Un caballero con su armadura puesta pero sin casco, se acercó al trono del príncipe al que juró lealtad, a quien consideraba un amigo, siendo detenido por otros dos caballeros.
-¡¿Por qué lo hiciste, Frederick?!
¡Yo confiaba en ti y tu sabías que la amaba!- gritó el caballero.
El príncipe que estaba sentado en ése trono usurpado, sonrió con malicia.
-Como siempre, mi querido caballero negro fue imparable en el campo de batalla y nos abrió camino para invadir esté reinó y decapitar a la realeza.
Como muestra de agradecimiento por tu gran lealtad y arduo trabajo, tienes mi permiso de retirarte de las batallas y vivir una vida tranquila, con un sueldo de por vida.- dijo el príncipe, con su sonrisa malvada.
El caballero al oír éso, agachó la mirada, sin fuerzas mientras las lágrimas empezaban a caer.
-Llevenlo lejos de mi vista, no lo quiero volver a ver.- ordenó el príncipe a sus caballeros quienes obedecieron, llevando a su ex compañero afuera.
Aquel caballero imparable y temido al que tanto respetaban, tenía una mirada llena de dolor y arrepentimiento mientras era sacado afuera.
Una verdadera lástima ver a su compañero, a su líder, con su espíritu muerto.
El ex caballero se dejó caer en el abandono luego de ése día, recordando como fue manipulado sin saberlo, siendo usado de carnada para enamorar y enamorarse de la princesa del reinó Lunar, la mujer que que murió decapitada, creyendo que él fue el culpable de todo éso.
Sí tan sólo tuviese otra oportunidad, no volvería a cometer tan terrible error, le pediría perdón una y mil veces a su amada y le daría toda su lealtad y amor, únicamente a ella.
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Mucho, mucho, mucho tiempo después.
Un chico de 16 años, con cabello castaño claro, ojos azules, piel levemente bronceada, un poco alto y de cuerpo con apariencia de estar ejercitado, caminaba por los pasillos de su colegio, con mirada de aburrimiento.
Le era tan molestó tener que usar ése uniforme de pantalón negro y remera blanca todos los días, ya que le recordaban a su armadura de cuando era caballero en su vida pasada.
Así es, no sólo tuvo un destino atroz en la era medieval, cuando era un leal caballero, ahora la vida le daba otra oportunidad de existir, conservando sus recuerdos para que pueda seguir sufriendo.
Quizás ése día se escapé del colegio y vaya a desperdiciar el tiempo, después de todo, raramente faltaba y sus calificaciones eran buenas, así que un día menos de clases no le iba a afectar.
Dirigiéndose a la salida, vio como muchos estudiantes se reunían, emocionados.
-No puedo creer que ella vaya a venir a nuestro colegio.- dijo una chica.
El de cabello castaño dio un suspiro con fastidio.
¿Una niña famosa iría a ése colegio?
Los días sí que iban a ser muy ruidosos desde ahora.
-Su familia es de las únicas dos familias ricas de la ciudad y por lo que sé, ella es muy amable y hermosa.
Ojalá que podamos ser amigas.- dijo otra chica.
El ojiazul rodó los ojos al oír éso.
Querer ser amigas de alguien sólo por ser de una familia de muy buena posición, éso es algo bajo.
-Permiso, permiso, permiso...
Pidiendo permiso, se puso a pasar en medio de sus compañeros los cuales la mayoría lo ignoraban.
Debía escapar rápido de ése manicomio o algún docente se daría cuenta de que está escapando luego de asistir.
No quería traerle problemas a sus padres, así que como buen hijo que es, quería fugarse del colegio sin ser visto por los maestros.
Llegando a estar cerca de la salida, estando sólo dos filas más en su camino, se detuvo y quedó en shock al ver a la persona por las que todos se reunían.
De una limusina, bajo una bella chica rubia, con ojos azules claro, piel clara, rostro angosto y bonito y con un aire de realeza no intencional a su alrededor.
-Vaya... otro colegio donde hacen esto.- susurro la chica con una sonrisa nerviosa a su chofer mientras veía como todos ésos estudiantes se reunían para recibirla.
Ella sólo quería tener una vida escolar normal, pero sus compañeros siempre la trataban como sí fuese una celeridad.
Sería tan genial que por una vez, ésa rutina tan sofocante, cambié.
Ella quería amigos normales por una vez, y no interesados.
De en medio de los estudiantes que la recibían, la chica vio como uno empujó a todos y se acercó corriendo para darle un abrazo.
-Sofía, estoy tan alegré de volver a verte.- susurro el chico mientras la rubia quedaba con la boca abierta.
Bien, éso era nuevo, éso era muy nuevo ya que nunca un extrañó salió corriendo y le dio un abrazo como sí fuese alguien conocido al que no veía hace tiempo.
-Oye... no sé quien seas pero sueltame antes de que mi chofer te dé una paliza, por favor.
El caballero y la princesa, dos amantes con un final trágico, nuevamente se vuelven a encontrar en una nueva vida, teniendo él todos sus recuerdos intactos.
¿Qué les espera a éstos dos desde ahora?