En una sala de gran espacio, tres individuos descansaban sus cuerpos sobre lujosos y cómodos sofas de cuero rojo. En los alrededores, todo lo que se podía observar eran estantes con artefactos y objetos de diferentes razas en ellos, eran como trofeos o objetos de colección.
--Entonces, amigo mío ¿Cómo te fue en el exámen? --Preguntó el hombre gordo con curiosidad. Gustavo alzó la mirada y observó al padre de Amaris.
--Conseguí ser un integrante de cinco estrellas. --Expresó sin arrogancia. Kenver abrió los ojos por la sorpresa, su primer reacción fue observar a su hija, quién actuó con calma, por lo que él hizo lo mismo.
--Que buena noticia, deberíamos festejar esta noche ¿Qué te parece? --El joven pensó por un momento, pero después de unos segundos negó con la cabeza.
--Creo que preferiría descansar, ha sido un viaje muy largo. --Dijo, su rostro mostraba fatiga, mientras que su corazón experimentaba la sensación de abandono. Kenver observó al joven y asintió, no tenía idea por lo que había pasado, notaba el dolor en su mirada, por lo que prefirió guardar silencio.
--Si gustas ¿Puedes alojarte en nuestro hogar? Es grande y por las pocas personas que lo habitan, se siente algo vacío. --Dijo con una expresión amistosa.
--No deseo ser una molestia, por lo que preferiría quedarme en una posada cercana. --Dijo. Kenver negó con la cabeza, no aceptando un no como respuesta.
--No eres una molestia amigo mío, por lo contrario, harás que nuestra casa se sienta más cálida. --Expresó con una sonrisa.
--Entonces creo que le deberé otro favor. --Dijo al no poder rechazar.
--Ni lo menciones.
Repentinamente, el estómago de Gustavo gruñó, el joven ni se inmutó, las últimas semanas de batalla había estado con una ración mínima de comida, por lo que tenía hambre todo el tiempo, ya hasta se había acostumbrado.
--Es cierto, mil disculpas, amigo mío --Kenver se levantó con rapidez de su asiento--, debes tener hambre ¿No? Así que, vayamos por algo de comer al jardín. --Dijo.
Amaris dejó de leer el libro de sus manos y siguió a su padre. Gustavo imitó a la dama, caminando a sus espaldas con pasos tranquilos.
La noche llegó y, la luna abrazó a los mortales con su tenue luz blanca. En la habitación de una enorme mansión, un joven hojeaba un extenso libro de tapa gruesa.
--En el comienzo de los tiempos --Comenzó a leer--, el Dios supremo creó la luz del sol --Continuó con la siguiente pagina--... La Diosa de la vida tiene por nombre --Continuó con la siguiente--... Los años perdidos representan lo peor de la humanidad --Volvió a pasar página, la historia de los dioses y la creación del humano no le interesaba demasiado, por lo que siguió hojeando hasta encontrar algo importante y, no tardó mucho en hallarlo--... Muchos de los antiguos pensadores creían que las mazmorras provenían de otro mundo, pues su aparición fue sorpresiva --Se detuvo y frunció el ceño, recordaba que alguien le había dicho que no se conocía el origen de las mazmorras, pues tenían más tiempo que el propio humano, sin embargo, aquella duda fue despejada en el siguiente párrafo--, aunque también existen los pensadores que dicen que el origen de las mazmorras es desconocido, pues no existen documentos que detallen en qué momento apareció la primera, concluyendo que han existido desde antes que los hombres descubrieran la magia --Continuó leyendo--. Los monstruos, criaturas y bichos raros que habitan en aquellas construcciones arcanas, no solo son poderosas, también poseen distintas habilidades. *Principio de la cita* "Caí en un abismo sin fondo, pase días sin comida y, aún así sobreviví, en el fondo de aquel abismo, habitaba una criatura de colosal tamaño, ella me mostró el futuro, así como otra dimensión, donde el terreno era nada más que un páramo, triste y desolado." *Fin de la cita* Bermit <
--¿Puedo entrar? --Una voz femenina interrumpió el malestar mental de Gustavo, quién reaccionó y corrió hacia la puerta, abriéndola con calma.
--Adelante, por favor.
Justo en el umbral de la puerta, se encontraba una dama hermosa, vestida con un túnica ligera para dormir y cabello suelto, la dama no era nada más y nada menos que Amaris Cuyu.
--He traído algunos libros, creía que le interesarían más que aquel libro de la historia de los cinco continentes. --Dijo, entrando con calma, su rostro era solemne, no poseía timidez por entrar en la habitación de un joven a altas horas de la noche, sin embargo, Gustavo si, en su corazón y mente repetía que estaba comprometido y, solo así logró estar en calma.
--Se lo agradezco. --Dijo y, tomó los libros que la dama le estaba entregando, se dio media vuelta y los colocó en la mesa de madera donde estaba leyendo, con la ayuda de un artefacto mágico que servía para iluminar tenuemente el lugar.
--Te seré sincera, cuando hablé en su nombre con los soldados está mañana, fue porque deseaba que se sintiera en deuda y, así pedirle que me contara su historia como pago, lamentablemente el maldito de Erior lo arruinó y, usted, sorpresivamente actuó muy valiente, protegiendo mi honor, por lo que su deuda quedó cancelada. --Dijo con un rostro de derrota. Gustavo se sorprendió, no esperaba este desenlace.
--Puedo responder sus preguntas. --Dijo, después de todo no tenía nada que ocultar, aunque existía un único detalle, ella no entendería nada. Amaris sonrió al escuchar las palabras del joven, caminó un poco más, tomando asiento en la esquina de la cama.
--Le mencionó a mi padre que proviene de un reino muy lejano, llamado Meslaco.
--México --Corrigió el joven. Amaris asintió.
--¿Podrías decirme cómo es? --Gustavo asintió con una cálida sonrisa.
--Es un lugar muy hermoso, tiene mucha vegetación y hay árboles con mucha fruta, la mayor parte de los animales no son hostiles, como aquí y, las personas en su mayoría son amables, lamentablemente no todo es bueno --Se detuvo para recordar--, como aquí, hay mucha diferencia entre clases, aunque ya no existe la esclavitud, muchas personas poderosas siguen explotando a sus trabajadores como si fueran esclavos, pagándoles míseros sueldos... Nuestra cultura es muy rica y, por eso hemos sido atacados por muchas naciones --Guardó silencio, su rostro se contorsionó en irá al recordar a los invasores--, pero como dicen en mi pueblo "Un mexicano nunca huye" --Dijo, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla, pues no solo en su pueblo decían aquella frase, también era una de las favoritas de su amigo parlanchin, Héctor.
Amaris escuchó todo con atención, aunque habían palabras que no había entendido, el contexto y lo profundo de sus oraciones si y, al ver que el joven de enorme poder derramaba una lágrima, comprendió que no había abandonado su reino por placer.
--Disculpe, es solo que todavía no me acostumbro a esta vida. --Dijo. Amaris lo miró y asintió con una expresión de compresión, aunque no entendía lo que quería decir.
--¿Puedo hacerle otra pregunta? --Gustavo asintió--. ¿Por qué eligió este lugar?
--Fui forzado. --Contestó.
--¿Quién lo forzó? --Preguntó sorprendida, en su mente, no podía creer que un joven con tanto potencial pudiera ser derrotado en batalla.
--Eso mismo quiero saber. --Contestó, observando a la nada.