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Chapter 9 - Parte I - Los Cimientos

Probablemente salió en algún libro… incluso tal vez en una película, muy probablemente lo haya dicho alguien famoso pero honestamente eso no importaba. El mal crea su propio campo magnético que atrae tanto cargas positivas como negativas. El mal atrae a los buenos para destruirlos e hipnotiza a quienes ya son malévolos para alimentarse de ellos. Hay lugares alrededor del mundo que tienen dicho mal enraizado en sus cimientos y sin importar el paso del tiempo, se mantienen firmes como si de un lugar sagrado se tratara. En dichos lugares puedes sentir el suelo respirar.

El Primmadonna, el cual no siempre fue llamado "Primmadonna" es una de estas estructuras predestinadas a ser nido de fuerzas maléficas. Sus paredes vibraban desde el primer instante en el que fueron levantadas, y la ciudad de Teltzi era conocida por su gastronomía y no así por ser propensa a temblores u otros movimientos sísmicos. 

La gran casa de más de mil metros cuadrados, de dos pisos y un subsuelo fue ordenado por una misión de parroquianos holandeses en 1919 quienes llegaban al nuevo mundo para profesar la palabra de Dios y cristianizar a los niños campesinos e indígenas que vivían en el lugar. Con los materiales comprados desde España, los padres holandeses contrataron a ancianos que vivían cerca para servir como albañiles. Su paga eran tres comidas semanales, un sermón específico para los trabajadores cada viernes y una botella de vino proveniente desde las campiñas del Reino de los croatas en lo que después sería conocido como República de Yugoslavia. Lo que los religiosos no tomaron en cuenta es la calidad de los vinos que pagaban a sus trabajadores. Dichas botellas que databan de hace más de cincuenta años habían sembrado un nicho de cierta clase de hongo anaerobio infeccioso que enfermó a más de la mitad de quienes consumían la bebida. Con una tasa de letalidad cercana al 30%, uno a uno los albañiles a cargo del proyecto religioso fueron muriendo, cargando consigo a sus esposas, hijos y familiares. La eclesiástica no se hizo responsable por el brote, y continuaron con la obra trayendo muchas más personas de pueblos lejanos. Después de todo, la mano de obra local era muy barata.

La tierra en la que la edificación estaba siendo levantada era maldita, o al menos eso era lo que se difundió de oído a oído. Las personas pensaban que el mismo demonio que había causado la Gran Guerra de Europa había escupido en la tierra de Teltzi y que los susodichos religiosos que la financiaban eran unos farsantes herejes que se hacían pasar por siervos de Dios. Aún así la construcción continuó y la muerte dejó su marca en el lugar.

Muchos de los obreros a cargo de la obra fallecían en extraños e inexplicables accidentes, ante ello y a la falta de un debido bautizo de dichos hombres, los parroquianos insistieron en crear un crematorio en el subsuelo para quemar los cadáveres. Hombres que tropezaban y caían desde lo más alto y sufrían lesiones craneales severas eran dados por muertos debido a la lejanía de hospitales. Ante ello había una brigada de hombres a cargo de llevar a cabo una decapitación con pala para aquellos que sobreviven a la caída. En una tierra en el que la ley divina así como la ley griega no han puesto pie debidamente, se practicaba la eutanasia por fines prácticos. Hubo accidentes relacionados a la maquinaria que utilizaban los obreros y varios que murieron electrocutados en la instalación de energía eléctrica en el lugar, después de todo las personas que trabajaron en la casa eran personas sin educación ni guía profesional, que padecieron ante el simple error de no saber lo que estaban haciendo. 

Muchas mujeres enviudaron, y ante la necesidad de obreros fueron contratadas, y muchas de ellas sufrieron el mismo destino que sus difuntos esposos. En ese año, en ese lugar, un poco de comida y vino contaminado era el equivalente del salario más alto en Nueva York. Como resultado, se suscitó una ola de niños huérfanos en Teltzi. 

Algunos de los residentes más ancianos de la actual Teltzi aseguran que las cenizas producidas por el salón crematorio fueron mezcladas con los ingredientes de mezcla para levantar las paredes, aunque eso nunca fue confirmado por nadie. Después de todo, la totalidad de albañiles sobrevivientes que pusieron de su esfuerzo en aquel lugar ya habían muerto. Tal vez si acercas el oído a las paredes puedas escucharlas respirar y en ese caso lo mencionado a un inicio tendría mucho más sentido. 

Entre otros incidentes causados en la edificación del que ahora es llamado Primmadonna, hubo una pareja que quedó encerrada en la sala crematoria a las primeras horas de la noche. Con el horno que estaba prendido, y como si se tratara de un inocente olvido, la única ventilación existente en el lugar, es decir la puerta a la planta baja estaba completamente cerrada y murieron asfixiados. Quienes encontraron los cadáveres a la mañana siguiente no podían explicarse, como no pudieron salir si a dicha puerta no le habían puesto seguro alguno, varios creyeron que fue un asesinato y que hubo alguien (o algo) sosteniendo la puerta por detrás para que no puedan salir.

La construcción fue finalmente terminada el 19 de septiembre de 1924, la orden parroquial holandesa encargada del proyecto la bautizó como "Sagrado Hogar Santa Gabriella". Ante la creciente cantidad de niños huérfanos en la zona, decidieron disponer de las instalaciones para establecer un orfanato que resguarde, cuide, eduque y principalmente cristianice a niños indígenas y campesinos que no hayan sido bautizados o no hablen la lengua castellana.

La institución contaba con un edificio principal y dos pequeñas alas secundarias, dejando detrás suyo un gran patio que se difuminaba con una colina. El lugar tenía grandes palmeras, estanques, y lugares de recreación para los niños. También había una sala ceremonial en el ala oeste y una capilla en medio del patio, habían en total unos veinticinco cuartos de mediano tamaño en el que residían hasta doce infantes en cada habitación, todos con un pequeño catre propio. 

Los niños estaban hacinados, muchos perecieron de distintas enfermedades, varios de los más pequeños padecían de desnutrición, pero la gran mayoría falleció ante los violentos abusos provocados por las monjas voluntarias que se encargaban del lugar. Entre 1924 y 1938 cerca de 349 niños murieron bajo la tutela de la organización, según los archivos desclasificados de la orden religiosa en 2019. A pesar de eso las autoridades gubernamentales decidieron cegar sus conciencias y no presentaron indemnizaciones ni ningún tipo de tributo a las poblaciones indígenas y campesinas del territorio que fueron afectadas por tales actos. 

Los inviernos eran específicamente crudos en aquellos años, y ante la falta de recursos, varios niños fallecían de hipotermia y utilizaban el horno crematorio para disponer de sus cadáveres mientras que todos se reunían alrededor de este para obtener calor. Era una escena distorsionada y alterada de una misa promedio en la que se le da una cristiana despedida al fallecido. Monjas y niños alrededor del horno, acurrucados y abrazados entre sí para agarrar calor, mientras el humo envolvía toda la sala y el lugar era tan nublado que apenas podías ver que habían personas ahí sentadas.

Varias de las monjas así como los sacerdotes a cargo de la institución fueron cayendo uno tras otro por "enfermedades misteriosas" que no parecían tener patrón de infección específica. Simplemente enfermabas y muy seguramente morías, con la única diferencia que en aquellos casos no eras cremado, sino más bien enterrado en la tierra de la propiedad donde serviste a tus votos de devoción y a la Iglesia Cristiana. 

En el año 1929, junto a la gran depresión, el Sagrado Hogar Santa Gabriella perdió sus fondos provenientes de Europa lo cual obligó a las autoridades de ese entonces a expulsar a todos sus huérfanos mayores de doce años a la calle junto a una sábana y almohada, cortesía de la caridad religiosa. Después de aquella crisis mundial, el orfanato se sentía deshabitado, la muerte y expulsión de todos quienes residían ahí hicieron que el lugar envejezca rápidamente y adquiera esta fachada de "lugar abandonado". Sin embargo, aún había gente viviendo ahí. Cuando la segunda guerra mundial estalló varios jóvenes que vivieron en el orfanato y no fueron expulsados en el 29 serían enlistados en las líneas militares occidentales, hasta que la conquista y dominio nazi de Holanda obligó a las autoridades eclesiásticas a volver a su país de origen para rendir tributo y devoción al nuevo orden impuesto por el Tercer Reich. Ante dicho evento, niños y niñas que no pasaban de los quince años fueron abandonados por su tutela. Tal como les pasó a los desafortunados jóvenes del 29, terminaron en la calle. 

De esta forma para el inicio de los años 40 del siglo XX, el Sagrado Hogar Santa Gabriella quedó completamente abandonado. Sin embargo sus paredes aún seguían vivas, si es que prestabas minuciosa atención.

El abandono de la propiedad duró hasta que fue nuevamente adquirida por un hombre estadounidense una vez la guerra terminó a fines de 1945. Este fue el mismísimo momento en el que al lugar se le aplicó un choque eléctrico y la propiedad de cierta forma despertó de su largo sueño sonámbulo. Teniendo una vez más la oportunidad de alimentarse y expandir su campo magnético.