Año 169 de la sexta era
El Rojo.
El cielo estrellado del desierto Sicilio contrastaba a duras penas con la luminosidad de las lunas hermanas que brillaban con fuerza aquella noche, iluminando los tocones y troncos caídos tanto en la periferia como en el centro del camino a la mansión del barón Yog, quien por ciertos giros del destino se encontraba ahora semidesnudo peleando uno contra cinco en un claro de tierra y raíces recientemente removidas a un lado del camino.
Ojos de un rubí peligroso observaban a sus oponentes desde la distancia y con la espalda encorvada y la diestra sobre la tierra juzgaba a sus enemigos de pecados que solo él podía ver, terribles y profundos, tal como la podredumbre de una manzana habitada por un putrefacto gusano. Aún tenía la espalda resentida por este nuevo poder, sin embargo, nunca había estado más preparado para ser juez, jurado y verdugo.
- ¡Shen! – Gritó una espadachina de vestiduras blancas a la vez que un hombre armado con idénticos cañones de hexmahem en ambas manos e indumentaria de artificiero saltaba al frente del grupo y disparaba una ráfaga de balas de maná y metal que, mientras atravesaban con presteza el tiempo y espacio, brindaban un breve descanso a la oscuridad de la noche.
La creatura que hasta hace unos días se le conocía como barón Yog el rojo ahora esquivaba sin mucha dificultad las oleadas de candentes proyectiles que caían en su dirección. En sus profundos ojos rojos casi no quedaban resquicios de humanidad y entre su cabello azabache comenzaban a asomarse filosos cuernos de un pálido rosado. Los dos cañones de hexmahem produjeron un ruido sordo, señal de que tenía que recargar y el momento que el barón estaba esperando.
- ¡Cambio! – exclamó Shen mientras de un salto retrocedía a la retaguardia y avanzaban al frente dos robustas figuras. Una de ellas, usando una pesada armadura de acero iluminada ligeramente por el flujo de maná en su interior, se adelantaba lentamente al vampiri frente a ellos con una larga y oscura hoja apoyada en su hombro. La visera de su casco estaba levantada, lo que le permitía ver a la criatura con sus propios ojos.
-Ten cuidado con esa cosa, Aldamerí, si lo miras mucho rato a los ojos se robará tu alma y poseerá tu cuerpo- Dijo la otra figura que caminaba junto a él, quien a diferencia del hombre, caminaba semidesnudo con el torso al aire, lo que permitía ver claramente las extrañas marcas que parecían envolver su fornido cuerpo mulato. -No la cagues, ya sabes lo ra…- Una sombra cruzó rápidamente su campo de visión, sin darle tiempo a reaccionar.
El cuerpo del barón que se hallaba inmóvil hace solo unos segundos se encontraba ahora sobre el hombre de la armadura, atacándole viciosamente la única parte desprotegida de su cuerpo, la cara.
- Ruffini, ¡Escudo! – vociferó la mujer.
Un joven hechicero de cabello rubio vestido con una túnica larga café de mahoi golpeó el suelo con su callado de madera imbuida en maná. - ¡Accelerare ¡- Exclamó el mahoi en perfecto Aelio. La joya incrustada entre los dobleces del báculo soltó un destello de luz amarilla y una ráfaga de energía fluyo hacia el cuerpo del hombre blindado.
-Maldito mosquito glorificado ¡Quítate de mí ¡- Exclamó el hombre de la armadura mientras se defendía de los ataques con la mano izquierda e intentaba blandir la espada con la derecha. Súbitamente sintió un subidón de energía y logró pegarle un empujón a la criatura con la mano defensora y aprovechó la breve apertura que había generado para bajarse la visera, lo que encendió sus ojos de un fuego blanco y le permitió ver el interfaz de la armadura. Sujetó fuertemente la espada que ahora tenía un brillo naranjo incandescente en el filo, y la blandió con todas sus fuerzas. Esquivada. Blandió nuevamente la hoja, esta vez con ambas manos. Esquivada nuevamente.
El vampiri se agachó rápidamente mientras esquivaba los ataques de la hoja cargada con maná a alta velocidad. Logró posicionarse justo debajo de la axila izquierda del hombre, un punto sin armadura que le daba un fácil acceso al corazón del mortal. Estiró su mano y brotaron garras rojas y largas de las últimas falanges de sus dedos.
- ¡Zolkr! – Exclamó guturalmente el luchador semidesnudo mientras con una mano estirada corría hacía la pelea.
Súbitamente una ráfaga de viento lo golpeó y lo hizo caer sobre su trasero. Identificó ese mahem inmediatamente. -Menos mal te tenemos a ti- dijo para sí mismo.
La espadachina de cabello blanco se encontraba ahora entre Zolkrov y el vampiri, apuntando sus dos espadas en dirección al barón. Una de ellas estaba manchada con sangre. La manó que estaba a punto de apuñalar al hombre de la armadura cayó cercenada al suelo.
Yog parecía sorprendido, pues tomó la defensiva y se alejó de un salto de la mujer mientras sostenía el ahora sangriento brazo derecho mutilado con su mano restante. – Maldita seas mujer- Dijo amargamente el barón mientras apretaba con fuerza el lugar donde había estado su extremidad, de donde ahora brotaba un líquido oscuro demasiado espeso para ser sangre normal.
- ¿Así que si podías hablar? – Dijo la mujer con las espadas mientras recuperaba el aliento. -Podríamos habernos ahorrado tanta pelea, y salvado tantos arboles si nos hubieses contestado cuando llegamos-
El vampiri parecía absorto en su brazo mutilado, haciendo caso omiso a la espadachina. -duele… duele mucho… me dijeron que ya no habría más dolor…- Musitó Yog para sus adentros. Tornó su mirada al grupo de guerreros que tenía al frente. La espadachina de cabello blanco era rápida y precisa, si dejaba que se acercase mucho podría perder la cabeza en vez de una simple mano, pensó. Enfocó su mirada en el guerrero de torso desnudo, detectaba una gran fuerza enterrada en lo más profundo de su ser, como si estuviese durmiendo.
-No os debo ninguna explicación, ustedes vinieron acá a atacarme primero. Es natural que un hombre se defienda cuando arremeten contra él- Dijo con tono arrogante el barón herido. Se concentró en el líquido que brotaba del muñón de su brazo. Desde que había iniciado su transición a vampiri había notado una creciente conciencia de cómo se movía la sangre por su cuerpo y el de otros. Había adquirido nuevas y novedosas habilidades que le permitían alterar el comportamiento de ésta, haciéndola desafiar la gravedad y la física, sin embargo, el conocimiento de cómo utilizar el elemento más vital de todo ser vivo como arma no venía libre de costo, el inhumano precio que ahora debía pagar era la insaciable obsesión de tener más y más sangre.
-No me vengas con esa mierda, ¿entonces qué me dices de los cientos de personas que han desaparecido de E'rran en las últimas semanas? ¿quieres decirme que no tuviste nada que ver en eso? – Respondió con fuerza la espadachina mientras apuntaba una de sus hojas, notoriamente más ancha y verde que su hoja hermana, a la creatura que antes había sido un hombre. La tensión en el aire era tan espesa que prácticamente podía sentirla. Sus compañeros detrás de ella estaban todos en posición de pelea, todo estallaría en un instante y no podían seguir alargando la batalla. Solo habían recibido un par de heridas menores, pero no podían regenerarse más rápido que lo que les permitían sus rudimentarias pociones, a diferencia del barón Yog que había demostrado una durabilidad y regeneración particularmente sobrenaturales.
El oscuro líquido que brotaba de la herida del brazo del vampiri se espesó aún más, lo que detuvo su caída mientras aún había un hilo de la sustancia precipitándose al suelo.
Yog soltó una corta risotada -No espero que sus simples y unidireccionales mentes comprendan la complejidad de todo este plan. Por mi parte solo seguí las ordenes que me entregaron y pagué el precio que tenía que pagar-
El hilo que colgaba de su brazo se hinchó espontáneamente hasta formar una masa negra convulsionante tan grande como un melón de huerto. El rostro de Yog se endureció por el dolor y los cuernos apenas visibles de su cabeza se asomaron un poco más. La masa palpitante reventó, dejando escurrir un suero color ébano por una mano blanca perfectamente formada que abría y cerraba sus dedos para comprobar su funcionalidad.
El grupo de guerreros de Adam sintió una mala espina colectiva. Cada centímetro del cuerpo del barón gritaba peligro.
El artificiero jaló la camisa de la chica que los lideraba, llamando su atención. -Naga, ¿deberíamos retirarnos? – Dijo susurrándole al oído.
La espadachina tragó saliva, no era la primera vez que se enfrentaba a un ser con hiperregeneración. En una ocasión tuvo que enfrentar a un grupo de jóvenes licántropos por más de ocho horas seguidas. Logró vencerlos finalmente incapacitándoles repetidamente, así forzando su regeneración y su correspondiente desgaste de energía, sin embargo, los hombres lobo eran brutos y no particularmente inteligentes. La creatura que se erguía magna y soberbia frente a ella era casi el opuesto absoluto, eran más veloces que la mayoría de los proyectiles, tan fuertes como para arrancar árboles adultos de raíz y una inteligencia rival a los Aldmer los hacía las máquinas perfectas para cazar personas.
Las probabilidades no eran buenas, pero si no era capaz de liderar a su equipo para salir de situaciones como esta Wu'Kon nunca le daría el ascenso que estaba buscando, sin contar la posibilidad de ser exterminados por el barón. No era momento de ponerse a divagar, un paso en falso y todos acabarían siendo carne molida.
-Si lo dejamos lo suficientemente malherido aturdiremos su regeneración por un momento. Ruffini puede incapacitarlo en ese momento con su Castigo Divino- Dijo Nagatomi con firmeza, el primer paso para infundir valor en sus hombres era mostrarse calmada y sin tribulaciones en su mente, aunque por su cabeza estuviesen pasando una tormenta de inseguridades y preocupaciones.
-Ejecutaremos el ataque coordinado número 33, Shen y Ruffini quedaos en la retaguardia, Zolk los cubrirá. Yee'Ga, tú y yo iremos en la ofensiva- El barón estaba quieto en la distancia, con los brazos a los costados no parecía encontrarse en posición de luchar, sin embargo, la espadachina sabía que no debía bajar la guardia. -A mi señal-
-Verás, Nagatomi, tú y yo no somos tan diferentes, ambos debemos defender ideales de alguien más y ambos encontramos justificables nuestras matanzas- El barón se puso en cuclillas y enterró su mano nueva en la tierra suelta bajo sus pies. El grupo de guerreros estaba en alerta máxima. -La única diferencia entre tu paupérrimo grupo de sacos de carne y yo es que yo ya no estoy atado a las leyes de la naturaleza, a las leyes del hombre o al debilitante delirio de la moral- De la zona lumbar de su espalda brotaron siete filudos tentáculos color sangre que suspendidos detrás de él daban la impresión de estar flotando bajo el agua, siendo movidos por una fuerza invisible.
- ¡Volvió a sacar su cresta! - Exclamó Yee'Ga al mismo tiempo que todos se tensaban ante el inminente combate. -Tiene más que antes- Concluyó con voz grave después de un breve conteo de extremidades. No se encontraban ni a una cuadra de distancia de la mansión cuando se hallaron al barón, o lo que antes era el barón, retorciéndose sobre su estómago en medio del camino, los alaridos que soltaba la creatura no parecían pertenecer a nada de este mundo. Con sus ojos en blanco y violentas convulsiones había pensado que quizás era un hombre sufriendo una maldición de rápida consunción, pero el otro tanque del grupo, Zolkrov, reconoció la dolorosa y explosiva metamorfosis de los vampiri, lo que significaba que quien sea que lo hubiese transformado no estaba lejos. Habían tenido suerte pues solo segundos después su carne se rasgó y de su espalda brotaron largos apéndices carmesí que se movían de un lugar a otro frenéticamente, apuñalando y cortando todo lo que se le acercase.
Los nervios de Nagatomi aumentaron aún más. En efecto, cuando se enfrentaron al barón inicialmente, éste había exhibido una cresta de cuatro tentáculos que no pudo mantener por mucho tiempo, tiempo que aprovechó para cercenar todo a su paso, sobre todo árboles. Según la charla que Wu'Kon les había dado antes de enviarlos a E'rran, los vampiri no podían mantener su cresta expuesta por periodos prolongados de tiempo pues era agotador manejar volúmenes grandes de sangre, sin embargo, si la regeneración de una mano completa no había hecho mella alguna en su energía era posible que la nueva cresta fuese más duradera que antes.
-Terminemos con esto- Musitó Yog al mismo tiempo que clavaba un par de tentáculos en la tierra y era impulsado al aire con rapidez.
- ¡Ahora! – Gritó la espadachina a todo pulmón.
El hechicero de luz agarró fuertemente su báculo y visualizando el flujo de maná en su interior dio un golpe a la tierra con su callado mientras pronunciaba una incantación – Essere venti- dijo con voz grave.
Una deslumbrante luz amarilla iluminó el espacio momentáneamente mientras dos haces luminosos descendían sobre Nagatomi y Yee'Ga, quienes ya se encontraban cargando hacía Yog. Sus pies se volvieron ligeros como el aire y en abrir y cerrar de ojos lograron posicionarse justo debajo de la creatura que ahora caía presa de la gravedad a las fauces de los guerreros.
Yog extendió su cresta y dejó caer una oleada de cuchilladas sobre ellos. Cada extremidad cambiaba su forma mientras alternaban entre ataque y movilidad, gracias a los tentáculos el barón podía mantenerse en alto fuera del alcance de las espadas y los puños mientras arremetía sin piedad contra sus oponentes.
Las oleadas de cortes rojos eran rápidas, pero no más rápidas que las hojas de Nagatomi, quien bloqueaba y esquivaba cada puñalada impecablemente. Tampoco eran capaces de penetrar la gruesa piel de Yee'Ga, quien bloqueaba cada golpe en su contra con sus manos desnudas y redirigía la fuerza del impacto lejos de él, transformándolo en un escudo perfecto.
El rostro del Patetmer estaba atascado en una expresión de furia y concentración máxima mientras desviaba cada impacto de la cresta del vampiri. – Eh, basura de la noche, ¿Sabes por qué los ancianos de mi pueblo me dieron el nombre de Dragón de acero? – Preguntó Yee'Ga mientras exhibía sus colmillos a través de una media sonrisa de provocación.
La espadachina reconoció la señal y de un salto salió del rango de ataque de Yog, dejando a su compañero sólo contra la creatura. Su espada delgada tenía muescas en el filo y defensa, a diferencia de la hoja color jade que se mostraba impoluta, sin ni un rasguño en su superficie. -Te necesito lista, es hora, Ségora- susurró Nagatomi a la espada, intentando no sentir temor al poder que yacía dentro de ella. El arma tiritó suavemente y, respondiendo al llamado de su portadora, comenzó a derramar un fresco torrente de maná sobre el brazo de la maestra, haciéndole sentir un incremento de energía mientras el mahem dentro de ella se impacientaba por salir.
-Veamos si esto le causa dolor a ese desgraciado- Dijo Shen mientras alcanzaba detrás de su espalda y sacaba un tercer cañón de mahem, mucho más grande y grueso que las armas gemelas que portaba en su cinturón. Era su arma preferida, un cañón DLX-99, un regalo de despedida de su hermana cuando partió de su hogar en Zelzibar para convertirse en guerrero de Adam y el mejor desintegrador mánico que el mercado actual tiene para ofrecer. Había estado a punto de venderlo en un par de ocasiones, pero el rostro malhumorado de su hermana siempre se le venía a la mente y le hacía cambiar de parecer. Poseía tres cilindros de aceleración y era capaz de aceptar todo tipo de fuente de energía, independiente de si estaba o no confinada a una unidad CAD. Si algo podía hacer que ese engendro de la noche se arrodillase era este cañón, o al menos, eso pensaba.
-Busca una apertura segura, no vaya a ser que golpees a la maestra con eso- Dijo Ruffini mientras miraba de reojo al artificiero -A menos que quieras que se repita el incidente de Baltze, claro – expuso el hechicero con sarcasmo.
- ¡Ya lo sé! – Espetó bruscamente Shen mientras cargaba su DLX-99 con dos cartuchos CAD. Hace 2 años durante una misión en las cadenas montañosas del sur tuvieron que pasar por Baltze, donde se encontraron con un grupo radical de Sangres Verde hostil. En el caos de la batalla accidentalmente le disparó a un oficial de mayor rango aliado, casi matándolo. Lograron rechazar a los guerreros Patet, pero fue degradado 2 rangos por su error y suspendido de realizar misiones por un año entero. -Sólo tengo que mantener mis ojos en el vampiri y esperar el momento indicado para reducirlo a cenizas- dijo Shen con confianza. Había jurado ser menos impulsivo y esta era la misión perfecta para su redención. Si lograban acabar con un vampiri come hombres los altos mandos se verían obligados a reconocer sus proezas, sin contar el hecho de que no sabría con qué cara mirar a su familia si volvía a casa después de ser expulsado del templo. -No hay margen de error esta vez- Aseveró con voz grave.
El hombre en la armadura se levantó la visera y soltó un escupitajo al suelo – Otra vez tengo que quedarme acá atrás defendiendo a estos debiluchos, no entiendo por qué Nagatomi no me deja irme a la ofensiva- Dijo Zolkrov mientras se pasaba la mano por su oscura y larga cabellera con la mano que no sostenía el mandoble sobre su hombro, aunque en realidad, el sí sabía cuál era la razón.
-Quizás sea porque nunca le haces caso, obviamente no te va a favorecer si siempre actúas fuera del plan- Respondió el joven hechicero con voz neutra.
-Pues lo siento "señor perfecto" pero yo si soy capaz de pensar por mi cuenta y no solo seguir lo que nos ladra esa niña- Respondió Zolkrov, con un poco más de veneno al hablar.
-No entiendo como un anciano como tú no entiende que para que una misión tenga alguna posibilidad de tener éxito tenemos que adherirnos a un plan. Desviarnos podría ser letal, esto es conocimiento básico- Soltó Ruffini con fría lógica. A pesar de que todos tuviesen el mismo rango, era inevitable encontrarse en conflictos de jerarquía basada en edad, donde Zolkrov tendría la ventaja sobre ellos.
- Vieja será tu repu…- La tierra se movió bajos sus pies y un fuerte estruendo interrumpió la discusión entre compañeros de equipo. Tornaron sus cabezas hacia la pelea y se encontraron con una escena que aún a curtidos guerreros de Adam como ellos les costaba asimilar del todo.
Cada tatuaje en todo el cuerpo de Yee'Ga brillaba de un celeste incandescente mientras que con todo el peso de su cuerpo descargaba una verdadera ametralladora de golpes sobre los apéndices sangrientos del barón, impidiéndole desviar su atención del guerrero y así generar una apertura para sus aliados. Aunque pareciese una simple e impulsiva ráfaga de puños, cada ataque proveniente de la cresta del vampiri era perfectamente bloqueado y descartado por el guerrero Patet. Con impoluta técnica desviaba la energía del impacto y proporcionaba una de mayor magnitud en respuesta, anulando completamente la fuerza ofensiva del oponente. Su férrea constitución le había terminado ganando el nombre de Dragón de acero en el Bastión de Azakath, donde había nacido y entrenado antes de unirse a los guerreros de Adam.
Shen apunto su desintegrador hacia el vampiri suspendido en el aire y quitó el seguro del gatillo al mismo tiempo que colocaba su dedo en el percutor del arma. Sudor frio corría por su frente mientras sentía el ronroneo del mecanismo hex del cañón en su hombro, armado y listo. Ligeramente apretaba el disparador cuando visualizó una figura trepando por el aire a gran velocidad en dirección al barón. Apartó su dedo rápidamente mientras tenía un ligero ataque de pánico por casi cometer el mismo error dos veces. Un paso en falso y la maestra que ahora parecía desafiar la gravedad para acometer una y otra vez contra el barón Yog habría terminado como un saco de cenizas y metal derretido tirado en el suelo. El artificiero agradecía a los dioses por no haber tenido un espasmo súbito en la mano jalando así el gatillo.
"-Somos una. Eres viento. Eres agua. Tuya, hasta que la muerte nos separe-" Resonaba en la cabeza de la espadachina mientras con ambas espadas cortaba una y otra vez la carne del barón que entre demoníacos gritos y maldiciones utilizaba su cresta para intentar evadir, en su mayoría en vano, los cortes y arremetidas aéreas de Nagatomi mientras en simultáneo intentaba dominar con su cresta al guerrero semidesnudo en la tierra.
Gracias al maná espiritual fluyendo por su cuerpo, la maestra era capaz de desafiar la gravedad, saltando y trepando por las corrientes de viento que su mahem producía, permitiéndole mantenerse cerca del cuerpo elevado de Yog en todo momento.
-Maldición. Déjame algo ¡Nagatomi ¡- Gritó Zolkrov con frustración al aire. Extrañaba antes cuando la chica no era tan gruñona con él, pero desde un particular incidente en una ciudad Koboi Nagatomi se había vuelto mucho más estricta respecto a no desviarse del plan. La culpa que sentía por lo ocurrido en las calles de Ból aún le pesaba como una montaña de ladrillos en los hombros. Sabía que intentar enmendar sus acciones no traería a nadie de vuelta a la vida, sin embargo, la sombra de su pecado no lo dejaba dormir por las noches y los gritos que solo él podía oír se hacían tan fuertes que en ocasiones no podía escuchar sus propios pensamientos. Entendía cómo se sentía la espadachina, sin embargo, el no comprender por qué no le permitía buscar la redención en la pelea lo desquiciaba. No podía dejar que una creatura tan corrupta existiera en este plano, pensó Zolk mientras veía a sus superiores luchar, inseguro de si lo pensaba para el barón o para sí mismo.
El cuerpo del barón se movía de un lugar a otro mientras buscaba generar distancia entre los guerreros de Adam y su persona, sin embargo, ni las hojas de Nagatomi ni los puños de Yee'Ga le daban tregua alguna. La lluvia de golpes del Patetmer le había desgastado enormemente la energía, siéndole imposible utilizar hiperregeneración mientras evadía los ataques de la espadachina con celeridad. Ambos eran heraldos espirituales, es decir, poseían un espíritu dentro de ellos que les prestaba parte de su maná, aunque solo el hombre lo albergaba en su interior. La mujer, por otro lado, lo contenía en su espada derecha. Aunque estuviese peleando uno contra cinco, desgastado y en su primer día como vampiri, Yog no se sentía en absoluto en desventaja.
Los tentáculos que se encontraban clavados en el suelo y bloqueando los ataques de Nagatomi y Yee'Ga se contrajeron súbitamente, volviendo a su invocador mientras el momentum lo mantenía suspendido en el aire. Una esfera de sangre oscura protectora se formó en torno al barón y mientras comenzaba a caer, presa de la gravedad, ojos para visualizar únicamente el flujo de la sangre de los seres vivos ahí presentes. Su improvisado escudo cayó de un golpe a la tierra removida del bosque y antes de que pudiese pasar medio segundo incrustado en el terreno una explosión de fuego y furia arremetió en dirección a Yog, quemando todo a su paso.
-Ah, cierto… tenían un artificiero- Dijo el herido Yog para sus adentros justo antes de que una bola ardiente de maná condensado golpeara la tierra bajo sus pies. "Este mundo no esperará que estés listo jamás, si quieres sobrevivir a su fría crueldad tendrás que convertirte en alguien aún más frío y aún más cruel" Le había dicho alguien hace mucho tiempo. Era graciosos, Yog había odiado a muerte a quien le dijo esas palabras, pero ahora se encontraba a miles de años de distancia de esos tiempos y en lo único que podía pensar era en lo mucho que tenía razón.
Una columna de polvo mánico residual subía magna hacía el cielo después de que el feroz estallido errase por centímetros a los guerreros de Adam cercanos al barón.
- ¡Oh si ¡- Gritó eufórico el artificiero mientras lanzaba un puñetazo al cielo con la mano desocupada, contento por no haber freído a sus compañeros en esta ocasión. - ¿Ves Ruffini? Te dije que podía controlarlo- dijo Shen mientras se subía sus opacos lentes tácticos hasta la frente y les dedicaba una amplia sonrisa a sus compañeros en el rango de la explosión.
- ¿Te encuentras bien, Naga? – Preguntó Yee'Ga mientras se acercaba a su compañera cubierto de tierra y residuos de la explosión. – Parece que Shen por fin se está acostumbrando a ese cañón, siempre pensé que le quedaba un poco grande-
-Me encuentro bien, gracias Yee- Respondió la maestra mientras con ambas espadas envainadas se acomodaba el cabello suelto en una cola de caballo, sin apartar la vista de la columna de humo que ascendía desde el cráter de la explosión.
El Patetmer tornó su vista al sitió del impacto de igual manera. -Su presencia desapareció, lo sientes ¿no? – Si afinaba los sentidos era capaz de sentir las esencias vitales de todos los seres conductores de maná, ya fuesen animales o vegetales. La manacepción era una cualidad de todo ser capaz de manipular el maná, de forma que la sensibilidad de dicha percepción dependía casi de forma exclusiva de la capacidad mánica del individuo, siendo los hechiceros aquellos con mayor agudeza a la hora de sentir el flujo de energía en otros seres.
-Lo sé, solo tengo la sensación de que fue…- Nagatomi no acababa de terminar la frase cuando logró divisar una silueta aparentemente arrodillada de entre la columna de polvo mánico que se disipaba. -… demasiado fácil- Terminó la espadachina al mismo tiempo en el que desenvainaba ambas espadas con presteza y se acercaba con precaución a la silueta.
- ¿Naga? – preguntó el luchador mientras se acercaba por la retaguardia de la espadachina hacia el bulto tras la nube de humo. Si bien la presencia del vampiri había desaparecido el espíritu dentro de él lo mantenía intranquilo, como si el peligro no estuviese más que empezando. Yee'Ga hizo una mueca de nauseas. -Tengo el estómago revuelto, algo no marcha bien, mis tripas no mentirían- dijo mientras echaba una mirada alrededor del campo de batalla. Desde hace un rato había tenido la sensación de estar siendo observado, pero no podía estar seguro, pues el flujo de maná en la zona era caótico producto de la batalla.
Zolkrov soltó un profundo suspiro mientras con la cabeza gacha utilizaba su mandoble como bastón, apoyándose en el pomo de la espada con ambas manos. Otra vez había tenido que quedarse en la retaguardia mirando como otros hacían el verdadero trabajo. –"No me desobedezcas Zolk. Proteger a tus compañeros es importante, Zolk"- dijo el hombre en tono burlesco mientras citaba las palabras que Nagatomi le había dedicado. Una mano se posó sobre su hombro y al voltear a ver se encontró con el rostro de Shen, enmarcado por su castaña barba y cabello.
-Eh, alégrate Zolk, todo salió bien. Aunque no hayas tenido mucha acción nos recompensarán igualmente una vez regresemos al templo- Dijo el artificiero con confianza. El dar el tiro final le había subido la moral notablemente.
La sangre Icantiana de Zolkrov le hacía perder de vista el foco de la realidad en ciertas ocasiones, olvidándosele lo realmente importante. Decían que la gente de Icante, una ciudad costera a solo unas docenas de leguas de E'rran, se encontraban frecuentemente apariciones de todo tipo en el mar, desde gritos desgarradores en la madrugada hasta embarcaciones fantasma visibles solo a la luz de la luna en altamar. No era extraño que se les conociese como gente que lee fortunas y se relaciona con espíritus, aunque también como embaucadores y perezosos.
-Como digas, al menos podemos irnos a casa ya. Daría a mí vieja tía por un buen filete de carne y una cerveza- Respondió finalmente Zolkrov al mismo tiempo que Ruffini les llamaba la atención.
- ¡Eh! Creo que está pasando algo- Vociferó el rubio hechicero mientras señalaba al frente con su bastón.
Nagatomi se acercaba lentamente junto a Yee'Ga a la silueta chamuscada, daba cada paso con delicadeza, rezando para que la figura no se volviera hostil espontáneamente. Hacia el frente, el filo de su espada de jade reflejaba la luz de las lunas. Al costado, su hoja de acero llena de muescas aguantando a duras penas la batalla. Yee'Ga cubría su espalda en caso de que la creatura decidiese irse por atrás. Giro la cabeza hacia atrás para observar a la retaguardia de su grupo, de todas las preocupaciones que aquejaban su mente, la seguridad de su grupo ocupaba un espacio importante. Lo que Wu'Kon le había enseñado en sus años de estudiante no había sido suficiente, aún le faltaba aprender como unir a un equipo, cómo hacerlos luchar el uno por el otro. Las habilidades de lucha aprendidas en Azakath y el Templo de Adam eran invaluables, sin embargo, siempre había presentado dificultades respecto a las relaciones interpersonales, lo que le impedía intervenir a la hora de conflictos internos.
Había algo que inquietaba a Nagatomi desde hace un rato, pero aún no sabía que era exactamente, y eso la volvía loca. No era la primera misión que comandaba, pero cuando usualmente se enfrentaban a alguna amenaza eran ellos los que se encontraban en desventaja numérica y no al revés. El hecho de que el guardián los haya hecho enfrentarse como grupo contra un solo hombre, o lo que queda de uno, era por una buena razón.
- ¡Naga, el barón! – Exclamó la voz de Yee'Ga al mismo tiempo que volvía la cabeza hacia donde estaba el supuesto cuerpo de la creatura. Del cadáver calcinado del vampiri brotaron dos largos cuernos que brillaban a un rojo vivo, iluminando las grotescas quemaduras que adornaban el cuerpo de Yog.
- ¡Ségora ¡- exclamó Nagatomi a todo pulmón al mismo tiempo que se precipitaba de un salto hacia el barón, blandiendo la magna espada de jade que ahora rebosaba de maná con todas sus fuerzas. "-Cuidado" dijo suavemente una voz dentro de su cabeza. En un abrir y cerrar de ojos el hueso, carne y piel de la creatura se regeneraron explosivamente mientras cada músculo se entretejía con cada tendón de sus brazos y piernas.
El cráneo carbonizado de Yog se encontraba ahora sosteniendo un rostro semi formado de una quimera entre hombre y creatura cuyos ojos carmesíes devoraban con la mirada a la espadachina frente a ellos. Nagatomi, al estar en contacto sostenido con los ojos de Yog quedó paralizada, abstraída en la profundidad de unas pupilas que parecían ultrajar lo más profundo de su mente y conocer las facetas más íntimas de su ser. El barón no pudo evitar esbozar una sonrisa al encontrarse con una maestra de la esgrima con sus espadas puestas tan a la ligera, bajando claramente la defensa para él. De la punta de sus dedos brotaron garras tan gruesas como su propia falange, pero largas y filudas como cuchillos.
Yog arremetió con la izquierda en dirección al cuello poco protegido de la espadachina en un ataque que aseguraría la ejecución rápida de la maestra, o eso creía él. La espada derecha de Nagatomi se movió en aparente autodeterminación bloqueando inconscientemente el choque de las garras del barón, emitiendo un ruido sordo contra el metal.
Nagatomi despertó del trance con el golpe, pero parecía perdida en la situación, como si no entendiera que estaba frente a una creatura come hombres creada por un dios malévolo para cazar Mer, como ella.
El barón chasqueó la lengua, había fallado su intento de neutralizar a la espadachina y no podía arriesgarse a ser derrotado nuevamente. Desconocía las razones de porqué había sido capaz de regenerarse con tal explosividad, más no iba a desperdiciar una segunda oportunidad aparentemente milagrosa tan fácilmente. Sus profundos ojos carmesí encontraron al grupo de la retaguardia, fijando su mirada en el artificiero que lo había dejado en un estado paupérrimo hace solo unos momentos atrás. "Cambio de planes" pensó el barón mientras se ponía en cuclillas y tensaba los músculos de las piernas para propulsarse a temeraria velocidad hacia el incauto Aldamerí, esquivando el intento de agarre del guerrero Patet, quien al notar sus intenciones se abalanzó sobre la creatura para intentar someterla.
Zolkrov se bajó la visera de su armadura, completando el circuito de hexmahem e iluminando la armadura y espada del Aldamerí de un color electrizante. Por fin tendría lo que estaba buscando, su momento de gloria, el segundo que todos recordarían como la vez que Zolkrov salvó la vida de todos ejecutando al peligroso vampiri. Alzó su pesada espada de acero negro y calculando la trayectoria y velocidad media de la creatura blandió su hoja de forma perfecta para impactar a la creatura y partirla en dos, o eso creía él.
Lamentablemente para el hombre, desde la perspectiva de Yog, el Aldamerí con suerte se movía un par de milímetros, permitiéndole superar fácilmente el obstáculo que suponía, o creía suponer, Zolkrov. Detrás del cascarón de la armadura había un hombre cuyo espíritu se rompía cada vez un poco más con cada decepción.
Gracias a la maniobrabilidad que le brindaba la cresta de su espalda al barón pudo atravesar sin esfuerzo las defensas de la retaguardia. Ruffini el hechicero estaba justo al lado del artificiero, permitiéndole acabar con dos pájaros de un tiro si así lo deseaba, sin embargo, el vampiri mantenía rencor por el hombre que le había incinerado la piel hace unos momentos, la decisión era obvia.
Como una araña lista para devorar un pequeño insecto que ha deambulado hasta su red, el barón se posicionó a la espalda del pobre Shen, quien sería demasiado lento para reaccionar a la velocidad sobrenatural de Yog.
Ruffini, quien se encontraba a solo centímetros del vampiri no podía hacer más que observar cómo el barón utilizaba cuatro de sus puntiagudos tentáculos de sangre para apuñalar por la espalda al artificiero, atravesándolo completamente con sus extremidades sanguinolentas. Un fuerte alarido de agonía recorrió el campo de batalla mientras Yog aprovechaba el contacto entre su cresta y la carne del Aldamerí para succionar la sangre de sus tejidos.
El horror y la desesperación inundaron el campo de batalla mientras las mentes de los Adamitas intentaban asimilar lo que ocurría frente a sus ojos. El vampiri había hecho una terrorífica demostración de sus capacidades y los guerreros temían que esto no fuese ni la punta del iceberg.
Nagatomi tragó saliva mientras intentaba no perder la compostura. No sabía cómo explicaría la muerte de Shen al Guardián, o más aún, si serían siquiera capaces de salir de ahí con vida. Ella tenía el poder de abortar la misión y de retirar a sus hombres, sin embargo, eso solo significaría la muerte en vano de su artificiero. Por otro lado, seguir insistiendo con la misión pondría las vidas de todos los ahí presentes en un riesgo mayor.
La información que les había entregado Wu'Kon sobre los Goliath era demasiado general como para hacer alguna diferencia notoria. "Los Goliath son muy fuertes, además de rápidos y con habilidades pseudo psíquicas" Recordó Nagatomi. Nada que aludiese a sus debilidades en absoluto. Se le pasó por la mente que quizás era por qué no tenían debilidades, pero eso significaría que no tendrían posibilidad alguna contra una bestia como esa y que Wu'Kon los había enviado a una muerte segura.
-M…mierda- musitó la maestra entre dientes. El tiempo parecía haberse ralentizado, permitiéndole ver con claridad como con cada palpitación de la cresta del vampiri el cuerpo de Shen se contorsionaba de dolor. Cerró sus ojos, esperando que lo que acababa de suceder fuese solo una ilusión y que con volver a separar sus parpados todo desaparecería. "No" Dijo una voz en su cabeza, no la Ségora, su espíritu vinculado, sino una voz desde lo más profundo de su ser.
El instinto más primordial de supervivencia se activó en alguna parte de su conciencia, permitiéndole ignorar el miedo y las pésimas posibilidades de supervivencia que tenían. Abrió los ojos y con su ceño fruncido en determinación absoluta invocó una corriente de viento que se arremolinó entre sus pies para impulsarla de cara contra el vampiri en un osado último ataque, soltando un feroz grito de guerra mientras cargaba.
Sin embargo, antes de que pudiese aterrizar para arremeter con sus espadas y rescatar a Shen de las garras del barón, el cielo nocturno se iluminó como si súbitamente hubiese amanecido, dejando caer sobre todos los presentes un halo de luz anaranjada mientras en lo alto del aire se manifestaban una docena de esferas de fuego tan grandes como una habitación pequeña y tan incandescentes que les llegaba el calor que éstas emanaban, aunque se encontrasen en lo alto de la noche.
Yog, atónito frente a la luz y capacidad mánica del grupo interrumpió la succión de la sangre de Shen y con un ágil movimiento retrajo su cresta de su cuerpo, dejándolo caer con un ruido sordo sobre la tierra removida. Fijó su vista en el hechicero de luz que yacía aún en estado de shock a solo unos metros de distancia de él. Lucía asustado frente al mahem que había aparecido en el cielo, lo que significaba que no eran aliados suyos. Esbozó una sonrisa malévola. Las heridas que le quedaban del cañón de mahem se habían sanado en su mayoría y se sentía vigorizado de sobremanera gracias a la sangre que acababa de consumir.
Su cresta se abrió nuevamente y dirigiendo todos sus apéndices a la ofensiva arremetió contra Ruffini asegurándose de propinar un golpe igual de letal que el que había administrado al artificiero Aldamerí, no obstante, cuando sus sangrientas armas estaban a milímetros del corazón y órganos vitales del rubio hechicero una sombra blanca pasó zumbando por su izquierda, extrayendo al mahoi del rango de alcance de su cresta y dejándolo caer a los pies de la espadachina peliblanca.
"¡¿Un fantasma?!" pensó Nagatomi al ver a la figura blanca rescatar a Shen en un abrir y cerrar de ojos. La figura portaba una armadura de placas plateada y sin insignia, no le era familiar tampoco la espada que portaba en su espalda ni la forma en la que se movía con la armadura.
-Creo que esto es suyo- Dijo a Nagatomi la voz de una mujer cubierta con una gruesa armadura de placas de acero cuyo esmerado pulido hacía que la luz de las lunas y bolas de fuego se reflejase de manera especular sobre la superficie metálica. Su blanco cabello caía de entre las comisuras de su casco coronado por dos torcidos cuernos de cabra y de entre las ranuras de visión de éste se dejaban entrever 2 grandes ojos rojos.
Un fuerte bramido se escuchó en dirección del barón. El vampiri rugía iracundo ante la perspectiva de gente interrumpiendo su alimentación y apuntaba todos los apéndices de su sangrienta cresta en dirección al grupo de personas. En sus ojos radicaba un nuevo tipo de manía, la sangre que ahora recorría el corrupto cuerpo de Yog había dejado en su cerebro una sensación de euforia y placer nunca antes sentida, cualquier rastro de humanidad que podría haber quedado en el marchito corazón del vampiri había desaparecido completamente, dejando un cascarón lleno de malicia y apatía por las míseras creaturas que osaban a hacerlo esperar. Observó las llameantes esferas suspendidas sobre ellos, desviando la mirada hacia los árboles de Haya que enmarcaban el campo de batalla. Quien fuera que estuviese conjurando mahem no podía estar muy lejos, pensó. Sin embargo, no sentía ninguna presencia viva aparte de las que se encontraban ya frente a él. Una gota de sudor frío recorrió su mejilla.
-Deberíamos alejarnos un poco de aquí, esto se va a convertir en un infierno en la tierra en cualquier momento- Dijo la mujer con armadura mientras desenvainaba su espada y usaba la punta para señalar al barón. -Me llamo Sienna y estén tranquilos…- Indicó mirando a Nagatomi directamente a los ojos- …no he venido a alimentarme de su sangre- replicó con tono jovial la chica.
Al mismo tiempo, una joven mahoi utilizaba toda su concentración para mantener en estasis el hechizo mientras su compañera evacuaba a los guerreros de Adam de la zona y ella se escondía entre dos setos. La creatura no la había detectado aún, cosa que mantenía inquieta a Mirai." El vampiri no se atreve a mover" pensó. Si el barón aguardaba el momento perfecto podría evitar perfectamente su ataque.
-Qué diablos te está demorando tanto Sienna- Musitó Mirai para sí. Su compañera probablemente sería capaz de sobrevivir su lluvia de fuego, pero los guerreros morirían calcinados como daño colateral. "No pierdas el enfoque la misión, recuerda que estamos aquí para sacarle información a Yog el rojo y luego matarlo, no para andar rescatando a cualquier persona que se nos acerque corriendo con lágrimas en los ojos. Ya nos hemos retrasado tres años, si existe la posibilidad de que Nell siga con vida debemos apurarnos para que se mantenga así" Esas eran las palabras que ella misma le había dicho a Sienna antes de entrar a la ciudad, sin embargo, ya se encontraban activamente rescatando a unos desafortunados guerreros de Adam y no hace mucho había hecho la promesa a un anciano de encontrar a su nieto quien probablemente estuviese muerto. Mirai comenzaba a pensar que quizás era adicta al estrés. Diminutos rayos y chispas ascendían por sus botas mientras la estática del lugar hacia que las hebras sueltas de su cabello se erizasen hacia arriba. Otra de las razones por las que no le gustaba utilizar electricidad al luchar.
El barón se encontraba completamente alerta con su cresta desplegada de forma que parecía estar rodeado por sanguinolentos dientes afilados. A tres pasos de él, el cuerpo inmóvil del artificiero. No había sido capaz de succionarle toda la sangre cuando lo ensartó con su cresta, por lo que aún no tenía suficiente para la transformación completa a Goliath y, por ende, un hechizo como el que se había manifestado en el cielo era capaz de calcinar su cuerpo de manera que resultaría imposible regenerarse.
-Todos ustedes, corran detrás de los árboles. Tengo una última cosa que hacer- espetó Sienna a la que creía era la líder de los guerreros de Adam. Todos retrocedieron menos ella. -He dicho todos, no me haré responsable si mueres-
-Iré contigo, no puedo dejar el cuerpo de mi amigo ahí, mis compañeros no me lo perdonarían- Replicó Nagatomi con voz grave.
-He dicho que no. De todas formas, no serías suficientemente rápida y sería una pena ver tu linda cara toda desfigurada- dijo la vampiri mientras esbozaba una amplia sonrisa y, mandoble en mano, se lanzaba de un salto hacia el barón.
- ¡E-Espera! - dijo apresuradamente Nagatomi al mismo tiempo que era jalada por el cuello de su blusa hacia atrás por el oscuro brazo de Yee'Ga. Ahora que lo pensaba, era la primera vez que veía a un vampiri usando armadura.
El eco del retumbar de los pasos metálicos de Sienna hacía que Yog pudiese calcular exactamente todas las posibles direcciones que podría utilizar la vampiri para atacarlo. Tenía la certeza de poder ganarle a la chica en el estado final de su transformación, más aún necesitaba vastas cantidades de sangre para poder desarrollar su máximo potencial, lo que significaba que casi cualquier vampiri adulto podría acabar con él en el estado en el que se encontraba. No pensaba darle la más mínima ventaja.
- ¡Estas son mis presas! – dijo el barón de un bramido mientras que arremetía con cinco de sus tentáculos a una velocidad que dejaría en ridículo a las alas de un colibrí. Los apéndices de la cresta conectaron perfectamente con la armadura plateada, haciéndola estallar en el aire en múltiples direcciones. Dentro de ella, nada.
- ¡¿Huh?!- escupió Yog mientras intentaba localizar el paradero de la vampiri. Basado en los conocimientos que había aprendido antes de venir al sur de Ebion, sabía con toda confianza que solo la variedad de vampiri de tipo Sylphkin era capaz de tal temeraria velocidad, lo que no eran del todo buenas noticias para él.
Una sombra se escabulló por la periferia de su campo visual haciéndole tornar la mirada hacia su retaguardia. Detrás de él, una mujer de prístinas facciones y blanco y largo cabello blandía un grueso mandoble de acero de casi la mitad de su tamaño. Los ojos rojos y brillantes de la Sylphkin lo miraban con calculadora frialdad.
Ni una pizca de clemencia podía encontrarse en lo profundo de las pupilas de la chica, quien con una veloz estocada atravesó el cuerpo del barón justo donde su corazón debía estar. Yog aulló de dolor mientras retraía su cresta e intentaba sacarse a Sienna de encima con sus brazos, sin poder alcanzarla. La chica soltó el mandoble, dejándolo atravesado en el cuerpo del vampiri al mismo tiempo que utilizaba la espalda del Goliath como soporte para propulsarse hacia atrás con el cuerpo del artificiero en sus manos.
- ¡Ahora, Mirai! – Exclamó Sienna a todo pulmón mientras velozmente corría a reagruparse con el grupo de guerreros de Adam con el cuerpo de Shen arrastrándose por la tierra. Sentía pena por ellos, probablemente quien los mandó estuviese ahora tomando una taza de té, haciéndose preguntas sobre la vida, inconsciente del peligro en el que se encontraban sus hombres.
Pequeños espasmos recorrían los brazos de Mirai mientras sostenía una docena de muy pesados soles en miniatura y, tal como uno suelta un suspiro después de un largo día de trabajo, la hechicera conjuró la última parte del hechizo con fatigada satisfacción.
-…Ad inferus… ¡ruinam! – pronunció Mirai mientras con un ademán dirigía su mahem hacia el vampiri, permitiendo que las enormes bolas de maná en llamas cayesen a una velocidad mayor a la que le permitía la gravedad de su propio peso.
El barón se movía erráticamente intentando remover la gruesa hoja del mandoble de su pecho, lo que le resultaba crecientemente más difícil. El dolor por la herida le impedía concentrarse lo suficiente como para desplegar su cresta. Agarrando la hoja de la espada con sus manos desnudas, y mientras se hacía cortes cada vez más profundos en sus palmas, deslizaba la hoja hacia atrás, sacándola lentamente de su cuerpo. Sin embargo, había algo extraño, los Mer a los que se estaba enfrentando lo miraban desde lejos y tenía la sensación de que cada vez hacía más calor. Dirigió su mirada hacia el cielo. Las esferas de fuego que antes se encontraban a decenas de metros sobre el cielo ahora caían a toda velocidad en su dirección.
La espada cayó con un golpe sordo al suelo. Yog no decidió quedarse a averiguar si su nueva capacidad regenerativa sería capaz de sobrevivir el impacto de doce ardientes bolas de maná por lo que, enfrentado con la perspectiva de una segura y muy calurosa muerte, decidió darse la vuelta y correr con todo lo que tenía para escapar de la zona, dejando una nube de polvo tras de sí mientras intentaba alcanzar el camino de vuelta a la mansión.
Al voltear hacia atrás para ver si ya se encontraba fuera de la zona de peligro Yog se sorprendió al ver que el enjambre de esferas mánicas lo seguía a él a una velocidad que debería ser imposible para una invocación de ese tamaño.
Para el desconocimiento de Yog, los hechizos de tipo Fulgrum eran capaces de desafiar en la mayoría de los casos las leyes de la física debido a las inmensas cantidades de energía confinadas dentro de éstos. Sin embargo, controlar este tipo de hechizo no venía sin costo. La práctica de este tipo de mahem estaba restringida para hechiceros no experimentados, pues de no poseer la experticia necesaria para controlarlos el hechizo en sí los consumiría totalmente, desintegrando su cuerpo lentamente.
Renombrados hechiceros habían sucumbido ante su propio maná al intentar conjurar hechizos que excedían sus capacidades, no obstante, Mirai no era una hechicera cualquiera. Todas las bolas conjuradas golpearon de lleno al barón en un festival de luces que carbonizaban todo el suelo a su alrededor mientras el suelo retumbaba con cada impacto. Cuando el hechizo hubo finalizado por fin, a la vista no quedó más que un cráter humeante de tierra calcinada donde antes había estado el vampiri. De forma casi inmediata, la oscuridad de la noche pudo posarse una vez más sobre los hombros de los presentes.
-Oh mierda- dijo Mirai mientras hacía una visera con su mano para poder mirar el cráter desde lejos. -Parece que me excedí un poco… Ahí va nuestra pista- musitó para sus adentros con melancolía. Había estado recorriendo el Ether por tres años desde que logró escapar del albergue con Sienna y la única pista que habían encontrado en todo ese tiempo acababa de ser destruida frente a ella por sus propias manos. Todo por culpa de unos adamitas incautos, pensó.
A Sienna le encantaba observar cuando Mirai vencía a sus enemigos con hechizos tan ostentosos como el de los "soles en el cielo" como ella le decía, sin embargo, en esta ocasión no podía entregarse a su placer culpable pues se encontraba rodeada de preocupados y llorones guerreros de Adam mientras intentaba hacer fluir la sangre por el cuerpo del artificiero.
La medicina era una práctica ancestral entre los Sylphkin, quienes encontraron usos más prácticos en la capacidad de controlar los flujos sanguíneos con su hemoquinesis que solo utilizarla para matar, como lo hacían sus primos Mesokin y Goliath. Sienna no era la excepción a la regla, pues desde que tenía memoria como vampiri había sido instruida en las propiedades curativas de su habilidad por sus mentores. Nunca entendió del todo porqué era que los Sylphkin preferían sangre animal a la Mer, aunque lo prefería de esa forma, había presenciado demasiadas matanzas y carnicerías entre gente que la sangre de una persona ahora le sabía mal.
- ¿Estás segura de que sabes lo que haces? – Preguntó preocupado Zolkrov mientras miraba por encima del hombro de Sienna con el casco en la cintura.
Sienna le devolvió un ceño fruncido. Si algo realmente la molestaba era que no confiaran en ella o sus métodos a la hora de realizar sanaciones. Era por eso que, aunque la calidad de la medicina Sylphkin era casi inigualable, mucha gente evitaba activamente visitar curanderos vampiri, pues no confiaban en ellos. Si no existiese ese miedo a los sanadores capaces de hemoquinesis Sienna podría haber dedicado su vida a trabajar en un hospital o a construir uno propio, sin embargo y debido a todos los rumores que circulan, junto con las historias reales de eras anteriores, ella sabía que era imposible que eso algún día fuese realidad.
- ¿Sabrías hacer algo mejor tú? – Dijo Sienna respondiendo con otra pregunta. El guerrero se limitó a mirarla con ojos vidriosos. -Eso pensé-
- ¿Entonces puedes hacer algo? – Preguntó Nagatomi con cautela al mismo tiempo que se arrodillaba al lado de Shen y observaba su cuerpo inerte en el suelo.
-Oh no, él lleva muerto unos minutos ya. Sólo estoy manteniendo sus órganos frescos para poder comerlos- Contestó Sienna mientras sus manos seguían recorriendo los lugares donde debían estar los vasos sanguíneos una y otra vez de forma rítmica.
Nagatomi se quedó sin habla mientras el resto de los guerreros se miraban entre sí boquiabiertos. Su mano derecha tembló sobre la hoja de su espada espiritual.
La vampiri soltó una sonora carcajada mientras les devolvía una mirada en broma, rompiendo la tensión -Es un chiste, vamos, quiten esas caras largas. Están como si se hubiese muerto alguien- dijo alegremente Sienna.
Una mano le apretó con fuerza el hombro, forzándola a voltearse. Se encontró con el rostro afligido del hechicero de luz quien con cara compungida dejaba escapar palabras entre lloriqueos. -Por favor… Salve a…mi amigo…es mi culpa que esté así…- dijo Ruffini mientras se sorbía los mocos.
Sienna respiró hondo y recuperó la compostura. -No puedo devolverle la vida a un cadáver, eso escapa de mi maestría, sin embargo, quizás ella pueda- Dijo señalando con el índice a Mirai quien ahora trotaba hacía ellos saludando con su mano derecha en alto.
- ¿Te refieres a la hechicera de fuego? – dijo Yee'Ga mientras volteaba a ver a la chica corriendo hacia ellos. -No parece el tipo que pueda curar-
-Bueno, pues es la única opción que tienen, no es que tengamos la obligación de ayudarles tampoco- Respondió Sienna con una sonrisa de oreja a oreja. El luchador intercambió una mirada silenciosa con Nagatomi.
Mirai dejó de trotar cuando se encontraba a pocos pasos del grupo, sus ropas estaban sucias y su cabello se encontraba desordenado por lo que aprovechó de sacudirse un poco la tierra antes de encontrarse con Sienna y los guerreros.
-Buenas noches- dijo Mirai saludando formalmente a los Guerreros. -Parece que tenían un pequeño problema con ese vampiri, pero no se preocupen, dudo que vuelva a levantarse-
La espadachina se acercó a Mirai -Saludos hechicera, mi nombre es Nagatomi, líder de este escuadrón y créame, lamento tener que ser ese tipo de persona, pero ¿podrías ayudarnos una vez más? Tu compañera acá nos dijo que eres capaz de sanar las heridas de nuestro camarada caído- la espadachina hizo una pronunciada reverencia en señal de súplica. -Te lo pedimos, por favor ayúdanos-
Mirai desvió la mirada hacia la vampiri arrodillada a unos palmos de ella -Eh… Sienna? – dijo la hechicera mientras miraba a su compañera realizar movimientos peristálticos sobre él cuerpo de un Aldamerí semi desnudo.
-Usemos un frasco- espetó Sienna al mismo tiempo que tornaba su cabeza para mirarla a los ojos. -Puedo hacer más si encontramos algún alquimista acá en E'rran o en Icante-
-Entiendo- La hechicera se arrodilló al lado del cadáver boca arriba del guerrero y comenzó a hurgar entre su bolsa. Hundió su brazo casi hasta el hombro no alterando la forma de la pequeña bolsa de tela en lo más mínimo. Finalmente logró extraer un único vial de vidrio teñido de un fuerte color carmesí por el líquido en su interior.
-Con este solo tendremos uno para lo que nos queda de misión, lo entiendes, ¿no? -expuso la vampiri que ahora que se encontraba despojada de su armadura y vestía una blusa blanca de tela con unos pantalones largos y negros en cambio.
Mirai asintió con cara seria, mientras con la punta de sus dedos removía la tapa del frasco y lo sostenía abierto sobre la boca del hombre fallecido. Tragó saliva mientras intentaba eludir el sentimiento de culpabilidad al verter el contenido dentro de la boca abierta del cuerpo y posicionar sus manos desnudas sobre su blanco y lacerado pecho.
Desvío la mirada hacia Sienna. Era imposible continuar con el tratamiento sin revelar a cuatro guerreros de Adam al filo de su cordura que ella era bivalente. Su compañera asintió con la mirada. De alguna manera, ella siempre sabía lo que estaba pensando.
-Supongo que no sirve de nada ocultarlo más ahora- resopló Mirai mientras sus oscuros ojos se encendían de un azul incandescente y pequeños destellos de electricidad recorrían su antebrazo, llegando hasta la punta de sus dedos. - ¿Cuál es su nombre? – preguntó a la líder de los guerreros.
-Su nombre es Shen. Shen Zakery- Respondió Nagatomi mientras veía desconcertada como la supuesta "hechicera de fuego" invocaba mahem eléctrico frente a sus ojos.
-Shen Zakery, vuelve a nosotros- Dijo mientras levantaba las palmas de sus manos sobre el pecho del artificiero y la brecha era cerrada por numerosos rayos en miniatura que hacían saltar al cuerpo con el impacto de la corriente. Nada ocurrió.
-Vamos otra vez- Dijo mientras se ponía de pie y frotaba las palmas de sus manos entre sí para generar una corriente mayor. Los guerreros de Adam la miraban con una mezcla de asombro y miedo, al fin y al cabo, Mirai estaba bombardeando el cuerpo de su amigo con suficiente electricidad como para matar un Orionmer adulto. Su mahem impactó el cuerpo del fallecido con mayor fuerza, ennegreciendo sutilmente el pecho y rostro del Aldamerí sin mayor efecto.
- ¡Eh! ¡Vas a despedazar su cuerpo! – Vociferó el fornido Patetmer mientras la señalaba con sus manos cubiertas de tatuajes sólo para que rápidamente fuese bajada por la peliblanca vampiri quien le forzó la muñeca sin esfuerzo aparente con una mano y le hizo un ademán de callarse con la otra.
- ¡Uno más! - contestó Mirai al mismo tiempo que sus antebrazos eran cubiertos por una capa de mahem eléctrico, iluminando la oscuridad de la noche con una luz azulada. Tensó sus manos en forma cóncava y con un sutil suspiro dejó fluir el maná libremente por sus venas, conjurando un feroz y rugiente rayo tan breve que si los guerreros hubiesen pestañado un segundo más tarde se lo hubiesen perdido. El cuerpo de Shen saltó por los aires sólo para caer boca arriba como muñeca de trapo sobre el suelo removido del bosque.
-No…No se está moviendo…- Musitó Zolkrov rompiendo el silencio. El resto de los guerreros de Adam dirigieron sus miradas dudosas hacia la hechicera.
-Silencio Aldamerí- dijo Sienna antes de que Mirai pudiese responder mientras apuntaba al manojo de ropa y hollín que yacía a unos metros de ellos. Las piernas y brazos de Shen tiritaban en espasmo suavemente. -Mira eso y dime que no soy asombrosa- dijo Mirai.
Nagatomi comenzó a acercarse suavemente al cuerpo tembloroso del artificiero, verificando que no despertara un vampiri sediento de sangre. -Quizás sean espasmos residuales por la…- un profundo y fuerte jadeo por aire interrumpió su oración a mitad de camino al mismo tiempo que Shen recuperaba la conciencia y se sentaba en el suelo, palpándose frenéticamente el pecho y espalda. La espadachina se arrodilló junto a él y lo agarró de los hombros, llamando su atención.
- ¡Eh, Shen! – gritó Nagatomi mientras sacudía a Shen con fuerza – ¡¿Te encuentras bien?¡-
- Diablos, sí. No estoy sordo, puedes dejar de gritarme, Naga - respondió el conmocionado artificiero mientras miraba en todas direcciones intentando descifrar donde se encontraba. Un murmullo de sorpresa general lo sacó de su ensimismamiento. El resto de sus compañeros se encontraban rodeándolo completamente bombardeándolo de preguntas y atención.
Zolkrov hizo que Shen se pusiera de pie de un tirón para estrujarlo fuertemente con sus brazos cubiertos de armadura. -Lo siento tanto camarada, tu… moriste… Es mi culpa que ese vampiri te haya alcanzado, debí ser más rápido, menos ingenuo, probablemente- espetó el hombre mientras soltaba al artificiero adolorido. -No esperaba que los Goliath fuesen tan… invencibles- dijo Zolkrov después de tomarse un segundo para pensar.
El hechicero de luz le ofreció una camisa blanca sin mangas a Shen, quien se la colocó inmediatamente. -Gracias Ruf, supongo que cubre lo importante- Tornó hacia el Aldamerí en armadura -No te preocupes hombre, son gajes del oficio. Solo espero que seas un poco más rápido para el resto de misión. De hecho, ni siento que haya estado muerto, estaba teniendo un sueño plácido la verdad- espetó mientras miraba su propio cuerpo con incredulidad.
-Hay algo que no cuadra en todo esto- expuso Yee'Ga con frialdad tornando su mirada a Mirai -De hecho, hay varias cosas que no cuadran. Primero, ¿Quién diablos son ustedes y qué le acaban de dar a mi amigo? – Dijo el Patetmer cruzándose de brazos.
- ¡Yee'Ga! ¿cómo puedes hablarle así a la gente que te salvó? – escupió Ruffini antes de que nadie pudiese contestar. Zolkrov gruñó en señal de aprobación mientras que Nagatomi tornaba su mirada a la pareja de inusuales viajantes.
-Tranquilo, es normal que sientan curiosidad- respondió Mirai colocando su mano frente a Sienna para evitar que escalase la situación. -Yo habría preguntado lo mismo- Intercambió miradas con su compañera. -Solo somos dos cazarrecompensas que escucharon que podría haber algo de dinero acá en E'rran. Un anciano nos mandó en la dirección de la mansión del Barón de esta tierra, íbamos a mitad de camino cuando oímos la batalla. Si me preguntas, creo que llegamos justo antes de que fueran exterminados- dijo dirigiendo una mirada escrutadora a los guerreros frente a ella.
-Respecto al contenido del vial les recomendaría que no lo piensen demasiado. Lo importante es que su amigo se encuentra probablemente más saludable de lo que estaba al poner pie en este bosque, sin contar el hecho de que estuvo literalmente muerto un par de minutos- añadió Mirai casualmente. Shen se encontraba colocando cartuchos CAD en sus artefactos sin aparente preocupación por su estado.
- ¿Es decir que no sois Radiantes? – Inquirió la espadachina inclinando su cabeza hacia adelante.
Mirai la miró estupefacta por un segundo ante de soltar una breve risa. -No, claro que no. Sienna y yo no somos exactamente "amigas de la Liga"- sostuvo la chica de los tomates mientras señalaba con el pulgar a la vampiri que se encontraba agachada recogiendo fragmentos de armadura. -Entre ustedes y yo, considero que son un montón de sacos de mierda. Si yo hubiese llegado hasta acá para encontrarme con un escuadrón de Radiantes o agentes de la liga no hubiese dudado en actuar de igual manera, únicamente que mi hechizo hubiese calcinado sus cuerpos en vez de los del vampiri- terminó de decir Mirai con una mirada que helaba los cuerpos de los guerreros de Adam.
-De alguna forma ella da más miedo que la chica Sylphkin – musitó Ruffini al oído del guerrero Patet, quien asintió con vehemencia.
-Aparte de eso… ¿acaso acabas de usar mahem eléctrico? - preguntó la espadachina mientras se acercaba a Mirai y la examinaba de pies a cabeza, donde su visión hizo hincapié en sus ojos, o más bien, aquello que rodeaba sus ojos. Tatuajes de un azul marino oscuro como el fondo del mar descendían desde el parpado inferior hasta la mitad del pómulo en forma de tres delgadas lágrimas, una marca que solo le traía dolor y arrepentimientos.
La hechicera se apresuraba a contestar, pero fue interrumpida súbitamente por el ruido de metal raspándose contra el suelo. Su compañera que buscaba trozos de armadura a unos metros de distancia había dejado caer un trozo de pechera de considerable tamaño sobre una pila de fragmentos de acero y cuero.
-Pues sí. No lo piensen demasiado - dijo la chica encogiéndose de hombros como si se tratara de un lunar o una marca de nacimiento más, al final de cuentas, eso era para ella el ser bivalente.
Nagatomi le dirigió una mirada cautelosa. Un recuerdo de sus años como iniciada se le había venido a la mente de un momento a otro. Durante su entrenamiento para convertirse en maese de los guerreros de Adam tuvo que recorrer Ebion en un periodo de conflictos entre los Patet de las llanuras del norte y los Aldmer de Zelzibar para completar su práctica. Dentro de los recuerdos que habitaban su mente se encontraba la historia que le había contado un camarada suyo justo después del fin de la guerra de los dos años mientras acampaban junto a un risco.
Según se había difundido entre las filas Aldamerí tras su derrota, un tornado de llamas y relámpagos había arrasado con la vanguardia Zelzibariana sin ni si quiera dejar cuerpos que recuperar. Los comandantes desesperados asumieron que se trataba de un ataque de mahem colectivo por lo que ordenaron la localización de los hechiceros responsables a través de poderosos manaceptores ubicados en el campo de batalla. Se especula que la información que apareció en las pantallas de los artefactos de lectura mánica terminó siendo la auténtica razón del fin de la guerra y no "la búsqueda de la paz" como los líderes Aldamerí quisieron anunciar.
El interés de Nagatomi por la joven hechicera había aumentado considerablemente. Si su corazonada era cierta, quizás aún tuviesen una oportunidad de entrar a la mansión del Barón y terminar el trabajo, sin contar la cara que pondría Wu´Kon al enterarse de que luchó codo a codo con una bivalente. Relajó los hombros, sus probabilidades eran buenas.
-Muy bien Mirai, todos tenemos nuestros secretos- manifestó la espadachina guiñándole un ojo a Mirai. -Quizás podríamos llegar a un acuerdo mutuo, si así te parece-
- ¿Qué clase de acuerdo? – inquirió la bivalente con curiosidad mientras se llevaba las manos a la cintura.
-Buscas una recompensa, ¿no? Si te presentas en el gremio de cazarrecompensas seguramente te darán una buena suma por haber matado a Yog, nosotros podríamos ser tus testigos. O, si quieres, podrías venir con nosotros y ayudarnos a erradicar a este bastardo y todos los de su especie que se escondan dentro de la mansión, sin contar a tu compañera, por supuesto. Ahí podrías seguirnos al templo a unos kilómetros hacia la cordillera donde recibirías una recompensa mucho mayor. Puedo asegurarme de eso como maese- expuso Nagatomi con elocuencia. Mirai desvió la mirada hacia la vampiri recogiendo metal cerca del cráter de su hechizo. - ¿Qué me dices? –
-Eh… pues la verdad…- respondió la hechicera poco convencida -Teníamos pensado entrar a la mansión de todas formas. Tenemos un asunto que resolver con quien quiera que esté allá dentro dando instrucciones-
-Ya veo…- musitó la maese con intriga.
-Pero si quieren venir con nosotros siéntanse libres, solo no nos ralenticen demasiado- añadió Mirai con una sonrisa, la que no fue bien recibida por los guerreros.
- ¿Dices que solo seríamos unas cargas para ustedes? - dijo Yee'Ga apresurándose a saltar dentro de la conversación, incrédulo ante el hecho de que pensaran que era débil.
-No dije eso. Sólo que nos harían ir más lento. No es nada personal- espetó Mirai casualmente mientras rascaba una comezón en su nariz con la punta de su dedo. Era verdad, no tenía nada en contra de los guerreros de Adam, solo intentaba no hacer que este grupo particular de adamitas la tomasen por una diosa y no se separasen de ella. Cosa que extrañamente ya había ocurrido en una ocasión durante la guerra Zelzibariana.
- ¡Mirai! – exclamó la voz de Sienna a unos metros de distancia. La hechicera volteó a ver para encontrarse con una escena de particular interés frente a sus ojos. Un torso apenas formado por una maraña de huesos y vísceras interconectadas se arrastraba lentamente fuera del cráter con el único brazo que le quedaba. Al mismo tiempo, la cabeza humeante de la creatura expulsaba gruñidos y maldiciones mientras se acercaba a la vampiri con el mandoble plateado, aparentemente ciego por los ataques de la hechicera.
La figura llameante de Mirai apareció junto a su compañera en un instante. La estática circundante aumentó drásticamente y los antebrazos de Mirai se plagaron de un mahem eléctrico. -Villam…- musitó para sí en Aelio mientras apuntaba su brazo derecho extendido en posición de ataque hacia la creatura.
- ¡Alto ¡- vociferó Sienna haciéndole señas a Mirai para que se detuviese antes de que pudiese terminar la encantación. -Hay otra forma- dijo la vampiri manteniendo la calma y evitando que Mirai estallase en una bola de mahem que luego no pudiese contener. Siempre tenía problemas cuando empuñaba el rayo a la hora de luchar, especialmente para dejar de hacerlo. Era un aspecto del maná que no dejaba de producirle respeto a la hechicera, más aún conociendo las consecuencias del mahem sin control.
-Este tipo va a regenerarse completamente dentro de una media hora. Si pudo sobrevivir mi hechizo significa que está recibiendo sangre de alguna parte. Alguien le está enviando sangre a su cuerpo de forma remota- espetó Mirai mientras miraba en todas las direcciones en busca de la fuente sin tener suerte alguna.
-Exacto, es precisamente por eso que vamos a necesitar esto- Dijo Sienna mientras sacaba una pulsera de metal labrado con una ovalada roca negra, la cual era sostenida en su lugar por dos ornamentos en forma de serpiente que mordían el glifo inscrito en la piedra. -Las pulseras que nos pasó ese anciano quizás si nos resulten útiles al final de cuentas-
El barón torció la cabeza hacia arriba en busca de la mirada de Sienna con un solitario ojo escarlata que había logrado regenerar. La última imagen que atravesó su cornea, fue la de Sienna dejando caer todo el peso de la espada sobre su cuello, separando su cabeza de los restos de su cuerpo. La vampiri recogió la cabeza de Yog por el poco cabello que le quedaba y lo sostuvo frente a ella.
Pocos segundos habían pasado desde que había decapitado al vampiri con su espada cuando diminutas hebras de carne comenzaron lentamente a extenderse desde la base herida del cuello del barón.
-Te mataré maldita traidora a tu raza. Me alimentaré de tu sangre y tus huesos hasta que no quede nada y vivirás eternamente en mi interior- manifestó la cabeza decapitada de Yog mientras escupía sangre por la boca.
- ¿Es así como le hablas a los mayores? No me sorprende que quienquiera que te haya transformado te haya dejado a tu muerte aquí. He tenido uñas más viejas que tú, no sólo porque alguien te dé la inmortalidad significa que tu mente será la de alguien con cientos de años de experiencia, bendito imbécil. Ahora pasarás el resto de tus días como una cabeza disecada, deberías pensarlo mejor antes de depositar tu confianza en el primer desquiciado que se te hable ¿sabes? – Espetó Sienna con tono condescendiente mientras acercaba el brazalete al rostro chamuscado del barón. -Bueno, ya he hablado mucho. Adiós Yog el rojo, ojalá uses este tiempo para reflexionar-
- ¿De qué estás…? - Antes de que pudiese completar la oración, Sienna le incrusto el brazalete a través del soquete del ojo por el costado izquierdo de su rostro, el cual rápidamente se regenero en torno al metal y activó las propiedades contenidas en la singamia de la ajorca. El barón cerró los ojos inmediatamente, cayendo en un estado profundo de inconsciencia y frenando todo aparente signo de regeneración en la cabeza.
La vampiri levantó la cabeza inerte frente a ella. El rostro desfigurado que yacía frente a ella había sido no hace mucho el de un hombre Aldamerí común y corriente. El precio por la sangre inmortal de los vampiri era el más caro. Los vampiri perdían la capacidad reproductiva cuando eran convertidos por lo que nunca ninguno de su especie había nacido. Siempre eran las almas que no encajaban las que acudían a las prácticas de Ovniken, el dios creador de los vampiri en el comienzo de los tiempos. Aunque no podía evitar sentir compasión por el barón, no olvidaba quien era realmente, un asesino en masa que utilizo el sacrificio de cientos de personas para ser convertido en Goliath. Mirai asomó su cabeza por encima de su hombro.
- ¿Funcionó? - Preguntó la hechicera con curiosidad.
-Eso creo, al menos por un tiempo- respondió la vampiri acercándole la cabeza neutralizada del barón a Mirai. Una leve penumbra comenzaba a verse desde el horizonte- ¿Puedes guardarlo? – la hechicera recibió el bulto con mirada asqueada mientras Sienna alcanzaba la bolsa de Mirai y extraía su capa y bufanda de ella. El grupo de guerreros se les acercó mientras Zolkrov y Shen reían una broma del guerrero Patet. Siempre le sorprendía lo fácil que era perder el control en situaciones así, si ellas no hubiesen intervenido cuando lo hicieron, Shen ahora estaría pudriéndose en el suelo del bosque con altas probabilidades de estar acompañado por los cuerpos de sus camaradas. Sienna les dirigió un saludo jovial con la mano.
Nagatomi le dedicó una pronunciada reverencia. -Muchas gracias nuevamente maese Mirai y maese Sienna, no sé qué habríamos hecho sin ustedes- Dijo la adamita irguiéndose nuevamente al mismo tiempo que el resto de los guerreros también le dedicaban entusiastas reverencias.
-Por favor, díganme Mirai, y no se preocupen por eso. Eso sí, diría que es muy temprano como para agradecerme. Aún debemos entrar a la mansión y aunque seamos más y por ende más fuertes es muy probable que nos topemos con un Goliath completamente formado ahí dentro- respondió Mirai con seriedad al mismo tiempo que dirigía su mirada al artificiero que la observaba con la mirada embobada -Y tú, artificiero, ya tienes tu segunda oportunidad, si caes nuevamente en la mansión no te reviviremos, esos salvoconductos eran para nosotras inicialmente, así que aprovecha esta vida al máximo.
-Claro que sí maese Mirai, digo, Mirai, puede perder cuidado. Ahora que ya experimenté la muerte siento que podría hacer cualquier cosa- Respondió Shen mientras levantaba ambos pulgares y le dirigía una sonrisa con todos sus dientes.
-Y… ¿qué se sintió? – Inquirió Zolkrov con interés.
-La verdad es que no me acuerdo de nada, pero asumo que nada agradable porque al despertar tenía esta sensación en el estómago de haber cagado docenas y docenas de baldes de mierda-
-Maldición Shen que asqueroso que eres- Dijo Nagatomi con una expresión agria. Yee'Ga, Zolkrov y Shen estallaron en carcajadas.
Mirai vio a los guerreros y luego a Sienna y no pudo evitar dejar escapar una risa entre diente. Le era imposible no verse reflejada en ellos. Equipos tan unidos solían tener una moral muy alta, lo que en batalla y espíritu ayudaba de gran manera comprender un escuadrón lo más versátil posible. No le gustaba ser pesimista todo el tiempo, pero había llegado a darse cuenta de que los grupos más unido terminan siendo los que más sufren cuando muere un compañero, y los que más se dividen que queda muy poca gente como para continuar. En su corta vida había vivido ambas situaciones en el pasado, cada una acompañada de su propio tipo de dolor y cicatriz.
Sienna le devolvió una cálida sonrisa. Solo ella quien había vivido sus mismas experiencias, y más, podía leerla de tal manera que pudiese saber que estaba pensando. Tornó a los guerreros de Adam que ahora comentaban casualmente la calidad del chiste de Shen.
-Muy bien todos- Espetó Mirai con firmeza, llamando la atención de los adamitas -Propongo hacer un campamento cerca de la mansión y esperar ahí a que amanezca del todo, ojalá eso nos de algún tipo de ventaja sobre el Goliath además de ayudarnos a descansar un poco, asumo que deben estar agotados. ¿Alguien se opone? – Preguntó mientras se arrodillaba a abrocharse las hebillas de las botas que se le habían soltado con su último truco de mahem.
-Ya oyeron a la bivalente- Dijo Nagatomi volteando a sus hombres. Sabía que era un milagro que se hubiesen encontrado a una hechicera de tan alto calibre, no solo poseían más poder de fuego, sino que también era la oportunidad de oro para ser promovida a Polivalente, un rango al que había estado aspirando desde que la promovieron a Maestra. Lo único que tenía que hacer era mantenerse con vida y cuidar de que ningún miembro de su escuadrón muriese, otra vez.
Los guerreros de Adam se unieron al peculiar par de chicas y caminando a un paso relajado recorrieron un polvoriento camino de tierra rodeado por frondosos árboles de hayas que bailaban suavemente al vaivén del viento mientras la luz del alba les calentaba las nucas y alargaba sus sombras por el sol naciente. Llegaron a un pequeño apartado justo antes de un puente de piedra que atravesaba la fosa que conectaba a la alta mansión de madera y piedra caliza con el polvoriento camino hacia E'rran. Prendieron un fuego, sacaron comida y compartieron la calidez de una fogata sin pensar si quiera que sus horas de vida restantes estaban contadas por una entidad capaz de verlos sin usar sus ojos y de oírlos sin estar ahí, aunque en realidad, estaba mucho más cerca de lo que ellos pensaban.