Estaba tranquilamente en el bar, sentía el sonido de la lluvia mientras bebía whisky. Estaba harto de trabajar en el puerto, pagaban poco, no me convenía seguir ahí, tengo ambiciones y así no voy a conseguir nada.
Sentí el ruido de la puerta abriéndose, ese fue el momento en el que supe que algo andaba mal. Era mi hermana, se la veía preocupada, tenía la mirada perdida, estaba empapada.
- ¡Arthur! - Exclamo mientras trataba de encontrarme
- Estoy aquí-
Se acerco a la mesa y tomo asiento.
- Gracias a dios que te encuentro- me dijo agitada -Christopher me está persiguiendo-
- ¿Por qué? - le dije preocupado
- ¡Acabo de terminar con él! -
- ¡Nunca me habías dicho que salías con él! -
- No creía que me dejarías- decía casi llorando y con angustia
- Son unos putos mafiosos- murmure- ¿a quién se le ocurre meterse con ellos?
- Perdona- Dijo llorando- No quiero que salgan lastimados-
- Lo vamos a arreglar, no te hagas problema-
Eso dije, pero estaba al tanto que seguramente nos matarían.
Los comenzaron a llamar The beasts, esto les gusto (este nombre se debe a sus pocos escrúpulos y las palizas que propiciaban).
Su territorio era un cuarto de la ciudad, se ubicaban al sur de Dover (el puerto y sus alrededores), es la parte más importante de la ciudad.
Las puertas se abrieron y entraron, solo cuatro de ellos. Christopher (su jefe), y tres de sus mejores integrantes, ellos eran: Murphy, Darco y Blake, eran buenos con el trabajo sucio, buena puntería, desalmados y resentidos, su defecto más grande era su poca inteligencia.
El camarero saco un arma y les apunto.
- ¡váyanse, no quiero problemas, saben que este no es su territorio! - dijo mientras le apuntaba con una escopeta
- ¿Puedes quedarte aquí hasta que venga la policía? – le dije a Cindy, anqué sabia que me pasaría
- Solo si entregan a la chica- Dijo Christopher
- Porque no me toman a mí, soy su hermano- Dije, tratando de buscar alguna razón para que me llevasen a mí, estaba dispuesto con tal de salvar a mi familia
- ¿Te llamas Cindy?, imbécil-
- No, pero yo la obligue a dejarte- Dije
Solo dieron media vuelta, cerraron la puerta. Sabía que me esperaba una paliza
- Salgan, no quiero problemas- dijo el dueño del bar
- Por lo menos deje que ella se quede- le roge al mesero
- Salgan- Dijo, con lástima, no deseaba eso, pero debía hacerlo
Tuvimos que hacerlo. Cuando salimos, no vimos a nadie, volvíamos a casa, estábamos a medio camino, pasábamos por al lado de un callejón. Cuando algo nos introdujo adentro del mismo.