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Evolet perdió a su esposo entre la multitud del aeropuerto de Púlkovo, San Petersburgo. En el instante que la masa se dispersó, los grandes ventanales envolvieron una masculina silueta de azul, y el techo de filosas figuras geométricas volvió rubio un cabello castaño gracias al reflejo de una luz dorada del exterior.
Tomando su larga falda se apresuró a aquellos fuertes brazos.
Lo besó con incalculable pasión.
Aquellos labios eran suaves y carnosos, aquella lengua tierna y ágil. Abrió los ojos al sentir el bigote.
- ¡Perdón! ¡Lo confundí con mi esposo!
- Le ofrezco algo mejor.
Los joviales ojos negros de Evolet se cristalizaron al mismo tiempo que sus rizos salvajes saltaron del moño, mientras reía nerviosa alejándose de aquel hombre quien sin violencia le mantenía sujeta.
¿Cómo no habría de confundirse?
Aquel hombre era la versión "papá" de su esposo, pero con ojos de llamas azules en vez de verdes praderas, y más robusto, más duro, más fuerte.
Olía a canela, bergamota, y lluvia.
- ¿Qué?
- Qué no soy su esposo, pero puedo ofrecerle algo mucho mejor.
Evolet rio nerviosa y coqueta.
Ese hombre tenía voz masculina, no tan baja como para volverla inentendible.
- Ahora espero a mi hijo y tendré que cenar con Él, pero a la noche puedo ir por usted, si usted quiere, por supuesto, - dijo con una sutil reverencia besando su mano, sin quitarle los ojos de encima.- Encantando
- ¡Padre! ¡Evolet! ¡Los pillé!
La muchedumbre cómplice conspiró impidiéndole a Kesha llegar donde Evolet y Kostya.
Evolet no enfrentó a Kostya, pero sus ojos no concebían la posibilidad de mirar algo distinto a Él; incluso mientras quitó su chaqueta corta y la colgó de su morral.
Kostya sonreía de medio lado. Sus ojos pasaban muy rápido de la alegría culposa a la pena redentora ¿Qué podía conversar su padre con Evolet que despertó semejante culpa? Se preguntó Kesha.
Evolet desabrochó varios botones de su blusa blanca, y recogió las mangas, para luego limpiar la transpiración de su cuello contra su ancha falda roja, mostrándole a Kostya su ropa interior de encajes rojos, y el tatuaje de una reja que se transformaba en unos pájaros que se alzaban a volar.
- Padre, amor, - dijo saludándoles. - ¿Ustedes se conocían?
- No, no.
- O sea, casi.
- Ah, sí, casi.
- Te ves un poco afiebrada, espero no te hayas pegado el bicho en el vuelo.
- Seguro que no es eso, - dijo Kostya.
Kesha abrazaría a Kostya quien estiró su mano.
Kostya abrazaría a Kesha quien estiró su mano.
Evolet soltó una carcajada confundida ante la pobre e incómoda interacción de los hombres, quienes ofuscados se relajaron ante la contagiosa risa de Evolet.
Lo que ella veía no era un padre y un hijo, sino a dos desconocidos que lo único que tenían en común era la nacionalidad.
- Amor, tu padre y yo casi nos conocimos, - dijo poniéndose entre ambos, - eso era lo que hablábamos ahora, y de eso nos reíamos, - dijo colgándose del brazo de Kesha.
- Me confundió contigo.
- No es la primera, - dijo Kesha con cierto resentimiento.
- ¡Tu madre no mentía!
- ¡Ay, Kostya!
- ¿Kostya? ¿La autorizaste a decirte "Kostya"? ¡Ni si quiera a mí me dejas!
- ¿Significa algo raro en ruso?
- No, es el diminutivo de Konstantine, como Kesha es el de Innokentiy.
Evolet se preocupó de que en menos de un minuto los hombres pasaron de la incomodidad a la molestia.
Kostya tocó el brazo de Evolet para llamar su atención y decirle algo, pero ella sufrió un violento escalofrío.
Él sonrió halagado.
- Espero no te hayas agarrado algo en el vuelo.
Kostya miró a su hijo con una expresión burlesca. No tenía edad para ser tan ingenuo.
Deteniéndose Evolet levantó la mirada, sobre ella colgaba la escultura de una mujer desnuda con alas de avión.
- Invité a cenar a tu mujer, y ella me rechazó.
- Siempre hay una primera vez.
- Siendo honesta, - irrumpió Evolet retomando el paso y coqueteándole, - no lo hubiera rechazado de saber cómo era usted.
Kostya lanzó una carcajada que por poco hace que se le arrancase el corazón, y Kesha la miró con reproche negando.
Ella sonrió a su suegro.
Evolet no vio la expresión de su esposo, por mirar al interior de una cápsula hotel de paredes azules.
Todo era tan pulcro y limpio. Tan frío, pero a la vez acogedor. Tan distinto a lo que ella conocía. Cruzaron por una galería de comercios, donde quienes no vestían de negro, vestían de rojo.
Pasaron bajo mamparas circulares en donde se podía ver las nubes negras desde donde caía la nieve.
- ¡No seas sensible, Kesha! – dijo intentando abrazarlo, levantando brazo incluso, pero desistiendo antes que alguien distinto a Evolet se diera cuenta. - Cuando me desempeñé como embajador me pidieron interceder entre unos médicos y una farmacéutica...
- ¡Por mi culpa!
- ¡¿En que trabajas?!
- ¿No sabes en lo que trabaja tu mujer?
- ¿Cuál es el segundo nombre de mamá?
- Anushka.
- No, así se llama la ama de llaves.
- ¡Ella también se llama Anushka!
- No… ¿Cuántos años tiene mamá?
- Eso es fácil, los mismos que yo.
- ¿Cuánto es eso?
Kostya no lo sabía.
Evolet soltó una carcajada acompañado de un empujón a Kostya, quien no bromeó, desde qué pasó los cuarenta que dejó de celebrar sus cumpleaños, por lo que no estaba seguro cuántos años tenía.
- Mamá es un año mayor que tú, cumple cincuenta hoy, por eso llegamos hoy y no unas horas antes de nuestro matrimonio.
- ¿Tienen todo arreglado?
- Casi.
- Eso explica la cena de esta noche, - dijo con una mueca que la hizo reír. - Inteligente, graciosa, y hermosa ¡Qué hombre podría resistírsele!
- ¿Le compraste algún regalo a mamá?
- No.
- Evolet tiene unas cosas que hacer, tú puedes llevarla y ella te dice que comprarle.
- ¿Crees que es prudente que tu esposa esté a solas con otro hombre?
- Puedo resistirme a sus encantos.
Kostya la miró desafiante, con una coqueta mirada. La típica expresión que los hombres de ojos claros usan para conquistar.
Los dos rieron, pero ella apegándose más a Él y refregándole la cabeza contra el hombro.
- Mamá se enojará si…
- Considero prudente tú te encargues de tu mujer, y yo de la mía. – Miró a Evolet galante. - No es algo personal, Evolet, es solo que no quiero dar más que hablar.
- Cuando te pregunten si cambiaste a Silvia, tú le dices que no, que Evolet es tu nuera. Listo, te arreglé el problema. Así me das unas horas para estar a solas con mamá y que ella se queje de ti sin incomodar a Evolet.
- No quiero ser un problema.
- No lo eres, - dijeron ambos hombres de igual forma, al mismo tiempo, con idénticos gestos.
- Ok, - dijo jocosa.
- ¿Por qué me antagonizas?
- ¿Por qué exageras todo?
Cada vez que Evolet escuchó la voz de Kostya; su corazón palpitó rápido, sus rodillas temblaron, sonrió descontrolada.
Quizá Kostya sentía lo mismo y por eso no quería estar a solas con ella, pensar en esta posibilidad la hizo feliz.
Se preocupó ante la imprudente sonrisa imaginando este escenario, así que se dio unos pequeños golpecitos para perderla.
- Recuerdo cuánta curiosidad sentí por conocer quién sedujo a esos pobres y los arrojó al camino de perdición.
- ¡Por favor!
- Ellos iban camino al nobel.
- Nunca tanto.
- Abandonaron todo por usted.
- Nada ofrecí que ellos no buscasen.
- Una vez me metí a nadar a un lago congelado. Encontré un osezno ahogándose y lo salvé. Todos creyeron que por eso lo hice. La verdad es que fue una casualidad. Sobrio, jamás me hubiera metido, ni si quiera sabía era capaz de nadar quebrando hielo, o que debajo había un joven oso luchando por sobrevivir.
- ¿En esa historia soy el hielo, el alcohol, el oso, o usted?
- ¿Acabas de inventar esa historia, papá?
- Ni si quiera entiendo mucho que trató de decirme, - dijo muy coqueta. – Lo único que concluyo es cuan fácil es depositar la culpa en el otro.
- ¿Represento cincuenta años, Evolet?
- No.
- Eso es gracias a depositar la culpa en los demás, - dijo riendo.
- ¡Esa misma tarde me desvincularon!
- ¡Yo la hubiera ascendido!
- No querían mala fama. Más mala fama. No obstante, algo positivo salió de todo esto, a las horas me llamaron de otro laboratorio ofreciéndome algo mejor; pagándome el doble ¡y ahora la vacuna llevará mi nombre!
- ¿Ya la tiene lista?
- No, aun ni parto, - dijo haciéndole reír. – En cuanto obtenga mi doctorado me sacarán de ventas y me pondrán en laboratorio, eso fue lo que me prometieron, la gloria.
- La gloria de salvar a millones.
Kostya apretó sus labios negando e intentando no reír. Le dio risa la expresión de Evolet, pero temía ella y su hijo tenían nada en común, y parecían no darse por enterados dado lo poco que se conocían.
- Sí, claro, eso también.
- ¿Cómo que eso también? ¿Me dirás que también has pensado en patentarla de tu crearla?
- ¿Qué tiene si la patento? Si no lo hago yo, lo hará el laboratorio.
- Que de patentarla subirá el precio, y millones no tendrán acceso a salvar su vida.
- Están discutiendo algo que no está ni cerca de pasar, - advirtió Kostya. – Ahora me siento menos intrigado por todo lo que esos médicos me contaron de usted. Ahora tiene sentido esa historia.
- ¡Qué locura cómo funciona el destino! ¡Amor, no nos hubiéramos conocido de no ser por tu padre! Su hijo protestaba afuera de HertzLab, - contó a Kostya, - le conocí cuando yo fui a la entrevista en vez de cenar con usted, y le tiré un café en la cara.
Kostya lanzó una fuerte carcajada.
Los rusos mayores de cincuenta años que pasaban por su lado miraban con desprecio o admiración a Kostya.
Kesha se sorprendió que su padre aun generase ese efecto en la gente. Volvió la vista al frente, notó cuan rizado y oscuro era el cabello de Evolet, sentía que era la primera vez que la veía por detrás. Parecía una persona distinta, igual que su padre, no creyó alguna vez los vio desde atrás.
- ¿Y qué estaba protestando?
- Contra las pruebas en animales.
- Es un mal necesario.
- Todos protestan por los animalitos, pero pasan por el lado de los abandonados y no son capaces de tirarles un pedazo de pan; comen carne, y cuando se enferman, o se van a quedar calvos, deja de importarles si los productos que usan fueron o no testeados en animales.
- ¿Te estás quedando calvo? – preguntó Kostya burlesco.
Al no encontrarlo junto a Evolet, le buscó, encontrándolo atrás de ellos.
- La gente que trabaja con ellos trata de darles un trato digno. Se les hace sufrir lo mínimo necesario. Hace poco despegó una misión que hará unas pruebas en el espacio, si estas salen bien, lo más probable es que la mitad de los animales que usamos a diario ya no sean necesario.
- ¿En serio? No lo sabía.
- ¿Tú no sabías que HertzLab están a la vanguardia en la lucha contra el cáncer, por ejemplo?
- Tienen la vacuna del cáncer, solo que genera más utilidades el tratamiento.
- ¿Estás bromeando?
- Yo no críe un hippie ignorante.
- ¡No criaste a nadie!
- A nadie que no tenga los testículos para hablarme de frente, o que use dobles negaciones, - le dijo con una sonrisa y mirándole de frente. - ¡No te quedes atrás! Ven, y dímelo a la cara, - dijo enfrentando a su hijo.
A Kostya no le bastó con el tono violento, sino que aparte de detenerse, abrió sus brazos y movió sus dedos en un gesto provocador.
- Evolet, yo no te he contado, pero fui enviado a un internado a los nueve años, porque tenía una relación "insana" con mi madre, - dijo Kesha ignorando a su padre y caminando junto a Evolet.
Kostya colocó los ojos blancos e ignoró el reproche, caminando del otro lado de Evolet.
Evolet tenía un elástico de cabello en su mano que tiró chocándolo contra la piel.
Kesha al ver esto miró a su padre preocupado. Evolet tenía marcas de la violencia con que se golpeó a sí misma.
Kostya le hizo un gesto de calma con sus ojos, y colocó su mano para que dejase de lastimarse la piel, llamando la atención de Evolet.
- La madre de Kesha está feliz con que hayan decidido hacer su matrimonio religioso acá. Lo legal no le importa, aunque tendrán que hacerlo también por una cuestión de herencias.
- A mí me da igual, - dijo Evolet.
- Sería buena idea ella no se enterase ustedes ya lo hicieron allá, así no se siente mal porque no la invitaron.
- ¿Usted también se siente mal?
- Fue algo de improviso, - se disculpó Evolet. – Estábamos en Las Vegas, en el matrimonio de otros que no se casaron, y no sé, ya estaba todo listo, nosotros estábamos e…
- No es necesario que entres en detalles, amor.
- ¿Te casaste borracho, Kesha? ¿Está usted embarazada?
- ¡No! ¡Estoy ovulando!
- No era necesario que le dijeses eso a papá. Él es de la escuela, en que esas cosas son "vergüenzas" femeninas.
- Así es, Evolet, - replicó Kostya molesto. - Ni si quiera sé que hay personas que menstrúan.
Evolet se perdió en el intenso calipso de los ojos de su suegro, y se ruborizó al descubrirse mirándolo más de la cuenta.
- Creo que estoy un poco ansiosa.
- Relájate, amor.
- ¡Listo! ¡Tu mujer ya no siente ansiedad!
- Iré por un café, - dijo Evolet.
- Eso ayudará, - ironizó Kostya haciéndola sonreír.
Kostya con disimuló admiró el cuerpo de Evolet, con tal disimulo, que Kesha, quien estaba atento a sus ojos, no se dio cuenta; no obstante, Evolet sintió el peso de aquellos impresionantes ojos, como manos recorriéndola, y le miró atrás seductora. No le molestó capturar la atención de su suegro.
- Iré por mi mujer.
- Es lo que haría yo.
- ¡Jamás irías por mamá!
- Hablaba de tu mujer, no de la mía.
- Tu teléfono está vibrando.
- Lo sé.
- Quizá es mamá.
- No lo es.
- Puede ser una urgencia.
- No lo es.
- Sabes quién es.
- Lo sé. Ahora, anda por tu mujer que tengo cosas que hacer, y déjate de niñerías para que ella se relaje.
Kostya llevó un brazo atrás, y con el otro parecía sostener un cigarro imaginario cerca de la cara. Avanzó con paso lento y seguro donde su nuera.
Evolet nerviosa ante su arribo reía sin razón tocando a Kesha, usándolo de escudo contra su suegro. Huyó frenética arrastrando a Kesha al estacionamiento.
Kostya no necesitó avanzar más rápido para alcanzarles. Ella parecía no avanzar. Cazó la mano de Evolet con sutileza, y en un paso de baile consiguió alejarla de su esposo, detenerla, contenerla, y posicionarla delante de Él.
- Eh… - Kostya pensó un momento. – Me temo no sé su nombre ¡Qué descortesía, Kesha! ¡No nos has presentado!
Esa contención física tranquilizó a Evolet, quien descansó la cabeza sobre el pecho de Kostya.
Los latidos de ese corazón la relajaron, cerró sus ojos y descansó, sin preocuparse de la molestia de Kesha.
- ¿Más tranquila? – susurró Kostya acogiéndola fuerte contra su cuerpo.
Evolet asintió con un gemido.
Kostya le hizo un gesto a Kesha de que esperase un momento.
Kesha se extrañó por la situación.
No solo por la reacción cálida de su padre, sino por lo fuera de control que Evolet estaba. No creyó verla así antes.
Esos temblores que terminaron con aquel abrazo, Kostya temió no fuesen de frío o nerviosismo. Como tampoco el calor. Los movimientos desordenados. El estrés. Parecían los primeros síntomas de abstinencia.
Evolet se alejó de su suegro. Su pecho se elevó enrojecido y la respiración se le agitó aunque se sentía en paz.
Kostya con una sutil reverencia besó la delicada mano.
- Soy Konstantine Kuznetsov.
- Yo, Evolet Espósito.
- ¿Espósito?
- Sí, papá, Evolet es…
- Lo sé, - zanjó.
"Espósito" era el apellido que le daba el Estado de Nueva York a los huérfanos.
- Ahora su familia soy yo, - zanjó Kostya en un tono y postura muy arrogante, - ahora usted es Evolet Kuznetsov.