--¿De que estás hablando? --Preguntó Xinia, desconcertada por el enorme cambio de personalidad de Gustavo.
--¡Todos! ¡Corran! ¡Este lugar ya no es seguro! --Gritó y al instante comenzó a correr con su antorcha en mano.
Los aventureros se miraron desconcertados, pero tan pronto como vieron que la silueta del joven se alejaba, el suelo comenzó a vibrar, pequeñas piedras comenzaron a caer, acompañado por un mal presagio.
--¡Corran! --Gritó Xinia, aunque estaba intrigada sobre como sabía el joven de lo que se avecinaba, prefirió aplazar sus pensamientos.
La oscuridad comenzó a disminuir, dando paso a una furiosa neblina de polvo, que se acercaba a una velocidad impresionante, tragando todo lo que se interponía en su camino.
--¡Más rápido! --Gritó nuevamente.
Spyan y Erza, siendo los más lentos, tuvieron que tomar una pócima de velocidad para no quedarse atrás.
La neblina de polvo se acercaba cada vez más, acariciando los talones de los aventureros, quienes corrían con todas sus fuerzas, destrozando sus piernas para dar todo lo que poseían. Un precipitado desnivel agarró por sorpresa a los cinco individuos, quienes cayeron en un inclinado sendero, golpeando sus cuerpos con la dura tierra. La neblina de polvo continuó su trayecto en línea recta, estrellándose contra la pared al ya no tener más camino, dejando escuchar a los presentes, un furioso y escandaloso ruido.
Erza se tocó la frente, percatándose de la sangre que escurría por sus mejillas, su mano tembló por la preocupación, mientras sus ojos desenfocaban su campo de visión.
--¿Estás bien? --Preguntó Spyan, limpiando el polvo de su túnica.
--Curandero, rápido, lánzame un hechizo de curación. --Spyan la miró por un momento y, al ver la herida de su cabeza, asintió. Cerró los ojos y comenzó a conjurar.
Mientras tanto, a unos pasos de la pareja de magos, Ley se acomodaba su dedo índice fracturado, expresando un único gemido ahogado.
--Ese bastardo cobarde. --Dijo con furia, mirando la oscuridad de la lejanía.
A los pies de los aventureros, solo tres antorchas continuaban encendidas.
--Nos advirtió antes de irse, no puedo estar enojada con él --Dijo Xinia y, al instante recogió dos antorchas, una sin fuego y otra encendida y, con calma prendió nuevamente el palo apagado--. No es bueno quedarnos aquí, debemos continuar.
--¿Y a dónde nos dirigimos? Date cuenta que estamos perdidos. --Dijo Carsuy con el ceño fruncido.
--¿Cuando nos hemos perdido? --Preguntó la guerrera del escudo. El arquero calló--. Eso pensé. --Con una mirada seria, comenzó a adentrarse hacia la oscuridad.
Sus pasos se volvieron más cautelosos, la presión de la energía maligna se fue haciendo más densa entre más avanzaban, entendiendo que se estaban acercando al origen de la misma. En la lejanía, el sendero estaba cubierto por cuerpos negros inertes, todas aquellas siluetas humanoides parecían haber sido asesinadas hace poco, por lo que un ligero temor creció en sus corazones, sintiendo que había un monstruo cerca.
--Miren. --Dijo Erza, señalando con su dedo índice a una silueta en la lejanía, una que era ligeramente iluminada por dos antorchas de fuego azul.
--¿Quién es? --Preguntó Ley, no logrando vislumbrar bien.
--Creo que es el joven que nos acompañaba. --Dijo Carsuy.
--Imposible --Rio Ley, sintiendo que las palabras de su compañero eran el mejor chiste--, ese bastardo cobarde ya debe de haberse ido corriendo a otro lugar.
--No --Negó con la cabeza--, estoy muy seguro de que es el joven que nos acompañaba --Entrecerró los ojos--. Aunque estoy algo curioso sobre porque está de pie sin moverse.
--Tal vez ya está muerto. --Dijo Ley con una sonrisa.
--¿No les parece extraño ese fuego azul? --Preguntó Erza. Spyan asintió.
--He leído sobre ello en textos antiguos, aunque no puedo asegurar que sea cierto.
--¿Qué leíste?
--Que se torna de ese color cuando hay muchas esencias de personas atrapadas en un lugar. --Al escuchar aquellas palabras, Xinia frunció el ceño, echándose a correr a máxima velocidad.
--¡Espera Xinia! --Gritaron Ley y Spyan al unísono.
Sin duda alguna, los aventureros comenzaron a correr, queriendo alcanzar a su descontrolada compañera. Xinia, quién llegó repentinamente a espaldas del joven, preparándose para someterlo, se detuvo al ver que su plan había sido frustrado, pues el joven, ya era consciente de su presencia.
--¿Quién eres en realidad? --Preguntó, con su espada en mano.
--Mira más allá. --Dijo Gustavo con calma, señalando con sus ojos hacia el frente, algo que por supuesto no pudo notar la guerrera del escudo.
Xinia, al sentir que algo iba mal, caminó hacia el frente, parándose justo al lado de Gustavo y notando lo que él quería que observara.
--¿Qué es eso? --Preguntó con una mezcla de emociones.
--Nuestro enemigo. --Respondió con un tono serio.
Los dos individuos se encontraban en el umbral de la entrada de un antiguo palacio, uno destruido, que solo conservaba una sala del trono en ruinas, acompañada por una atmósfera de energía maligna y muerte. En la lejanía, a unos cincuenta pasos o más, se encontraba una silueta alta, esquelética y con una túnica negra, sentada sobre un trono de hierro negro.
--Xinia ¿Por qué corriste tan repentinamente? --Preguntó Ley tan pronto en que llegó, algo cansada y con falta de aire.
--Hagan silencio. --Ordenó en voz baja.
--¿Qué sucede? --Preguntó Erza, acercándose con calma y, tan pronto en qué miró a la silueta sentada en el trono, un temor indescriptible creció en su interior, era como si su peor pesadilla se mostrara ante ella.
--La energía maligna es muy densa en este lugar. --Dijo Spyan al notar las decenas de antorchas de fuego azul iluminar la sala.
--Nos ha visto. --Dijo Gustavo repentinamente.
Los aventureros tragaron saliva, no porque creyeran en las palabras del joven, sino porque la presión sobre sus cuerpos se hizo más pesada.
La silueta sentada en el trono abrió los ojos, unos ojos rojos, repletos de una oscuridad abominable, tan pronto en como aquellos dos orbes se mostraron al mundo, se dirigieron hacia la multitud de recién llegados, en especial hacia el joven de mirada simple.
--Parece que no tardaste en recuperarte. --Dijo la silueta con un tono bajo, ilusoria, pero cargado con una fuerte opresión y energía negativa.
Los aventureros fruncieron el ceño, aunque aquel ruido los había colocado en guardia, sintieron que conocían el sonido.
--¿Por qué no me mataste en ese entonces? --Preguntó Gustavo en el mismo idioma que la silueta.
Los aventureros casi se desmayaron por la sorpresa, ni en sus sueños más salvajes esperarían que el joven, quién poseía un cuerpo débil, le plantaría cara a una entidad tan aterradora como la que se encontraba en el trono.
--Porque no hubiera podido sacar de tu cuerpo el poder que me pertenece, portaestandarte de la muerte. --Dijo con un tono terrorífico, mientras se levantaba del trono con tranquilidad y aparecía de la nada un bastón negro azabache, que se postró en su mano derecha.
Gustavo sonrió y, con calma comenzó a caminar hacia la silueta, mientras sacaba de su vaina, el sable de hoja azul, uno que brilló por menos de un segundo al colocarse en sus manos.
--¡Joven, vuelva aquí! --Gritó Spyan, atemorizado por el repentino desenlace.
Gustavo volteó, sonriendo con amabilidad.
--Déjeme devolverle el favor de salvarme la vida. --Dijo, volteando al acabar su frase.
Al instante su ojo derecho se cubrió de un negro tan oscuro como el propio abismo, pero ahora no solo tuvo ese cambio, sino que alrededor de su ojo negro, cinco venas negras comenzaron a resaltar, venas que desaparecían al llegar a la tela que cubría su brazo derecho.
--Ven, arrebatámelo.
--Interesante. --Dijo la silueta.