Cuando cumplí 17 años pensé que estaba en la cúspide de la juventud, olvidándome de todos los problemas que me rodeaban, familiares que buscaban complacerme por beneficios o por el hecho de tener que seguir a mi abuela para continuar con el negocio hotelero.

Me gustaba mucho participar en carreras de autos, nunca me perdía de un, siempre pensé que me llevaba hasta el límite de la adrenalina para poder sentirme vivo.

Terrible idea fue creer que con eso me sentiría bien... solo puedo pensar que si ese día no me hubiera involucrado con esos chicos ahora no estaría cómo estoy, solo puedo distinguir levemente las luces de este pasillo de hospital, las voces de las enfermeras y doctores son tan débiles cómo si fueran una ilusión.

Caigo en un sueño pesado poco a poco, solo quisiera decir a mi abuela que lo siento... si fuera un nieto filial no tendría que pasar por esto.

En medio de la noche despierto tras escuchar una voz tan agradable, no puedo abrir los ojos apresar de que lo intente, me siento aún cansado pero esa voz es tan agradable que siento paz con solo oírla.

La puerta de mi habitación se abre lentamente, sus pasos son tan sigilosos que si no lo habría escuchado abrir la puerta ni me habría dado cuenta, siento una leve fragancia a medicina proviniendo de esta persona, una mano pequeña me toca en mis mejillas y va explotando mi rostro lentamente.

Un poco incómodo frunzo el ceño, esa pequeña mano se aleja rápidamente, puedo oír su voz.

_es una lastima que no me pueda quedar más tiempo_ dice esta pequeña niña, quiero abrir los ojos pero siguen siendo pesados y me empieza a dar sueño, empieza a tararear una canción mientras sale de mi habitación.

Eso fue lo último que pude escuchar en esa noche fría.