Sentado sobre la banca de concreto, en algún parque olvidado por la memoria de la vida, un hombre de mediana edad, lloraba amargamente mientras veía la foto de un niño sonriente.
Su rostro hinchado por las lágrimas le daba un aspecto deplorable, con el cabello desaliñado y una respiración agitada, daba la apariencia de ser un monstruo apunto de atacar a cualquiera que se le llegue acercar.
Entre llantos tomaba un trago de whisky y maldecía al viento.
Uno a uno los tragos acabaron con tres botellas en el transcurso de esa tarde, el sol poco a poco perdía fuerza ante la noche que llegaba inminente ensombreciendo su aspecto; la brisa fría que marcaba el inicio de una tormenta, golpeaba su rostro secando las lágrimas que corrían entre los surcos de sus mejillas.
La tristeza que emitía, se había calmado; sedado por el alcohol ahora solo contemplaba con ira un punto fijo en el suelo. Las venas de sus brazos empezaron a crecer aparentando estallar en algún momento. Cada musculo de su cuerpo estaba tenso, los recuerdos en su mente comenzaron atormentarlo nuevamente.
Su triste pasado volvía ante sus ojos para castigarlo en vida por todos los pecados cometidos hasta ahora.
—N-No deberías tomar en la calle. — Una tierna y tímida voz rompió el silencio.
Junto a él, en esa banca olvidada, se encontraba sentada una joven adolescente, el cabello castaño le llegaba hasta la espalda, su piel poseía un delicado color apiñonado y cada gesto que hacía estaba lleno de inocencia.
Él, entrecerró los ojos cual depredador antes del asalto, no era un buen hombre, en ningún sentido y en esa situación, se puede decir que era extremadamente peligroso, por lo tanto, encontrar a una chica bonita en ese lugar no parecía real, mucho menos que le hablaran con tanta familiaridad.
—Mocosa, deberías ir a tu casa, este sitio no es un lugar bonito de noche. —
Su voz estaba cargada de un odio y desprecio que estremeció a la pobre chica, pero no consiguió que se fuera.
—P-pero t-tu...Usted... si toma en la calle lo podrían llevar a la cárcel...—
—No tengo miedo de algo tan trivial, siempre le doy un billete a los policías cuando pasa eso, ya me conocen en esta zona...pero a ti no creo haberte visto antes. —
Incluso con la cantidad anormal de alcohol en la sangre, sus palabras eran fluidas, pero el estado de ebriedad era notorio en sus ojos, que también estaban inyectados en sangre y odio.
Una vieja cicatriz atravesaba su ojo izquierdo desde la frente hasta la mejilla, sus rizos con abundantes canas y completamente revueltos sobre el rostro, empezaron a tornar su rostro en una mueca bestial.
Más que un hombre, parecía un felino hambriento.
Con cada minuto el sol se ocultaba más y aquella inusual pareja empezaba a ser iluminada por una lámpara del alumbrado público.
—No eres de aquí, ¿cierto?—Su voz se calmó un poco y dirigió su mirada al piso nuevamente—Llama a tus padres deben estar preocupados de que estés hablando con un ebrio como yo.—
—A ellos no creo que eso les pueda importar...—contesto ella en un tono triste.
Sus delicadas facciones, resaltan con la tenue luz de la lámpara, su belleza es propia de la época de juventud, las disimuladas curvas de su cuerpo se notan entre la ropa, dejando un deleite para quienes la ven.
Una sonrisa forzada, que sigue dirigiendo a ese hombre desaliñado, es lo único que no encaja con ella.
—Mocosa... Ve a tu casa, déjame solo, hoy toca jugar ruleta rusa, así que si llego a ganar no querrás ver un espectáculo lleno de sesos regados. —
—No tengo a donde ir... ¿Ruleta rus...?
Antes de poder ordenar sus ideas, aquel hombre saco un revolver, insertó varias balas dentro dejando solo un espacio vacío. Bebió un largo trago de una nueva botella de whisky, y apunto a su propia frente.
—E-espera, no lo hagas...—
Sin darle tiempo si quiera de reaccionar, ese hombre jalo del gatillo y un sonido metálico dejó un largo eco que consiguió silenciar al mundo, dejando a la joven sudando frío y sin palabras.
Ninguna bala salió.
—Perdí otra vez, de seis tiros cargue 5 y aun así perdí... Bueno lo que sea, dijiste que no tienes a donde ir o algo así, dime porque estás aquí. —Suspiro con fuerza y volvió a tomar de su botella, aparentando que nada pasó.
—E-este... no creo que debas hacer esas cosas... alguien en tu familia se puede poner triste...—la voz entre cortada y llena de terror de esa joven sonó con fuerza, con un discreto tono de regaño.
El hombre no pareció darle importancia, siguió tomando de su botella, pero sus gestos comenzaron a relajarse. Se acomodó en la banca y estiró los brazos, saco una vez más la foto de ese niño, la miró con tristeza por algunos segundos y la guardo en su pantalón.
—Va a llover, deberías ir a casa de una vez. —dijo con indiferencia.
—Ya te dije que no tengo a donde ir... Tampoco tengo dinero...—un suave gruñido proveniente de su estómago la hizo sonrojarse hasta las orejas.
—Mmmm... No sé por qué, pero siento que es extraño, una chica bonita se me acerca cuando se supone que estoy más vulnerable, si quieres dinero, solo dilo, no me gustan los juegos tontos... Habla, que diablos necesitas de alguien como yo. — Su voz fue tan grave que lograba emitir una sed de sangre palpable.
Ella tembló incapaz de reaccionar, posiblemente sus ojos le traicionaron, pero creyó ver un aura llena de desesperación alrededor de ese hombre, como si el mundo le advirtiera que estaba frente a un hombre excesivamente peligroso. Un hombre salido de las pesadillas más horribles jamás soñadas.
El silencio reinó el lugar, ella temblaba de miedo y parecía estar a punto de romper en llanto, un nudo en su garganta no le permitía hablar, mientras los ojos afilados de ese hombre estaban clavados sobre ella.
—Y-yo ando bus-ca-cando donde pasar la no-no-chee...—dio un largo respiro y calmo sus balbuceos— Cuando lo vi, pensé que podría conseguir un lugar donde pasar la noche... "un borracho bien vestido seguramente tiene donde dormir", esa fue mi idea...—
Ella no estaba equivocada, aquel hombre vestía buena ropa a pesar de su apariencia desaliñada, incluso el reloj en su muñeca a simple vista se ve que costaría una fortuna.
—Dinero... Sí, me lo imagine —saco su cartera y arrojo algunos billetes a la joven— Ve y busca donde pasar la noche, una chamaca con tu figura atraerá gente indeseable a esta hora.
Con la indiferencia usual, siguió tomando de su botella hasta dejarla vacía en un abrir y cerrar de ojos.
—Mmmm... (Hic)... No te has ido, ¿Neceeeeshitas más?—
—... No sé dónde hay un hotel para pasar la noche—
—No eres de por aquí, ¿Cierto?... (Hic)... Esperaff, una mocosha como tú no debería andar sola, no pareceshh (Hic), de las chamacas loquillas que andan (Hic), buscando aventuras... tus ojos no están shenos de malicia...(Hic)...— El hipo empezó a colarse entre sus palabras, la lucidez de sus ojos caía rápidamente ante los efectos del alcohol.
—... Yo no sabía que hacer... Cuando llegue aquí... Pensé que podría convencer a algún hombre para que dejará pasar unos días en su casa... Usted me dio dinero y estoy agradecida pero... No sé qué hacer después... No tenía un plan en realidad...—las lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas—... Los hombres son simples, pensé que si alguno me dejaba dormir bajo su techo no importaba que tuviera que pagar... Con mi cuerpo...—
Un sonoro golpe de un puño contra la banca de piedra interrumpió a la joven. La grieta se extendió sobre la banca de concreto, aterrorizando aún más a esa pobre niña, mientras que el puño de ese viejo borracho se llenaba de sangre.
Las primeras gotas de lluvia cayeron suavemente sobre ellos.
—Dices idioffteces, (Hic)... pagarsh con tu cuerpo es una tonffteria, no sabes de la viddaff —con palabras entre cortadas por la ebriedad mostro su enojo— Hay gentfes muy maalash afuera... (Hic). —
— ¿...M-me podría quedar esta... esta noche con usted...? ¡L-le prometo no causar problemas!—entre lágrimas y bajo la lluvia aquella joven suplicó— Usted no está en buenas condiciones... Y-yo puedo ser útil para llevarlo...—
— ¡Sígueme...! Si te (Hic), pasha algo en la cash-lle porrrr penshar idioteces, me remorshderá la conshienshia mashana... (Hic)... shueve musho vamosh niffña, eshte será un problema para mi sho de mashana. —
Aquella joven sonrió alegremente entre sollozos, mientras emprendió el paso detrás del hombre que caminaba a paso rápido y tambaleante. Su corazón se sintió aliviado, su voz interna le decía que todo estaba bien, aunque sus piernas temblaran de miedo, al seguir son rumbo a ese desconocido.