Golpeo con fuerza la planta de mi pie sobre el estómago de mi oponente, y no puedo evitar sonreír con suficiencia cuando deja escapar una maldición.
Finalmente, y por primera vez en diez años, he logrado ganarle a mi entrenador.
—Has mejorado — me dice después de reponerse.
—Gracias —digo con una sonrisa llena de satisfacción.
—Estoy muy orgulloso de ti — asegura, sonriéndome. —Además de que has estado trabajando duro, tienes potencial. No bajes la guardia, de todas maneras. Hoy he estado más cansado por el turno de la noche y he sido presa fácil. No te confíes. No dejes de entrenar.
Le sonrío sin poder evitarlo. Sé que detrás de su broma, está auténticamente preocupado por mi desempeño en las artes marciales.
Decido molestarlo por dos razones: porque me encanta ponerle de los nervios. Y porque puedo.
— ¿Seguro que no tiene nada que ver con el hecho de que te estás haciendo cada vez más viejo?
Ali, una de las personas a quien debo mi vida, abre la boca de par en par, luciendo estupefacto.
—No has dicho eso — espeta, enderezándose. Cuando sus pies comienzan a moverse hacia mí, abro los ojos como platos y empiezo a correr lejos. A pesar de que estoy riéndome, no puedo evitar sentir algo de miedo por su reacción.
—¡Vuelve aquí, arrabalera! — me grita, corriendo detrás de mí — ¡Dímelo de nuevo en la cara! — chilla, haciéndome reír incluso más profundamente.
Justo antes de caer de bruces contra el suelo y rodar por la arena, chillo cuando las manos de Ali me sujetan contra el suelo y entonces me da una fuerte nalgada, haciéndome gritar por la sorpresa.
—¡Me has dado una nalgada! — le grito estupefacta, empezando a removerme debajo de su cuerpo.
—¡Retráctate! — grita, antes de darme otra. Gruño y me retuerzo incluso más, pero él vuelve a castigarme como si fuese una bebé.
—¡Suéltame! — grito, pero termino riéndome cuando me vuelve a dar otra nalgada.
—¡Retráctate ahora mismo, jovencita!
Me río y de repente alzo las manos del suelo, dándome por vencida.
—¡Está bien! ¡Está bien! — le digo, riéndome — Tregua, tregua. ¡Bandera blanca! — grito, después de que me dé otra nalgada.
Él se pone de pie y luego tiende su mano para ayudarme a hacer lo mismo. Sostiene mi barbilla y me amenaza con el dedo, evitando que me aleje.
—Aún no escucho tus disculpas.
—De acuerdo —alzo las manos sobre mi cabeza y le sonrío. Cuando deja ir mi rostro, lo golpeo un poco en el estómago y doy unos cuantos pasos hacia atrás — Siento mucho recordarte que eres un anciano.
—¡Pero qué diablos...!
Mi espalda choca contra una pared de músculos que reconozco inmediatamente. Y sin poder evitarlo, suelto una maldición en voz demasiado alta.
—Esa boca — me reclama Ferrán, que de repente coloca sus manos sobre mis hombros y me aleja de su cuerpo. — ¿No deberías estar entrenando? — inquiere, mirándome ahora desde un ángulo completamente diferente.
Mierda.
—Esto... estaba entrenando. Si.
—Ya veo — sus ojos me estudian detenidamente y, entonces, se cruza de brazos —No recuerdo haberte asignado un entrenamiento en donde ruedas por el suelo y te dan nalgadas.
Me encojo de hombros.
—Todo ha sido culpa de Ali.
—Mocosa traicionera — dice, dando un paso hacia mi.
Inmediatamente me escondo detrás de Ferrán y le saco la lengua.
—Traidora— gruñe Ali, mirándome como si estuviese dispuesto a darme otra nalgada. Que estoy segura de que lo haría.
—¿Qué está pasando ahora? — pregunta entonces uno de mis papás, dirigiendo ahora su molestia hacia el personaje equivocado. Sonrío con sorna.
—¡Ahora se burla de mi! — mi segundo papá se pone ambas manos sobre la cintura y me observa con los ojos entornados.
—Paula...- dice papá Ferrán, dándose media vuelta para mirarme.
—Lo siento — digo, con una sonrisa inocente. Sin poder evitarlo, corro hasta enterrar mi rostro en el pecho de papá Ali. Rodeo su cintura con mis brazos y lo observo desde abajo — ¿Me perdonas?
Casi cede por un instante, pero de repente me está alejando de su pecho y cruzándose de brazos.
—Esta vez has sido muy... mala. Así que no, no te perdono.
—Pero...
—No. — dice de nuevo, y se da media vuelta para empezar a caminar lejos de nosotros.
Ferrán se ríe y niega con la cabeza.
—A veces no sé quién es el más inmaduro...
—¡Cabrón! — grita Ali en respuesta, pero por su tono de voz sé que ahora está sonriendo.
Me río y entonces abrazo por la cintura a papá Ferrán, que ahora me está devolviendo el abrazo y besando mi frente.
—Tienes que tomarte esto más en serio, Paula.
Dejo escapar un largo suspiro y subo la mirada.
—Lo estoy haciendo, papá. De verdad — me sonríe y besa mi frente de nuevo. — De hecho, he vencido a papá hace poco.
—¿Es por eso que está molesto? — pregunta, luciendo completamente sorprendido.
Niego con la cabeza y una sonrisa escapa de mis labios.
—Le he dicho que está viejo.
La carcajada de papá Ferrán hace que mi corazón palpite desbocado, y en respuesta le sonrío de vuelta. Muy pocas veces he escuchado ese sonido, y tengo que admitir que me encanta. Incluso más que las carcajadas de papá Ali.
—Vamos. Será mejor que lleguemos a casa antes de que tu papá cuente con el tiempo suficiente para envenenar la comida.
Me río con ganas y rodeo la cintura de papá mientras empezamos a caminar.
Después de la cena, me dejo caer sobre el regazo de papá Ali, que finalmente me ha perdonado después de que he besado un millón de veces su mejilla y le he perdido perdón con un pedazo de tarta de limón.
—Creo que vamos a tener que hacer un ajuste en los horarios de Paula — le dice papá Ali a papá Ferrán, después de un tiempo de permanecer en silencio — Ya es hora de que empiece a entrenar con el equipo.
Abro la boca de par en par y me enderezo para poder ver su rostro completamente.
—¿Papá? — pregunto, sin poder creérmelo.
¿Está hablando en serio?
—Bueno... ¿Estás seguro? — pregunta Ferrán, mirándolo con sorpresa antes de dejarse caer junto a nosotros en el sillón.
La verdad es que yo también estoy sorprendida.
Entre los dos, papá Ali es quien más tiende a ser sobreprotector y cuidadoso cuando se trata de ponerme dentro de una habitación con solo hombres, sobretodo si estos van a dedicarse a golpearme durante más de dos horas. El hecho de que haya hecho tal proposición, me hace querer darme unas palmaditas en el hombro.
Sin embargo, como estoy nerviosa y quiero asegurarme de que habla en serio, le pregunto:
—¿No dijiste que solo estabas cansado? — inquiero, esta vez sin ningún rastro de humor en mi voz — Tal vez deberíamos entrenar de nuevo cuando no hayas tenido turno de noche — propongo.
No es que esté asustada. Solo no quiero que adelante mi traslado sin estar completamente seguro de que estoy lista. Temo que si recibo una buena paliza, él no pueda perdonarse a si mismo el haberme enviarme antes de tiempo.
—Cariño — me dice, besando mi frente — Sabes que si hubiese algún tipo de peligro, jamás te enviaría allí.
Papá Ferrán sonríe y estira la mano para sostener una de las mías.
—Lo sé — respondo, sonriéndole.
—Estoy muy orgulloso de ti, Paula — asegura papá Ali, sonriéndome de vuelta — a pesar de que hoy has sido un dolor en el trasero, tengo que decírtelo: eres muy buena. — papá Ferrán golpea el brazo de Ali, haciéndolo reír.- Hablo en serio. Has mejorado muchísimo y creo que estás lista. Bueno no, mentira. No lo creo — hace que suba mi rostro para poder observarme directamente a los ojos — Estoy completamente seguro de que estás lista.
Sonrío sin poder evitarlo y me escondo en su pecho, abrazándolo con fuerza.
—Te amo, papá. — digo, y él se queda inmóvil durante una fracción de minuto, pero como si nada comienza a acariciar mi cabeza de nuevo.
—Te amo hija. — deja un beso sobre mi cabeza y me abraza contra su pecho.
Una vez más, en silencio y rodeada por las dos personas que más amo en el mundo, agradezco al universo por haber puesto a Ferrán y a Ali en mi vida.