Chapter 73 - 72

La tensión en los pasillos de la prisión seguía en aumento mientras la banda de Luigi Scarletta luchaba por mantenerse en pie tras los devastadores ataques de Yokozuna. La sangre de sus compañeros manchaba el suelo, y la desesperación comenzaba a apoderarse de ellos, pero el disparo certero de Luigi, que cegó parcialmente a Yokozuna, había abierto una ventana de oportunidad.

—¡Rosetta, muévete!— gritó Luigi, mientras levantaba su arma nuevamente, apuntando a las piernas de Yokozuna, no había tiempo para lamentar las heridas de los suyos; ahora, o atacaban juntos, o serían aplastados sin piedad.

Rosetta, con su brazo roto, se incorporó lentamente, su cara estaba tensa por el dolor y su respiración estaba agitada, pero aun así, sus ojos destellaban con determinación. Aprovechando la ceguera temporal de Yokozuna, se mantuvo a la defensiva con su daga en la mano buena, zigzagueando para confundir al marine.

Yokozuna, cegado y furioso, lanzaba golpes al aire con toda su fuerza, fragmentando en  pedazos las paredes. Cada impacto sacudía los cimientos del lugar, pero la banda de Luigi se mantuvo ágil. Vittorio, con dificultad para respirar por sus costillas rotas, mantuvo su mirada fija en cómo se desarrollaba el combate. 

—¡Luigi, apunta a la herida en su ojo, es nuestra única oportunidad!—

Luigi asintió, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que un enfrentamiento directo con Yokozuna sería suicida, pero si podían mantenerlo desorientado el tiempo suficiente, tal vez podrían encontrar una forma de derribarlo.

Rosetta, tomando ventaja del caos, se acercó lo suficiente como para clavar su daga en la pierna de Yokozuna, el marine se dio cuenta tarde y la daga entró directamente en su pierna. Con un rugido, la apartó de una patada que la envió por el pasillo, chocando contra la pared con fuerza. El dolor fue insoportable, pero Rosetta no gritó esta vez; simplemente se mordió el labio y trató de ponerse de pie.

Luigi no podía permitirse perder más tiempo, estaba cansado y presionado, por lo que con un grito, ordenó a todos atacar al unísono. Las balas volaron, rebotando en la piel endurecida de Yokozuna, pero algunas lograron penetrar lo suficiente como para ralentizarlo.

El combate en la prisión alcanzaba un clímax desgarrador. El pasillo era un caos de cuerpos heridos, escombros, y sangre. El eco de los gritos de Rosetta, Bruno y Luigi resonaban mientras intentaban acabar con Yokozuna, quien, a pesar de la sangre que corría por su ojo derecho, seguía siendo una fuerza imparable. Su Tekkai, aunque debilitado, aún lo hacía casi invulnerable.

—¡Este monstruo no cae!— gruñó Luigi mientras disparaba una vez más, apuntando a las zonas vulnerables de su enemigo. Las balas rebotaban en la endurecida piel del marine, dejando apenas rasguños.

Rosetta, con el brazo roto, no podía más que lanzar una mirada feroz, manteniéndose al margen mientras Bruno, tambaleante, intentaba golpear con su puño gigante. Sin embargo, Yokozuna, ciego de furia y con el dolor en su ojo, evitaba cada golpe con agilidad sobrehumana. 

—¡Voy a acabar con todos ustedes!— rugió Yokozuna, lanzando un puñetazo que partió el suelo bajo los pies de Bruno, haciendo que el corpulento hombre cayera de rodillas, jadeando por el esfuerzo.

La desesperación comenzaba a apoderarse del grupo. El gigante parecía inmune a todo lo que intentaban, y la marea de la batalla estaba claramente en su contra. Sin embargo, Vittorio, tendido en el suelo, con las costillas rotas y escupiendo sangre, observaba con detenimiento. Aunque su visión era borrosa por el dolor, sus ojos se clavaron en algo crucial el pasillo de la administración de la prisión tiene un ñ ventanal enorme al final del pasillo, que daba al exterior de la prisión, al vacío.

El mafioso "El Colmillo" lo supo al instante. No podían derrotar a Yokozuna en una pelea directa. La única opción era sacarlo de la prisión. Su mente trabajaba rápidamente, a pesar de que su cuerpo apenas podía sostenerse. Con una respiración entrecortada, se levantó, tambaleándose. Su mirada se endureció mientras ponía toda su voluntad en una sola acción.

—Es ahora o nunca...— murmuró, con los dientes apretados por el dolor.

Mientras Yokozuna lanzaba un nuevo ataque hacia Luigi, Vittorio, con un grito desgarrador, se lanzó con todo lo que tenía hacia él. Su cuerpo, herido y exhausto, cargaba con una fuerza inesperada. El marine, distraído y cegado por el dolor de su ojo, no vio venir el ataque. Vittorio lo tacleó con toda su furia, su hombro impactando directamente contra el torso de Yokozuna, quien se tambaleó por el inesperado golpe.

—¡Vittorio!— gritó Luigi al ver lo que su compañero intentaba, la sorpresa cruzó el rostro de todos los presentes, pero todo sucedió muy rápido. Con un esfuerzo titánico, Vittorio empujó a Yokozuna hacia el ventanal, cada paso un infierno de dolor, pero la adrenalina y la determinación lo mantenían en pie. Yokozuna, furioso, intentó zafarse, pero la pérdida de visión y la desconcentración debilitaron su Tekkai justo en el momento más crucial. Los músculos del marine intentaron endurecerse, pero la fuerza bruta de Vittorio lo empujaba sin piedad.

El vidrio explotó en mil pedazos cuando ambos cuerpos lo atravesaron, cayendo al vacío. El sonido del cristal rompiéndose se mezcló con el rugido de Yokozuna, quien intentó aferrarse a lo que fuera para evitar la caída, pero fue demasiado tarde. Vittorio y él cayeron al exterior de la prisión, hacia un abismo.

El aire frío golpeó los rostros de ambos mientras descendían, sus cuerpos girando en el aire. La prisión se volvía más pequeña a medida que caían, y el suelo se aproximaba rápidamente. El marine gritaba con furia, pero Vittorio, con una sonrisa ensangrentada, lo sujetaba con fuerza.

—no te dejaré que le hagas más daño a mis amigos.— susurró Vittorio en su último aliento.

El impacto fue brutal. Ambos cuerpos chocaron contra las rocas al fondo del acantilado con un estruendo que resonó por todo el lugar. Una nube de polvo y escombros se elevó al cielo.

Desde el interior de la prisión, Luigi, Rosetta y Bruno miraban horrorizados por el ventanal roto. Sabían lo que eso significaba. Vittorio había sacrificado todo para darle a ellos una oportunidad de sobrevivir. 

—¡Vittorio...!— susurró Rosetta, las lágrimas corriendo por su rostro mientras se aferraba a los brazos de Luigi quien cerró los ojos, apretando los puños por el dolor.  

El combate había terminado. Yokozuna, el imparable marine, había caído, pero el precio había sido demasiado alto, Luigi se tensó y observó el ventanal por unos mementos antes de asomarse al precipicio en búsqueda de su amigo vitto o el loco Yokozuna. 

——

Mientras tanto por el pasillo law caminaba lentamente comiendo todas las frutas de la canasta a la par que observaba su alrededor, todo el caos estaba comenzando a calmarse y esto gracias a la inminente derrota de los marines que se evidenció rápidamente tras la toma de los pabellones, y el arsenal de la prisión fueron la gota que colmó el vaso, puesto que al conseguir igualar en armamento a los marines el desastre comenzó.

El caos continuaba extendiéndose por la prisión, pero la resistencia de los marines se había quebrado. Mientras el polvo aún se asentaba por la caída de Yokozuna, los ecos de la batalla en el patio comenzaban a disminuir. La banda de Luigi, agotada pero victoriosa, se reunía con Law, quien avanzaba con calma, comiendo una fruta mientras observaba el panorama a su alrededor con una mirada calculadora.

El sonido de pasos resonaba con autoridad en el aire. Desde lo alto, la imponente figura de Shiki, el legendario pirata dorado, descendía desde una isla flotante junto con su tripulación. Bepo, Bellamy, Jonny Masterson, Sachi y Penguin aterrizaron con agilidad en el patio, uniendo fuerzas con los mafiosos y destrozando cualquier resistencia que quedaba de los marines.

Los guardias, desesperados por contener la invasión, ya no podían igualar la fuerza y coordinación del ataque combinado de los prisioneros y los refuerzos de Shiki. Con los pabellones tomados y el arsenal bajo control, las defensas de la prisión se desplomaron. Uno por uno, los marines fueron neutralizados, incapaces de mantener su posición ante el poder abrumador de los atacantes.

A medida que el combate se apagaba, los prisioneros supervivientes comenzaron a aplaudir, aliviados por su inesperada victoria. Los aplausos se mezclaban con los últimos ecos de los disparos, y poco a poco, los sonidos de la batalla dieron paso a una tensa calma. Law, caminando con su habitual actitud indiferente, se acercó a Luigi y su banda, observando los escombros a su alrededor y el ventanal roto.

—Parece que hemos ganado —dijo Law con su voz suave, sin una pizca de emoción, mientras dejaba caer la última fruta de la canasta al suelo.

Luigi, aún con los puños apretados por la pérdida de Vittorio, asintió lentamente. Sabía que la victoria había sido lograda a un precio devastador, pero también sabía que ese sacrificio les había permitido tomar el control.

Shiki, con una sonrisa en el rostro, observó la escena desde las alturas, satisfecho por el resultado.

—¡Es un nuevo día para los que estábamos encerrados aquí! —gritó, su voz resonando en el patio mientras los prisioneros comenzaban a corear su nombre.

Luigi, con la mirada al frente, sabía que la batalla en la prisión había sido solo el comienzo, y ahora formaban parte de algo más grande.