La noche era fría y helada, con niebla la cual cubría por completo la cima de los rascacielos, las calles eran adornadas por tranquilas corrientes de agua y los agujeros que abundaban en la avenida principal funcionaban como lagunas donde reposaba parte de los ríos recién creados por la lluvia; era la hora pico y el ruido de los autos creaba una sinfonía de desespero que sólo el estrés de los transeúntes lograba complementar creando el escenario perfecto para un martirio sin fin, recordando a los ciudadanos el conformismo y la rutina en la cual vivían. Entre todos los transeúntes que se hallaban desesperados por llegar a sus hogares, uno llamó la atención de los que se encontraban en la entrada al subterráneo dada la tranquilidad con la que se movía y la hermosa sonrisa que enseñaba a los ciudadanos que lo observaban, resaltando el blanco de sus dientes similitud que permitía recordar a las perlas del mar; vestía elegante para tomar el subterráneo pero en la gran ciudad se encuentra de todo así que solo especularon era un artista, en consecuente decidieron ignorarlo y seguir con su camino.
El chico tenía como objetivo abordar el subterráneo pero al ver lo congestionado que se encontraba decidió esperar, lo único que está lúgubre estación tenía al servicio de los ciudadanos era una cafetería en condición dudosa dada su fachada pero todo se debía al mal uso del establecimiento al igual que los bribones que decidieron llenar de grafitis el lugar, pero sin crítica alguna el joven decidió entrar en el lugar. Una campanilla dio la bienvenida a la cafetería tras abrir la puerta, música de jazz intentaba animar el plantel, se dirigió a una mesa que se encontraba libre cerca a la entrada, mientras caminaba vio que en el lugar se hallaba un señor de unos cuarenta años encargado de la cocina con una cicatriz en su cara que le atravesaba el labio, una chica morena con cabello rizado encargada de los comensales, una pareja de ancianos tomando café y un joven no mayor de veinte limpiando el suelo.
- Buenas noches, ¿que desea ordenar? - Pregunta la chica morena mientras sacaba del delantal floreado una agenda para tomar el pedido.
- Buenas noches señorita, me gustaría tomar una taza de café sin azúcar por favor.
- Está bien, en un momento se lo traigo, ¿Desea algo más? - Preguntó de manera coqueta en respuesta a la sonrisa que tenía el chico.
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- Los huevos con tocino están listos Helena - Gritó el cocinero.
La chica se dirigió a la barra tomando el pedido, una taza de color vino-tinto y la jarra de café. Primero pasó por la mesa de la pareja de ancianos para dejar los huevos con tocino y rellenar sus tazas de café, luego continuó con su otra mesa para servir un caliente café sin azúcar para el cliente.
- Muchas gracias Helena - Dijo el joven mientras tomaba su taza de café la cual hervía, pero solo se dedicó a soplar levemente el vapor que se disipaba frente a él.
- De nada Caballero, pero me parece descortés saber el nombre de una dama sin haberse presentado antes - Dijo Helena con una sonrisa risueña e infantil.
- Me disculpo por mi falta de cortesía, Soy Benjamín Sanders Grandpierre, un gusto conocerla - Dijo el hombre extendiendo su brazo para tomar a Helena y besarle su mano; en la distancia se logró ver como el cocinero extendía su cuello para ver lo que sucedía.
- ¿Sanders?, al igual que la familia rica..., entiendo ahora su vestimenta - El semblante de Helena cambio totalmente, ahora estaba molesta y se alejó de la mesa rumbo a la barra para hablar por la ventanilla que conectaba a la cocina, luego el hombre de la cicatriz se asomo por la ventana, Helena caminaba de nuevo rumbo a la mesa - Es un dólar con cincuenta, pronto vamos a cerrar así que no tarde.
- ¿Sucede algo? - Benjamín se encontraba desconcertado por el cambio brusco de Helena.
- ¡Tu familia!, eso sucede, gracias a ellos papá tiene una cicatriz en su rostro y debe de trabajar aquí sino tu gente le hará daño de nuevo - Helena dejó correr unas lágrimas por su rostro, la ira y nostalgia emanaba de ella - Ya sabes cuanto es y estamos por cerrar, solo termina y vete... - Logró decir Helena entre lágrimas antes de emprender rumbo a la cocina.
- Agradezco su atención y perdone la molestia - Dijo Benjamín disculpándose pero Helena no lo escuchó y siguió su camino, logró percibir que la estación ya se encontraba con poca gente así que decidió terminar su café de un sorbo, tomó una servilleta y de su traje saco un bolígrafo de color vino tinto, escribió algo y luego dejó el dinero encima de la mesa junto con su nota.
Benjamín se levantó y tomó rumbo hacia la parada ya que su transporte estaba próximo a llegar, al esperar frente a la línea de seguridad se percató de aquel chico que se encontraba fregando el suelo en el establecimiento, estaba junto a él esperando también la llegada de su transporte, no pasaban de las diez de la noche para cuando llegó y abordaron al tiempo; desde la ventanilla se percataron que Helena corría con una nota en su mano que decía: "No soy responsable de los actos de mi familia, yo no respondo por ellos, lo siento de todas formas", junto a un billete de cien dólares.
Todo transcurría normal en el interior del vagón, el desesperante y constante alumbrado intermitente del camino solo se lograba emparejar con la insípida música de ascensor con un tono más lento, dado el lugar y lo largo que eran los trayectos. Los dos chicos estaban separados por unas cuantas sillas y daba la impresión de conocerse ya que el friegasuelos volteaba a ver constantemente a Benjamín y luego se perdía inmerso en sus pensamientos, observando en la profunda oscuridad de los túneles del subterráneo. Poco a poco los transeúntes abandonaron el plantel y los chicos se mantenían en sus pensamientos olvidando el universo que los rodea, hasta culminar el trayecto en la estación de la calle York, la cual se encontraba a unas cuantas cuadras del puente de Manhattan.
Ambos se levantaron y se enfocaron en salir rápidamente del subterráneo, sin prestar mayor atención el uno del otro, aunque a Benjamín le causó curiosidad el aura y semblante de dolor que emanaba de aquel chico; cuando se encontraron en la salida, Benjamin se chocó con el hombro del joven pero este ni se inmuto, aunque dejó caer su teléfono, solo siguió su camino sin prestar atención en lo sucedido. El elegante chico encontró el teléfono en el suelo y decidió devolverlo a su dueño, pero este apenas se lograba divisar en camino al puente de Manhattan, rápidamente camino, sin perder su elegancia, para buscarlo y entregarle su móvil. Se encontraban a mitad del puente aún en la persecución, estaban separados por unos cuantos metros, pero sin previo aviso y de manera espontánea el chico se detuvo y se acercó al pasamanos, luego se subió lentamente por este para estar en la cima que era casi un metro y medio sobre el suelo, enfrente tenía el río junto varios ferris cruzándolo, tembloroso y poco decidido a tirarse, sentía como la brisa recorría su rostro y le generaba escalofrío, unas cuantas lágrimas descendieron por su rostro; Benjamín no dudo dos veces y corrió lo más rápido que pudo para evitar lo inimaginable.
- ¡Oye! - Grito Benjamín con el poco aliento que tenía justo antes de llegar al chico.
- ¡Detente! - Le respondió, bañado en sudor y desesperación.
- ¿Por qué haces esto?
- Mi vida es demasiado miserable, ni siquiera tengo un trabajo decente, ni el dinero suficiente para pagar mi universidad o amigos con los cuales salir… ¡No tengo nada! - Mientras el chico gritaba el sudor y lágrimas irradiaban de él.
¡Ring!, ¡Ring!… Era el teléfono extraviado, en la pantalla se leía Madre, Benjamín sintió como la desesperación recorría cada parte de su cuerpo, el chico frente a él se iba a suicidar y su madre lo estaba llamando, como le diría que su hijo se acaba de morir… no supo si era la mejor decisión o no pero en un momento como estos cada segundo cuenta y en vista de que el chico se había girado con el sonido de su móvil, se llenó de valor para contestar.
- Buenas Noches - Dijo Benjamín bastante calmado para la situación que estaba viviendo pero llamando la atención del chico el cual se percató de que era su teléfono.
- Disculpe..., creo haberme equivocado, solo llamaba a mi hijo - Era la madre en mar de lágrimas al otro lado del móvil, se notaba angustiada por su voz.
- Tranquila, no está equivocada, soy Benjamín Sanders y amigo de su hijo - Pese a la situación, la estaba controlando bastante bien y hasta el momento su plan de entretener al chico funcionaba aunque la llamada era real, poco a poco intentaba acercarse al chico.
- Eso quiere decir que su carta era cierta y se suicidó, por eso tu tienes su teléfono - La madre no se contuvo en el teléfono y dejó que todas sus lágrimas junto con la tristeza salieran a flote.
- No tranquila, él no se ha suicidado, de hecho está conmigo en este momento - Benjamín miraba al joven y señalaba el teléfono preguntando si quería hablar, este solo le respondió con una mirada de odio girando su cabeza en negación, mientras seguía al pie de la letra lo que estaban hablando.
- Oh qué gran alivio… Mi pequeño Samuel sigue vivo, estaba pensando en lo peor, ¿Sabes si consiguió el trabajo nuevo? - La esperanza llenó su corazón, se encontraba revitalizada y eufórica.
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- ¡Dios mio!, que felicidad tan grande, supongo lo están celebrando, no interrumpo más, dile a Samuel que lo amo y en cuanto pueda me llame - La madre colgó justo antes de que una bofetada impactará en el rostro perfecto de Benjamín, dejando roja su hermosa piel blanca como la porcelana.
- ¡Idiota!, como te atreves a mentirle a mi mama y crearle falsas esperanzas - Exclamó Samuel, con ira y lágrimas en sus ojos pero ya no estaba a punto de saltar al vacío.
En ese momento Benjamín abrazo al chico reconfortando su alma y llenándolo de vida de nuevo, Samuel envuelto en un mar de lágrimas daba golpes en el pecho musculoso del Hombre de traje, pero sus intentos de soltarse fueron en vano, terminó arrodillándose y cubriendo su rostro.
- Yo nunca miento - Dijo Benjamín mientras se arrodillaba frente al chico y lo volvía a abrazar.