Sus ojos se abrieron, notando la oscuridad de los alrededores. Se sentía desorientado, como si algo importante hubiera olvidado. Entre parpadeos lentos volteó a la izquierda, luego a la derecha y, ahí, sentado al lado de una fogata, se encontraba un hombre robusto de espaldas, de tez oscura, cabello negro como la noche y corto, con una línea diagonal color blanca en caída desde su sien a su oreja. Sentía su cuerpo encadenado al suelo, tan débil como para siquiera intentar levantarse.
--¿Por qué? --Preguntó en voz baja, decepcionado y ligeramente temeroso por el destino de su amigo.
El hombre volteó, guiando sus ojos a Gustavo, era una mirada que podía devorar la gallardía de hasta el más valiente, pero en esos ojos bestiales, con la profundidad del océano no se encontraba ninguna intención maliciosa, o al menos eso interpretó al observarlo con detenimiento.
--Descansa, aún no te has recuperado. --Dijo, volviendo a lo suyo.
Gustavo se sintió impotente, podía moverse, pero los grilletes invisibles le impedían hacer movimientos bruscos.
--Solo pido que respondas una cosa --Dijo con humildad, sabía que estaba a la merced de su captor, pero lo más terrible era que también lo estaba el pequeño lobo y, si algo le pasaba por su culpa, creía que nunca se lo podría perdonar--. ¿Les haces daño a mi amigo?
El robusto hombre volvió a voltear, miró por un momento al joven y, al decidirse se levantó, su cuerpo fue iluminado por las llamas de la fogata y, aunque tenía un físico impresionante, en lo único en lo que Gustavo se enfocó fue en los vendajes que cubrían desde su hombro izquierdo hasta su cintura, haciendo una línea diagonal.
--Mi pueblo no cree en la arrogancia, ya no, pero entiendo que tienes tus dudas --Dió dos pasos al frente. Aunque su voz seguía poseyendo esa frialdad, ya no ejercía tanta opresión en el cuerpo de Gustavo--, así que déjame despejarlas... Cuando salí a buscar comida hace un par de lunas, me encontré con una bestia tratando de devorar sus cuerpos, más bien, tu cuerpo. Ya que como todos conocen, la barrera mágica que protege el cuerpo del Lobo Elemental es muy fuerte --Gustavo se quedó momentáneamente inquieto, había escuchado nombrar así a su fiel amigo, pero no recordaba de quién, al poco de unos segundos de no prestar atención en las palabras del hombre y concentrarse en recordar, lo hizo y, la respuesta era: la sacerdotisa de la villa del Bosque Alto--... La maté y, de inmediato me dirigí a observar el estado del Lobo Elemental. Me sorprendí al notar que alguien completamente ignorante había reforzado hechizos de contención en su cuerpo, obstruyendo su flujo de energía con el ambiente --Gustavo tragó saliva, pues sabía que él era ese ignorante--. Te miré, teniendo como primera impresión que tu habías sido el causante de su estado. Pensé en matarte en ese momento, pero me arrepentí al mirar tu arma sin filo y lo débil que es tu cuerpo, podía darme cuenta que aunque el Lobo Elemental se encontraba luchando por su vida, no tenía ningún daño en su cuerpo, pero mis sospechas sobre ti no disminuyeron. Al sentir que el pequeño lobo, como tú lo llamas, estaba perdiendo su lucha, fuí de inmediato a liberar sus sellos, ocupando mi cuerpo como recipiente de almacenaje de su energía volátil y explosiva. Logré estabilizarlo, pero mi cuerpo recibió un gran daño. Te traje a esta cueva con la intención de sanarte y volver a tu cuerpo en un elixir de energía vital para el Lobo Elemental, sin embargo, noté que la Diosa Carnatk ya posee tu cuerpo, así que desistí de mi plan original. Así fue como los conocí.
Gustavo se quedó sin palabras, apreciaba mucho el acto del alto hombre, pero también sentía que no estaba contando todo, como si tuviera sus propios planes ocultos, pero al final eso no le importaba, solo quería saber si su fiel compañero podía sobrevivir.
--Gracias --Suspiró ligeramente aliviado--, muchas gracias. No sé cómo podré agradecerle...
--No quiero interrumpirte, pero el Lobo Elemental aún no se encuentra bien. Aunque ya no está a pasos de la puerta de la muerte, no se ha recuperado. --Su mirada seria corroboró sus palabras.
El joven miró por un momento la cúpula ilusoria, sintiéndose culpable por las terribles decisiones que había tomado.
--¿Hay alguna cosa que se pueda hacer para ayudarlo? --Preguntó, nervioso e interesado por la respuesta.
--Las hay --Respondió, luego desvió su mirada por un segundo para observar la piedra ceremonial--. Pero eres muy débil para ir allí, además de que no estoy seguro que el portal en las ruinas continúe abierto.
--Por favor, explíquese.
--El Lobo Elemental no pertenece a este tiempo, hace mucho fue llevado a otro lugar, fuera del alcance de ustedes los humanos. No sé porque ha vuelto, pero sé que las respuestas que buscas están en ese lugar.
--¿Qué lugar?
--En la tierra de los ber'har, conocidos también como los habitantes del bosque. Aunque dudo que los conozcas.
--Los conozco. --Dijo repentinamente, algo que hizo que por primera el hombre robusto expresara un cambio en sus facciones.
--Eso no es posible --Se acercó--, han pasado dos Eras desde su desaparición, o eres un vil mentiroso, o perteneces a ese grupo extraño de individuos.
--Ni a uno, ni otro y, con todo respeto, señor, usted los conoce, no hay nada extraño en que yo también lo haga.
--En eso te equivocas humano, yo no los conozco, solo sé de su existencia, así como del posible conocimiento que poseen --Se colocó de cuclillas, observando de manera cercana al joven-- y, eso es porque fuí obligado, al igual que mis hermanos a estudiar la historia del mundo y sus huéspedes, a entenderla para jamás repetirla. --En la profundidad de sus ojos dos emociones poderosas comenzaron a fluir, Gustavo no estaba sabía si se trataba de irá y decepción, tristeza o impotencia, pero de algo estaba seguro, esas dos emociones lo estaban consumiendo muy en sus adentros.
--De donde vengo, un hombre es conocido por su palabra, jamás le he mentido a la cara a alguien que me ha salvado la vida y, jamás lo haré. Y con total honestidad le confieso que conozco a esos individuos de orejas puntiagudas, es más, por favor páseme mi sable...
--No necesitas decir más, te creo. --Interrumpió, volviendo su expresión a una solemne.
--Agradezco su confianza en mí.
--No es confianza, solo has dicho algo que nadie en este tiempo debería conocer.
--¿El que?
--Que los habitantes del bosque tienen orejas puntiagudas.
Gustavo sonrió de inmediato, no se había percatado que había dicho eso hasta después de que el hombre alto se lo repitió.
--Ahora estoy seguro que la conexión que sentí entre el Lobo Elemental y tú cuerpo es genuino y, no parte de mi imaginación --Apuntó al joven con su dedo índice, liberando una imperceptible energía imponente. Al instante Gustavo sintió como su cuerpo se liberaba, se sentía liviano y cómodo, aunque aún persistía el dolor muscular en su hombro y muñeca--. Eres bienvenido a mi hogar. Mi nombre es Ollin, que Nuestra Madre proteja tu sendero y, que las esencias de nuestros hermanos bendigan tu fuerza e inteligencia. --Bajó la cabeza al terminar su saludo ceremonial.
Gustavo se colocó de pie de inmediato, no atreviéndose a ser irrespetuoso.
--Un placer, señor Ollin, mi nombre es Gustavo Montes.
--Nombre extraño, pero no es importante ahora. Lo que quiero saber es ¿Sabes cómo cruzar?
--No --Negó con la cabeza, pero antes de que Ollin se sintiera decepcionado, continuó--, pero sé que puedo hacerlo.
--¿De donde radica tu confianza?
--En que es la única oportunidad que tengo para salvarlo.