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Chapter 11 - ÁVILA

Al llegar al aeropuerto de Madrid, su primera experiencia en España fue conocer a Pedro, aquel joven simpático que le guió en medio de aquel gran aeropuerto hasta el encuentro con su tío y primas.

Sus familiares que esperaban ansiosos la recibieron con abrazos y besos, como si se conocieran de toda la vida, aunque era la primera vez que se veían en persona.

Les esperaba un largo viaje hasta la ciudad de Ávila que quedaba a unos cien kilómetros de distancia.

Llevaron el equipaje hasta el estacionamiento, donde un pequeño auto color verde claro los esperaba.

Le sorprendió el intenso calor. Ella venía de fríos intensos, aquí la primavera estaba concluyendo y casi se instalaba lo que sería un caluroso verano.

— Dame tu equipaje… yo cargaré tu maleta— dijo el tío Dante tomando la gran valija roja y arrojándola al techo del auto.

— Con cuidado!— exclamó Abby— es muy especial para mí.

— ¿Te la ha regalado tu novio?— preguntó la menor de sus primas.

— No tengo novio— respondió sonriéndole a la pequeña curiosa

— Pues quien te haya regalado una rosa tan bella debe tener la intención de ser tu galán!— comentó la mayor señalando la rosa que tenía en la mano.

— La valija o maleta, me la regaló mi mejor amigo, que se llama Nicolás.

— ¿Y la rosa?— preguntó intrigada la mayor

— La rosa…

— Vale Niñas! Dejen de molestar a vuestra prima y suban al carro que nos espera un lago viaje.

Abby se sintió aliviada de no tener que dar demasiadas explicaciones. Aquella rosa solo traía recuerdos que la confundían aun más.

— Debí tirarla en el avión— pensó mientras subía al auto— no sé porque todavía la conservo… ¿Porque todavía siento este malestar al pensar el Thiago? —

No podía olvidar aquellos ojos tristes y las dulces y tiernas palabras de él al despedirse. Algo estaba claro: El en serio la quería.

El auto se puso en marcha y poco a poco se fueron alejando de Madrid rumbo al este, a las montañas donde se encontraba la ciudad de Ávila. Los pintorescos paisajes de aquella zona le recordaron mucho a Córdoba.

Esa ruta llena de montañas y prados verdes.

Mucho ganado pastando y aquella zigzagueante calle que bordeaba la ladera de la montaña.

Sus primas no paraban de hacerle preguntas y más preguntas sobre argentina, sus familiares, el supuesto novio que le dio la rosa, etc.

El tío era bastante callado, quizás un poco serio, pero muy amable. Un hombre de gran estatura, gringo casi pelirrojo, con barba y bigote. Tenía unos ojos celestes, hermosos como el cielo claro de verano.

Las chicas Fiorela y Dalma, tenían 11 y 7 años. Eran tan expresivas y conversadoras que le causaba gracia escucharlas pelear para ver a cual le prestaba más atención.

— Niñas! Niñas!— dijo con voz firme el tío Dante— cállense un poco, no han parado de parlotear desde que subimos en el aeropuerto, dejen que vuestra prima disfrute del paisaje.

— Pero papá…

— Está bien t����o, no me molestan, tengo dos hermanas menores y estoy acostumbrada… ¿Qué hora es? Con los vuelos y el cambio de horario realmente no sé si es la mañana o la tarde?...

Las niñas rieron.

— Pues, son las 12 del medio día— respondió Dante

— Pondré mi reloj en hora… ¿Cuánto demoraremos en llegar?

— Tenemos un poco más de una hora de camino… si no hay mucho tráfico quizás un poco menos.

— Estoy ansiosa de conocer el lugar en donde viven.

— Te encantará Ávila, es la ciudad más bella de toda España… Yo hace 17 años que vivo aquí y desde el primer día supe que quería quedarme para toda la vida. Es una ciudad antigua, como casi todas las de Europa, con muchas catedrales y museos. Verás que hay un gran muro medieval que se conserva como histórico y rodea gran parte de la ciudad.

— Si! Allí te sientes como una damisela en un cuento de hadas! Esperando ser rescatada por tu príncipe…— dijo Fiorella riendo.

— En invierno se pone más bello aun. La nieve decora todo con blancas capas y las montañas quedan cubiertas de punta a cabo, la navidad en Ávila es la más bella del mundo ¿verdad papá?— agregó Dalma como todo una guía turística.

— Así es pequeña. Ya verás Abby pronto te sentirás como en tu propio hogar…

— ¿Cuánto tiempo te quedarás con nosotros, prima?— preguntó Fiorella

— Tengo dos semanas antes de que comiencen mis clases en Madrid, así que estaré con ustedes unos diez días y luego regresaré para instalarme.

— Uf! Solo diez días! — protestó Dalma

— Pero nos veremos seguido, estaré durante un año viviendo aquí cerca. Podremos visitarnos.

El camino comenzó a ponerse cada vez más empinado. El pequeño coche subía con dificultad aquellas altas y empinadas montañas.

Abby cada tanto sacaba su mano por la ventanilla para asegurarse de que su equipaje no se hubiera caído por el camino.

— Llegaremos en 10 minutos, ¡presta atención!— dijo Dante— desde la próxima curva podrás observar una vista panorámica de la ciudad. Está enclavada en la ladera de una gran montaña, así que puede verse desde varios kilómetros de distancia.

Ella escuchaba con atención todas las palabras de su tío y primas. Realmente estaba ansiosa por conocer aquella ciudad.

— Mira!, allí puede verse nuestra ciudad— exclamó gritando Dalma.

Los ojos de Abby se quedaron sin parpadear por unos instantes. Aquel paisaje era maravilloso.

La gran muralla que rodeaba parte de la ciudad podía distinguirse con claridad aun desde esa distancia.

Sacó rápidamente su celular para tomar algunas fotografías.

Inmediatamente pensó que aquel lugar sería inspirador para escribir.

Aquella arquitectura antigua parecía trasladarte en el tiempo a la época de los príncipes y princesas, al Rey Arturo y su corte de caballeros, a los grandes escritores como Shakespeare, Onésimo y otros grandes de la literatura de mediados de siglo.

— Es hermosa! ¡Qué gran muralla!— exclamó

— Tiene casi doce metros de altura y tres de ancho— explicó su tío— la construyeron hace casi mil años, tiene más de 2000 metros de largo y rodea la parte más antigua de la ciudad. Dicen que es una de las murallas mejor conservadas de toda España.

— Nuestra casa está en la parte moderna— comentó Fiorella— las casas no son tan viejas y está fuera de la muralla. Pero estamos más cerca del río…

— Vale! en esta época de verano podemos nadar y refrescarnos allí, es muy divertido— agregó Dalma.

El auto se acercaba más y más y Abby se sorprendía de cada nueva cosa que veía.

A lo lejos pudo distinguir un gran puente de piedra, muy antiguo también, que daba paso a la ciudad.

— Pasaremos por el costado de la muralla para que conozcas un poco la ciudad antes de irnos a casa.

— Papá podríamos pasar por la plaza del Mercado Chico, se que a Abby le gustará mucho

— No lo creo posible, a esta hora hay demasiado tráfico y tu madre nos espera para almorzar. Ya habrá tiempo de conocer toda la ciudad.

Poco tiempo después llegaron a la casa. Las pintorescas construcciones de ladrillos y tejas rojas daban un toque cálido y familiar.

Todos bajaron del coche y mientras desataban el equipaje, la tía Carol salió a recibirles.

— Bienvenida!— exclamó con voz fuerte— eres una jovencita muy bella, te pareces mucho a tu madre ¿Cómo están todos por argentina?

— Bien tía

— ¿Qué tal el viaje? ¿Qué te ha parecido nuestra ciudad?

— Es muy bella… el viaje bien…

— ¿Estás cansada? He preparado un rico almuerzo y luego podrás acostarte y descansar…

— Gracias… ¿Podría usar su teléfono para llamar a mi madre y avisarle que he llegado bien?

— Por supuesto querida, pasa.

Aquella primera noche en Ávila, ya acostada en su cama, Abby cayó a la realidad de que su sueño se estaba haciendo realidad.

Conocer aquellos lugares tan hermosos y lejanos, era algo que años atrás parecía completamente imposible.

Una mezcla de alegría y emoción la embargó de repente. Se sintió feliz, pero a la vez con miedo.

Todo era nuevo y desconocido. No estaban sus padres, ni amigos, las cosas cotidianas y conocidas se encontraban a miles de kilómetros de distancia.

Pero la presencia cariñosa de Dios la había acompañado hasta aquí.

— Gracias Señor por cuidarme. Gracias porque puedo contar contigo en cada momento… Gracias por esta oportunidad de viajar y conocer estos lugares tan hermosos…

Abrió su pequeña Biblia en el libro de Isaías y leyó uno de sus pasajes favoritos: "No tengas miedo, pues yo estoy contigo. No temas pues yo soy tu Dios, yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa"

— Si Señor tú estás conmigo! Aun lejos de casa… tú me acompañas…

Una brisa fresca de las montañas entró por la ventana refrescando toda la habitación.

Ya era tarde. Había sido un largo día desde la salida de Córdoba.

El cansancio la venció y se quedó profundamente dormida.