Su puño impactó en la fuerte piel de la bestia, cubierta por un exquisito pelaje que resplandecía de blanco azulado de vez en vez. La criatura cuadrúpeda golpeó el suelo, creando largas fisuras en la superficie. Continuó con otro puñetazo, luego otro y, así sucesivamente, cada uno de ellos más poderoso que el anterior, haciendo un sonido de pesadez que envolvió los alrededores. La bestia contratacó, golpeando su cuerpo con la parte suave de su pata, lanzándolo unos cuantos metros hacia atrás. Su pelaje volvió a resplandecer de azul, al igual que sus ojos, creando relámpagos sucesivos alrededor de su cuerpo.
--¡No eres digno! --Dijo con un tono antiguo y oscuro y, acompañado de esa oración, cinco poderosos relámpagos se dirigieron a él, sin embargo, al terminar de evadir se percató que había sido demasiado fácil, entendiendo tardíamente que el ataque real provenía de arriba.
Un poderoso rayo negro descendió, impactando en su cuerpo y, carbonizando parte de su rostro y cabello.
*AAAAHHH.
Levantó la mirada, temblando por el fuerte voltaje, sus nervios habían sido los más afectados, teniendo ligeros tics nerviosos.
--Sanar. --Dijo al recobrar el aliento, recuperando su antigua imagen, exceptuando por su mirada, la cual había perdido por completo sus emociones positivas.
Salió disparado, zigzagueando y evadiendo los ataques de la enorme bestia. Su ojo derecho se oscurecía por momentos, pero no sé permitió perder el control, no ahora. La luz roja negruzca de la hoja del sable creció más del doble de su tamaño original, incrementando su intensidad. Balanceó el arma, lanzando dos cuchillas ilusorias de ese brillo rojo negruzco, con dirección a los puntos vitales de su enemigo. La bestia logró evadir el primer ataque, sin embargo, el segundo impactó, logrando perforar su gruesa piel y, liberando una larga línea de sangre, tiñendo de rojo su pelaje. La criatura cuadrúpeda creó inmediatamente una sombra oscura que abrazó su cuerpo, sanando su fea herida.
--Eres muy débil.
--Lo mismo digo, gatito. --Respondió con una sonrisa.
∆∆∆
El traqueteo era constante, pero aparte de ello solo había silencio, ni parecía que las poderosas detonaciones de poder de la lucha entre hombre y bestia existieran.
Abrió los ojos con dificultad, notando una mirada amable que lo observaba desde arriba.
--¿Hermana?... --Preguntó, luego de un tosido seco.
--¿Quién más sería, hermano? --Sonrió, limpiando su boca con un paño blanco.
--¿Dónde estamos?...
--En un carruaje que nos lleva al castillo.
--¿Ganamos?... --Tragó saliva, mirando de manera perdida a la dama, apenas si estaba consciente, ni él sabía cómo había logrado despertar.
--No, hermano, no lo hemos hecho. --Dijo con ligera dureza, para luego abrazar su cabeza que se encontraba recostada en sus piernas.
--Lo logrará... estoy seguro...
∆∆∆
Perdió su sable en un ataque frontal, bloqueando el siguiente ataque con sus brazos cruzados. Uno rugió, el otro gritó, impactando sus ataques y, creando una poderosa onda expansiva que los lanzó a los dos unos cuantos pasos hacia atrás.
--¡No eres digno! --Volvió a hablar, expulsando de su cuerpo una ventisca de relámpagos y cuchillas invisibles.
Gustavo respiró profundo, creando un muro de energía con la ayuda de un sello de mano, lamentablemente el poder imbuido en esa técnica era menor al ataque, por lo que rápidamente cambió de estrategia al ver fracturarse su barrera, cubriéndose con un manto oscuro compuesto de pura energía de muerte. Los relámpagos tocaron su armadura, al igual que las cuchillas, sin embargo, el mayor daño de ello solo fueron un par de rasguños.
--Has hecho un excelente trabajo, joven guerrero, pero ahora déjanos encargarnos a nosotros. --Una voz tranquila, solemne y envuelta de una energía misteriosa provino de alguna parte.
Gustavo volteó, notando cuatro siluetas acercarse, todas ellas vistiendo preciosas túnicas mágicas, acompañadas de bastones o varas con un poder increíble en sus núcleos de poder. Una de esas siluetas le parecía familiar, tardando poco menos de tres segundos en recordar que se trataba de la Sabia Meira, la maga que había conocido en el gremio de aventureros.
--Parece que nuestro juego acabo, humano. --Dijo con un tono frío, posiblemente molesto por el suceso.
Gustavo miró a la bestia, pero no respondió, prefirió alejarse unos pasos, tomando su sable con rapidez.
--Los magos no atacan de frente, déjenme ser su vanguardia. --Dijo con un tono relativamente humilde.
--No es necesario, joven guerrero --Respondió el mismo que anteriormente había hablado, parecía que había un cierto desagrado, pues el tono ocupado para referirse a la vocación del joven, poseía un ligero, pero notorio matiz negativo. El individuo era un hombre de apariencia joven, pero con el cabello blanco, extremidades cortas y, una mirada tan tranquila que podía arrullar a un bebé con solo verlo--. Has hecho lo que has podido, no es necesario que el reino siga perdiendo buena gente. --Hizo por sonreírle, pero Gustavo tuvo una mala sensación al ver su expresión.
--Como deseen. --Dijo, envainando de vuelta su sable y, con una indiferencia inhumana comenzó a alejarse del lugar.
--Nos veremos pronto. --Le sonrió la Sabia.
Gustavo volteó a verla, solo para sonreírle como lo había hecho su maestro.
Alerya, Mertenz, Meira y Gonso. Dos grandes Sabios, una Sabia y un Gran Maestro se acercaron a la batalla. La bestia de la Cueva Roja pareció sonreír al ver su tierno espectáculo, había esperado pacientemente que sus nuevos enemigos tomaran posición, tal vez por su confianza, o por su alta arrogancia, pero fuera como fuese, la batalla estaba a punto de comenzar. Solo bastó de poco menos de dos segundos para que la desgracia pasara.
*Eeeghh.
Gonso abrió los ojos de par en par, notando una fuerza ajena a su cuerpo destrozar su interior, por desgracia fue demasiado tarde cuando entendió todo, explotando y llenando las cercanías con sus restos. La sombra que había llegado debajo de sus pies volvió a con su amo: la terrible bestia Antigua.
Los magos gritaron al ser cubiertos por los restos de su compañero, perdiendo por segundos la concentración de la batalla, una cosa que posiblemente jamás habían experimentado después de sobrepasar el título de Gran Maestro. Tal vez podían culparse por haber sido demasiado engreídos y, no actuar con una estrategia debida para la situación antes de mostrarse en el campo de batalla, sin embargo, ahora no importaba nada de ello, pues el infortunio ya había tenido lugar.
--Lo sabía, no son como ese humano.
Después de decir esa frase, cerró los ojos. El silencio se presentó a escena, todo era calma, tanto era la tranquilidad que parecía que había muerto y, muchos de los presentes aun en el lugar lo creyeron, intuyendo que el joven de armadura hermosa lo había dañado más de lo que la bestia había dejado ver, lamentablemente eso solo era una mentira, una ilusión de un actor prolífico. Justo al abrir nuevamente los ojos, los suelos temblaron, el suelo oscureció y, las nubes explotaron con un espectáculo de luces relampagueantes, pero el final aún no estaba cerca. Sus ojos brillaron de azul, algo similar ocurrió con su hocico, deslumbrando las cercanías, sus colmillos crecieron, al igual que sus garras y cuerpo. Su pelaje desapareció, siendo remplazado por relámpagos y nubes grises, imponiendo a los presentes una opresión que solo un ser cercano a lo divino podía igualar.
--¿Qué te parece, humano muerte? ¿Ya me mostrarás tu verdadero poder, el poder de Carnatk? ¿O quieres seguir jugando? --Su tono era siniestro, cargado con pura intención de matar.
Los magos expresaron su confusión, pues por extraño que pareciera, podían notar que la intención de sus palabras no estaban dirigidas a ellos.
--No, gato presumido --Negó con la cabeza, acercándose con pasos lentos--, lo que voy a mostrarte... Es el verdadero poder de Gustavo Montes.