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Chapter 117 - Historias de tierras lejanas

Las damas se acercaron a pasos tranquilos, Xinia tomó asiento en una hermosa silla de madera, mientras que Meriel se quedó de pie, custodiando a su señor con una mirada seria e imperturbable.

--Gustavo Montes --Dijo--, es un placer. --El encargado asintió, aunque se extrañó por el raro nombre, no le tomó mucha importancia.

--Que los Dioses te iluminen --Dijo, bajando el rostro ceremonialmente--. Yo --Alzó nuevamente la mirada-- soy Ktegan Atgar, actual herrero, pero antiguo aventurero del continente Central. --Gustavo asintió, haciendo el mismo acto que el encargado.

--¿Continente Central? --Cuestionó Xinia con la confusión dibujada en su rostro-- Ese es un lugar demasiado lejos de aquí... Creía que la gran monstruosidad de los mares Norteños no dejaba pasar ningún barco más allá de la isla de Vereniega, desde hace ya más de cien años. --Gustavo miró a su compañera, quién se había sentido, al igual que él, curioso sobre aquella situación. Ktegan asintió, sonriendo al recordar por un momento.

--Lo que dice usted es muy cierto --La miró, rememorando lo sucedido--, pero hace cuarenta años hubo una anormalidad cerca de la isla Tres Piedras, una que permitió el libre paso hacia nuestras tierras vecinas del continente Central --Recordó, mientras se acariciaba su pierna derecha, no sabía porque, pero deseaba contar su historia a los jóvenes presentes, una que había guardado dentro de él por bastante tiempo--, que en ese entonces era mi querido hogar. --Guardó silencio, sus ojos expresaban soledad, con una ligera pizca de arrepentimiento.

Gustavo empatizó con el hombre, pues si intuía el desenlace de la historia, tendría un final parecido al de él, el de haber sido arrebatado de su patria.

--Por favor, continúe. --Expresó el joven al notar la complicada mirada del hombre adulto. Ktegan lo observó, asintiendo y, dejando salir un largo suspiro.

--Diez años más tarde del suceso anteriormente mencionado --Comenzó--, fue cuando todo cambió y, si --Su expresión se tornó nostálgica--, yo estuve cuando eso ocurrió --Sonrió con ligereza, recargándose sobre el mostrador de madera--. En ese momento había aceptado una misión de escolta, no era muy fuerte, pero podía defenderme de los piratas y espíritus de los mares... era un aventurero de clase verde, a lo que aquí llamarían cuatro estrellas --El grupo de escuchas asintió--, por lo que mi rango en el grupo no era muy alto y, como el joven que era, deseaba cambiar eso... Al principio, todo era normal, un viaje común, peajes estrictos y soldados abusones, pero nada que no se pudiera controlar --Bajó la mirada--, que inocentes --Sonrió, burlándose de su yo pasado--. Llegamos a los pocos días a uno de los puertos principales del reino de Filicia, la comida era buena, todavía recuerdo el dulce sabor del pescado ahumado --Volvió sonreír--, así como el fuerte licor de esos buscatesoros... La noche llegó y, yo, ingenuamente gasté todo lo que se suponía era para una nueva armadura en bebida y mujeres, un festejo digno de un rey, creía yo... Como he dicho, era un joven y estúpido muchacho --Su semblante se aligeró--... Pero la mañana siguiente me regresó a la realidad, una cruel y cruda realidad diría yo. Desperté con un fuerte e insoportable dolor de cabeza. Mi mirada aún no se recuperaba de la gran bienvenida de excesos de la noche anterior, al igual que mi olor, ya que apestaba más que los propios pescados podridos de los mercaderes abusones --Miró a Gustavo, sonriendo, se percató que estaba hablando demasiado sobre algo que posiblemente no les interesaba a los jovenes--, me disculpo --Bajó el rostro con una mirada apenada--... Creo que soy demasiado viejo y, a los viejos les encanta contar historias.

--No, por favor, ni lo diga --Mencionó el joven de inmediato, apoyándose sobre el mostrador de madera y, sonriendo con calidez--, siempre he sido una persona curiosa y, admito, que su historia ha despertado por completo mi interés. --Las damas asintieron, concordaban con su señor, las historias de aventureros y monstruos siempre eran bienvenidas.

--Si ustedes lo desean --Asintió con tranquilidad--, continuaré --Su mirada se volvió ligeramente más seria. Carraspeó, acariciando la trenza de su barba--... Fuí llamado inmediatamente a regresar, se suponía que el noble que escoltabamos deseaba ver, junto con su familia el archipiélago Perdido de Yurcra... Para los no conocedores, era el dominio en la época antigua del Dios del mar, Yurcra de las Profundidades, junto con la civilización de Sirian, individuos humanoides con semejanza más a los tiburones, que a nosotros los humanos --Comentó en una excusa por hacer la historia más rica en detalles, ya que en su momento, él mismo ignoraba todas esas cosas y, al notar las miradas de maravilla de los individuos, entendió que había ejecutado de buena manera aquel acto--. El archipiélago era un lugar muy visitado por aquellos hombres con buenas cantidades de monedas en sus bolsillos, permitiéndose contratar mercenarios, o en mi caso, aventureros, ya que era una localización categorizada como hostil y peligrosa, un lugar donde solo un idiota llevaría a su familia, je... Era solo un barco el que nos llevaría allí, un inmenso y colosal transporte, de madera fina y resistente. Yo subí, casi a regañadientes por mi líder de grupo, obedeciendo al saber de lo que podía sufrir sino lo hacía, así que busqué un tranquilo lugar para vigilar y, me eché una siesta --De repente y, casi por instinto, sus comisuras se alzaron al recordar, mirando más allá de la puerta de entrada de su tienda--. Ahí conocí a una dulce y bella dama, con una apariencia semejante a la de las mujeres del más alto escalafón de la nobleza, pero con un espíritu de la aventura, que ni los propios aventureros poseían, incluyéndome a mí. Recuerdo que se acercó ante mi presencia y comenzó a preguntarme sobre mis aventuras, yo, al sentirme mal por la resaca y, los continuos gritos de los nobles, la envié de vuelta a su casa --Los miró-- ¿Me entienden? --Las damas asintieron, el único confundido fue Gustavo.

--No, lo siento.

--Fue maleducado con ella, señor Gus. --Dijo Meriel, explicándole.

Gustavo asintió, comprendiendo ahora aquel significado. Ktegan también hizo por asentir, agradeciendo y, guardando dentro de él el estatus del joven ante las damas, sintiendo un poco de curiosidad sobre su identidad.

--No quería faltarle el respeto --Continuó--, no era alguien de tales principios en realidad, pero es que mi cabeza era un completo desorden y, el dolor era insoportable, sin embargo, la respuesta de ella fue sentarse a mi lado, acompañándome en mi siesta, algo que por supuesto me sorprendió al haberme recuperado, sintiendo que su actitud era demasiado extraña. Desperté nuevamente al atardecer y, lo primero que noté fue una fragancia en mi ropa, una que no debía estar ahí, ya que se suponía que apestaba, pero ahora lo hacía en el buen sentido, a flores para ser específico. Al principio no le tomé importancia, me dirigí ante mi líder de grupo y pedí por la vigilia de noche, ya que al haber estado durmiendo casi todo el día, lo último que quería era cerrar los ojos. El líder aceptó mi petición y, me pidió de favor que vigilará a un par de Itzianos...

--¿Qué son Itzianos? --Preguntó Meriel antes que Gustavo, interrumpiendo al encargado.

--Así se nombran a los hombres que provienen del reino de Itzia --Explicó, el dúo asintió, al igual que Xinia, quién tomó el tiempo para pulir la hoja de su espada--. Era un grupo de cinco hombres, altos, fornidos y de mirada penetrante, pero algo tontos, a decir verdad. Yo estuve en cubierta, haciendo mis rondas y vigilando a aquellos individuos, quienes parecían más interesados en sus juegos extraños, que en lo que pasaba a su alrededor, fue entonces, cuando lo anormal comenzó a suceder --Guardó silencio. Meriel tragó saliva, Gustavo acercó su rostro, mientras que Xinia, dejó de pulir su espada--... Miré al cielo y noté una parvada de aves negras, eran demasiadas, tantas que tapaban el cielo, dirigiéndose en multitud hacía un lugar: de vuelta a Filicia. Fue la primera señal de lo que se avecinaba. Mi primera acción fue ir de inmediato ante mi líder, para informarle lo que había visto, sin embargo, la dama a la que yo había ofendido tiempo antes, se apareció frente a mí, como una sombra. Recuerdo que me susurró algo al oído, en un idioma desconocido: Ha despertado --Miró a los jóvenes--. Lo entendí mucho después de lo sucedido... Su mirada se notaba perdida --Siguió con la historia--, como si alguien la estuviera controlando, quise evitarla, debía informar lo que había visto, pero ella no me dejó, me había sujetado muy fuerte de mi brazo derecho, recuerdo que le grité y la empujé, pero su agarré era demasiado poderoso. No era ella, lo supe mucho después, o mejor dicho, no era ella misma --Mordió con poca fuerza su labio inferior--... Sus ojos comenzaron a brillar de un azul claro, iluminando gran parte del barco por un breve instante, confundiendo a muchos, quienes no habían visto el origen de la luz y, no duró mucho su confusión, no porque no desearan investigar, sino porque algo más había robado su atención --Dio media vuelta y comenzó a buscar algo en un baúl mediano de madera y, al encontrarlo, lo extrajo, colocándolo en el mostrador, mientras ocultaba uno más en su mano. Era una escultura de un barco semi destruido, con sus velas hechas casi jirones, Gustavo quedó embelesado por el tallado de la obra, ya que por extraño que pareciese, se notaba viva--. Una densa neblina comenzó a aparecer y, en ella, oculta y acercándose, la silueta de un enorme navío de guerra del continente Sur, lo se ahora, pero en ese momento desconocía aquella extraña bandera que ondeaba con el frío viento... Al acercamos lo suficiente, notamos que el navío se encontraba casi destruido, con sus velas rasgadas y, los mástiles a nada de caer, al acercarnos más, notamos una fuerte anormalidad, aquella enorme embarcación se encontraba desierta, ni un cuerpo moribundo pudimos avistar en su cubierta. "piratas", pensaron algunos, "espíritus de guerreros caídos" pensaron otros, yo solo quería saltar y ver si podía encontrar algún tesoro, pero el fuerte agarré de la dama me seguía deteniendo. Nadie se atrevió a asaltarlo, muchos de ellos habían crecido con leyendas sobre barcos sin tripulación y, cosas para niños, yo no, pero como dije, tenía a alguien que me detenía --Suspiró con ligereza, había una emoción indescriptible en su rostro, una muy profunda y arraigada a su ser--. Todo había acabado, pensé en ese momento, je --Sonrió de manera suave, pero luego negó con la cabeza--. Por supuesto que no, era solo el principio de una gran catástrofe. --Con rapidez colocó otra estatua en el mostrador, una que hizo sentir escalofríos a los que pudieron observarla.