Un silencio incómodo inundó el gran salón, los presentes sintieron una sensación extraña e incómoda recorrer sus cuerpos, más ningún entendió el motivo de tal curiosa experiencia.
No obstante, solo para un ser en aquella habitación, la causa era clara, Varasloth había por un segundo dejado escapar una pizca de su presencia ante la estupefacción e incredulidad de la ironía de la situación.
—"¿Qué rayos hacían demonios escondidos cerca del área donde había descendido? ¿Será una coincidencia?"—, se preguntó asimismo anonadado Varasloth, sin perder por un segundo su gran papel de niño inocente.
Sin embargo, dado el caótico estado en el que se encontraba su mente al intentar calcular velozmente diferentes probabilidades y posibilidades, obvio un hecho importante, la extraña atmósfera formada en la habitación había sido mal interpretada por los presentes, quienes decidieron inconscientemente tomar una postura hostil ante la inexplicable situación que afrontaban por primera vez en sus vidas.
Al cabo de varios minutos, diferentes guardias elementales entraron al gran salón arrastrando por los suelos a cuatro demonios, tres de ellos de aspecto masculino y uno de ellos de aspecto femenino.
El anciano elemental de tierra sonrió complacido y habló arrogantemente, —¿En verdad creyeron que no los atraparíamos? ¿Qué hacíais en nuestro territorio? ¿Por qué intentáis llevaros al niño? ¿Por qué es importante para ustedes y de dónde lo raptaron? ¡RESPONDAN!—
Los demonios capturados mostraron por un segundo casi indetectable, una evidente confusión, los tres demonios masculinos miraron por un segundo a la mujer demoníaca que permanecía a su lado y al no advertir ninguna reacción por parte de ella, simplemente cerraron sus ojos y permanecieron en silencio.
—¿No quieren responder? ¿Acaso creen tener alguna oportunidad de conservar su vida?— rugió enfurecido el anciano elemental de tierra mientras se acercaba dominantemente hacía sus prisioneros, cuando la anciana elemental de acero lo detuvo —Jomei, no hay motivo por el cual apresurarse, luego de la tortura desearan hablar, mañana temprano obtendremos nuestras respuestas. Guardias, llévenlos al calabozo, si para mañana aún conservan un poco de piel, el carcelero recibirá diez latigazos.—
Los guardias asintieron con temor ante la tiránica orden de la anciana, cuya crueldad sorprendentemente superaba en creces a las del anciano.
Varasloth suspiró internamente, al parecer los demonios tenían una política de no revelar información alguna, eso lo había salvado. Sí la situación habría poseído un desarrollo más calmado y conciliador, quizás una negociación habría emergido y la historia que justificaba su presencia se habría puesto en duda. Al parecer tendría que realizar una visita nocturna a los demonios inesperados.
Cuando los demonios abandonaron la habitación, el patriarca y los ancianos nuevamente centraron su atención en Varasloth, al cabo de unas órdenes a los sirvientes, sin prisa trajeron diferentes artilugios para intentar identificar su linaje o raza, que por razones obvias resultaron ineficientes y totalmente inútiles. El demonio presenció aburridamente cada una de las pruebas y como los rostros de asombro e intriga se formaban en los tres elementales mayores. Por suerte, con el paso de las pruebas, la actuación de Varasloth empezó a dar frutos y una evidente inocente incomodidad y fastidio se formó en el rostro del ficticio niño, lo que motivó a Yasa a intervenir en las pruebas y solicitar se continuasen en otra oportunidad, con la finalidad de permitirle al niño descansar.
Dado que la ausencia de relación entre Varasloth y el linaje demoníaco había sido acreditado, el patriarca y los ancianos no mostraron mayor inconformidad con la propuesta, por lo que finalmente se le permitió a Varasloth retirarse.
Yasa lo condujo a sus aposentos, los cuales sorpresivamente estaban conformados por una enorme residencia, la cual evidentemente una común capitana de la ciudad no podría sostener económicamente. Cada vez se hacía más clara la diferencia de estatus entre los guardias normales y la hija del Señor de la Ciudad, pese a lo que inconscientemente muchos quisieran creer.
La joven elemental de acero, inundada de instinto maternal, acurrucó en una cama a Varasloth para proceder a retirarse y descansar, tenía varios pendientes al día siguiente.
No obstante, cuando la luz se apagó, los ojos del demonio volvieron a abrirse y una seria expresión se generó en su rostro. Si alguno de los soldados, ancianos o el mismo patriarca pudiera apreciar dicho rostro, un enorme escalofrío recorrería sus espaldas al evidenciar el abismal contraste con la inocente expresión que había portado su rostro hasta entonces.
—"¿Debería asesinar a los demonios?"— se preguntó pensativo, era la solución más práctica ante su dilema, no obstante, cada uno de los prisioneros representaba una fuente de información invaluable, ante su escasa comprensión de la situación actual con respecto a la guerra y lo que estaba sucediendo en el continente demoníaco.
Su ambición y sed de conocimiento innata eran fuertes y los riesgos se encontraban dentro de su rango de apuesta, sin pensarlo más, rápidamente cada una de sus escamas empezó a vibrar adquiriendo gradualmente una tonalidad que de manera progresiva pero veloz, paso de ser opaca a transparente, para finalmente desaparecer por completo, activando de esta manera la invisibilidad que había adquirido en el pequeño mundo de La Primera Sombra.
Cada uno de los poderosos músculos de su cuerpo se contrajeron y retomando su acostumbrada posición cuadrúpeda, de manera sigilosa salió de la habitación sin ser detectado por los guardias.
Rápidamente siguió la marca de mana que había plasmado en los demonios y avanzó hasta encontrar el dichoso calabozo.
Una vez que logró entrar a través de una de las alcantarillas gracias a su reducido tamaño, empezó a surcar por los techos utilizando sus filosas garras como piolet para no ser detectado por los ordinarios guardias que patrullaban los corredores del profundo calabozo.
Sin embargo, para su sorpresa, al llegar a uno de los puntos de control, advirtió que había diferentes elementales de acero con una expresión seria y feroz muy atentos mirando todo a su alrededor.
—"¿Elites?"— se cuestionó interesado. Al parecer los demonios se encontraban encerrados en una sección del calabozo con mayor seguridad. A diferencia de los guardias que recorrían los pasillos y celdas comunes, los guardias presentes en la sección de máxima seguridad no solo poseían una variación en su elemento, sino también contaba con amplia experiencia en el combate y vigilancia.
Varasloth meditó por un momento sus opciones y decidió ser precavido, rápidamente empezó a formar diferentes círculos de mana a su alrededor conjurando mágica de camuflaje olfativo y auditivo, con la finalidad de zanjar cualquier cabo suelto que su inesperada visita pudiera producir en los entrenados guardias.
Con mucha delicadeza y con un control exquisito de cada músculo de su poderoso cuerpo, Varasloth logró finalmente ingresar a la sección de máxima seguridad burlando los agudos sentidos de los guardias de élite.
Tras varios minutos de recorrido entre diferentes pasillos que habían sido construidos con la intención de confundir a cualquier preso o invitado inesperado, Varasloth finalmente logró llegar a las celdas de los demonios.
Como era de esperar, la tortura se encontraba en curso, el carcelero sudaba de los latigazos que proferia sin cesar contra los demonios masculinos como si su vida dependiera de ello, había escuchado de la orden de la anciana Livinia y había intentado todo lo que su limitada imaginación le había permitido, más aún no lograba extraer ningún tipo de información de los demonios.
La mujer demonio se encontraba desmayada en el suelo, al parecer había perdido la conciencia hace bastante tiempo, los hombros resistían llorando y vomitando sangre, más continuaban sin emitir una sola respuesta.
—!CONTESTEN O EMPEZARÉ A MATARLOS UNO POR UNO!— gritó desesperado el carcelero, al no tener idea de cómo continuar. No tenía permitido matarlos, así que sus opciones eran limitadas, estaba claramente mintiendo, pero el dolor físico era algo que sorprendentemente los demonios parecían soportar por alguna razón sin quebrarse, la única inconsciente era la mujer.
Sudando del esfuerzo, el carcelero elemental dijo demencialmente, —¿No hablarán? Entonces continuaré con vuestra preciosa amiga, veamos si ver como me divierto con ella los hace hablar.— río a carcajadas asquerosamente.
Por los ojos de los demonios, sorprendentemente una reacción inesperada se mostró, preocupación y angustia.
—"Interesante, pueden soportar la tortura en sus propios cuerpos sin soltar una sola palabra, pero si la torturada es a la joven, muestran claramente preocupación. O la mocosa es su líder o es alguien importante para ellos, veamos que ocurre."— pensó intrigado Varasloth, observando cautelosamente el desarrollo de la teatral escena.
El gordo elemental que hacía de carcelero se acercó agotado hacía a la joven quien continuaba atada y desmayada en el piso, con sus regordetas manos la levantó y la empezó a desatar para tener más libertad en lo que fuera que estuviera por hacer, más en la fracción de un segundo en que las ataduras de la joven se soltaron, algo impresionante ocurrió
Los ojos de la joven se abrieron de par en par y una mirada de profundo odio se alzó, sus inicialmente delicadas manos rápidamente se recubrieron de magia y como flechas se dirigieron al centro del pecho del carcelero, donde su núcleo elemental se encontraba.
El carcelero, quien observó lentamente con horror y pánico como su vida estaba por terminar, no pudo simplemente reaccionar. El inesperado ataque proveniente de la persona menos esperada, así como su agotado físico y el descuido que había tenido al liberar a la prisionera de sus esposas, le habían costado la vida.
Más cuando las letales garras de la mujer se encontraban a unos milímetros del núcleo del carcelero, algo aún más espeluznante sucedió.
El espacio y el tiempo se congelaron, el polvo que flotaba sutilmente, así como las arañas y ratones del asqueroso recinto se detuvieron y todos los presentes se empezaron a mirar con horror y confusión.
El carcelero miró a los demonios, mientras los demonios miraron al carcelero. Sin embargo, al notar ambos bandos la evidente perplejidad que nacía de la mirada del bando opuesto, el pavor que se iba formando aumentó exponencialmente en creces.
Unos pequeños pasos resonaron en la silenciosa habitación, mientras diferentes círculos mágicos recubrían la habitación insonorizándola y reproduciendo hacia el exterior gritos y látigos que anteriormente se habían escuchado.
Un pequeño niño de aspecto siniestro y con una gran sonrisa los miraba con intriga. — Lamentablemente no puedo dejar que el carcelero muera, en primer lugar vuestro escape de esta prisión es casi imposible y en segundo, vuestra desaparición traerá más preguntas innecesarias de las que ya se han formulado para mi gusto.—
Luego Varasloth miró al carcelero, quien no pareció soportar su feroz y penetrante mirada y tontamente cayó desmayado al suelo. Luego miró a la joven y preguntó sonriendo —Necesito información, hay dos formas de obtenerla, una lenta y muy dolorosa, y otra rápida y pero limitante. Es una lástima que no cuente con el tiempo suficiente para divertirme con vuestras memorias, así que os presento la oportunidad, hablad y podréis vivir.—
A Varasloth le hubiera encantado leer las memorias de los demonios a plenitud, más los guardias de élite le causaban consternación. No estaba seguro si notarían en algún momento con sus agudos instintos que los gritos y golpes que resonaban en el exterior eran repetitivos, por lo que no contaba con mucho tiempo. Molerse a palos con todos siempre era una opción, pero quizás no la más inteligente en la actual situación. De igual manera, la lectura de almas era un proceso relativamente complejo que exponía en cierta medida su alma y una interrupción innecesaria podía salirle caro. Era mejor prevenir que pagar las consecuencias. Además modificar la memoría de cuatro demonios y un elemental resultaría extremadamente tedioso, lamentablemente la forma más fácil era preguntar, aunque existía la posibilidad de que no consiguiera las respuestas que anhelaba o recibiera mentiras disfrazadas de verdades.
Los cuatro demonios sintieron como la presión espacial se retiraba de sus cuerpos y se les permitía moverse nuevamente. Rápidamente los tres demonios hombros avanzaron delante de la mujer demonio resguardándola, más con un elegante gesto, la mujer los detuvo y para sorpresa de Varasloth, con serenidad y calma dijo —Te estaba esperando, causante de todos nuestros problemas.—