Miedo.
Antes de cruzar la entrada, a aquel encuentro que respondería a muchas de sus infinitas preguntas, pensó en aquella palabra.
¿Tenía miedo? ¿No se suponía que estaba emocionado?
El letrero, el ambiente, el lugar, algo que no sabía precisar exactamente qué le dio mala espina. Supuso que aquellos decorativos extraños en la entrada con figurillas que le recordaban, en su total ignorancia con todo lo relacionado historia, a cruzadas o guerreros de edad media. ¿Era aquel muñeco elegante que parecía clavarle la mirada?
Dio un salto del susto al sentir la presencia de alguien.
—¡Bienvenido, Diego! —saludó una mujer joven, no tendría más de treintaicinco—. Siéntese, por favor.
¿Sabía su nombre? Claro, estaba con la vidente "Moon". Cómo no sería capaz de prever algo tan básico como su nombre. ¿Verdad?
Diego le sonrió aun perdido en sus pensamientos y pronunció un muy débil "Un placer". La mujer lo miró sin expresión.
—Supongo que necesita alguna lectura.
—Eh…sí, cierto. Vine por el anuncio de Gold Soulmates que habían lanzado en Instagram.
Me dio curiosidad y decidí venir.
La mujer solo arqueó una ceja y golpeteó la mesa delicadamente con sus largas uñas pintadas en un rojo bermellón.
—Instagram —pronunció con sorna y se dio media vuelta para ir a un pequeño escritorio, no había nada parecido a ninguna de esas videntes que últimamente había visto en internet.
Diego lo percibió como un tono incómodo y quedó confundido, solo lo ignoró. El precio por estar hablando con Moon no era tan alto y el lugar quedaba demasiado cerca de la oficina, solo por eso estaba aquí y también solo por eso no se sentiría tan agraviado si resultara estafado.
—Sí.
—Entonces, comencemos por su carta natal.
Emocionado. Ahora sí pondría a prueba a esta mujer, su ánimo cambió de pronto sintió que estaba ansioso y feliz de estar a un paso de conocer aquello que solía preguntarse en la soledad y causaba estragos en su vida. Si era posible conseguir una respuesta a esas preguntas, no importaba que tan ridículo le pareciera a cualquiera, Diego realmente lo intentaría. Sería todo más fácil. ¿No?
Al saber el nombre de esa persona, la buscaría por cielo y tierra para disfrutar del aquel regalo maravilloso del universo. La existencia de alguien que no complemente tu alma, sino que la acompañe.
Ya no estaría tan solo y cerraría la gran bocota de Ezequiel, quien se había burlado de él antes de salir de la oficina.
—12 de diciembre de 1995 8:30 pm—proporcionó sus datos a Moon, esta asintió en silencio y preparó la lectura.
—Diego ¿Quieres oír primero tus fortalezas o tus debilidades? ¿O quieres una versión extendida? —lo último sonaba comercial. Diego
tenía suficiente dinero para divertirse un poco con esto, pensándolo si se enteraba Ezequiel se ganaría un discurso que inicialmente no le afectaría, pero luego le harían sentirse como un tremendo idiota.
—Debilidades.
—¿Seguro? —inquirió Moon con una sombra oscura en su mirada.
¿Por qué quería meter duda en su decisión?
Es estúpido si al final se lo diría de todas formas.
—Okay. Comencemos con mis fortalezas —se retractó tratando de mantenerse imperturbable ante la duda.
Moon comenzó a recitar exactamente aquello que Diego ya había leído gratis en algún sitio superficial de internet.
Esto estaba volviéndose tan vergonzoso. Dios. Antes de entrar aquí él creía que esta mujer
tenía algo especial para decirle.
Suspiró algo decepcionado.
—Lo básico y en cuanto a sus debilidades —concluyó luego de casi treinta minutos—. Tengo un poco que agregar con otros elementos de la experiencia de estos largos años.
Diego asintió expectante.
—Caes tan rápido en las mentiras y te castigas mucho al darte cuenta de la verdad, prácticamente te echas toda la culpa. Encuentro algo peculiar con respecto a tu forma de enfrentar tus miedos, no huyes
físicamente a ellos, pero lo transformas a tu conveniencia retorcida y fantasiosa, cruel y manipulador con los enemigos —Moon tomó aire y sonrió—. ¿Temes a la soledad? ¡Uh! Creo que sí, por esa razón has estado tan ocupado con relaciones fáciles, sexo regalado y enamoramientos volátiles. Tiendes a ser infiel por no poder llenar el vacío y...
El rostro de Diego palidecía ante aquellas palabras. Le dieron un golpe diferente al de otras lecturas.
—¿Está bien?
—Yo...yo quiero saber si seré capaz de amar —articuló resignado, quería…no, necesitaba hablar con total sinceridad.
Moon suspiró y por primera vez en treinta minutos sus ojos mostraron interés.
—Todos somos capaces de hacerlo, Diego. A algunos les cuesta un poco más, pero siempre llega, por lo menos una vez en la vida, una persona que es capaz de presionar los códigos correctos en tu corazón.
Diego sonrió tristemente.
—Ya lo hicieron hace años, pero tengo miedo.
—Lo sé y es su nombre el que quieres oír ¿No? —Diego se quedó congelado, no era ese el nombre que quería oír. De hecho, el nombre de aquella persona que había aplastado su corazón sin siquiera saberlo era el último que quisiera oír. No soportaría tener que volver a
convencerse de que el destino era cruel y él debía ceder el paso a la felicidad de quien amaba—. Lo diré, para eso vino.
—Solo dígalo.
—Entonces... ¿Existe un Ezequiel Caruso en su vida, señor Diego Parisi?
A Diego se le cortó la respiración.
Ante el shock su cuerpo no pudo evitarlo, soltó una carcajada escandalosa y totalmente discordante con la mirada dura de Moon,
quien lo analizó detenidamente sintiendo lástima por Ezequiel Caruso.
—¡Que buena, broma! —Diego se secó algunas lágrimas que tuvo que disfrazarlas entre risas—. Por favor ¿Ezequiel te llamó a jugarme
esta mierda?
—Ezequiel Caruso, posiblemente sea ya alguien que ha caminado contigo en esta vida. Sus almas suelen encontrarse siempre de la misma forma y desarrollan una historia un tanto problemática por culpa de alguien quien frecuentemente disfruta de ser idolatrado.
Diego se quedó callado de pronto, tratando de dar sentido a aquellas palabras que sonaban lejanas y no cuadraban con nada en su vida.
¿Qué carajos?
—Voy a llamar a Ezequiel ahora mismo, puedes dejar de actuar "Moon" —la llamó dibujando comillas con los dedos. Las manos le sudaban, no quería creerle.
Tal vez Ezequiel siempre tuvo razón. No debía buscar respuestas apresuradas -si eran ciertas todas estas palabras- solo debió esperar a que todo sucediera en su curso normal.
—¿Su curso normal? —preguntó Moon y esta vez fue ella quien soltó una risita maligna—. Diego ¿Crees que terminar aquí escuchando
esto no fue el curso normal de las piezas de la vida?
Diego se quedó quieto y no llamó, mientras Moon volvía a golpetear esas malditas uñas pintadas para arrancar el corazón.
—¿Te leí la mente? Lo siento, a veces pasa. No te pido que lo entiendas, pero cuando salgas de aquí desapareceré.
El contrario se tragó saliva aterrado. ¿Estaría viendo entonces su alma en este momento? ¿Sus miedos? ¿Sus pensamientos?
—Si tenías el corazón tan débil no debiste cruzar la puerta —soltó entonces Moon—. Igual, puedes casarte con alguna mujer que
eventualmente quede en tu red necesitada de llenar ese lugar vacío que solo Ezequiel Caruso puede ocupar. No morirás si no llevas una vida con él.
Diego buscó rápidamente los billetes y los dejó en silencio sobre la mesa, antes de casi correr a la salida.
—¡Suerte, Dieguito! Recuerda no hacer preguntas cuyas respuestas podrían ponerte así de loco.
Fue lo último que oyó, pero al girarse de nuevo al salir de aquel lugar solo se encontró con un estante de vidrio lleno de pasteles y decorativos infantiles.