalle era que tenía que llegar a la capital con la mayor de las prisas.

En Yggdrasil, había portales que se podían usar para teletransportarse de ciudad a cuidad, pero en este nuevo mundo, no existían tales cosas. La teletransportación era un hechizo del 5to nivel, que ni Momon ni Nabe deberían de ser capaces de usar, y viajar por tierra a lomo de caballo les tomaría todo un día.

¿Qué deberían hacer, entonces? La respuesta fue provista por los lanzadores de magia del Marqués Raeven.

Ellos usaron hechizos de vuelo acelerado combinándolos con el hechizo «Tabla Flotante», y juntos llevaron a Ainz y a Narberal hacia la capital a grandes velocidades. ¿Cómo lograron esto? La respuesta era simple. Ainz y Narberal se habían sentado en la tabla flotante, que reducía su peso, así que cargarlos a ambos no reduciría su velocidad de forma apreciable. De esta manera, se habían dirigido directamente hacia la capital durante todo el día hasta este momento. Sin embargo, incluso con este truco, el tiempo era muy limitado, y ya se habían retrasado. Debido a esto, Ainz estaba ligeramente preocupado. Si llegaba y le decían que ya no lo necesitaban, ¿qué recompensa, si la hubiera, podría recolectar?

Aunque Ainz había sido atraído por la recompensa sin precedentes, era dudoso que el solicitante estuviera dispuesto a pagarle a alguien que no había hecho nada.

Ainz suspiró suavemente. Sonaba como si estuviera rezando, como un empleado con una mala evaluación de desempeño que se aferraba a las esperanzas de recibir algún tipo de bonificación.

Sin importar qué, él tenía que obtener esta recompensa. Ya había decidido cómo iba a gastarla.

Mientras todos estos pensamientos pasaban por su mente, Ainz vio la capital por primera vez desde el cielo nocturno. Lamentó no poder tomarse el tiempo para disfrutar la vista. La capital era oscura, y no parecía de ningún modo una bulliciosa cuidad. Aun así, era una experiencia fascinante para Ainz, cuyos ojos podían ver con claridad en la oscuridad.

Observando en silencio desde arriba, los ojos de Ainz divisaron algo interesante; una luz en la distancia.

Aunque al principio no parecía mucho, cuando vio las llamas negras elevándose, se dio cuenta de que era una situación de emergencia.

«¡Esperen! ¡Miren! ¡Hay un resplandor de un lanzamiento mágico, por allá!»

«Efectivamente… parece… algún tipo de magia…»

El lanzador de magia que siguió el dedo de Ainz no parecía pensar mucho sobre ello. Entre la oscuridad y la distancia, una persona normal tendría dificultades para distinguir el resplandor, mucho menos sería capaz de analizarlo.

«¿Qué sucede? ¿Este tipo de cosas son comunes en la capital? ¿O son fuegos artificiales para darme la bienvenida?»

El lanzador de magia no encontró divertido el chiste; la expresión en su cara era muy seria.

«Ése es uno de los ocho lugares que se suponía que atacaríamos…»

«Ya veo. Aunque pensé que habíamos llegado muy tarde, parece que trabajaremos un poco después de todo. »

«Entendido, nos dirigiremos hacia el lugar.»

«Detente. Parece que en el lugar está presente un lanzador de magia de un nivel bastante alto. Si te ves envuelto en esto, ¿no crees que podrías perder la vida?»

¿Qué se supone que debo hacer entonces? Ainz apartó la mirada de la expresión contrariada del lanzador de magia y se dirigió a Narberal.

«Nabe, usa Volar y llévame cerca al lugar. A mi señal, me arrojarás sobre ellos.»

«Entendido.»

♦ ♦ ♦

Mes de Fuego Bajo (Mes 9), Día 4, 22:33

Para Evileye, que se encontraba al borde de la vida y la muerte, la pregunta del guerrero oscuro parecía completamente ridícula. Sin embargo, inmediatamente cambió de parecer. Si pensaba sobre ello, ambos, ella y el demonio, debían parecer muy sospechosos. Después de todo, era una confrontación entre dos figuras enmascaradas y no era impensable que pudieran ser vistos como conspiradores luchando entre ellos.

Entonces, esperando que hubiera deducido correctamente la identidad del guerrero oscuro, Evileye gritó.

«¡Héroe Oscuro! ¡Soy Evileye de Rosa Azul, y te suplico como aventurero de rango adamantita! ¡Por favor, ayúdame!»

En el momento en que hizo su súplica, Evileye se percató de que había cometido un error.

Se trataba de la diferencia en fuerza de combate entre ella y el enemigo. Incluso con la ayuda del Guerrero Oscuro Momon, otro aventurero de rango adamantita, ¿qué podrían lograr? El demonio frente a Evileye era uno al que no tenía esperanzas de derrotar, incluso con su ayuda. Sería como pasar de un pedazo de papel a dos; de cualquier manera, ambos serían arrastrados por la enfurecida tormenta frente a ellos.

Si él aceptaba la petición de Evileye, ella sería directamente responsable de su muerte. Lo que debería de haber hecho es decirle que huyera, y que si fuera posible, que se lleve los cuerpos de sus camaradas con él.

Pero…

«… Entendido.»

El hombre se paró frente al demonio, ocultado a Evileye detrás de su espalda.

Evileye contuvo el aliento.

En el instante en que él estuvo frente a ella, Evileye lo confundió con un muro gigantesco y resistente, del tipo que defendería una ciudad. Una sensación de seguridad y alivio la inundó hasta las profundidades de su corazón.

Y el demonio que les hacía frente realmente agachó la cabeza, como si se tratara de un plebeyo ofreciéndole el debido respeto a un noble. Era imposible que fuera respeto, debía de estar burlándose de él. ¿Es que el demonio sólo estaba jugando?

«Vaya, vaya, qué honor nos haces esta noche. ¿Podría preguntar tu nombre? A mí se me conoce como Yaldabaoth.»

«¿Yaldabaoth?» Evileye oyó la sorpresa en la voz del hombre bajo el yelmo negro azabache, seguido de los murmullos «qué nombre tan extraño».

A ella no le parecía que fuera extraño. En realidad, Evileye no sabía qué pensar de él. Conocía mucho sobre las leyendas de demonios y otros seres infernales, pero casi nada sobre ese nombre.

«Yaldabaoth, ¿no? Entendido. Mi nombre es Momon, y como ella dijo, soy un aventurero de rango adamantita.»

Aunque se encontraba bañado por la presencia desmoralizante de Yaldabaoth, el guerrero oscuro Momon, continuaba como si no se hubiera percatado en absoluto.

«Así que eso es lo que está haciendo», pensó Evileye con satisfacción. Con el objetivo de hacer hablar a su oponente, Momon estaba haciendo uso de su férrea disciplina para evitaba revelar sus emociones. Estaba claro por qué era que el hombre llamado Momon era reconocido como un aventurero de primer nivel.

Evileye, avergonzada por la facilidad con que sus emociones se habían apoderado de ella, se movió hacia la sombra de la capa carmesí de Momon, para no distraer a los dos en su intercambio de palabras.

Aunque Momon parecía lo suficientemente dispuesto a darle una mano, Evileye tenía el presentimiento de que ella sólo le estorbaría.

Momon y Yaldabaoth no se molestaron con reconocer la presencia de Evileye. En el momento en que ella se movió, ambos comenzaron una batalla de intelectos, cada uno buscando los secretos del otro.

«Ah, ya veo. Entonces, ¿podría preguntar la razón por la que nos honras con tu presencia esta noche?»

«Es debido a una misión. Cierto noble nos contrató para defender sus propiedades… pero al pasar y ver esta batalla, pensé que se trataba de una emergencia y, naturalmente, intervine.»

Dicho noble era el Marqués Raeven, que había solicitado la presencia de aventureros de rango adamantita en la capital, haciendo caso omiso de los riesgos que implicaba el ir en contra de la norma tácita de los aventureros de no involucrarse en la política. Se podría decir que necesitaba desesperadamente de hombres para encargarse de los Ocho Dedos.

«¿Y cuál es tu objetivo?»

«Un poderoso objeto capaz de invocarnos a este plano, ha encontrado su camino hacia esta ciudad. Estamos aquí para recuperarlo, por supuesto.»

«¿Y si te lo entregara? ¿Eso no resolvería el problema?»

«Desafortunadamente, eso sería imposible. Lo único que puede haber entre nosotros es hostilidad.»

«¿Qué tipo de conclusión es ésa? Dem- Yaldabaoth, ¿es necesario que seamos enemigos?»

«Precisamente.»

Evileye inclinó la cabeza a un lado ante la escena irreal frente a ella. En lugar de una batalla de ingenios, simplemente intercambiaban información. ¿Cómo podía tener sentido algo como eso?

«Bueno, lo entiendo, en su mayor parte. En ese caso… serás derrotado en este lugar, ¿tienes alguna objeción?»

Momon extendió ambas manos a los lados, y los mandobles, que eran como una extensión de sus brazos, parecieron brillar.

«Eso… sería inconveniente. Espero me permitas oponer algo de resistencia.»

«Entonces, aquí voy.»

Avanzó… no, eso no lo describiría. Momon, que estaba frente a ella, había desaparecido. Estaba enfrascado en una intensa batalla cuerpo a cuerpo con Yaldabaoth.

Se había convertido en una lucha que Evileye no podía describir con palabras.

Las imágenes fantasmas de incontables espadas, detenidas y contestadas por las garras extendidas de Yaldabaoth.

«Increíble…»

Había muchas formas de elogiarlo, pero en este momento, Evileye, hipnotizada por la deslumbrante técnica frente a ella, sólo podía ofrecerle esa única palabra. Sobrepasaba los golpes de todos los espadachines de sus recuerdos. Parecía como si fuera a cortar la noche y la maldad de un solo golpe.

Ella se sentía como la princesa en las canciones de los bardos. Y el guerrero oscuro ante ella parecía un caballero venido a su rescate.

Una corriente eléctrica le subió por espalda de entre las piernas, y el menudo cuerpo de Evileye se estremeció.

Su corazón, que había estado detenido por más de 150 años, pareció latir rápidamente una vez más.

Colocando las manos en su pecho, se dio cuenta de que, por supuesto, nada se movía allí. Incluso así, se sintió bastante real para ella.

«…Por favor gana, Momon-sama.»

Evileye apretó las manos juntas en una ferviente oración, deseando que su caballero triunfara sobre el aterrador demonio frente a ella.

¡Woosh! Yaldabaoth fue arrojado a una buena distancia, con un sonido que no parecía que pudiera haber venido de un cuerpo de carne y hueso. Aunque permanecía de pie, seguía derrapando sobre el suelo empedrado a un ritmo que desgastaría las suelas de sus zapatos. Luego de varias decenas de metros, finalmente se detuvo, y se sacudió el polvo.

«Realmente espectacular. Intercambiar golpes con un genio guerrero como tú podría haber sido un error de mi parte.»

Con un gran golpazo, Momon enterró una espada profundamente entre las rocas bajo sus pies, y usó su mano libre para retirar un trozo de piedra de su cabeza, antes de responder sin rodeos.

«Basta de cortesías. Tú también estás ocultando tu poder, ¿no?»

Al oírlo, los ojos de Evileye se abrieron.

Parecía casi imposible de creer que ninguna de las dos partes lo estuviera dando todo a pesar de la magnitud de la batalla.

«¿Podría ser un Divino?»

Los descendientes de los seres conocidos como «Jugadores» eran personas que podrían despertar un poder increíble de su interior. En la Teocracia estas personas eran conocidas como semidioses. O, para ser más precisos, eran los que llevaban la sangre de los Seis Dioses en sus venas. Si tuvieran la sangre de otros, serían llamados de otra forma.

Parecía muy probable que Momon fuera del linaje de un «Jugador». O más bien, sería mejor decir que ningún humano podría poseer tal poder.

«Vaya, vaya, parece que no puedo ocultártelo después de todo. Dijiste Momon-sa… n, ¿no?»

«Así es, Yaldabaoth. Mi nombre es Momon.»

«Muy bien, entonces. Aquí voy. 「Múltiples Aspectos de Demonio: Alas de Tentáculos」.»

De la espalda de Yaldabaoth brotaron alas, pero las plumas que las cubrían eran anormalmente largas, evocando la apariencia de tentáculos. Yaldabaoth le habló tranquilo a Momon, que permanecía en guardia.

«Eres fuerte. No hay duda de que tu poder sobrepasa al mío. Aunque no me agrada, permíteme usar este método. Aunque tu defensa es formidable, ¿se podría decir lo mismo del insecto detrás de ti? ¿Qué harás entonces? Tal vez deberías concentrarte en defenderla, ¿no?»

Al terminar, lanzó una lluvia de plumas. Plumas cuyas puntas eran filosas como navajas y capaces de cortar fácilmente a través de músculo y hueso.

Evileye estaba indefensa frente a esta arremetida. No le quedaba más mana para lanzar su «Muro de Cristal». Todo lo que podía hacer era esperar un milagro.

Pero resultó que Evileye había estado subestimando al guerrero oscuro.

Cuando se oyó resonar el metal, Evileye miró hacia arriba, y vio a un fornido escudo de pie frente a ella.

Los restos destrozados de las plumas eran dispersados por todos lados. Aunque eran capaces de hacer pedazos a un ser humano, era una escena hermosa.

«Es bueno que estés bien.»

Era la voz serena de ese hombre. Su brazo, blandiendo su espada a velocidades increíbles. Su respiración era controlada y su tono era tranquilo, incluso mientras desviaba furiosamente las plumas que venían hacia ellos.

«Ah… ah… ¡Ah! ¡Su hombro! ¿Está bien?»

La hombrera de Momon tenía una pluma clavada en ella. Pero ya que había sido cortada a la mitad en pleno vuelo, había perdido su fuerza de penetración. Parecía una decoración de su armadura.

«No es nada. Los ataques de este nivel ni siquiera son dignos de tener en cuenta. Por el contrario, estoy contento de que estés bien.»

Rió.

Evileye sintió su corazón sacudiéndose con un badum. Su cara estaba caliente bajo su máscara, que se sentía como si fuera a quemarla.

«¡Maravilloso! Por defenderla sin dejar que sufra ni siquiera un rasguño, yo, Yaldabaoth, te ofrezco mis más sinceras felicitaciones. Realmente, fue una demostración magnífica.»

«Como dije, ya basta de cortesías. Dime, Yaldabaoth, ¿por qué te estás alejando?»

Con eso, Momon recogió a Evileye con un brazo y la trajo a su lado.

«!»

Ella sintió que su corazón inmóvil iba a escapársele por la boca. En su cabeza, las estúpidas historias de los estúpidos bardos continuaban atravesándole la mente, una y otra vez. Especialmente las historias en las que el caballero cargaba a la princesa mientras luchaba. Cualquier persona sensata se daría cuenta de que llevar una carga mientras se luchaba contra un enemigo poderoso no era más que una insensatez.

Pero…

(¡Bardos del mundo, perdónenme! Es verdad que un verdadero caballero lleva en sus brazos a la frágil doncella, luchando al mismo tiempo que la protege. ¡Uwah, qué estoy pensando! ¡Qué vergonzoso!)

«Pero esto es…»

La estaba cargando bajo su brazo como a un saco de patatas. Aunque, ésa realmente era la mejor manera de hacerlo. A comparación de una mujer adulta, Evileye era pequeña y ligera. Con el fin de mantener su centro de gravedad, era perfectamente lógico que Momon la cargara de esa manera.

Ella sabía que no tenía motivos para protestar, y su corazón seguía ardiendo de rabia al ver morir a sus compañeras. Sabía muy bien que no era el momento para tales tonterías. Pero aun así, no había forma de sofocar por completo el descontento al interior de su corazón.

Tal vez si ella misma lo hubiera abrazado, podría haberle hecho las cosas más fáciles a él. Pero ella no estaba segura de poder aferrarse por su cuenta si él decidía luchar a esas vertiginosas velocidades una vez más, así que se quedó callada.

Evileye observó una vez más cómo se desenvolvía la batalla entre Momon y Yaldabaoth. La distancia entre los dos se había incrementado más que antes, pero tanto para el guerrero de primera clase como para el demonio de clase superior, no parecía más que un paso extra.

«Entonces, ¿continuamos?»

«No, creo que eso será todo por ahora. Como dije antes, mi objetivo no es derrotarte. Ahora, rodearé parte de la ciudad con llamas. Si se presenta una intrusión, ten por seguro que usaré las llamas del purgatorio para enviarte al otro mundo.»

Al terminar, Yaldabaoth se dio la vuelta y se alejó. Sus movimientos no parecían tener prisa, pero en instantes la distancia que los separaba se incrementó, y desapareció en la noche.

«No. No, esto no es bueno, Momon-sama, si no lo perseguimos…»

Evileye empezaba a entrar en pánico mientras Yaldabaoth desaparecía de su vista, pero Momon agitó la cabeza.

«No puedo hacer eso. Se está retirando para llevar a cabo su plan. Si lo persiguiera, él lucharía con todo su poder. Y si hiciera eso…»

Momon no necesitaba terminar la frase para que Evileye lo entendiera.

(Si él lucha en serio, terminarás atrapada en sus ataques y morirás.) O algo así. Incluso si ella se quedaba, ese detestable demonio seguramente usaría ataques que golpearían a Evileye de todas maneras.

El hecho de que Momon la estaba defendido probaba que Evileye tenía valor como rehén.

Ella se odió a sí misma por no poder serle de ayuda a Momon, que estaba protegiéndola, y por el hecho de que no era más que una carga para él. Y pensar que le había dicho esas cosas tan pretensiosas a Climb.

«Bueno, Nabe. ¿Qué crees que deberíamos hacer?»

En respuesta, una mujer descendió lentamente del cielo. El equipo del Héroe Oscuro Momon incluía a una lanzadora de magia conocida como la Princesa Hermosa. En aquel entonces, Evileye se había burlado de la vanidad de ese sobrenombre, pero ahora, con la persona real frente a ella, se encontró a si misma conteniendo el aliento.

Era demasiado hermosa. Una extranjera… con esa apariencia, debía haber venido del sur. Evileye continuó mirándola, incapaz de apartar la vista.

«Momon-sa- san. ¿Por qué no nos dirigimos a la residencia del noble que nos contrató, como planeamos originalmente?»

«¿Deberíamos ignorar a Yaldabaoth? ¿No es ésa la única razón por la que estoy aquí?»

«Tal vez, pero de todas maneras deberíamos obtener el permiso del cliente. Eso parece ser lo más importante.»

«… Es verdad.»

«En vista de eso, sugiero que arroje a un lado a ese mosquito superdesarrollado. »

«¿Hm? Ah, perdóname, estaba preocupado de que pudieras ser golpeada por un ataque hace unos momentos.»

Momon bajó lentamente a Evileye hasta el suelo.

«No… por favor, no se preocupe por mí. Entendí sus intenciones a la perfección.»

Evileye hizo una profunda reverencia hacia Momon.

«Muchísimas gracias por toda su ayuda. Permítame presentarme. Soy Evileye, del grupo de aventureras de adamantita, Rosa Azul.»

«No es necesario ser tan formales, soy Momon, un aventurero de rango adamantita como tú. La lanzadora de magia es mi compañera, Nabe. Así que, ¿qué harás después de esto? ¿Esas dos con tus compañeras? Si necesitas que alguien las cargue por ti, no debería ser un problema.»

Apuntó hacia Gagaran y Tia.

«Estoy profundamente agradecida por tu oferta, pero no será necesario. Nuestras colegas deberían llegar pronto. Tal vez puedan lanzar el hechizo de resurrección aquí.»

«Hechizo de resurrección… ¿pueden usarlo?»

«Ah… ah, sí. Nuestra líder de equipo, Lakyus, puede traer a los muertos de vuelta a la vida.»

«Ya veo. Entonces… si pudiera preguntar, ¿desde qué tan lejos es posible lanzar un hechizo de resurrección?»

«¿A qué te refieres?»

«Es decir, digamos que quieren resucitar a estas dos. Asumiendo que lanzaran el hechizo en el Imperio, ¿en dónde resucitarían? ¿En el Imperio, o en el lugar en el que descansan sus cuerpos?»

¿Por qué? ¿Por qué estaba tan interesado en la magia de resurrección? Curiosidad, tal vez. Las personas capaces de usar magia divina del 5to nivel eran muy raras, así que no era inusual mostrar interés en el tema. O tal vez había muerto alguien importante para él. En ese caso, la respuesta de Evileye podría ser cruel. Ella sólo podía rezar para que ése no fuera el caso.

«No estoy muy segura sobre los detalles, pero oí que Lakyus necesita estar muy cerca para lanzar un hechizo de resurrección. Así que, en lo que se refiere a tu pregunta, Momon-sama, sería imposible lanzar un hechizo de resurrección desde el Imperio.»

«Mmm. Entonces, otra pregunta; después de la resurrección, ¿ellas dos serán capaces de luchar de inmediato?»

«Eso sería imposible,» respondió Evileye.

El hechizo que Lakyus usaba era magia del 5to nivel, «Levantar Muerto». La resurrección drenaría cantidades tremendas de fuerza vital. Sin excepción, los aventureros de rango hierro y menores serían reducidos a cenizas si era usado en ellos. No había ningún problema para revivir a los aventureros de rango adamantita, pero la resurrección les drenaría tanta energía vital que no serían capaces de moverse, y les tomaría un largo tiempo poder recuperarla.

Si lo que Yaldabaoth decía era cierto, ellos no sólo seguían estando en peligro, sino que habían perdido una gran cantidad de poder de pelea.

(… No, bajo estas condiciones, no hay nadie que pueda luchar contra Yaldabaoth además de este gran hombre frente a mí. Resucitarlas a las dos no serviría de nada para cambiar las circunstancias. Lo más prudente sería dejar que se concentren en recuperarse después de su resurrección. )

«Ya veo… Creo que ahora empiezo a entenderlo. Si fuera posible, creo que me gustaría conocer a Lady Lakyus. ¿Sería posible que la pueda esperar aquí contigo?»

«¡Qué! ¡¿P-p-p-por qué deseas ver a Lakyus?!»

Antes de poder recobrar la compostura, las palabras de Evileye ya habían dejado su boca. Ella misma no entendía la razón. En el instante en que oyó a Momon diciendo que quería ver a Lakyus, su corazón se llenó de resentimiento. Incluso ella se sorprendió, y su exabrupto lo alarmó a él también.

Debajo de su máscara, su rostro comenzó a enrojecerse por la vergüenza, y estaba agradecida de que el manto cubriera las puntas de sus orejas que también comenzaban a tornarse rojas.

«Yo… yo esperaba preguntarle sobre la magia de resurrección, y también quería conocer a la líder de Rosa Azul, que son colegas aventureras del mismo rango que el mío, y que además tienen más experiencia. Eso, y Yaldabaoth podría haberse ido, pero no hay garantía de que no regresará. ¿Eso es tan desagradable?»

«N-no, nada de eso… ah, lo siento, te grité.»

El resentimiento en su pecho se esfumó en el momento en que oyó el nombre de Yaldabaoth; ella sabía que no debían bajar la guardia ante él.

(Pensando con calma sobre lo que se ha dicho ya… debería haber visto venir esto. En cuanto a estar pendiente del regreso de Yaldabaoth… ¿Implica eso que quiere protegerme? Fufu…)

«Entonces, mientras esperamos, ¿te importaría si pregunto sobre lo que sucedió aquí?»

«Antes de eso, necesito encargarme de los cuerpos de mis camaradas. No puedo simplemente dejarlas allí. No es ningún problema moverlas, ¿cierto?»

Por supuesto que no había ningún problema. Con eso, Evileye fue hacia los cuerpos.

Ella pensaba que estarían quemadas hasta ser irreconocibles, pero parecía que las llamas del demonio sólo habían quemado sus almas en lugar de su carne. Los cadáveres estaban inmaculados. Luego de cerrarles los ojos y de cruzar sus manos sobre sus pechos, Evileye sacó una «Mortaja de Dormir» de su bolsa, y comenzó a envolver a Tia con ella.

«¿Qué es eso?»

«Es un objeto mágico que detiene la descomposición y el rigor mortis de un cuerpo al ser envuelto alrededor del mismo. Es muy útil para aquellos que usan hechizos de resurrección.»

Mientras esto sucedía, Momon se dio cuenta de que durante la respuesta de Evileye, ella estaba teniendo problemas para envolver el voluminoso cuerpo de Gagaran, así que decidió darle una mano levantando su cuerpo con la increíble fuerza de sus brazos. Cuando los cuerpos estuvieron envueltos, Evileye juntó solemnemente las palmas de sus manos, orando por las almas de los muertos y por que Lakyus las reviva.

«Gracias por tu ayuda.»

«No fue nada. Como estaba preguntando antes, ¿podrías decirme qué fue exactamente lo que sucedió?»

Evileye asintió con la cabeza, y comenzó a relatar los eventos que habían acontecido. Lo que sabía, lo que planeaban hacer, y la historia de su encuentro con la sirvienta insecto y la batalla en la que Yaldabaoth hizo su entrada.

Mientras hablaba de cómo estuvo a punto de acabar con la sirvienta insecto, un cambio se produjo en Momon y en Nabe, que hasta ahora habían estado escuchando su historia en silencio.

«Entonces, ¿la mataste?»

Sus palabras eran neutrales, pero la furia detrás de ellas era evidente.

Evileye se inquietó. ¿Por qué se molestaría sobre el asunto de intentar matar a la sirvienta de Yaldabaoth? Pero decidió terminar de contar la historia.

«No, no la matamos. Yaldabaoth apareció antes de que pudiéramos hacerlo.»

«… ¿Es así? Ya veo, ya veo.»

La furia desapareció, y Evileye se preguntó si es que había estado molesto en primer lugar. Sin embargo, aunque los duros ojos de la silenciosa Nabe seguían llenos de rabia hirviente, era difícil saber si ella despreciaba a todos de esa manera.

Momon tosió, y preguntó, «Entonces… si no hubieran intentado matar a la sirvienta insecto, ¿crees que Yaldabaoth las habría atacado?»

Evileye se percató de inmediato del porqué de la ira de Momon. La sirvienta insecto había sido una parte neutral, y por lo que ella sabía, el que las otras dos la atacaran podría haber desencadenado los eventos actuales.

Era natural que los aventureros evitaran las batallas innecesarias. Si un grupo de aventureros de primer nivel no sabía esto, sería una vergüenza para los aventureros de rango adamantita, e incluso para Momon mismo. Ésa debía ser la razón por la que estaba molesto. Aun así, Evileye no podía estar del todo de acuerdo con ese razonamiento.

«Yaldabaoth dijo que convertiría la capital en un infierno. Es imposible que una sirvienta que sigue a alguien así pueda ser una persona normal. Creo que la decisión de luchar que tomaron mis colegas fue la forma correcta de actuar.»

Eso era algo sobre lo que no podía ceder. La sirvienta había sido más fuerte que Gagaran y Tia. Sabiendo esto, ellas habían luchado de todos modos; debía haber una razón para eso. Ella tenía que creer que sus camaradas habían tenido una buena razón para hacer lo que hicieron.

La defensiva Evileye y el silencioso Momon se miraron el uno al otro, como viendo a través de la máscara y el yelmo. Aunque ninguno podía ver el rostro del otro, Evileye estaba segura de estar mirando a Momon a los ojos.

Al final, fue Momon el primero en ceder.

«Mm. Ah. Ya veo. Tienes razón. Me disculpo.»

Agachó la cabeza ante ella. Esto conmocionó a Evileye. Aunque la confianza que sentía en sus camaradas era firme, no podía hacer que su salvador se humillara de esa manera.

«¡Ah! ¡Por favor, levanta la cabeza! Una persona tan maravillosa como tú debería… ¿Ueeeeee?»

Luego de darse cuenta de lo que acababa de decir, Evileye dejó escapar un grito patético.

Aunque era verdad que Momon era un individuo sobresaliente, cuando si pensaba en ello, usar la palabra «maravilloso» para describirlo era…

Evileye gritó en su corazón.

(¡Aaaaah! ¡No puedo evitarlo, él es demasiado genial! ¿Está mal que vuelva a sentirme como una niña por primera vez en cientos de años? Después de todo, él es un guerrero poderoso y más fuerte que yo…)

Por la forma en que Evileye miraba a Momon, como una colegiala enamorada, si él se sentía avergonzado y se lo decía, eso significaba que ella seguía teniendo una oportunidad. Si no, sus oportunidades serían minúsculas.

El cuerpo de Evileye había dejado de desarrollarse a la edad de doce años. Como tal, ella no contaba con ninguno de los atributos que los hombres desearían ver. Ya sea para inducir el fuego del deseo en los demás, o para satisfacer dicho deseo, para ella habría sido muy difícil. Por supuesto, cierto grupo de hombres se habrían sentido muy atraídos hacía ella, pero eran una minoría. Con una belleza como Nabe cerca, sus oportunidades parecían incluso más escasas.

Cuando Evileye reunió el coraje para mirarlo, se dio cuenta de que por el contrario, tanto Momon como Nabe estaban viendo el cielo nocturno.

Al principio no sabía qué era lo que miraban, pero cuando recordó la manera en la que se había lamentado hace un momento, lo entendió. Los dos habían tomado su grito como una advertencia.

(¡No, no es eso!)

Sin nada qué decir, sus sentimientos la llevaron al borde de las lágrimas.

«… ¿Tal vez te equivocaste? No hay nada allí,» dijo Momon mientras examinaba el cielo alrededor.

«U-un error, fue un error. En verdad lo siento.»

«Ah, no te preocupes. Es mejor estar equivocado que ser emboscado. »

Nabe envainó su espada en su espalda, mientras Momon le respondía a Evileye con una espada en la mano.

Su gentileza dejó sin palabras a Evileye. En ese instante, algo se encendió en una esquina de su visión. El color no era el blanco puro de la magia, sino un rojo malévolo, el color de una hoguera ardiente.

«Momon-san, miré allá.»

Cuando Nabe dijo esto, los dos se voltearon para mirar el resplandor carmesí. Los ojos de Evileye se abrieron bajo su máscara, ya que ella sabía quién había provocado el fuego.

«¿Qué? Eso es…»

Las llamas carmesí escupían lenguas de fuego hacia lo alto, como si su objetivo fuese hacer arder los cielos. Fácilmente superaba los treinta metros de altura, y ella encontraba difícil de imaginar que tan largo era; varios cientos de metros, tal vez más.

El muro de llamas se mecía como un velo, y parecía que envolvía la ciudad como un cinturón.

Evileye, que había quedado completamente conmocionada por la escena, oyó una débil voz masculina en su oído.

«… ¿Llamas de Gehena?»

Como si su cuello tuviera un resorte, Evileye giró la cabeza a un lado para mirar a Momon.

«E, eso, qué, ¿qué es eso? Momon-sama, ¿sabes qué es esa enorme muralla de fuego?»

Los hombros de Momon temblaron ligeramente mientras respondía, con una inusitada falta de confianza.

«¿Eh? Ah… no, no, no estoy muy seguro de eso. ¿Podría decírtelo luego de confirmar los detalles?»

«Está… Está bien…»

«Necesito discutir algo con Nabe, por favor discúlpanos.»

«Eh, ¿no puedo estar presente también?»

«Ah, no, es algo personal. Por favor, discúlpanos.»

Era algo tan básico que Evileye se sintió avergonzada por haberlo preguntado siquiera. Sus ojos errantes se detuvieron en la mujer conocida como la Princesa Hermosa.

Había una sonrisa triunfante en su rostro.

Evileye podría estar equivocada, pero por otra parte, podría no estarlo. Era natural que una mujer se sintiera superior a todas las demás cuando era objeto de la atención especial de un gran hombre.

Evileye fue incapaz de contener la extraña sensación hirviendo en su interior. Era una rabia que ella misma encontraba desagradable; las llamas de los celos.

(No sólo es fuerte, también sabe cosas que ni siquiera yo conozco… Nunca volveré a encontrar a un hombre como él.)

Las mujeres humanas se sentían naturalmente atraídas por los fuertes. Verse amenazadas por una poderosa fuerza externa, activaba su instinto natural de unirse a un hombre fuerte y de traer a sus hijos al mundo, recibiendo protección para ella y su descendencia. Por supuesto, no todas las mujeres escogerían a un hombre de esta manera. La personalidad, su apariencia, y muchos otros factores podían conducir al amor. Aun así, había una inclinación muy grande para buscar la fuerza en la pareja.

Evileye despreciaba a ese tipo de mujeres.

(Es tonto querer ser protegida debido a que eres débil. En lugar de eso, todo lo que necesitas es volverte fuerte, y ya no requerirás de nadie que te proteja. Así debería ser.)

Pero si dejaba ir a un hombre como éste, ¿llegaría a conocer algún día a alguien que pudiera satisfacerla tan plenamente como él podía?

Evileye no envejecería, pero Momon seguramente se haría viejo y moriría antes que ella. Y sin importar cuánto lo intentara, Evileye nunca sería capaz de concebir hijos para él. Décadas más tarde, estaría sola de nuevo. Sin embargo, ella pensó que podría ser bueno vivir como mujer por una vez en su vida.

(Otra mujer puede dar a luz al niño. Lo más importante es el amor. Desde luego que no le reprocharé una amante o dos.)

«Entonces, por favor espera aquí por un momento. Me disculpo por… ¿Evileye-san?»

«¿Hm? Ahh, lo siento. Yo misma estaba pensando en algo, cosas a discutir con mi equipo. Esperaré aquí, entonces.»

A decir verdad, ella no quería alejarse de él. Pero tampoco quería estar cerca de la hermosa mujer ante la que había admitido sinceramente su derrota.

Por supuesto, no podía decir tal cosa.

Nadie quería a una mujer que fuera demasiado pegajosa. Los hombres eran criaturas que anhelaban la libertad mientras más intentaras retenerlos.

Evileye recordó las historias que había oído en la taberna. En ese entonces se había burlado de ello porque pensaba que no tenía nada que ver con ella.

(Qué desperdicio. Incluso esas trivialidades tenían sus usos. Debí de haber prestado mayor atención… ¿pero ahora será muy tarde para comenzar? ¿Tendré tiempo para aprender a cómo ser una mujer?)

Mientras observaba alejarse a las figuras de los dos aventureros, la cabeza de Evileye comenzó a llenarse de pensamientos descabellados.

Ella sabía que no era el momento para fantasías, pero también sabía muy poco sobre lo que estaba sucediendo, ni qué decir sobre cómo debía proceder, por lo que no haría nada. Incluso así, Evileye participaría en una batalla en la que podría perder la vida. En ese caso, bien podría suspirar y examinar otro asunto con seriedad para evitar terminar desalentándose.

(… ¿Debería arriesgarme por un hecho consumado?)

No estaba claro cuán lejos podría llegar con eso, ya que su cuerpo no podía concebir niños, pero seguía siendo una opción digna de consideración.

«… Ahh. Derrotar a Yaldabaoth y labrar un futuro…»

Las llamas rugieron en el corazón de Evileye, como declarándole la guerra a Yaldabaoth al interior de la muralla de fuego.

(El único que puede derrotarte es Momon-sama. Entonces, yo me desharé de la basura alrededor tuyo. Esta vez mataré a esa sirvienta si se presenta. ¡Alguna vez fui el ser maldito conocido como Landfall*! ¡No me menosprecies, Yaldabaoth!)

(*Landfall básicamente significa Caída de Naciones. En la versión de Yen Press lo tradujeron más literalmente como Destructora de Naciones, es decir, Nation Destroyer.)

♦ ♦ ♦

«No creo que pueda oírnos aquí.»

«Sería ser muy difícil que pudiera espiarnos desde tan lejos.»

«Incluso así, deberíamos estar preparados.»

Ainz activó un objeto de pago. Tenía el poder de prevenir que los oyeran a escondidas, pero sintió que era un desperdicio ya que era un objeto de un solo uso. Sin embargo, no tenía otra alternativa.

«Entonces, Nabe, creo que he logrado vislumbrar el plan de Demiurgo en su mayor parte. Sin embargo, mientras más compleja es una maquinaria, mayor es la facilidad con la que se descompone. Lo mismo es aplicable a las intrigas. Debemos evitar actuar como si hubiéramos ganado y confirmar los hechos incluso aunque parezcamos tener la ventaja. ¿Lo entiendes?»

«Ya veo… no esperaría nada menos de nuestro amo y señor; un ser incomparable.»

Los elogios de Narberal le venían de lo profundo de su corazón, y Ainz lo reconoció con un majestuoso movimiento de cabeza. Era como si le estuviera diciendo que todo estaba yendo de acuerdo al plan.

Eso no era así.

Él sentía como si fuera a ahogarse en un lago que estaba siendo formado por su inexistente sudor frío.

Ni siquiera podía comprender el significado detrás del plan de Demiurgo. Ainz únicamente había entrado en batalla con la tonta noción de demostrar sus habilidades de lucha en una elegante exhibición en la capital.

La sorpresa al enterarse de que su oponente era Demiurgo casi había acabado por completo con su compostura. Lo único que lo había mantenido calmado era la anulación emocional que todos los no-muertos poseían.

Después de escuchar las órdenes pensó que lucharía contra los Ocho dedos, pero luego se enteró que combatiría junto a aventureros de rango adamantita. Debido a que ya no tenía la más mínima idea de lo que estaba sucediendo, Ainz casi había desistido de pensar las cosas.

Hablar sin pensar bajo estas condiciones sonaría completamente extraño. Ainz sabía que era extremadamente peligroso pretender entender algo cuando en realidad no se sabía. Tal vez habría sido más prudente revelar su falta de conocimiento, pero bajo las circunstancias actuales, era poco aconsejable. Un Ser Supremo digno de lealtad tendría que demostrar una cantidad adecuada de conocimientos previos.

Si un superior, especialmente del nivel de un Director Ejecutivo, demostraba ser demasiado incompetente, sus subordinados perderían la confianza en él.

Por lo tanto, había tenido que devanarse frenéticamente los sesos inexistentes para elaborar esa frase doctrinal que acababa de soltarle a Narberal.

Tal vez ella era demasiado honesta, o las palabras que le había dicho habían sido inesperadamente significativas, pero sus ojos estaban llenos de respeto. Como tal, Ainz le hizo un pedido bajo el pretexto de darle una orden:

«Mmm. Entonces, para asegurar el éxito de la operación de Demiurgo, ponte en contacto con él. No lo haré yo personalmente porque esa mujer podría seguir vigilándonos y en este momento no puedo usar magia. Ahh… esa Evileye no ha bajado la guardia ni por un instante. No tengo pruebas, pero estoy seguro de que ya sospecha de mí.»

«¿Cómo puede ser? No he notado nada así. Tal vez haya otra razón para que lo esté mirando tan de cerca.»

Ainz miró de reojo a Narberal.

«Ésa tiene que ser la razón. Entiendo más o menos cómo piensa esa mujer. Creo que fue un error fatal haber revelado mi ira cuando hablábamos de Entoma. ¿Tal vez simplemente debí haberla matado en ese momento?»

No hubo respuesta.

La ira de Ainz había estallado cuando oyó que casi habían matado a Entoma. Aunque había sido suprimida en un instante como todas sus emociones intensas, en aquel momento en el que se había llenado de rabia asesina, había sido un milagro que no hubiera usado su espada para cortarle la cabeza a Evileye de inmediato.

Había logrado contener su sed de sangre y no había actuado llevado por la cólera porque antes de eso, había concluido que matar a Evileye habría sido contraproducente. Finalmente había encontrado un contacto hacia alguien que podía usar magia de resurrección. La posición en la que estaban era beneficiosa. Arruinar esto sería una pérdida muy grande.

(Tal vez he madurado un poco y aprendí a controlarme.)

Si no hubiera sido por el lavado de cerebro de Shalltear, es posible que hubiera ignorado los beneficios potenciales para Nazarick y hubiera matado a Evileye. La Gran Tumba Subterránea de Nazarick y los NPCs creados por sus antiguos amigos eran tesoros que Ainz deseaba proteger. No perdonaría a nadie que intentara hacerles daño, pero también tenía que tomar en cuenta qué era lo más importante y qué decisiones debía tomar para lograrlo. Eso se llamaba madurez.

Ainz reflexionó que sus habilidades se habían incrementado por toda la experiencia que había acumulado, incluso se aseguraba de llevar su cara ilusoria debajo de su yelmo, que sonrió para sí mismo.

A este ritmo, no había duda de que lograría convertirse en un verdadero gobernante para la Gran Tumba Subterránea de Nazarick. O mejor dicho, esperaba poder alcanzar ese nivel.

(Antes de eso, tengo que evitar decepcionarlos o sufrir grandes tropiezos… será muy duro para mí…)

«¿Entonces es así? Como era de esperar de Ainz-sama, ha logrado averiguar las verdaderas intenciones de esa mujer. Tal visión sólo podría pertenecerle a alguien destinado al trono.»

«Basta de cumplidos, Narberal. Más exactamente, fue mi error lo que dio origen a sus sospechas.»

Ainz le quitó importancia a Narberal con un gesto de la mano que ocultaba su vergüenza. Luego, con voz férrea, le dio una orden.

«Ve, Narberal. Descubre todos los detalles del plan y luego infórmamelo. Además, reporta que si esto continúa, tendremos que participar en la resolución de los eventos provocados por Yaldabaoth.»

Narberal hizo una reverencia y usó un hechizo.

Ainz se regocijó en su corazón. No había tenido que mentirle a Narberal. Su estado actual de Guerrero Perfecto significaba que no podía usar magia. Por lo tanto, era lógico que usara a Narberal para intercambiar mensajes con Demiurgo. Sin embargo, había otra razón, una que no podía decir en voz alta.

Con el objetivo de pretender mejor que había descifrado el plan de Demiurgo, y no dejarle sospechar nada, tenía que reducir al mínimo el contacto con él.

Si asignaba a Narberal para que lo haga en su lugar, sería como jugar al juego del teléfono, y parte de la información podría terminar distorsionada. Sin embargo, él prefería hacer esa apuesta antes que arriesgarse a dañar su imagen como el gobernante supremo de la Gran Tumba Subterránea de Nazarick.

Ainz regresó lentamente de vuelta hacia Evileye.

Ya que Narberal estaba hablando con Demiurgo, era él quien se encargaría de llamar su atención.

«Ahhh… estaría bien si pudiéramos acabar con esto de alguna manera. Hablando de ello, es una niña con semejante poder… me pregunto cómo se ve su rostro bajo la máscara…»