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Chapter 4 - CAPÍTULO 4

Una luz lo despertó, eran unos fuertes rayos de sol que de entre las cortinas se filtraban sobre su cara. Miró hacia la ventana y ya era de día.

La cama estaba caliente y cómoda, las sábanas suaves y con un delicado perfume de flores, la almohada mullida y esponjosa… había dormido tan bien que no quería levantarse. Hacía mucho tiempo que no dormía una noche completa, y casi ni recordaba cuando fue la última vez que había dormido en una cama… Había sido hace muchos años atrás, antes de escapar de su casa…

No había ningún reloj cerca… ¿Qué hora sería?

— ¿No crees que deberíamos despertarle?

— No, lo dejemos descansar— respondió Sonia a Gustavo mientras picaba unas cebollas para la comida— parece que tiene sueño atrasado.

—Anoche casi no podía dormir pensando… ¿porque un chico joven termina en la calle?… ¿dónde estarán sus padres?

— ¿Él te dijo que no tenía casa?

— Cuando las enfermeras le preguntaron a quien debían llamar, les dijo que hacía años que no veía a sus padres y que vivía en las calles, por eso si yo no firmaba como responsable debían llamar a la policía y vaya a saber donde terminaría…

— Me da mucha pena, parece un buen chico, pero en la calle no se aprende nada bueno, que podemos esperar de él.

— Es cierto, pero quizás nunca tuvo la oportunidad de una vida diferente… si solo conociera a Cristo, su vida podría cambiar completamente.

— ¿Vas a hablar con él?— preguntó Sonia

— Quiero darle un poco de tiempo, todavía son muchas cosas y quiero esperar el momento oportuno. Oro para que Dios me de la sabiduría y las palabras justas para hablarle. Sé que tiene una gran necesidad de Dios, por eso entró a la iglesia el domingo, pero también hay mucha rebeldía en su corazón…

— Gustavo ¿Cuántos días se va a quedar?

— No lo sé… quizás dos o tres, pero después quiero buscarle un lugar donde pueda vivir y un trabajo… No puede volver a la calle otra vez.

Sonia seguía preparando la comida y preguntó:

— ¿A qué hora debe tomar el remedio que te recetó el doctor?

— Ahora en diez minutos, a la una

— Bueno si todavía no despierta, entonces lo llamamos nosotros.

Mientras conversaban Ezequiel entró a la cocina.

— Buen día!— le dijo Gustavo— ¿Cómo has descansado?

— Perdón por la hora- respondió tímidamente mirando el reloj- no sabía que era tan tarde.

— El médico dijo que debías descansar ¿Dormiste bien?— volvió a preguntarle

Ezequiel asintió con la cabeza

— Pronto estará el almuerzo— comentó Sonia— ¿Te gustan las empanadas árabes?

— Si señora, lo que usted cocine estará bien.

Gustavo sacó del bolsillo unas cosas y las puso sobre la mesa. Eran los aros y pirsin de Ezequiel.

— Esto quedó en el baño anoche, creo que te pertenecen.

— Puede tirarlos si quiere, ya no los quiero- le respondió—

— Creo que te ves mejor sin ellos— comentó Sonia y luego agregó— Yo soy peluquera, si quieres podría cortarte el cabello

— Si está bien— respondió

— Ezequiel, debes tomar estos remedios que recetó el doctor y creo que deberías por lo menos por hoy quedarte en cama para recuperarte del todo.

— Sí, lo que usted diga… gracias por todo lo que hacen por mí.

En la casa de los abuelos, Keila y Flor ya habían regresado de la escuela, y estaban por almorzar.

— ¿Qué pasa en casa que no podemos estar nosotras? – preguntó Flor

— Tus padres están ayudando a un joven que tiene problemas— explicó la abuela.

— Pero... ¿cuándo vamos a volver?— insistió

— Flor, deja de molestar con tus preguntas a la abuela, mamá dijo que en un rato va a venir para explicarnos.

— No me molesta explicarle— respondió la abuela— ella es más chica y no comprende lo que está sucediendo y es lógico que haga preguntas, a su edad, vos hacías muchas preguntas.

Keila también tenía muchas preguntas que hacer a sus padres, no entendía que estaba pasando, pero no se quería mostrar preocupada frente a su abuela y hermana. Mil cosas se le cruzaban por la mente… ¿Quién sería ese muchacho? ¿Cuántos años tendría? ¿Llegaría a verlo o ya se habría ido de su casa cuando ellas regresaran?

Sonia llegó a la tarde, las chicas estaban mirando televisión. Entró y se puso a charlar con su madre.

— ¿Qué ha sucedido?

— Es una larga historia mamá… Anoche en medio de la lluvia Gustavo fue a la iglesia en el horario de consejería pastoral como todos los lunes, pero al llegar, encontró un joven de unos 18 años que estaba desmayado en la puerta de la iglesia. Lo llevó al hospital y lo atendieron, pero no tiene familia, ni casa, hace años que vive en la calle, y como no tiene documentos iban a dar parte a la policía, una enfermera le dijo a Gustavo que si firmaba como mayor adulto responsable del menor podría llevárselo…

— Así que él firmó…— completó su mamá

— Suena una locura, yo también me puse como loca cuando me dijo que lo traería a casa, pero después…— hizo una pausa— Gustavo me dijo, que se sentía como en la parábola del buen Samaritano… que él no podía pasar de largo como el sacerdote o el levita… que sentía que Dios le estaba pidiendo que haga esto…

— Pero es una gran responsabilidad… ustedes no saben nada de ese chico…

— Mamá… deberías conocerlo… tiene algo especial… su mirada es fría pero a la vez de dolor… su forma de hablar… tiene un rostro triste… parece que la vida lo ha goleado tanto… Es un alma que Dios quiere rescatar y nosotros podemos ser ese instrumento.

— Te entiendo, y saben que tu padre y yo los apoyamos, las chicas pueden quedarse todo el tiempo que sea necesario.

— Gracias mamá

Keila entró a la cocina para buscar algo y se sorprendió al verlas.

—Mamá ¿Cuándo llegaste?

— Recién hijita, estábamos charlando con tu abuela. ¿Cómo les fue en la escuela?

— Bien, pero quiero que me cuentes todo lo que pasó anoche.

Como Keila estaba realmente impaciente por oír, Sonia llamó a Flor y les explicó a las dos todo lo que había pasado con Ezequiel y que debía quedarse un par de días hasta recuperar su salud y luego le buscarían un lugar donde vivir.

Por último las cuatro se pusieron a orar por Ezequiel para que Dios obrara en su vida y llegara a recibir el perdón de Jesús que tanto necesitaba.

Gustavo entró en el escritorio donde Ezequiel estaba acostado mirando unas revistas.

— Permiso ¿puedo pasar?

— Sí, claro, es su casa— respondió sentándose en la cama — yo ya me siento bastante mejor, creo que puedo irme y seguir tomando los remedios yo solo.

— Y ¿A dónde vas a ir?—

— Por ahí!, siempre he vivido por ahí, en un callejón, en una plaza, en un auto abandonado… y he sobrevivido hasta ahora.

— ¿Realmente queres volver a esa vida?

Ezequiel no respondió. Solo bajó la cabeza y se quedó mirando el piso.

— Estoy convencido de que no fue casualidad de que te encontrara en la puerta de la iglesia, se que fue Dios que preparó todas las cosas para que te conociera…

— ¿Usted cree que Dios preparó todo esto?— dijo sonriendo irónicamente— ¿y para que haría una cosa así?

— Simplemente porque te ama y quiere cambiar tu vida.

Ezequiel negó con la cabeza, en su interior pensaba que realmente Gustavo no sabía con quien estaba hablando.

— ¿Te gustaría que Dios cambiara tu vida?, ¿Le darías la oportunidad de demostrarte que tiene poder para darte una nueva vida?

La conversación comenzaba a interesarle, Ezequiel asintió con la cabeza pero no dijo nada, levantó su rostro y concentró su atención en todo lo que Gustavo comenzaba a explicarle, como Dios amaba a todas las personas y quería salvarles del castigo eterno en el infierno, le explicó que todos somos pecadores, que nuestra medida del pecado no es igual que la de Dios, y que para Dios quien roba, o miente o desobedece, igualmente son pecadores y merecen un castigo que es la muerte eterna y el infierno.

Cuando llegó a explicarle la muerte de Cristo en la cruz, Ezequiel realmente se sintió impactado por tanto amor demostrado por Jesús al sufrir latigazos, escupidas, los clavos y la carga más pesada: nuestros pecados y maldades en la cruz.

— ¿Puedes entender todo lo que te he explicado hasta ahora?- preguntó Gustavo.

— Si… es solo que… ¿quiere decir que ante Dios usted que es bueno y hace el bien, es igualmente pecador como yo que he robado?

— Si así es! El más bueno de los hombres, es pecador ante Dios, porque la Biblia declara que no hay nadie justo, ni aun uno sobre la tierra que haga el bien y nunca se equivoque.

Ezequiel se sentía más y más atrapado por este mensaje, el gran amor de Dios hacia él le impactaba, porque nunca se había sentido amado por nadie, y comprender que Dios siempre le había amado, aun desde antes que naciera.

— Dios quiere perdonar completamente todos tus pecados y echarlo al fondo del mar, ¿Estas arrepentido de la forma en que has vivido lejos de Dios y haciendo lo malo? — le preguntó y luego siguió diciendo- Dios quiere darte una nueva vida en la tierra, y una vida eterna en el cielo a su lado, pero solo necesita que creas en él de todo corazón… ¿Puedes creer que Dios te ama y ha enviado a Jesús a morir en tu lugar para pagar el castigo de todos tus pecados? ¿Puedes creerlo?

Ezequiel asintió con la cabeza, las palabras estaban como trabadas en su garganta, pero anhelaba que Gustavo le explicara cómo podía hacer para recibir esta nueva vida que le estaba ofreciendo.

— La Biblia dice que a quienes le recibieron y creyeron en su nombre les hizo hijos de Dios… ¿quisieras decirle hoy a Jesús que crees en él y en lo que hizo por vos en la cruz?... ¿quisieras ser un hijo de Dios?

— Si pero no sé cómo hacerlo

— Ezequiel, Dios escucha cada cosa que decimos y pensamos, solo tienes que expresarle lo que sientes y confesar con tu boca que crees en él, y te arrepientes de tus pecados.

Gustavo bajó su cabeza y se quedó en silencio, sabía que si Ezequiel había comprendido el mensaje, el Espíritu Santo estaba obrando en su corazón y quizás sería una lucha para él.

— Dios— comenzó diciendo Ezequiel— tú conoces todo de mi, y sabes que no hay nada bueno, toda mi vida hice las cosas mal y elegí el peor camino, yo creo en ti, creo en todo lo que Gustavo me explicó, creo que moriste y que puedes perdonarme, lo siento Dios, quiero que cambies mi vida, ya no quiero ser igual.