"Hiro, tienes que aprender a confiar en los demás."
Estaba tumbado en el sofá con el teléfono en la mano viendo alguna red social.
"Pero mamá, tú que eres militar sabes que no se puede confiar, al final siempre te la jugarán y jugarán con tu confianza."
Mi madre sonrió cuando le respondí.
"¿He dicho algo raro?"
"No hijo. Solo que me recuerdas a mí cuando entré a mi entrenamiento militar."
"¿Y cómo te fue?"
"Bien, pero hay una cosa que no sabía que sentía hasta que conocí a tu padre."
…..
"¿Y es…?"
"Soledad."
La miré extrañado.
"Sí, la soledad la podemos llevar por dentro sin saber que está ahí."
"Mi novia acaba de romper conmigo para irse con mi mejor amigo, ¿Cómo debo sentirme?"
"Estoy segura de que es doloroso, pero no puedes encerrarte en ti mismo."
"Bueno, no me estoy encerrando en mí mismo, te estoy contando todo a ti."
Mi madre se sentó a mi lado en el sofá.
"Y estoy agradecida por ello… Pero tienes que avanzar, en el momento en el que te estanques con un sentimiento, o con una idea, será tu perdición."
"¿Y qué hago? ¿Perdonarlo sin más?"
"No hijo, eso ser estúpido."
Me reí.
"¿Entonces?"
"Es bueno que los odies, es bueno que tengas sentimientos negativos hacia ellos, pero que esos sentimientos no nublen la relación con el resto de las personas."
Me callé.
Después de un momento mi madre continuó.
"Hiro estoy orgullosa como madre, creo que eres muy buen hijo y una gran persona, solo te lo digo porque no quiero ver como te encierras a los demás. En mi vida militar he visto gente perdida en la vida porque murieron amigos o familiares, personas que nunca se recuperaron de eso, se estancaron ahí y son como personas sin vida… Lo que quiero decir es que te han traicionado, pero no todos te van a traicionar, sigue haciendo lo que mejor se te da."
"¿Y qué es lo que mejor se me da? No he hecho nada en la vida ni logrado nada."
Mi madre se empezó a reír a mi lado.
"¿Y ahora qué?"
"Que lo poco justos que somos con nosotros mismos es algo que viene con ser humano."
"¿Te has convertido en algún tipo de filosofa de la Antigua Grecia?"
"Jajaja, puede ser que hoy esté inspirada, pero tú vales mucho Hiro, no dejes que nadie te diga lo contrario."
Acto seguido mi madre me dio un beso en la mejilla.
"Mamá que no tengo 8 años."
Y mi madre y yo nos reímos.
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Cuando abrí los ojos vi un techo blanco.
¿Un sueño?
Acordándome de que ya no estaba en la Tierra, si no en un lugar totalmente diferente.
Creo que derramé una lágrima.
Al sentarme vi en una silla al lado a Ana durmiendo.
A mi mente vinieron los momentos en la que la grité y la verdad es que no se como enfrentarme a ella ahora.
Me cambie de ropa y dejé una nota diciendo que me iba a dar una vuelta y volvía.
Cuando salí de la habitación del hospital no había nadie en la puerta y aunque me cruce con alguna persona simplemente decidí irme.
Al salir lo primero pensé era que la ciudad realmente parecía una ciudad.
Los edificios estaban bien cuidados, la gente vestía bien e incluso las calles estaban limpias.
Estaba dando una vuelta y realmente no me sentía cómodo, en cierto modo lo añoraba, el ver una ciudad así, pero en mi vida actual solo he visto ciudad del puerto y ver la diferencia del nivel de vida me dolía en el pecho.
Ahora qué hago.
Me fui dando una vuelta por la ciudad, pero pronto me entró el hambre y me dolían las piernas, así que decidí volver.
Cuando llegué a la puerta del hospital vi que Ana estaba esperándome en la puerta.
Me acerqué a ella en silencio.
"Ana, yo--"
Ana me abrazó antes de que pudiera decir nada.
"Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento..."
La abracé de vuelta.
"No tiene que pedir perdón por nada. Perdón yo por gritarte."
Estuvimos un rato abrazados.
La aparté de mi después de un rato.
"¿Los niños están bien?"
Ana asintió con la cabeza mientras se limpiaba una lágrima de la cara.
"Están con Spark en una habitación del hospital."
Spark, si no recuerdo mal, es un francotirador de la ciudad del Puerto.
"¿Tendrá la señorita la gracia de guiarme?"
La pregunté mientras le ofrecía una mano.
"Por supuesto caballero."
Ana agarró mi mano con fuerza y me guió a donde estaban los niños.
Cuando llegamos a la habitación vi a Spark, un chico rubio con ojos azules, jugando con dos niños.
"Buenas chicos."
"¡Hiro!"
Los niños salieron corriendo a abrazarme.
"¿Ya estáis mejor? ¿Os están cuidando bien?"
Vi a Daiana y a Gon Asintiendo mientras me abrazaban.
"Hiro, ¿te irás?"
Cuando Daiana me preguntó eso mientras me miraba directamente a lo ojos. Sus ojos negros me sollozaban que por favor no la dejase.
¿Es esto lo que siente un hermano mayor?
No podía negarme.
La palmeé la cabeza mientras la consolaba.
"Tranquila, no me iré a ningún lado. ¿Queréis que os cuente alguna historia?"
Los dos asintieron y sonrieron felices.
"Pero primero, ¿habéis comido? Yo me muero de hambre."
Los niños negaron con la cabeza.
Ana hizo el gesto de ir, pero Spark la paró y fue él.
Después de un rato y de comer los bocadillos que trajo Spark los niños se durmieron.
"Uf, ¿es así de agotador cuidar niños?"
Spark se tiraba en el suelo mientras se quejaba.
Ana se rio.
"Acostumbrado a estar solo cualquier cosa ya es un esfuerzo."
Ana se sentó a mi lado.
La verdad es que estaba bastante cansado yo también, pero no puedo dormir aquí.
"Y bueno Hiro, nos puedes explicar que pasó a ciudad del Puerto."
Spark lanzó la pregunta directamente, sin vaselina y sin nada.
Tragué saliva y les conté todo. Desde el comienzo hasta el final, como lo viví.
Creo que estaba tan nervioso que me temblaban las manos al final.
Ana me abrazó.
Terminé por hablar.
"Os lo cuento porque quiero confiar en vosotros."
Me sorprendí cuando dije eso, supongo que los sueños influyen en las personas.
Silencio.
Un silencio pesado.
Ana a mi lado parecía estar pasando un mal momento.
"¿Existe alguna manera de saber quien hizo que explotara la ciudad?"
Spark me preguntó.
Y le conté una teoría que estaba pensando mucho.
"Ese mismo día llegaron unos defensores con mercancía para todo el mundo. Las repartieron por toda la ciudad. Si alguien pudo hacerlo creo que pudo haber sido ellos."
Un momento de silencio. Fue Spark quien volvió a cortarlo.
"Ahora mismo no podemos hacer nada. Que esto no salga de aquí. Daros de alta y buscar un sitio en el que dormir. Ana todavía no te lo habrá dicho, pero mañana tendrás que explicar lo que pasó a Ciudad del Puerto al presidente del gremio de defensores y al alcalde de la ciudad."
Asentí.
Cuando Spark se fue había algo que me molestaba, pero no podía decir el qué.
De todas maneras aceptamos el consejo. Cuando los niños se despertaron salimos del hospital y estuvimos dando una vuelta por la ciudad en la que estábamos ahora.
Pero no me gustaba, tenía una sensación de que pasaba algo, de que no podía ser real lo que veía.
Parecía una ciudad de verdad, incluso los distritos que deberían ser más pobres están todos bien cuidados.
Creo que lo que siento es rabia. Rabia por la diferencia de nivel entre ciudades, rabia porque nos trataban como una ciudad y unos ciudadanos de tercera.
No pude disfrutar del todo del paseo, pero hice lo mejor para que los niños si lo hicieran.
Cuando fuimos al distrito más pegado al muro parece que cumple la base de ser el distrito vacío.
Decidimos pasar la noche ahí y a la mañana siguiente ir a una posada a lavarnos.
Esa noche cuando los niños y Ana dormían me escapé.
Fui de tejado en tejado corriendo.
Estaba buscando sin saber muy bien el qué estaba buscando.
Hasta que finalmente les encontré.
No quería que fuera verdad lo que pensaba, pero cada vez tenía más papeletas.
Los defensores que vinieron el día de las bombas estaban delante de mis ojos.
Pegué una patada al muro del tejado solo para hacerme daño yo solo.
"Mierda."
En ese momento entraron en una especie de jardín de una mansión.
¿Algún rico?
Había conseguido un cuchillo durante el día de uno de los puestos del mercado. Supongo que para algo sirve aprender a robar.
Con el cuchillo en mano salté desde una azotea cercana al jardín.
En medio del jardín hay una mansión de tres pisos, pero hay defensores contratados por el rico paseando por el jardín, me tengo que mover rápido.
En silencio y con cuidado, y ayudado del mapa, voy avanzando hasta la mansión.
Para mi suerte hay una ventana abierta, aunque es la sala donde están los defensores esperando así que no puedo entrar, aunque si puedo escuchar lo que dicen.
Justo cuando alguien entró al cuarto y todos se levantaron y hablaron.
"Buenas señor vicepresidente."
"Sentaos."
El señor vicepresidente se sentó en una silla detrás de un escritorio con un defensor detrás. Los demás se volvieron a sentar en los sillones de la sala.
"Y bueno contadme. Cómo es eso de que hay supervivientes de la Ciudad del Puerto."
El que reconocí como líder habló por todos.
"Señor, no sabemos donde estaría, nos aseguramos de explotar las bombas a una hora cuando la mayoría de las personas están dentro de los edificios, y a los que no los estaban los matamos."
Me quedé mudo.
Cuando corrí por la ciudad buscando supervivientes no encontré ninguno, eso me pareció muy raro, pero ahora tiene sentido.
Estos cabrones merecen morir. Agarré el cuchillo con fuerza.
Sin embargo la conversación dentro todavía seguía.
"Mañana el presidente de la ciudad y el presidente del gremio de defensores tienen una reunión el chico que sobrevivió. ¿Alguna posibilidad de que diga algo innecesario?"
"Señor, con el debido respeto, si alguien sobrevivió estoy seguro de que sabe que fueron bombas, lo que dudo es que lo diga."
"¿Por qué piensas eso?"
"Al fin y al cabo no sabe quien tú eres el que nos mandó acabar con esa ciudad."
"Verdad es..."
Estoy escuchando a las respuestas.
"¿Qué sabéis de los que le recogieron?"
"Ana, es la novia del chico. Spark, un aventurero en solitario. El rico de la ciudad, ahora está deprimido encerrado en su casa. Con el chico recogieron a una niña y un niño, creo que de ellos no tenemos que preocuparnos."
"De su novia o del otro chico, ¿algo que podamos usar?"
La puerta volvió a abrirse.
"Este es Spark. Lo hemos comprado para que nos cuente lo que sabe el chico y que lo influya por nosotros."
"Bien, bien, buen trabajo chicos. ¿Tu nombre es Spark verdad?"
"Sí."
"Cuéntame, ¿Qué sabe el chico?"
A la vez que escuchaba hablar escuchaba como algo dentro de mí se rompía.
Pero la gota que colmó el vaso fue su reflexión final.
"Creo que deberíamos matar a los 4, a Hiro, Ana y a los dos niños."
En ese momento me puse en la ventana de pie.
"¿Quien eres?"
Todos los defensores, incluido Spark se giraron para mirarme.
"Buenas Spark, chicos, ¿me habéis echado de menos?"
"Tú--"
Antes de que pudieran reaccionar salté hacia el tumulto.
El primero que me cargué fue el líder que sumiso aprovechando que tenía una pistola. Él único que había visto que tenía otra pistola era el guardia del vicepresidente.
Acto seguido disparé las 6 balas del cargador y me cargué a 6 de sus compañeros.
Desde entonces fue matar a sangre fría.
Fui yendo de uno en uno, venían a por mí pero eran demasiado torpes.
Entonces el guardia cogió su pistola y me apuntó.
Me puse detrás de Spark.
"Hazme el favor y sírveme como escudo."
Acto seguido el guardia disparó 3 balas a Spark.
Al ver por la ventana como los guardias del jardín estaban viniendo corriendo hacia aquí.
Solté a Spark, parece que todavía está con vida y me fui a por le guardia.
Era más lento de lo que esperaba y no me fue complicado saltar sobre él y clavarle el cuchillo en la cabeza.
Le robé la pistola y disparé a otros en la cabeza.
Aprovechando que el vicepresidente estaba tirado en el suelo le corté el tendón de Aquiles de ambos tobillos.
"Necesito que te quedes quieto, quiero jugar contigo después."
Acto seguido fui cargándome uno a uno los guardias de la casa.
Cuando solo había rojo a mi alrededor volví a la sala donde estaban el vicepresidente y Spark a penas con vida.
Los siguientes momentos de sus asquerosas vidas estuvieron llenas de dolor.
Lo que sufrieron hacia el final fue indescriptible.
Al final quedaron los dos irreconocibles.
Me cambié la ropa por una que había en un armario dentro de la casa.
En una carta encima de la mesa vi una dirección.
Cuando llegué y llamé a la puerta me abrió una mujer que debería sacarme bastante edad pero que está bastante caliente.
"¿Quien eres?"
"Me llamo Clara. ¿Tú quien eres?"
Le enseñé la carta en la que estaba su dirección.
"Esa carta va dirigida a mi marido Steven. Ahora mismo no esta aquí."
Fue a cerrar la puerta pero puse el pie.
"Su marido no va a volver."
Abrí la puerta y la apreté contra la pared de al lado.
Clara no puso cara de miedo, no puso cara de preocupada, simplemente sonrió.
"¿Qué me vas a hacer jovencito?"
Me acerqué aun más a ella y le susurré al oído.
"Te voy a tratar como se deben tratar a las perras como tú."
No se si era por el cansancio, o por una reacción primitiva, pero durante las siguientes horas estuve haciendo el amor a Clara.
Cuando terminé con ella salí de su casa.
"La próxima vez que nos veamos haremos como si nada ocurrió. ¿Entendido?"
Le dije a Clara mientras la sujetaba en la cama.
"Sí."
Como decirlo, esta Clara te daba la sensación de querer más, de que no era suficiente, sacaba los impulsos más primitivos que tenía.
A la mañana siguiente cuando me desperté al lado de Ana y me acordé de lo que había hecho la noche anterior vomité.