La puerta se abrió antes de que él llegará y está vez no se cerró. Y ahí, en el centro la habitación había una niñita, arrodillada debajo de su pomposo vestido de gasa, cepillando el cabello de otra de sus muchas muñecas.
Nik esperó ahí de pie, mientras observaba a la niña jugar con la muñeca, ¿qué haría ahora? se preguntó, cuándo de pronto la niña se detuvo, como si recién se diera cuenta de la presencia del chico en su habitación, y giró su cabeza. Nik vió por primera vez y sin obstáculos, aquellos pequeños ojos grises que destilaban un aura de tristeza.
-Estoy muy sola- susurro la niña, ofreciéndole una de sus muñecas a Nik -¿Quieres jugar conmigo?-.
Nik asintió débilmente en respuesta. ¿En que estaba pensando? Se acercó a ella y se sentó en el suelo de caoba, tomo la muñeca y paso sus dedos entre su cabello sintético.
-Su nombre es Lyz- le susurró Virginia suavemente mientras desenredaba el cabello rubio de la suya.
Estuvieron así varios minutos, o quizás horas. Nik sacó el melocotón de su chaqueta y comenzó a roerlo como si fuese un ratón comiendo pan, y Virginia lo observó, perpleja.
-Es... soy raro- dijo él un poco avergonzado por la mirada de la niñita, quién seguramente y que pocos años, tenía más educación que la que él tendría en toda su vida. Virginia sin embargo sonrió.
-Sabes...- comenzó Virginia -… nadie nunca quiso jugar conmigo antes- dijo ella, mirando a Nik a los ojos, y reclamando así su total atención. -Excepto claro, tú Nik... ¿Porque?- le preguntó.
¿Porque? Ni idea. ¿Porque había llegado ahí en primer lugar?
Quizás; para ver con sus propios ojos los rumores que corrían más allá del bosque, sobre la niña fantasma que deambulaba por aquel lugar olvidado en el tiempo... ¿Pero esa no era su verdadera razón para haber puesto su vida en peligro, verdad? Aunque quizás ni siquiera existía una razón verdadera, y al final, todo se resumía en un...
El sonido del agua corriendo inundó la estancia. Nik puso cara de pocos amigos y centro su atención en una puerta al fondo de la habitación, de la cual parecía provenir el ruido, mientras que Virginia dejaba caer la muñeca al suelo
No, la muñeca atravesó sus pequeñas manos. Intangibilidad.
De pronto, y sin previo aviso, Virginia se puso muy nerviosa -asustada quizás- y comenzó a retroceder, alejándose lo más posible de aquella puerta. Nik la interrogó con la mirada y ella negó con la cabeza, murmurando algo inaudible por lo bajo, y luego exclamó:
-Ahí- dijo ella, y su voz sonó como si se estuviera ahogando - se encuentra mi cuerpo... pero no descansa en paz- borboteo, mientras se disolvía en el suelo, como si nunca hubiese existido.
Nik tuvo una sensación extraña ¿Que había querido decir la niña?
El sonido del agua, fluyendo y derramándose, se hizo más fuerte. Nik avanzó hacia a la puerta, dudando por un instante, y luego la abrió de par en par para hacerle frente a lo que le estuviera esperando del otro lado.
Una bañera viscosa llenaba la mitad de la estancia, y de está se desborda un líquido tan espeso como la brea y de un color rojo muy oscuro, empapando las alfombras y salpicando el espejo.
Sangre.
Maldición, era sangre.
Las llaves del lavamanos y la bañera se abrieron por si solas, dejándo correr de pronto el agua -que al principio era de color tangerina por el óxido y los años sin uso de las cañerías- pro toda la estancia. El espejo comenzó a mecerse de un lado a otro, hasta que cayo al suelo rompiéndose en varios fragmentos. Las ventanas empezaron a rechinar, y luego, de la bañera surgió el cadáver de la otra Virginia Lot, cubierta de pies a cabeza con la sangre de sus víctimas.
Esa cosa giró su cabeza, y dónde deberían estar sus ojos, solo habían dos agujeros negros y cercenados. La criatura se arrojó al suelo y comenzó a arrastrarse sobre ella, demasiado rápido.
Nik reaccionó en un segundo, y salió corriendo de ahí lo más rápido que pudo, corriendo por el pasillo y las escaleras; pero tropezando antes de llegar abajo, y estrellándose contra el viejo suelo de madera, dónde levantó una nube de polvo y astillas. Se incorporó inmediatamente, sin importarle dejar ahí dos de sus dientes frontales.
La puerta, recordó, Virginia la había cerrado cuándo él entró, y ahora estaba atascada.
La criatura ya estaba arrastrándose escaleras abajo y pronto lo alcanzaría, así que corrió y tomó un hacha que estaba a pocos metros junto a la chimenea y destrozó con ella la puerta. Salió arrastrándose por el agujero que había hecho, y con el hacha aún en mano, salió disparado hacia la reja que separaba el caserón del resto del bosque.
Pero al llegar ahí, se encontró con un último regalo de la señorita Lot, una más de sus macabras y hermosas muñecas, clavada en el centro de la reja. Nik, sin dejar de correr, alzó el hacha y le cortó la cabeza, derribando con ella la reja de sus cimientos.
Él corrió sin parar por varios minutos, sintiendo qué el aire comenzaba a faltarle, qué los pulmones le ardían a vivo fuego, y que su visión era cada vez más borrosa. Pero no se detuvo hasta salir del bosque.
•
El cielo nublado ya había dado paso a la luna, la cuál brillaba sobre la copa de los árboles cada vez más escasos.
Nik se detuvo al borde del camino, apoyándose contra el tronco rasposo de un abedul, y trató de inhalar tanto aire como le fuera posible.
Todo había terminado. Él había salido con vida, y quizás nunca más volvería a oír la voz de Virginia en sus sueños. Virginia, la dulce y pequeña niña fantasma que aún habitaba en el Interior de los pasillos de The Doll House…
La cálida sustancia pegajosa comenzó a emanar de aquél árbol, cubriéndole de pronto la espalda. Nik se dió la vuelta rápidamente, y levantando la mirada, encontró una última nota clavada en el viejo tronco.
Nos volveremos a ver, Nik.
Virginia.