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Chapter 166 - La promesa de una vida (2)

--Pásame el casco. --Ordenó, mientras abrochaba el brazal derecho de su armadura.

--Hermano --Se colocó de cuclillas, tomando ambas de sus manos--, no te encuentras bien. Por favor, no vayas a pelear. --Le miró preocupada, pero con amor.

Zaeye acercó el casco con respeto, dando dos pasos hacia atrás al completar su tarea y, colocándose en posición de espera. Herz tomó la pieza de equipo, mirando a su hermana con una gran indecisión.

--Debo hacerlo. --Dijo al levantarse, algo que también imitó ella.

--No debes --Refutó, endureciendo el ceño--, allá afuera se encuentran los mejores combatientes del reino, además de un ejército preparado para morir en tu nombre.

--Nuestro padre se encuentra aún en cama y, la regente ha tomado decisiones estúpidas, le advertí que esto sucedería, pero no me escuchó --Quiso gritar con furia, pero se abstuvo, para luego observar con determinación y amor a su hermana--. En estos momentos el reino necesita un líder y, yo debo serlo.

--¿Aunque te cueste la vida? --Preguntó ella, no atreviéndose a desviar la mirada.

Herz guardó silencio por un momento, volteando para no verla a los ojos.

--Sí hoy debo morir, que así sea. --La soltó, dirigiéndose a la entrada con la determinación de un cobarde. Justo al cruzar el umbral de la puerta sintió el poderoso dolor en su pecho, teniendo que resistir para no preocupar aún más a su hermana.

--Sí es así, yo te acompañaré ¡Londra, mi armadura! --Gritó.

La dama de vestido y velo blanco al lado de la puerta asintió, saliendo inmediatamente del cuarto. Herz volteó, mirándola.

--Prisilla Lavis Farry --Volteó con dureza--, no me hagas enfurecer. Tu lugar es aquí, junto a padre y los otros nobles.

--Mi lugar es donde estés tú. --Dijo resuelta, acercándose frente a él y no atreviéndose a desviar la mirada.

--No es no --Tragó saliva, el dolor en su pecho crecía, pero lo resistió-- y, es mi última palabra. Zaeye, busca a mis guardias personales y, dales la orden de no permitir que la Princesa salga.

--Sí, Su excelencia.

Prisilla frunció el ceño, quiso refutar sus palabras, pero antes de siquiera pronunciar una palabra, un poderoso y ensordecedor sonido la interrumpió. De repente, se pudieron escuchar gritos aterrados. Herz no perdió el tiempo, yendo tan rápido como pudo a un ventanal para observar fuera de los territorios de su palacio, notando que la mayoría de las personas observaban el cielo, atemorizadas, imitándolas al tener mucha curiosidad por lo ocurrido.

--¿Qué pasa? --Preguntó al notar la expresión de intensa sorpresa en su hermano.

Fuera, en el cielo, una cúpula ilusoria presentaba fracturas, un mal presagio para todos los residentes de la ciudad.

--Prisilla --Quiso sonreír para tranquilizar a su hermana, pero no lo logró, ya podía intuir el desenlace de los sucesos y, sabía que nada bueno le esperaba al reino--, por favor, vete, elige el lugar que desees, pero vete.

--No entiendo ¿Por qué me dirías eso? --Preguntó confundida.

Herz no aguantó sus propias emociones, por lo que se lanzó para abrazar a su hermana.

--Solo escúchame, solo está vez.

Dejó el abrazo, dejando enmudecida a la bella dama, quién no logró responder, no teniendo más remedio que ver a su hermano desaparecer.

El pánico comenzó a entenderse poco a poco por los alrededores, nunca en sus vidas habían visto la barrera mágica cuartearse y, aunque muchos de ellos eran ignorantes sobre el funcionamiento de la misma, podían intuir lo que pasaría si esa cúpula que los había protegido por tantas décadas caía destruida.

El ejército se reunió nuevamente detrás de los muros, solo que ahora, la moral estaba casi por los suelos, no solo por la disminución drástica en los números, sino también por los poderosos ataques mágicos que su barrera estaba sufriendo.

Bajó de su caballo, notando las innumerables miradas de terror de sus soldados y, no era para menos, estaban a nada de enfrentarse a la destrucción misma y, ni el más valiente se podría atrever a decir que no tenía miedo.

--Su excelencia --Una dama apareció repentinamente frente a él, hablando con un tono claro y, sin emoción--, mi señor Irtar solicita hablar con usted. --Señaló con su mirada a un lugar ligeramente alejado de la multitud.

Herz volteó a dónde lo hizo la dama, notando una silueta humana, de pie, observándolo. Sin pensarlo mucho se dirigió a él, esperando una astuta estrategia para acabar con la bestia, o al menos para evitar una masacre total.

--Su excelencia --Dijo con un tono serio, su expresión no mostraba ni una pizca de preocupación, aunque Herz sabía que todo eso era actuado, lo podía ver en sus ojos--, en verdad lo lamento, pero es momento de ocupar el hechizo de su blasón.

Justo al terminar sus palabras, la barrera mágica cayó destruida por un poderoso relámpago, retumbando el suelo mismo, junto con los corazones de todos los presentes.

--Nunca pensé que moriría así --Alzó a mirar al cielo--, pero si es para al fin reunirme contigo, entonces no tengo miedo. --Golpeó con su bastón el suelo, preparándose para la batalla.

*ROOOAAAAAR.

∆∆∆

Admiraron el paisaje, quedándose momentáneamente extasiados por la tranquilidad y hermosura del lago.

--Lo hice --Cayó de rodillas, derramando un par de lágrimas al no poder contener su emoción--, al fin lo hice --Sonrió al ver el lago--, cumplí mi promesa Aliana, aquí estoy, como te lo prometí. --No dejó de llorar, las emociones eran demasiado intensas.

Sus compañeros de viaje solo guardaron silencio, respetando su momento sentimental. Gustavo sintió una repentina molestia en su pecho, de momento le costó trabajo respirar, teniendo un sabor amargo en su boca y, de manera involuntaria tembló. Se comunicó con su cuerpo, en busca del causante, sin embargo, por mucho que lo intentó no logró explicarse su momentáneo malestar.

Ktegan respiró profundo después de unos segundos, recuperando un poco si estabilidad emocional. Con tranquilidad llevó su mano a la cintura, desatando la bolsa de cuero amarrada en el cinturón de la vaina, volvió a respirar profundo, extrayendo de ella una pequeña urna de color azul océano, con innumerables sellos mágicos decorando su superficie, Ollin se quedó momentáneamente anonadado, pues la combinación de esos extraños símbolos no deberían ser compatibles, no solo por la opuesta naturaleza de sus elementos, sino también por la contrariedad de sus propios poderes. Ktegan hizo un movimiento de dedo, abriendo el objeto. De la urna, miles de esporas de luz azul comenzaron a salir, flotando con tranquilidad hacia el gran lago.

--Que hermoso. --Dijo Xinia con una sonrisa maravillada.

Parecía que el espectáculo no había terminado, pues esas esporas de luz comenzaron a converger para transformarse en una silueta femenina, de rostro angelical y, mirada solemne y tranquila.

--Hola, Ktegan --Dijo la silueta con un tono que daba placer escuchar--, parece que después de todo, cumpliste tu promesa.

--Sí, lo hice. --Asintió, derramando otro par de lágrimas.

--Entonces ¿Estás listo?

--Lo estoy.