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Chapter 6 - Capítulo 6. 25 años más tarde

Dian Victoria ya no era esa pequeña niña de 5 años que no sabía lo que ocurría en su alrededor, ahora tenía una edad adulta de 30 años recién cumplidos, lo que le permitía enterarse de todo lo que sucedía a su alrededor en ese momento.

—Mientras más ajustado esté, te quedará mejor— le decía una de sus tías a Dian Victoria, era una mujer subida un poco de peso, rubia como la pequeña Dian en sus épocas de niña. Aquella mujer fue quién la crió junto a su abuelita Rosa, y a sus hermanos.

Dian sabía que lo que hacía su tía era porque no quería que se viera gorda en el día más importante para cualquier mujer que decida casarse, como lo había hecho Dian a estas alturas de su vida, era algo irónico ya que su tía Rebeca Rosalinda, hermana de la madre de Dian, no era el gran ejemplo a seguir respecto a un cuerpo esbelto, y la chica que se alistaba para su boda no era de un cuerpo grande, más al contrario, Dian era la más delgada de sus tres hermanos y por lo tal, no le importaba si alguna vez le salía por sobre la ropa uno que otro rollo de grasa.

—Rebeca, si sigues ajustando el vestido terminaré muriendo asfixiada— aquella mujer que alguna vez tuvo el cabello dorado se lo decía en forma de broma a quien era su tía, de la cual se trataban como si tuvieran la misma edad por la confianza que habían agarrado ambas al pasar de los años.

—Sólo un poco más.

Aquella mujer, de unos 80 kilogramos ajustó un poco más la faja que sujetaba el vestido que Dian traía puesto, pero aquella chica no quiso que su tía siguiera haciendo de las suyas y se apartó antes que terminará de hacer su trabajo. Cuando lo hizo, el vestido volvió a su estado natural en el que se ajustaba a las curvas del cuerpo de la chica que ahora tenía el cabello castaño claro.

Rebeca se mostró un tanto ofendida por la repentina acción de su querida sobrina, y es que ella anhelaba que se viera como a ella le hubiera gustado estar en su boda, que años más tarde terminaría en un divorcio inminente.

—Sólo quería que te vieras como una princesa, mi querida Dian.

—¿A esto le llamas ser una princesa?— Dian Victoria lanzó una pregunta capciosa, si tener que quedarse sin aire en los pulmones por ponerse un vestido que jamás volvería a usar era estar como una princesa, definitivamente ella no quisiera serlo nunca. Daba gracias a que la familia real no era la suya, sino la de su futuro esposo. Esperaba que eso no la implicará de alguna manera a la corona del reino de Serendipia, ya tenía suficiente con estar relacionada con todo lo que le pasaba a la familia más grande e influyente del nuevo planeta. Al menos era por lo que Dian Victoria siempre se quejaba.

—Tu boda será dentro de una hora y aún no estás completamente lista— dijo Rebeca, quién aún trataba de usar sus dotes de persuasión que la vida le había dado. Tanto ella como su fallecida hermana, la madre Dian, estaban conscientes en lo que estaba involucrada toda su familia ya que conocían los poderes que poseía su madre, Rosalinda, pero ninguna de las hijas de aquella señora mayor había logrado heredar todos los poderes a excepción de Dian quién sí poseía una gran parte de los poderes de su abuela. Rebeca, en este caso ya no sabía nada respecto a su sobrina Dian Victoria. Cuando los padres de Dian murieron (Frederick y Victoria) la abuela se había dado el lujo de ocultar aquellos poderes de la niña incluso de su propia familia, solo estaban al tanto de la situación las personas de su familia que de algún modo estaban involucrados en todo eso.

—Solo me arreglo el cabello y estoy lista— Dian le respondía a Rebeca, quién no dejaba de observar a la pobre chica que traía un vestido blanco que le llegaba hasta los talones, incluso se quedaba arrastrando por el suelo un par de centímetros de aquella tela.

—No puedes salir así— Su tía seguía insistiendo, no la dejaría salir de la habitación sin que tenga la faja lo más apretada posible. Esa sería una pelea que no terminaría con un final feliz ya que, tanto Dian como Rebeca, no estaban dispuestas a renunciar a sus ideales por complacer a la otra.

—Si sigues insistiendo no dejaré que entres a mi boda— Dian amenazó a la otra mujer que estaba en la habitación con ella— Sabes que será algo fácil de hacer, no me caso en cualquier lugar, me caso en el palacio Bowery West.

Rebeca, sorprendida por la respuesta que le había dado su tan querida sobrina mayor, y una de sus favoritas de sus tres sobrinos, quedó en un estado de estupefacción. Su rostro reflejaba todos los sentimientos que se produjeron en su interior en ese instante, tenía los labios separados levemente entre sí, los ojos bien abiertos haciendo que el color de ellos resaltará más con su rostro y por último, conservaba las cejas que cubrían ambos ojos levantadas, todo mientras no la perdía de vista a su sobrina.

—No me mires así, Tía— era la primera vez que Dian la llamaba así a la hermana de su madre. Ya comenzaba a molestarse que nunca bla dejará hacer las cosas como ella quería y más aún en un día importante como éste, en el que Dian llegaría vestida de novia a su boda, se casaría con el hijo menor de dos hermanos del rey de Serendipia.

A Rebeca no le quedó otra opción que acatar la solicitud de su sobrina, ya que la conocía mejor que nadie y sabía a la perfección que aquella chica sería capaz de cumplir su palabra y no dejarla ingresar a su sofisticada boda. Tras aquello, ya no volvió a quejarse de nada de lo que Dian traía puesto o por cómo lucía con ciertas prendas, tuvo que guardarse todo para ella si es que realmente quisiera asistir a la boda real y no tener que verla en streaming como los demás pobladores del planeta de Serendipia.