•••O como comienza su semana••
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Era ridícula la forma en la que tenía que servir esa semana en particular en el hotel. Las órdenes habían sido claras y precisas.
°No te quejes.
°Haz lo que se te ordene.
°Mantén pulcramente tu apariencia y la habitación.
°No hables con nadie lo que allí suceda.
Todos los materiales que ella necesitaba se traerían puntual a la hora asignada.
Y lo que el señor ordenara para merienda o lo que fuera aparecería casi de inmediato.
Así que allí estaba, de pie en un rincón, sus manos al frente sobre su mandil de "mucama". Su mirada no tenía punto fijo, y su mente trataba de divagar lo suficiente hasta que se le necesitará en presencia.
Suspiró. El ruido en la suit era demensial. La cama no era de resorte, contrariamente: la mejor calidad para un sueño reparador. Pero de alguna forma el frufru~ entre sábanas de seda y colchón maximizaban los gemidos que la mujer en turno soltaba sin pudor.
Ella podía verlo TODO. Y no era broma. No es como que todos los días un magnate llegara al hotel y se pusiera en sus moños a ordenar que se le asignara una mucama exclusiva que se parara de pie en el piso completo que él ocuparía, donde el arquitecto demostró que un lugar sin tantas paredes y con más ventanas de suelo a techo era lo más "inc" que había.
Sí, lindo trasero, ese que vio de re filón sin siquiera intentarlo, al menos se podía pensar que él hombre no tenia malos gustos. Esa firmeza al rebotar sobre la cama no la consigue cualquiera.
Lo mejor era girar hacia la hermosa vista del hotel, no había idea más atinada que esa. Así se vio medio reflejada en los altos vidrios encontrándose con los ojos oscuros del hombre en la cama.
! Oh por Dios! No ha sido a propósito. Podría ajurarlo. Pero le enseñaron de pequeña que jurar era malo.... ¡Podria prometerlo!
Desvío su mirada con apuro, centrandola en la orilla de la enorme Laguna que era el principal atractivo del lugar. Ah~ quería ir a la orilla y remojar sus pies en el agua.
—Oye tú—era hora de volver al trabajo, así que giró con una sonrisa hacia la voz femenina. La mujer de glúteos firmes estaba ya frente a ella, los brazos cruzados sobre sus senos desnudos. En su cadera una tanga colgaba precariamente. —Será mejor que le des uso a la cocina, y que sea de mi agrado.
En pocas palabras: dame de comer que ya hace hambre después de quemar tantas calorías en la cama.
—Como diga— que maravilla haber iniciado en la cocina como una simple pinche. Había aprendido lo básico al servir ¿el sabor?... Bueno. Siempre se le había dado bien.
Giró sin más hacia la pequeña cocina que tenía más de lo necesario.
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N/A: Tengo entendido que un ayudante de cocina (el rango más bajo) se le llama pinche.
Mi pequeña prota agradecería mucho su apoyo.
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