Paula deja escapar un gemido de pánico cuando se levanta la colcha que estaba cubriéndole. El pedazo de tela que hace mucho tiempo fue de un color blanco impoluto, ahora era gris y parecía más un plumero que otra cosa. Pero era lo único que la había estado resguardando en la oscuridad. Ese pedacito de tela era lo único que estaba ocultándola de... ellos.
Hasta que su suerte cambió y decidió que ya había jugado mucho a su favor.
—¡Vaya! —exclama la voz de lo que parece ser un soldado. Además de lucir como si acabaran de darle una buena paliza, su voz denota sorpresa y algo que Paula no sabe identificar.
Lujuria... le dice su subconsciente, burlándose de ella.
Él va a violarte.
—Bueno, eres muy bonita — susurra el hombre, de piel blanca y ojos azules. Y aunque no intenta tocarla, ella se siente ultrajada bajo su atento escrutinio.
No tiene fuerza porque lleva más de tres días sin comer. Tampoco ha tomado agua. Ha dormido menos de treinta minutos desde hace... demasiado tiempo. No sabe ni siquiera cuántos días han pasado desde que se alejó del grupo.
Paula cierra los ojos con dolor. Está resignada.
Es imposible que tenga el más mínimo chance de escapar.
—¿Qué mierda te pasa, Ali? ¿Por qué diablos tardas tanto? —cuando el segundo soldado aparece en su campo de visión, es consciente que está completamente jodida.
Al destino no le había bastado con uno solo.
No.
Para burlarse de ella con más severidad, había decidido que la matarían entre dos.
—¿Y quién es esta? —pregunta entonces el recién llegado, dándose cuenta por primera vez de la presencia de Paula.
—Una niña, claro. Sé que no estás acostumbrado a ver muchas de ellas por aquí, pero pensé que había quedado bastante claro...
—Oh, cierra la boca —el hombre rueda los ojos y desvía la mirada para sostener la de Paula —¿Cómo te llamas?
Ella no dice una sola palabra porque el pánico la tiene inmovilizada tanto física como mentalmente.
—No creo que...
—¿Y bien? —espeta el soldado de nuevo, ignorando a su compañero.
—Creo que no habla español —interviene Ali, frunciendo el ceño.
—Me parece que si. —da un paso hacia ella con decisión, pero ésta termina encogiéndose y cerrando los ojos.
Ha llegado tu momento.
—Mmm, bien. Creo que entiendo —Ali pone una mano sobre el pecho de su compañero para evitar que siga avanzando y le pide que lo siga un segundo, haciendo una extraña mueca de concentración.
Cuando están lejos de ella, Paula alcanza a escuchar que el chico de ojos azules le susurra a su compañero:
—Creo que nos tiene miedo.
—¿Por qué diablos nos tendría...? —el hombre hace silencio y luego la mira con sorpresa. — Oh, mierda.
Paula levanta la mirada de nuevo y ambos hombres están observándola con una expresión de auténtico terror. Ella no entiende nada, pero sin duda no piensa dejarse engañar por ninguno de los dos.
—Creo que deberíamos a llamar a Samanta — ugiere el soldado sin-nombre, sorprendiéndola.
¿Quién es Samanta?
—Si, creo que sería lo mejor —Ali, con la mirada un poco perdida, toma la radio portátil que descansa en su cinturón y después de pronunciar unas cuantas frases que Paula no logra entender, se escucha la voz de otro soldado que le responde.
Durante todo el tiempo en el que se comunican por al radio, ninguno de los dos hombres ha desviado su atención de Paula. A pesar de que transcurren unos buenos cinco minutos.
Entonces, de la nada, aparece corriendo un tercer soldado que se detiene frente a ellos sosteniendo un arma entre las manos. Paula casi se atraganta cuando la cabeza de una mujer vestida de gris se vira hacia ella, siguiendo la dirección en la que señala Ali.
—Vaya —escucha que dice la mujer, que se cuelga el arma en la espalda y de repente comienza a caminar hacia ella. —Hola. Soy Samanta.
Paula está muy confundida. Tanto, que se la ha olvidado como parpadear.
—¿Cómo te llamas? —le pregunta aquella mujer de nuevo.
Pero la niña, incapaz de decir una sola palabra, solo le devuelve la mirada.
—Entiendo —el nuevo ángel de Paula le sonríe con dulzura y se arrodilla frente a ella —Si puedes entender lo que digo, solo asiente con la cabeza.
Paula, sin estar muy segura de donde ha salido su reciente trozo de valentía, hace lo que ella le pide y termina moviendo la cabeza en un intento de respuesta. Después de recibir una amplia sonrisa de Samanta, entiende que la vida le ha dado una nueva oportunidad.
—¿Estás sola?
Otro asentimiento es su respuesta. Esta vez, de movimientos más rápidos.
—De acuerdo. ¿Crees que podrías salir de allí?
Sin saber como, Paula consigue moverse lo suficiente como para dejarse caer fuera del cajón en donde estaba escondida. Sabe que es incapaz de ponerse de pie, así que tampoco lo intenta. Sin embargo, cuando ve que los dos hombres se acercan con sus rostros llenos de preocupación, aparece en ella la fuerza suficiente como para gritar y arrastrarse lejos, incapaz de permitir que alguno de los dos ponga su manos sobre ella.
Ha visto demasiadas cosas.
No cree poder soportarlo.
—Joder —dice Ali, levantando las manos sobre su cabeza y dando varios pasos hacia atrás.
—Yo me encargaré de esto —asegura Samanta, moviendo las manos sobre su cabeza — Ustedes cúbranme.
—Bien.
Paula, sin darse cuenta de cómo lo hizo, se encuentra de pie recostada contra una pared llena de moho.
—Bien, cariño. Tienes que ayudarme ahora —dice la mujer, acercándose hacia ella. Cuando Samanta le tiende la mano, Paula duda un segundo antes de sostenerla. Suelta un suspiro cuando sus dedos tocan la piel de la soldado, que está caliente y suave.
Casi no puede creer como es que se ha librado de un destino tan cruel y ahora está sosteniendo la mano de alguien que no quiere asesinarla a golpes.
—Iremos a mi campamento — le dice, regalándole una nueva sonrisa.
Paula está tan sorprendida, que ni siquiera está parpadeando.
—Allí podrás comer algo y darte una ducha si es lo que deseas. —habla de nuevo la soldado, inclinándose de repente para sostener la manta que antes la cubría hasta que logra ponérsela sobre los hombros. —¿Crees poder caminar?
La niña asiente después de que es capaz de sostener su propio peso lejos de la pared y deja que Samanta la sostenga un poco hasta que se coloca uno de sus brazos de la niña sobre los hombros. Sin perder más tiempo, ambas comienzan a caminar lejos de su antiguo escondite.
Esta vez, cuando los hombres aparecen de nuevo frente a ella, los dos mantienen su distancia.
—Estamos listas —anuncia Samanta, cogiendo con más fuerza de la cadera a Paula para evitar que caiga de bruces al pasar sobre un cúmulo de escombros.
Y entonces todo se sale de control cuando se empiezan a escuchar golpes y tiros.
Samanta se devuelve de golpe y ambas terminan golpeándose contra los dos hombres que venían escoltándolas. Los pies de Paula se vuelven de gelatina y Ali suelta una maldición cuando parte de la estructura que los rodea comienza a ceder.
Samanta hace que Paula se recargue contra una pared antes de soltarla e inmediatamente se vuelve hacia sus compañeros, tratando de idear un plan que les permita escapar.
—No vamos a poder salir de aquí si ella no deja que uno de nosotros la lleve cargada —asegura Ali, mirando alternativamente entre sus dos compañeros. —No puedes con ella tú sola, Sam.
—Pero ella...—comienza a decir Samanta, que cierra la boca cuando se escucha otro estruendoso chillido de metal.
—Lo siento por la chica —interviene de repente el soldado sin nombre, dejando caer su arma contra su espalda —Pero no he llegado hasta aquí para morir aplastado por un jodido techo.
El soldado camina hasta detenerse frente a Paula y bruscamente le mueve le cabello lejos del hombro. Con mucha eficiencia, e ignorando los arañazos de la niña, lleva sus dedos hasta un hueco que existe entre su cuello y la clavícula.
Paula no tiene tiempo de gritar, porque todo se vuelve negro y de repente está cayendo en el oscuro pozo de la inconsciencia.