--Tu voz es muy bella, pero si lo que dices es verdad, es mejor que siga interpretando tus mensajes en mi mente. --Dijo con una mirada seria.
Wityer asintió y, de un salto volvió a su fiel morada (el hombro del joven).
Entre la interminable oscuridad, un grupo de tres apareció, con sus armas desenvainadas y, con expresiones de agitamiento.
--¡Mi señor! ¡¿Se encuentra bien?! --Meriel fue la primera en hablar, mostrándose aliviada al notar el cuerpo de su señor y salvador-- Escuchamos una poderosa explosión --Observó a ambos lados, tratando de encontrar si había alguien externo a su grupo--. Xinia sintió la presencia de alguien maligno en las cercanías. --Recuperó el aliento y se acercó aún más.
--Me encuentro bien. --Sonrió, sintiendo un poco de calidez al notar la mirada preocupada de su seguidora.
--Joven amigo ¿Qué sucedió? --El alto hombre no guardó su hacha, la mantuvo descansando en ambas manos.
--Para ser sincero --Respiró, mirando por un breve instante donde había estado el cuerpo del siervo de los dioses negros--, no tengo la menor idea. Algo me atacó, yo respondí a su hostilidad y luego explotó. Fue una batalla fugaz.
--Gus --Xinia se acercó, mirando de cerca al joven--, su herida se ha abierto. --Señaló con sus ojos las improvisadas vendas cubiertas de motas de sangre.
Gustavo encontró aquello extraño, ya que no recordaba haber sido herido o tocado por la criatura o su sangre.
--Gracias. --Apretó la tira que por la interrupción de su enemigo no había apretado con eficacia y, sin dudar, sacó de vuelta su túnica de la bolsa de cuero y se vistió con ella.
Ktegan se extraño levemente al notar las innumerables telas en su brazo derecho, notando inconcebible que no se hubiera tratado ya con una poción, pues era la primera vez que lo observaba sin túnica.
--¿Está herido? --Preguntó al no aguantar su curiosidad.
--Sí --Respondió con un tono calmo--. Pero no es una herida como tal --Le dirigió una mirada tranquila--. Hay momentos para explicaciones, pero este, no es uno de ellos. No debes preocuparte, te aseguro que está herida no me impedirá cumplir con tu petición.
--No fue mi deseo interferir en tus cosas personales. --Dijo después de un breve momento de silencio.
∆∆∆
Ciudad de Atguila.
--¡Maldita sea! --Arrojó la copa de metal a la pared más cercana, la cual provocó un sonido agudo al caer. Había recibido segundos antes un informe y, por la información contenida en el mismo, su enojo se había acrecentado.
--Su excelencia. --La sirvienta se acercó, tratando de calmar la cólera de su amo.
--¡No... te acerques! --Le observó con ira, una ira mal dirigida y, aunque lo sabía, no podía evitar expulsarla en contra de la dama.
La puerta fue golpeada dos veces y, como si fuera un llamado a la compostura, Herz volvió a su habitual yo. Acomodó sus finas ropas, su cabello y limpió su cara con ambas manos.
--Su excelencia, nuestros invitados han llegado. --Geryon se asomó al abrir la puerta, hablando en un tono bajo.
--Déjalos pasar. --Ordenó.
El alto hombre asintió, abrió la puerta, dejando pasar a dos siluetas, quienes vestían unas hermosas túnicas cerradas, capucha y zapatos negros. Justo cuando las dos personas entraron, la puerta se cerró de forma silenciosa.
--Tomen asiento. --Señaló con su mano una mesa circular de madera, colocada justo en el centro de la pequeña habitación.
Los individuos asintieron, caminaron hacia la mesa y, con un movimiento sincronizado, se sentaron.
--Su excelencia. --Dijeron al unísono.
--El lugar ha sido insonorizado, protegido con una barrera antiobservación, así que pueden descubrirse. --Su tono fue tranquilo, pero estaba cargado con una fuerte presencia.
--No deseamos contradecirlo, Su excelencia, pero... ella no debería estar presente.
--Su familia me ha jurado lealtad, al igual que ella y, estoy seguro que si alguien va a filtrar la información discutida en esta reunión, no será Zaeye.
La sirvienta del príncipe sonrió, no había mejor halago que el de un amo. Levantó el mentón, sintiéndose orgullosa y digna de las palabras del joven príncipe.
--No protestaré su decisión.
--Tampoco yo.
--Adelante, los espero. --Se acercó a una de las sillas y tomó asiento.
El primero en quitar la capucha de su rostro fue el hombre a la derecha de Herz. Su rostro mostraba una edad avanzada, poseía ojos codiciosos y calculadores, ojeras severas y labios pálidos. Su cabello marrón encanecido, largo, con dos mechones resbalando por sus mejillas, unos que tuvo que acomodar detrás de su oreja, mentón prominente y pómulos bien marcados.
--Su excelencia. --Bajó levemente el rostro.
De forma casi inmediata, la persona a su lado ejecutó la misma acción. Era un hombre de tez oscura, mirada taciturna, pero sonrisa oscura. Su cabello ondulado y corto, con cejas delineadas y, ojos oscurecidos por el maquillaje.
--Su excelencia. --Igualmente bajó el rostro, aunque su acto fue un poco más respetuoso.
--Tráe bebidas. --Ordenó, pero sin quitar su mirada de los hombres.
Zaeye asintió y, como una hábil sirvienta se dirigió a la mesa de la esquina, donde se encontraba la bandeja con todos los utensilios necesarios para preparar bebidas.
--Pido su permiso para hablar. --Dijo el hombre de cabello marrón.
--Por favor.
--Seré franco con usted, Su excelencia, tan franco que me arriesgo a incurrir en su ira, pero prefiero serlo, a ocultar mis pensamientos y, rodear los temas importantes de manera superficial. Ya que estoy seguro que sería una falta aún mayor para usted, porque estaría insultando su inteligencia, así que, Su excelencia, déjeme ser honesto.
--No esperaría menos.
--Gracias, Su excelencia --Asintió, tragó un poco de saliva y aclaró su garganta--. Fue una total sorpresa enterarme que fui solicitado por usted, Su excelencia, no solo porque mi poder y estatus en el reino es menor a otros nobles y aliados de usted, sino también porque mis negocios están pasando por tiempos difíciles. Mi lealtad hacia usted, Su excelencia, es absoluta y, espero que usted lo sepa --Herz asintió con tranquiladad--, pero ahora mismo, me es difícil saber ¿En qué soy requerido?
--Noble Gelius, te aprecio y te respeto, no solo como noble, sino también como individuo, fuiste fiel a tus palabras y, fuiste leal a mi madre hasta el último día y, ahora mismo, aquella promesa que hiciste en su lecho de muerte, debe ser realizada.
Gelius abrió los ojos por la extrema sorpresa, casi atragantándose con su propia saliva al intentar responder. Zaeye apareció con una bandeja de plata en sus manos, colocándola sobre la mesa después de la confirmación de su amo. Colocó tres platos de porcelana redondos y pequeños, luego una taza del mismo material sobre ellos y, al final vacío un líquido caliente, color café suave.
--¿De verdad? --Alzó los ojos y observó a la dama, sintiéndose renuente para seguir con su oración.
--Como he dicho anteriormente, puedes hablar.
--Claro, Su excelencia, es solo que --Jugó con sus dedos, lamió sus labios, sus ojos se distrajeron con cada objeto en la sala y, al final, solo tuvo que suspirar para recuperar de vuelta su confianza--... Ese tema no es algo tan fácil de hablar, Su excelencia.
--Yo lo diré por ti, si te es tan difícil --Respiró profundo y, observó con total seriedad a ambos hombres--. Voy a tomar el trono. --Sus ojos, ni su voz mentían y, con lo severa que era su expresión, los dos hombres podían darse cuenta que estaba determinado a cumplir con sus palabras.
Justo en el momento en que terminó de hablar, el silencio se presentó en la habitación, pudiéndose escuchar solo las respiraciones de ambos individuos y, de la dama, quién temblaba al ver la fría mirada de su amo, que describía con total claridad el terrible calvario que le esperaría si se atrevía a hablar de lo que estaba escuchando en la habitación.
--Su excelencia ¿Planea asesinar al actual rey? --Después de un buen rato de silencio, Alek, el hombre de mirada taciturna al fin habló.
Herz comenzó a reír, trató de aguantarse, pero le fue imposible.
--No, por supuesto que no. Podré contrariar a mi padre y ser totalmente opuesto a él en muchos aspectos, pero es mi rey y, mi lealtad hacia él es como la de cualquier vasallo del reino. Lo que mi afirmación anterior significa, es que de una vez por todas, le quitaré a Katran el título de heredero.
--Lamento mis anteriores palabras, Su excelencia, lo malinterpreté y coloqué palabras en su boca que jamás dijo, pero puedo jurarle que nunca fue mi intención faltarle el respeto a usted, o a Su Majestad el rey Brickjan. --Expresó sus disculpas con rapidez, hablar de traición era pena capital y, menos hablarlo frente a un integrante de la realeza, debiendo ser muy sincero para poder evadir la fría hoja del ejecutor.
--Por está única ocasión dejaré pasar tu equivocación, espero que entiendas que no soy un hombre que perdona dos veces. --Ya no reía, ni sus ojos, ni su boca.
--Por supuesto que lo entiendo, Su excelencia y, muchas gracias. --Bajó el rostro, en verdad apreciaba la misericordia del segundo príncipe, lo conocía y, era por eso mismo que sabía que por está ocasión había corrido con suerte.
--¿Por todos los medios? --Preguntó Gelius con una expresión seria.
--Por todos los medios. --Afirmó el príncipe.
--Será todo un placer ayudarlo a conseguir el trono, Su excelencia.
--Y yo comparto su sentimiento. Gracias, Su excelencia, por hacer uso te esté simple hombre en sus planes.
--Agradezco su apoyo. Aunque la razón verdadera por la que pedí con urgencia sus presencias, fue por esto --Sacó un pedazo de papel de entre su túnica--. Hay tres Sabios de la Orden en la ciudad, de manera que, mi libertad ha sido reducida, por ello necesito de su apoyo para encontrar este objeto --Les mostró el dibujo en el trozo de papel. Era una extraña tablilla con símbolos antiguos, con el más minimo detalle colocado y pulido--. No solo es importante, mi vida puede peligrar sino lo encuentro.
Ambos individuos observaron la hoja de papel con interés y, aunque no les resultaba familiar ni en lo más mínimo, entendieron la importancia del objeto.
--Tenga plena seguridad, Su excelencia, que haré hasta lo imposible para encontrarlo. --Dijo Alek, sacó el collar escondido entre su ropa y, con total devoción lo besó. Un pacto del bajo mundo, una promesa que no podía romperse, un juramento de muerte, era todo lo que representaba aquel beso.
--No solo lo imposible, deseo más, pero sobretodo, deseo discreción, estoy seguro que más de uno deseara colocar sus manos en un objeto similar --Dijo con una expresión complicada--. Por cierto, será mejor que ni tú, ni el gremio oscuro vuelvan a enviar asesinos en contra de ese hombre ¿Me escuchaste? Nunca más.
Alek solo pudo asentir con un poco de incredulidad.