Hubo algún día en el que podría dibujar la totalidad de tu cuerpo con las yemas de mis dedos, en el que tu piel era una prolongación de la mía y en el que las ventanas empañadas y el olor a sexo el mejor de los despertares.
Hubo algún día en el que un abrazo, una caricia o un beso podía tranquilizar nuestros alterados corazones.
Hubo algún día en el que enfermaste, en parte culpa mía por no terminar de darme cuenta, en parte culpa tuya por no decírmelo sin tapujos.
Conforme pasaban los días, semanas y meses la aberrante infección que te tenía presa fue tomando tu angelical ser. Ahora lo veo todo tan claro! pero que más da tu estás muerta y yo desechando los últimos recuerdos que me unen a tí, negándose a saltar al precipicio del olvido.
Aún recuerdo cuando tu corazón estaba a punto de ser raptado por la parca negra y envidiosa, cuando tu ya corrupto ser estaba a punto de trascender nuestro plano astral y tu cuerpo se elevaba como el ángel caído que siempre supe que eras me dijiste.
Un día cualquiera no hubo una palabra más, una parte de mí sabía que ya se había ido que ya no habría más de ella en este mundo, en parte sabía que era lo mejor, ella estaba sufriendo pero el egoísmo solo me decía que tendría que haber luchado más pero ya da igual, estás muerta.
Te maldije, desee no haberte conocido, grité a la mitad del mundo y me distancie de la otra mitad y lloré, sobretodo lloré.
Sólo quería ir a tu tumba, dejarte unas flores y despedirme de ti, abrazar la fría lápida y preguntarte tantas cosas. Hoy por fin me atreví a ir y lo curioso es que no hize nada de lo que tenía pensado, llevaba 2 cosas conmigo que dejé sobre tu manto eterno, el primer objeto era la primera rosa que te dí ella al igual que nuestro amor está muerto pero se mantiene como un recuerdo, el segundo mis poemas para que algún día quieres los leas y recuerdes donde quiera que estés lo que significaste para mí.
Ahora por fin, descansa...