Marcando el paso de la historia sin comprender lo que sucede.... es como una persona vive. Ojos vendados a la realidad que mantienen ocultas las historias que han sido olvidadas. Mundo terrenal y el astral. Dos cosas diferentes e iguales a la vez que reúnen a personas destinadas a encontrarse para cambiar entre las sombras, algo que es llamado destino.
Alegrías y penas, amor y odio, descanso y trabajo, luz y oscuridad. Cosas que van de la mano para hacer de una vida algo diferente, tal vez para no mantener al ser humano en un bucle sin fin. Cruel suele ser el destino pero a veces es justo.
A veces podemos gritar al cielo para maldecir a quienes nos escuchen como lo son las personas de nuestro alrededor, seres místicos o deidades. A veces sin tener la conciencia suficiente de pensar en lo que podemos hacer mal, no en esta vida.. si no en otras pasadas. Podríamos llamarlo karma, pero si no crees en las vidas pasadas... solo piensa que la luz siempre viene después de la oscuridad, tal como el amanecer opaca a la noche.
Ahora, mirando el amanecer, me encuentro pensando en que vendrá después. Si algún día el mañana no vendrá a mi.
Suspiré pesadamente sin dejar de ver mis palabras plasmadas en aquellas hojas, y con mis manos temblorosas cerré aquel diario que tenía la impresión de romperse con el más mínimo forcejeo. Era algo viejo, pero las letras en este aún eran visibles y de pasta desgastada.
— El mundo nunca nos dejará de sorprender— solté a la nada, dejando que mis palabras se fueran con aquel aire matutino que refrescaba mis pulmones haciéndome sentir más viva.
Perdida en mis pensamientos, volví a indagar sobre aquellas historias que había leído. ¿Realmente podía ser capaz de haber sucedido eso?. Reí ante la idea, y al final dejé aquel libro en paz sobre la repisa que se encontraba al lado del sofá de mi sala de estar.
Decidida a hacer mi rutina diaria, salí como de costumbre a caminar por las calles que me conducían a la gran plaza, lugar donde pude no había nadie más que una pareja joven con un pequeño infante que parecía tener cuatro años de edad o un poco más.
Estaban en la lejanía de donde yo tomé asiento, lugar donde esperaba a mis demás compañeros. Cerré mis ojos para seguir disfrutando del aire matutino, cuando de pronto una calidez inundó mi corazón. Aquella sensación me hizo volver a la realidad para ver que frente de mí se encontraba aquel pequeño mirándome.
No le tomé importancia, pero el pequeño me sonrió con ternura y pureza, así que le devolví la sonrisa. Eso al parecer provocó alegría en aquel infante que comenzó a hablar.
— ¿Abuelita está sola?— me preguntó con esa voz tan tierna que hizo ablandar mi corazón.
— En unos momentos vendrán mis amigos— le respondí.— Y tu, ¿tus padres te dejan hablar con extraños?— le pregunté algo curiosa al ver a la pareja que permanecían en la lejanía hablando.
— ¿Mami y papi?— con sorpresa habló para luego dirigir su mirada hacia sus padres y luego volver su atención nuevamente hacia mi para reír.— no, solo dicen que siga mi corazón.
Su comentario lleno de inocencia y pureza me hizo reír, pero... algo extraño sucedió. El aire se tornó cálido, extraño para una mañana de Otoño.
Pero lo más extraño fue que los padres del pequeño se habían levantado de sus asientos para comenzar a caminar en nuestra dirección, sentí alivio al verlos venir por el niño, pero a la vez sentí molestia por haberlo dejado andar solo en el parque mientras ellos hablan.
— Abuelita, ¿Cómo te llamas?— me preguntó el niño.
— Me llamó Marie. ¿Y tu, pequeño?— le pregunté al ver ese brillo de pureza en sus ojos avellana.
— Me llamo Elián Mayer, y tengo 5 años.— me sonrió con alegría.— mi mami y papi me pusieron ese nombre.
Al decir eso apuntó a la pareja, quienes estaban a pocos metros de nosotros.
La madre y el padre llegaron hasta nosotros y con una cálida sonrisa tomaron las manos del niño, para luego hablar:
— Lo sentimos mucho, nuestro pequeño es algo travieso— se disculpó la madre.
— Culpa mía también jajaj— agregó el padre que comenzó a desordenar el cabello dorado de su hijo.— no debí de haberme puesto a hablar sobre el trabajo, ya que hoy es día de descanso.
— Abuelita Marie no se enoja, ¿verdad?— habló esta vez el pequeño que me veía con mucha alegría.
Por un momento la pareja me miraba con sorpresa y luego trataron de ocultar su expresión presentándose.
— Buenos días señora Marie, mi nombre es Amanda, es un placer conocerla .— me tendió la mano para estrechar, pero cuando lo hice... sentí nuevamente el aire fresco, y eso era raro ya que hacía unos momentos el aire era cálido.
— El gusto es mío— respondí extrañada por el suceso.
— Y yo soy Ethan, mucho gusto señora Maire— el hombre me tendió la mano para estrechar, pero al hacerlo, sentí una calidez.
Por unos momentos varios recuerdos extraños pasaron por mi mente, y de un momento a otro, vi a esa pareja vistiendo atuendos que les hacía ver como seres llenos de pureza y cubiertos de divinidad. Incrédula parpadeo varias veces hasta que solté la mano del padre del niño.
Seguía viendo a Amanda vistiendo un vestido lila de mangas caídas que colgaban hasta sus rodillas y una corona de flores sobre su cabeza, mientras que Ethan llevaba puesto un traje en un tono de rojo muy claro con detalles dorados. Y en sus cuellos no podía faltar un fino collar que tenía como colgante una joya roja en el padre y una morada en la madre. Ahí caí en cuenta que lo que había leído en aquel diario era cierto, inclusive vagos escenarios con esos chicos atravesaron mi mente, donde me llamaban: "la guardiana de fuego".
Con lágrimas en los ojos miré al pequeño que ya no llevaba su pequeña gabardina café ni sus botas del mismo color, ahora tenía puesto una camisa blanca de manga larga con lazo rojo y unos pantalones hasta las rodillas que dejaban ver sus calcetas blancas y zapatos negros.
— Es un gusto verlos de nuevo.... señor del fuego y señora del viento...— dije al recordar aquellos sucesos extraños que me resolvían el corazón.
— Veo que fue verdad eso, ¿no es así, guardiana Marie?— me preguntó la mujer que ahora conocía su verdadera identidad del mundo astral y divino.
— Fui~. Creí por un momento que esto era coincidencia jajaja— comentó el elemental de fuego.
— Mis señores, es un gusto que después de tanto tiempo nos volvamos a ver en el mundo terrenal y viviendo nuestras vidas felices. Realmente se merecen la felicidad después del dolor que han pasado— sonreí entre lágrimas mientras el pequeño me veía con preocupación.— su creador puede que esté molesto por lo que hicieron pero... al menos, ustedes se liberaron del castigo.
— Abuelita Marie, no llore— el pequeño me abrazó.
Estuve a punto de volver a hablar cuando escuché una suave risa detrás de nosotros, causando que miraramos en su dirección, para ver la verdadera identidad de aquel hombre de mi misma edad que era mi amigo de hace mucho tiempo.
— Seyler Mc'clover. Tan tarde como siempre— ante mis palabras sonrió y luego me entregó un pañuelo.
— Al menos llegué para presenciar el nuevo futuro de nuestros protegidos, y el nuevo desendiente— dijo mi amigo, quien solo revolvió los cabellos rubios del pequeño.— felicidad y amor nunca te faltará pero... la guerra siempre vendrá.
Aquello dicho por mi amigo preocupó a Amanda y Ethan, quienes me quitaron al pequeño para alejarlo de nosotros.
— Alejenlo de esos asuntos, mejor vuelvan a usarnos a nosotros como sus marionetas— dijo Amanda, quien nos veía con mucha molestia.
— No se metan con nuestro pequeño, preferimos sufrir nosotros a que él viva por siglos una desgracia sin fin entre reencarnaciones— habló esta vez Ethan mientras se ponía frente a su esposa e hijo.
— Veo que son felices pero... no canten victoria, mi señora del viento— ignoró a Ethan y se dirigió a Amanda para mirarla con suma seriedad.— de los cuarto guardianes solo puedo decir que solo despertamos dos y pero solo uo estuve vigilando su vida para protegerlos pero... me percaté de que no ha acabado el ciclo.
Los rostros de ambos elementos palidecieron y con una mirada desencajada se miraron mutuamente, si ellos no podían creer lo que sucedía, menos yo. Pero aún así me quedé callada para escuchar lo que mi compañero estaba por decir.
— Sey, guardián del viento. Danos más información de esto, por favor— pidió Amanda con suma autoridad.
— Lo siento mi señora elemental del viento, no puedo. Esto debe pasar a su siguiente vida, por ahora no se preocupe... solo debe de tratar de huir de la desgracia que los persigue a ambos— les advirtió mi amigo, provocando que Ethan y Amanda solo retrocedieran.
— ¡Deja de asustarlos, Sey!. Es la primera vez que pueden disfrutar de su felicidad— le pedí a la vez que me acercaba y abrazaba al pequeño que parecía querer llorar en cualquier momento.
— Debes estar bromeando, estamos juntos tal y como el castigo se ordenó. No pueden separarnos— habló Ethan mientras se ponía frente a Amanda.— no pueden arrebatarnos la felicidad.
— La lucha sigue, pero... ustedes no pueden hacer nada ya que sus cristales elementales fueron fragmentados. Los recuperamos pero... gracias a eso existen nuevos elementos que desienden de cada uno— explicó mi amigo mientras se acercaba al pequeño y le mostraba un fragmento de cristal.— y esos nuevos elementos los van a suplantar.
El pequeño tomó el fragmento en manos y un color celeste brilló y lo envolvió. Misteriosamente, el fragmento de cristal desapareció, dando a entender que ya había formado parte del pequeño Elián.
Los padres trataron de quitárselo desesperadamente pero no lo lograron, solo provocaron que Seyler solo suspirara.
— Lamento esto pero son órdenes divinas. No puedo hacer nada más que obedecer y repartir los fragmentos para equilibrar el desfallece que han provocado... lo bueno de esto es que a la oscuridad le tomará tiempo encontrar los guardianes fragmento para poder traer de nuevo a la vida a los cuatro seres—. Dijo mi amigo con una gran sonrisa que no alegraba para nada a los antiguos portadores ni a mi.
— ¡Es un niño!— gritó Amanda tratando de contener su enojo por aquella decisión en la que ellos no podían tener voto alguno.
— Ustedes también lo eran, y aún así... pudieron con la oscuridad y se liberaron... Elián puede con eso y más, se que este niño llegará a ser más que ustedes— declaró con seguridad, sin ninguna pizca de duda en su voz, tal y como si hubiese visto el futuro en el pequeño.
— ¿Y que elemento voy a ser?— preguntó esa voz llena de pureza y dulzura.
Aquella pregunta dejó un silencio absoluto en el lugar, y una ráfaga de viento helado fue el que se llevó el silencio y la tensión. Nunca esperamos que el pequeño nos mirara a todos con una gran seguridad en su mirada, aún manteniendo esa pureza y dulzura.
Estaba más que claro, una nueva historia estaba por comenzar, y ese niño sería el nuevo protagonista... el guía de su propio destino que lo llevaría a un futuro brillante o a uno que podía llevarlo a un bucle de vidas sin fin.
— ¿Quieres venir a la aventura, Elián Mayer?— le preguntó Seyler mientras extendía su mano hacia el pequeño que lo observaba con atención y tal vez lleno de esa curiosidad que envuelve a los infantes.
........ Fin.