La horda de bestias negras se abalanzó en contra del pequeño grupo de personas, todas ellas con la única intención de convertirlos en su merienda. Gustavo rápidamente tomó la vanguardia, ocupándose de un gran número de enemigos, mientras que Xinia y Ley blandían sus armas con rapidez y eficacia, olvidando por completo sus terribles heridas, que poco a poco consumían sus vidas.
--¡Mueran malditas!
Ley rebanó a la mitad a una de esas criaturas cuadrúpedas, cayendo momentáneamente sobre una rodilla al perder el aliento.
--¡Ley, más despacio, aún no te has recuperado! --Gritó Xinia.
--Estoy bien --Dijo ella, limpiando la sangre de su enemigo de su rostro y levantando una vez más su arma--. No caeré sin pelear, ella ganaría si lo hiciera. --Se arrojó a los brazos de la batalla, forcejeando entre la vida y la muerte en los interminables segundos.
Spyan, por otra parte, había agotado sus pócimas de recuperación de energía mágica, así como de vitalidad, por lo que solo movía su varita, lanzando hechizos simples que realentizaban a las bestias, permitiendo que por ese pequeño lapso de tiempo, Gustavo o las otras dos guerreras, acabarán con ellas.
--Cuida tu flanco Ley --Golpeó con su puño la cabeza de una bestia, arrojándola lejos-- ¡Qué cuides tu maldito flanco! --Gritó y, de inmediato protegió a su compañera de un ataque inminente.
--Gracias... --Dijo con una sonrisa complicada.
--No vamos a morir --Frunció el ceño--, al menos no aquí. --Le tocó la mejilla y, con fuerza la hizo regresar al presente con un movimiento brusco.
No había tiempo para charlas, solo para combatir, arriesgando a perder una extremidad en cada movimiento.
Gustavo parecía un rayo por su velocidad, apareciendo y desapareciendo, mientras los enormes cuerpos de las bestias de bajo y medio rango caían inertes al suelo.
--(No creo durar mucho más) --Pensó, apretando su ojo derecho con dolor, sintiendo como su mente se nublaba.
La oscuridad comenzaba a apoderarse lentamente de su cuerpo y mente, con cada gota de sangre que resbalaba de su sable, la cordura y lucidez desaparecía.
--¡Aaaahhh!
Gustavo volteó de inmediato al escuchar el ahogado y doloroso gritó, intuyendo lo peor y, como un relámpago, apareció ante Spyan, quién tenía rajado el pecho, manchando su bella túnica de un rojo oscuro.
--Resista --Se colocó de cuclillas, tomando su mano y mirándolo a los ojos--, por favor... --Sé notaba el dolor en su expresión, no había pasado mucho tiempo en su compañía, pero había llegado a apreciarlo, más que como un conocido, como un amigo, en alguien que podía confiar, por lo que al ver cómo la vida se escapaba de sus ojos, la cruel y fatídica escena del asesinato de su mejor amigo y compañero, impactaba su mente como un tsunami salvaje.
El hombre de mirada amable sonrió, talvez se sentía insatisfecho con algunas decisiones que había tomado en su vida, pero estaba seguro que haber salvado al joven, no era parte de ellas.
--Mi bolsa...
--No hable. --Interrumpió Gustavo y, rápidamente atravesó a una bestia que había tenido la osadía de lanzarse en contra suya mientras se suponía estaba distraído.
Spyan dejó escapar un suspiro ligero, acompañado de un jadeo ahogado, el dolor punzante de su herida y el sentimiento de perdida de sangre le dificultaba poder moverse.
--Toma... mi bolsa...
--¡Ley o como te llames! --Gritó enfurecido-- ¡Acércate y protege a este hombre! Yo me encargaré de todas esas bestias. --Dijo con una mirada oscura.
Una tenue aura negra comenzó a cubrir su cuerpo como el cobijo de una madre, acompañada de una fuerte opresión de la propia muerte.
Ley frunció el ceño por haber sido nombrada de tal forma, pero al ver el estado de su compañero, deshechó sus pensamientos inútiles y corrió para cumplir con la orden del joven de mirada simple.
--Estas herida, será mejor que también te quedes atrás. --Le dijo a la dama del escudo con un tono serio y oscuro.
Se colocó de pie, quitando con lentitud su mano de la mano de Spyan, sonrió con calidez, dejando que una lágrima resbalara por su mejilla.
--Sé recuperará, se lo aseguro. --Sé volteó, desapareciendo del campo de visión del hombre de mirada amable.
Xinia miró la espalda del joven, sintiendo que ya no era la misma persona que tiempo antes había demostrado ser, parecía que su cuerpo había sido tomado por el Dios de la guerra.
--Yo te ayudaré. --Dijo, determinada a acabar con la horda de bestias.
--No es necesario. --Su sable se cubrió con aquella energía de muerte, mientras la tela de su brazo era corroída por la misma, mostrando al mundo una extremidad carcomida, con ligeras aberturas que dejaban apreciar sus huesos.
--¿Qué es eso? --Preguntó Ley en voz baja.
--La maldición... de la muerte... --Dijo Spyan con un tono bajo, no había logrado ver la escena, pero había sentido la poderosa energía.
Ley miró a su compañero, sorprendida y desconcertada, no conociendo la profundidad de aquellas palabras.
Gustavo se convirtió en una sombra y comenzó a atacar a todas aquellas bestias que se dirigían a Spyan y compañía, asesinandolas en un instante. Poco a poco su mente se fue nublando, su inestabilidad se apoderó de él y, el caos comenzó a dañar su cordura, todo lo que podía ver y oír era la marca de la muerte, que le pedía que asesinara y, que lo siguiera haciendo hasta el final de los tiempos. Comenzó a gemir, a jadear y por último gritó, enloquecido y con dolor, mientras los cadáveres se acumulaban en la sala. Su armadura y sable estaban cubiertos por el rojo de la sangre de sus víctimas, que goteaba de la hoja cuando se detenía, pero que era salpicado cuando volvía a rebanar otro cuerpo.
--¡Malditos sean! --Gritó, con una voz gruesa, lúgubre y adolorida.
Las venas en el contorno de su ojo se hicieron más grandes y oscuras, mientras un ardor increíble se apoderaba de todo su rostro, provocando que cayera de rodillas, tocándose con su mano libre, gritando y maldiciendo con toda su fuerza.
--¡AAAAAAAHHHH!
∆∆∆
El tiempo pareció detenerse, podía sentir que alguien gritaba lo que parecía era un intento de proclamar su nombre, pero por más que intentaba, no podía moverse, ni ver sus alrededores, todo era oscuro, tan oscuro que no podía ver su mano enfrente suyo. Pareció que todo lo que había vivido había sido un sueño y, solo despertó cuando escuchó un gemido ahogado, después de sentir un líquido caliente caer sobre su rostro.
--¿Está... bien? --Preguntó una voz femenina, con un tono apagado y bajo.
Gustavo abrió los ojos al instante, notando lo que nunca se imaginó ver. Enfrente suyo, se encontraban dos bestias, una que había sido detenida con una espada larga clavada en su cabeza, mientras la otra mordía el hombro de la guerrera llamada Ley. El joven sintió como si un caballo lo hubiera pasado por encima y, sin pensarlo dos veces, atravesó el cráneo de la terrible bestia y, con la ternura de un amante, sujetó el cuerpo de la dama, dejándola descansar en su regazo.
--¿Por qué lo has hecho? --Preguntó confundido, estaba seguro que lo odiaba, por lo que no podía encontrar explicación lógica que avalara su acción.
--Usted... es el único... que puede vengarnos... --Gustavo la miró, sintiendo que estaba en presencia de aquellas promesas a las que tanto temía.
--Te vas a recuperar --Intentó tapar la hemorragia con su mano, tiñendo su extremidad de rojo--, déjame matar a esas bestias asquerosas y volveré por ti. --Dijo con rapidez, intentando que la dama guardara aquellas palabras que no deseaba escuchar.
--No --Negó con la cabeza, mientras tosía sangre--... Ya no puedo recuperarme... mis heridas son fatales... y ya no hay pócimas...
--Aguarda, siempre hay esperanza. --Su actitud había cambiado, aunque la aura oscura aún cubría su cuerpo, era como un pequeño momento de lucidez antes de perder por completo la cordura.
--Para mi... ya no la hay --Volvió a toser--... Promete que nos vengarás --Gustavo frunció el ceño, renuente a aceptar aquella promesa--... Prometélo...
Gustavo guardó silencio y, por instinto miró a lo lejos, a unos cuantos pasos para ser específico, justo donde se encontraba el cuerpo de Spyan, pero al notar la expresión llena de dolor de Xinia y su negativa con la cabeza, entendió que el hombre de mirada amable, ya no estaba en el mundo de los mortales, de repente, su corazón se llenó de oscuridad, no solo había sido el hombre que lo había salvado, también había confiado en él cuando nadie más lo hizo, lo protegió de sus propios compañeros y, le dio cobijo en su grupo, algo de lo que estaba muy agradecido, por lo que al enterarse que ese santo hombre ya no estaba presente, la furia y el deseo de matar incrementó dentro de él.
--Te lo prometo. --La calidez de su corazón se apagó al terminar de pronunciar sus palabras, admirando con tranquilidad la última sonrisa de la dama guerrera, quién cerró los ojos al haber cumplido su último deseo.
Colocó sutilmente el cuerpo de Ley en el suelo, respirando profundo y exhalando con pesadez, muy similar a una bestia enfurecida. Volvió a blandir su sable, entrando en un frenesí asesino en contra de todas aquellas bestias.
∆∆∆
Al paso del tiempo, lo único que quedó en la sala, fue silencio.
--Nunca pensé que alguien que consideré una hermana, sería capaz de traicionarnos. --Dijo Xinia, llena de dolor y arrepentimiento. Su mirada se concentró en los tres cuerpos inertes, que descansaban a sus pies.
--La muerte es lo único que la espera. --Dijo Gustavo con un tono rudo y salvaje, aún con su ojo derecho teñido de negro, pero ya sin la energía de muerte cubriendo su cuerpo.
--Parece que prometiste vengarnos. --Dijo ella en un tono bajo, su apariencia y personalidad habían cambiado, ya no poseía su habitual actitud desinteresada e imponente, ahora se notaba como una flor marchita, a punto de ser arrancada del jardín.
--Aun no estás muerta, no puedo vengarte. --La miró, guardando su sable, el cual estaba tan pulcro como el salón más sangrado del mundo.
--Pero pronto lo estaré. --Levantó la mirada, obsevándolo con una expresión derrotista.
--Esto aún no ha acabado --Negó con la cabeza, haciendo muecas de insatisfacción y malestar--, todavía necesito tu ayuda. --Xinia entrecerró los ojos, mirándolo confundida.
--¿Qué requieres de mi que no puedas hacer por ti mismo? --Preguntó, regresando su mirada por un breve instante a los tres cuerpos inertes--. Posees la fuerza de una nación entera, no creo que exista humano que pueda detenerte.
--No quiero tu fuerza.
--No lo entiendo ¿Qué deseas de mi?
--Necesitaré tu ayuda para salir de aquí y localizar a esa maldita.
Xinia sonrió con ligereza, pero sin vida en sus ojos, estaba claro que ya no deseaba ser parte del mundo mortal.
--Eso es más sencillo de lo que piensas --Se colocó de cuclillas y tomó la bolsa de cuero del suelo, la que anteriormente le había pertenecido a Spyan, sacando de ella dos objetos, un pergamino mágico y, una pequeña piedra en forma de gota--. Toma --Le entregó los objetos. Gustavo los aceptó--. El pergamino te va a permitir salir de aquí, yo no lo puedo utilizar porque moriría a causa de los sellos mágicos implementados en este lugar, pero sé que podrás lograrlo con tu gran poder. Y ese otro objeto --Observó la piedra--, es la sangre primaria de Erza, te va a permitir localizarla donde quiera que se encuentre, siempre y cuando no esté bajo inhibidores mágicos del octavo círculo.
--Gracias, pero aún no dejaré que mueras. --Sé acercó aún más.
--Mi muerte no depende de ti. --Dijo ella con el ceño fruncido.
--Lo sé --Asintió--, pero él no estaría conforme si permitiera que lo hicieras. --Su mirada se posó en el cuerpo del hombre de mirada amable, observándolo con melancolía y dolor.
Xinia guardó silencio por un momento, no pudiendo debatir aquellas palabras.
--No puedo volver --Dos lágrimas resbalaron por sus rojas mejillas--... Perdí a mis padres y sus esencias y, ahora a mis compañeros, la única familia que me quedaba --Bajó el rostro, no logrando suprimir el dolor que poco a poco se escabullía de sus ojos--. Ya no creo poder seguir, no con esta atroz y cruel maldición que me persigue.
--Guerrera --Xinia alzó el rostro, observando su tenue sonrisa--, tengo la muerte en mi cuerpo, no puedes declararte maldita en mi presencia. --Le mostró su brazo cadavérico
--Aun así...
--Ayúdame a darles un entierro digno --Dijo, interrumpiendo las palabras derrotistas de la guerrera. Xinia lo observó, no entendiendo su petición--. Una dina despida. --Corrigió al percatarse de su error. --Suspiró, la coloración de su ojo y la venas alrededor fueron desapareciendo, haciéndose menos visibles con los minutos.
--Por supuesto. --Asintió, con los ojos llorosos.
Gustavo hizo tres agujeros en la dura tierra con la única ayuda de sus manos, sentía un fuerte dolor en sus dedos, pero no iba a permitir que los individuos se fueran con una despedida indigna, por lo que se forzó a terminar.
Los dos individuos se colocaron de pie, frente a los tres tumultos de tierra.
--Que Dios los tenga en su santa gloria. --Dijo, persignándose con un ligero vacío en su corazón.
--Que las puertas del salón de los héroes sean abiertas para ustedes, buenos amigos --Se aguantó las lágrimas, pero su voz no pudo evitar quebrarse a la mitad de la oración--, porque la muerte no es una despedida, es un hasta luego --Sonrió-- y, les prometo que yo iré con ustedes --Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos--, vamos a festejar en el gran salón y blandiremos nuestras armas --Asintió muchas veces, no pudiendo detener la fuerte presión en su pecho--... Hoy se han adelantado. Así que les pido que me guarden un asiento... --Se arrodilló frente a las tumbas, comenzando a llorar como una niña pequeña, sacando todo su dolor con gritos y golpes a la dura tierra. Una escena que duró mucho tiempo.
∆∆∆
La paz reinó en la sala cuando el silencio se apoderó de ella, siendo tan devastador como el ruido más infernal.
--Necesitaremos una gran fortuna si es que queremos vengarnos y, los orbes de esas bestias nos van a servir. --Dijo Xinia con una mirada seria.
--¿Ya decidiste acompañarme? --La miró con una expresión tranquila.
--No podré reunirme con mis compañeros si no demuestro mi valor. --Dijo.
--Bien --Afirmó con la cabeza, sonriendo--, ayudame a reunir todos los orbes.
Con rapidez, comenzaron a juntar todos los orbes, introduciendo cada uno de ellos en la bolsa de cuero de Xinia.
--Ahora --La observó con seriedad--, dime cómo activó el pergamino.
--Solo tienes que sujetarlo, mientras piensas en un lugar en específico y, con calma imbuyes un poco de energía mágica. --Gustavo asintió y, al pensar en un lugar, sonrió.
--(Parece que por fin podré reunirme con ustedes dos) --Pensó--. Sujeta mi brazo, porque voy a activarlo.
Xinia asintió y, con una última mirada se despidió de sus tres amigos caídos.
--Solo será un momento, espérenme. --Susurró.
Gustavo activó el pergamino con una expresión seria y determinada, lo que había vivido en los últimos meses lo había cambiado y, parecía que había llegado uno de esos momentos.
La sala comenzó a vibrar repentinamente, no permitiendo que el corte espacial fuera producido. Concentró su poder en el pergamino, brindándole la suficiente energía para destrozar el espacio. Gimió, podía sentir como partes de su interior eran atacadas por cosas externas, pero aun así continuó brindando energía al pergamino, poco a poco un pequeño vórtice se fue creando, creciendo segundo a segundo y, aunque era muy inestable, decidió aceptar su destino y dejar que los tragara, desapareciendo de la sala con la incógnita de saber si saldrían vivos.