Beethoven Piano Concerto No 5 op. 73Emperor II Adagio)
Esta es la música sugerida para el capítulo, y la podrán escuchar si van directamente a Youtube, y la buscan con el título: "BLACKCuando dicta el corazón/ Capítulo 1".
Inglaterra 1836.
―¡Marcos, se nos está haciendo tarde y tu hija Irene ni siquiera se ha alistado para el evento! Siempre me hace lo mismo. ¡Por favor, haz que recapacite! Estoy cansada de decirle que tiene que acompañarnos cada vez que tenemos un evento.
―Shannon, no puedo hacer nada... Cuando se pone terca…, se pone terca. Además, mujer, ¿por qué insistes? Si ella no ansía acompañarnos y desea permanecer en casa es mejor que sea así... Sabes que no le agradan los lugares concurridos.
―Concurridos o no debes de recordar que ya no es una niña pequeña y que necesita salir… ¡Por Dios, Marcos! ¿Acaso no deseas que se case tu hija…? ¿A caso deseas verla como una solterona más de este lugar?
―Shannon ―rodó los ojos―, estás exagerando, querida... Ella jamás será una solterona.
―¡Eso crees…!
Los Black vivían en el hermoso condado de Hampshire, a unas cuarenta y ocho millas al suroeste de Londres. El señor Black era un hombre adinerado de inigualables dominios e incluso mantenía negocios relacionados con la realeza y gente bien posicionada. Hacía un poco más de veinticuatro años que se había casado con la divina Shannon y en el transcurso de ese tiempo habían procreado cuatro encantadores hijos: Julius el primogénito, Irene quien le seguía, la joven Yasmine y la pequeña Kalie. Marcos era una excelente persona y bien amada por la gente del pueblo... Siendo así, tenía por ello unos valiosos hijos.
Julius era un joven alto y muy apuesto, capaz de conquistar cualquier doncella, inteligente como su padre y sumamente generoso; La joven Yasmine era una chica apasionada, altiva como su abuela y de aspecto muy peculiar; En tanto la pequeña Kalie, era una niña juguetona y risueña que le encantaba correr por los jardines.
―Veo que no piensas hacer nada con tu hija, ¿verdad, Marcos? ―Lanzó una mirada retadora―. ¿Piensas en seguir solapando sus caprichos a pesar de lo que yo te pida…? ¡A caso no piensas en mí!, en lo angustiada que me siento cada vez que nuestros familiares y amigos preguntan por ella y no hago otra cosa más que mentir.
―Querida mía..., pues deja de mentir y di la verdad.
―¿Cual verdad?
―¡Mujer…! ―Meneó la cabeza― Que tu hija Irene no desea desposarse aún.
―¡A caso te has vuelto loco! ¡Tu hija está casi en el límite de edad casadera y si no encuentra marido pronto temo que jamás lo hallará!
―¡Exageras, querida! —declaró burlonamente mientras se miraba al espejo—. Ambos sabemos que cualquier hombre estaría dispuesto en contraer matrimonio con la niña en cuanto esta lo decida, y si ha resuelto esperar un poco más es mejor que sea así. Deberías de confiar más en su juicio y acatar sus sentimientos.
Shannon sospechaba que algo ocultaba su confiado esposo, y que, por más que indagara en el tema su marido no estaría dispuesto a confesar. La verdad era que hace más de un año Irene había conversado con su padre respecto al tema, habían acordado que, si no hallaba un prospecto en dos años permitiría que eligiera uno para ella, y que, sin cuestionar, lo iba aceptar. Sabía que Marcos tenía un buen criterio y favorecería sus gustos, no obstante, el hombre esperaba que su hija le evitara esa gran molestia.
―Confía en mí ―dijo Marcos ya más relajado―. No debes inquietarte tanto, mujer, ya verás que todo saldrá como esperas. Estoy seguro que te sorprenderá el día menos pensado y saldrá de esta casa con un esposo de la mano ―Sonrió―, pero si insistes ... iré por ella en este instante. Sé que me escuchará si digo que voy de parte tuya.
―No ―aseveró Shannon―, iré yo. Tú…, termina de prepararte porque salimos en media hora.
―Bien, mujer. Como gustes ―Sonrió y le depositó un beso en la mejilla, enseguida Shannon partió de la habitación y se encaminó por los pasillos.
La madre no aguardó ni un minuto por ir tras ella, sabía perfectamente que, aunque enviara a todo el servicio estos jamás darían con su paradero. Por alguna extraña razón su hija sabía cómo desaparecer o quizá sabía cómo persuadir a los hombres para que no dieran aviso. Esto siempre sucedía cuando intentaba llevarla consigo algún evento es por ello que decidió hacerlo personalmente.
Inició la búsqueda en el dormitorio mas no la halló, continuó por las demás habitaciones sin lograr toparse con ella. Prosiguió por la sala pequeña, continuó por el salón recibidor, seguido por el comedor, pero sin llegar a tener éxito. No indagó en el salón de baile que se localizaba en la parte posterior de la casa porque sabía perfectamente que no la hallaría ahí. No fue hasta que llegó a la cocina y notó su cuerpo… Cuando su hija era pequeña y no quería que nadie diera con su paradero tras haber hecho alguna travesura se escondía ahí. Sabía que Amy, la cocinera, la encubriría, pero ya era demasiado grande la chica como para mantenerla en algún escondrijo. Al instante y sin preocupación Shannon la avistó posada sobre un banquillo y cerca de la ventana con un libro entre las manos. Aunque se aproximó a ella ésta ni siquiera apartó la mirada del texto. La madre atónita cruzó los brazos sobre el pecho, la miró con los ojos entreabiertos, y moviendo un pie con intensidad aseveró.
―¿Cómo puedes ocultarte así de tu madre?
Irene apartó el rostro del libro…
Todos los hijos de la familia Black eran hermosos por naturaleza, pero su hija Irene era el más bello ser que radiaba hermosura y pasión. La joven era tan alta como su madre, poseía una estatura de más de uno setenta que provocaba la mirada de las personas al verla andar, se podría percibir en su caminar su porte y elegancia. De piel blanca y suave, de rostro pequeño y amable y de facciones finas. Su cabello era ondulado y de un tono negro azabache que caía ligero sobre sus delineados hombros. Aunque poseía una cintura diminuta esta se apreciaba claramente con su pronunciada cadera. Sus piernas eran largas y esbeltas y bien torneadas que se escondían por debajo de la falda… Pero lo más llamativo de su persona, eran sus grandes ojos verde pardo, uno no podría definir la cantidad de colores que se podían apreciar en ellos.
―¡Te he estado buscando por todas partes! ―exclamó la madre irritada.
―Me encuentro aquí ―respondió serena mientras colocaba el libro sobre su regazo―. Dime, madre, ¿qué es lo que deseas?
―¡¿Cómo preguntas tal cosa si sabes perfectamente lo que deseo?! ¡Por favor, Irene, vístete que se nos hace tarde!
―Madre, no deseo ir… No insistas.
―¿Cómo que no insista? ―Frunció el entrecejo tras escuchar su respuesta―. ¡Es necesario, tienes que acompañarnos! ¡Es tu deber!
Shannon no alcanzaba a comprender por qué su hija Irene no le agradaba hacer vida social, si siempre le había indicado que podía comerse al mundo en cuanto lo desease. En reiteradas ocasiones le hizo mención de que cualquier hombre podía caer rendido a sus pies si así se lo proponía, cosa que a Irene no le interesó a pesar de su insistencia. Para la madre era sumamente contradictorio el comportamiento de su hija, pues hacía un poco más de dos primaveras que Irene deseaba salir del anonimato e incluso habían festejado su presentación ante la sociedad y mucho antes de lo que había imaginado. sin embargo, después de ello y dos reuniones más con amigos simplemente Irene dejó de salir. La mujer no alcanzaba a entender qué le había sucedido a su amada hija. Y aunque en reiteradas ocasiones indagó, la joven, con una sonrisa entre los labios expresaba: <
―¿Acaso no te has dado cuenta que se te está pasando tu mejor edad para conseguir marido?
Irene suspiró profundamente, la miró con los ojos entreabiertos y tomando aire nuevamente salió de la cocina para guiarse hacia su defensor. Si había alguien quién la defendiera de su madre, ese tendría que ser su progenitor. Y en un abrir y cerrar de ojos ya se hallaba frente a las escaleras. En cuanto giró la mirada sobre su hombro izquierdo percibió a su madre que venía refunfuñando tras ella soltando a la vez infinidad de palabras. De inmediato ascendió, giró hacia su derecha, apretó el paso y al fondo percibió la enorme puerta de cedro que daba a la hermosa habitación. En cuanto abrió la puerta de par en par se manifestó.
―¡Padre, por favor, no quiero ir!
El padre viró sobre sus talones mientras el mozo intentaba realizar el último nudo al laso en su cuello.
―No te preocupes, querida ―expresó el padre sereno―. Si no lo deseas acompañarnos está bien…, quédate a descansar.
―¡Oh, por favor, Marcos! ¡Ya vas a empezar?
―¿Empezar qué, querida? ―Con un ademán indicó al mozo que marchara―. Ya te he dicho que confíes más en nuestra pequeña.
Shannon muy molesta se plantó frente a su esposo, le echó una mirada desafiante, y apretando los nudillos abruptamente reveló.
―¡Escúchame bien, Marcos! ―Él, enarcó una ceja. Jamás la había visto tan molesta y seria―. Si no haces que tu hija Irene asista esta noche con nosotros jamás te lo perdonaré… Tenlo por seguro que hoy mismo dejaré tus aposentos, me llevaré mis pertenencias y juro por Dios que no volveré a dirigirte la palabra en lo que me resta de vida.
Su advertencia se escuchó severa e Irene tenía que intervenir. Sabía que Marcos amaba en demasía a su mujer y por tal motivo no pretendía que discutieran esa noche por su causa.
―Está bien, Madre ―se escuchó la voz titilante de la joven―. Si tanto deseas que asista a un evento social... te daré una fecha ―Su madre se volvió a ella―. Será el próximo mes. Tú elige cuál y cuantas. Te juro que acudiré a todas ellas y no me opondré, pero por favor, no me hagas comparecer esta noche.
Irene sabía que su madre no rechazaría semejante propuesta, Shannon en cambio pensó que esta vez había logrado su cometido.
―¿Segura que cumplirás tu palabra?
―Segura ―reveló la chica con firmeza―… ¡Lo prometo!
―Bien, querida ―Sonrió airosa la mujer―. Acepto el trato.
Acercándose a su marido; lo abrazó, le terminó de acomodar el lazo en el cuello que había quedado inconcluso y le dio un beso en la mejilla.
―¡Vámonos, querido! ¡Qué se nos hace tarde! ―Lo dijo con un tono de voz tan dulce y cálido que Marcos sucumbió a sus encantos. Ella sin tardar dio media vuelta y marchó. Y mientras pasaba de largo mostró una gran sonrisa en el rostro indicando a su hija que había logrado su cometido.
Marcos en cambio suspiró.
―Te juro, hija ―conjuró el hombre―, que si no es porque la amo no me molestaría ver que se ausentase de esta habitación.
Y marchó tras ella.
Irene pudo contemplar por la ventana cómo sus padres tomaban el carruaje y este en breve se echó a andar.
Por un momento recapacitó en el ofrecimiento que momentos antes había prometido a su querida madre, molestándose consigo misma por ceder ante semejante capricho. Al final, Shannon había ganado y no le quedó de otra que ceder. Sabía lo mucho que su padre amaba a su querida madre y estaría dispuesta hacer lo que fuera necesario con tal de no verlos reñir.
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Que tal queridísimos lectores. Pues bien, Yo soy Serena Arci y os traigo esta bellísima historia de amor del siglo XIX. El drama de una joven que en el día menos esperado llama el amor a su puerta. Espero me brinden la oportunidad de entretenerlas con esta novela y que lo disfruten tanto como yo. Hago mención que por completo está ambientado con música inspiradora, pero que lamentablemente no se puede escuchar a la par debido a que la plataforma no cuenta con esta aplicación. cada lunes les traeré un capítulo nuevo, pero el viernes 5 de Marzo publicaré doble capítulo. Siempre estoy atenta a sus comentarios o sugerencias, Gracias y nos vemos pronto. (Por así decirlo)😊